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Empiezo por lo más discutible, para no levantar ampollas: hace mucho tiempo que dejé las grapas. Y no, ésto no es un debate sobre grapas sí o no. Que cada cual escoja su camino, saltamontes.
El hecho es que yo lo escogí con la colección que había sacado Ediciones B sobre Príncipe Valiente. Yo y otros “valientes” empezamos la colección. A los ocho números o así empezaron a surgir, en la habitual página del correo del lector, las voces que pedían una encuadernación (entonces, si querías tomo, te lo encuadernabas tú). Tras los habituales dimes y diretes (y las pruebas de color de la edición, que merecen post aparte), por fin la editorial comentó, allá por el numero quince, que efectivamente habría tapas para que pudiéramos encuadernar la edición. Y sacaron unas cutres tapas de cartón. Llegado el número treinta y tantos, cuando no se habían apagado los rumores del cutrerio, surgieron otros que decían que la editorial preparaba una edición en tomos de la obra. El problema ya no era que te pillara una edición en tomo cuando llevabas ya treinta grapas compradas, si no que la edición en tomo era con mejor papel y mejores tapas. La sacaron cuando íbamos por el cuarenta. ¿Fidelidad con los compradores? Negocio.
Luego siguió Hellboy. Descubrí y compré la historia por Mignola, del que me había encantado su trabajo en “Corum”. Cuando llevábamos unos seis tomos de tapa dura y se anunció la película, sacaron la edición en cartoné. Si alguno se pasó al cartoné, ya sabe que ahora lo tiene en tomaco: llámesele ómnibus, absolute, de luxe o definitiva. Bueno, esto último no. La experiencia demuestra que, si hay negocio, nunca es definitiva.
También estaba Corto Maltés, la serie que me costaba un ojo de la cara. Los tomos eran carísimos (3000 Pts), pero estaban bien editados y con unas introducciones muy chulas donde te explicaban las referencias históricas a la época en la que se desarrollaba la historia, laminas de Pratt, etc. Un buen día, se decidió que aquello quedaba más bonito en cartoné.
Las razones eran dos: en primer lugar pasábamos al euro y en segundo, las historias comenzaban a ser más cortas. Así que redondeamos el precio al euro y a cambio ponemos cartoné. ¿Qué se quedan cortos los tomos? Con el filón a punto de agotarse, remontaron las aventuras caribeñas de Corto y sacaron dos tomos en vez de uno: El mar de oro y Suite caribeña. Guau.
El golpe final fue el mejor: con la serie a punto de terminar (quedaban Bajo la bandera del oro y La laguna de los misterios) decidieron sacar… “nueva colección y nuevo formato”. Estupendo. Ya nunca terminaré la colección de Corto. Ni aunque me recomprara los primeros tomos en cartoné. Además, si alineas los tomos en la estantería observaras una progresiva disminución de la altura de los mismos. Colección de lujo a la española. ¿Contención del coste? Racanería.
Seguro que tenéis cientos de ejemplos que añadir. Spirit y su primera edición en grapa (esa merece un capítulo aparte), Blacksad y sus tomos menguantes, la reedición de Palomar con otro tipo de papel… Y ya no quiero hablar de las ediciones Absolute (¿a quien le gustan?) y apaisadas (lo siguiente es con forma de queso, cualquier cosa menos lo lógico). Por no hablar de la edición de Justice, de Alex Ross. O formato Absolute o formato minimote (para ciegos).
No. No es un debate sobre las grapas. Es un clamor sobre estas editoriales que ven nuestros sueños como negocios y que nos miman y nos maltratan por igual. Y aún así, resistimos.
En el horizonte, una sombra. La reedición de “Tierra X”, la respuesta Marvel a “Kingdom Come” y el Capitán América que más me impresionó en mis últimos años (el de Brubaker lo siento pero no). ¿Qué toca? ¿Edición legal o indignaos? Panini: en tus manos pongo mi fe.
M