Al otro lado de la calle se elevaba una casa de dos plantas de aspecto fantasmal. Decenas de telarañas colgaban cerca de las puertas y ventanas. También había insectos gigantes y, al estar lo suficientemente cerca lo descubrió, calabazas esculpidas con rostros monstruosos, que brillaban gracias a velas en su interior. Era Halloween.
Llamó a la puerta con sus huesudos nudillos, pero nadie contestó. Entonces reparó en el timbre. No acababa de acostumbrarse a las nuevas tecnologías. Esta vez sí obtuvo respuesta: una mujer vestida de bruja, con escoba en una mano y una cesta con dulces en la otra, le abrió. Detrás venían corriendo dos chiquillos, mientras gritaban "¡truco! ¡truco!". Se detuvieron junto a su madre, atónitos los tres ante la perfección del atuendo del visitante.
"¡Carlos, ven a ver esto!", llamó la mujer hacia dentro de la casa. El marido salió del salón, portando un candelabro y totalmente vendado. Encontró una figura enjuta envuelta en una túnica negra con capucha. No se reconocían sus facciones, pero las manos imitaban a la perfección las de un esqueleto. Reposaba en su hombro derecho una enorme guadaña.
- Eh, amigo -dijo al verlo-, ¿de dónde has sacado ese disfraz? ¡Es la bomba!
Minutos más tarde la casa era pasto de las llamas. Escuchó a lo lejos las primeras de las tres sirenas habituales. En ese momentó cayó del marco superior de la puerta una placa de madera carbonizada en la que aún eran visibles sus números de metal: 154. Metió la mano en el bolsillo de su túnica, de donde extrajo una pequeña tarjeta para confirmar la dirección. 145. Era la quinta vez en cien años.
"Mierda", musitó, y desapareció sin más.
8/11/09
Prólogo
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3/11/09
Principio
Esa mañana no sonó el despertador. Un rayo de luz hizo su función, aunque considerablemente más tarde. Eran casi las siete y media de la mañana, y tenía clase a las ocho.
"¡Joder!", fue todo lo que dijo tras comprobar, incrédula, la hora. Agradeció a sus genes tener siempre un pelo perfecto y no ser de las que abusa de maquillaje. Aún no había terminado de vestirse cuando el microondas con el vaso de agua que acababa de meter sonó. Puso café y azúcar y lo dejó enfriar unos minutos mientras preparaba su bolso.
Salió de casa con el tiempo justo para llegar si se daba prisa y no había mucho tráfico. Tenía el coche aparcado en batería así que maniobró poco para sacarlo. A los cinco minutos había recorrido la peor parte del trayecto que la separaba de la facultad, por lo que decidió aprovechar un semáforo para dejar el coche en doble fila y entrar en el estanco que había casi a la salida de su pueblo.
Dos minutos más tarde ya estaba en la carretera. Dejó el tabaco en el bolso y entonces reparó en que no estaba sola. Alguien se había sentado en el asiento de detrás. Su primer instinto habría sido frenar en seco, pero tenía varios coches detrás con tanta prisa como ella. El grito por la impresión no lo reprimió, y en cuanto fue capaz de articular palabras le preguntó: "¿qué coño haces en mi coche?".
- No te asustes.
- ¿Que no me asuste? ¿Te metes en el coche de una desconocida, la abordas mientras está conduciendo y me pides que no me asuste?
- Escucha, tengo algo que decirte.
La joven estudiante miró por el retrovisor. El extraño se asemejaba a alguna mujer musulmana, tapado de pies a cabeza con una especie de túnica negra. No podía verle la cara.
- ¿Quién eres?
- Eso da igual. Lo que importa es quién eres tú.
- Quién soy yo es asunto mío, y si no me dices quién eres tú, paro el coche y te dejo en la cuneta.
- Uy, para nada, es asunto mío también. De hecho, es ya mi único asunto.
- ¿Qué quieres decir?
- Te he dicho que tenía que decirte algo. Pues bien, lo cierto es que te necesitamos. Queremos que trabajes para nosotros, por así decir.
- ¿Vosotros? ¿Por qué el plural? ¿Quiénes sois vosotros?
- Bueno, trabajarías para mis superiores, no para mí. En realidad serás mi sustituta.
- ¿Sustituta de qué? No sé si sabes que estoy en tercero de carrera, por no hablar de que no me parece una manera normal de captar trabajadores la tuya.
- No te preocupes, el trabajo no requiere experiencia y no hay manera de saber si estás capacitada para ello. A decir verdad no entiendo por qué se fijaron en ti, pero mi opinión ya no cuenta, lo importante es que te han seleccionado y ya está.
- ¿Que me han seleccionado? ¿Me han estado observando o algo así?
- Sí, algo así.
Cansada e inquieta por la situación, detuvo el coche en un lateral de la carretera.
- Bueno, no sé de qué va todo esto pero no me interesa. Bájate del coche, no quiero volver a verte en la vida.
- Así sea.
El extraño bajó de un salto y se quedó observándola desde el interior de su capucha, incluso mientras se alejaba. Tenía el corazón a mil, su figura seguía en el retrovisor cada vez más pequeña, inmóvil. Por fin se perdió de vista. En ese momento le importaba bastante poco no llegar a clase, tenía que asimilar lo sucedido.
Volvió a mirar por el espejo, solo se veían coches. Alguno le pitó por ir demasiado lenta. Sonó el móvil, un mensaje. Fue a leerlo, era un número largo y desconocido. El mensaje estaba vacío. Cuando volvió a poner la vista en la carretera, tenía un camión a dos metros.
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