El cuerpo está lleno de nervios. Van y vienen de cada punto a la médula espinal. Su "camino" está marcado por huesos, fascias, ligamentos y músculos. Necesariamente deben atravesar articulaciones. Al andar, correr, saltar o vegetar en el sofá los comprimimos, doblamos, estiramos y torsionamos. No hay que preocuparse. El nervio está preparado para afrontar el estrés mecánico que todo ello supone. Es una estructura elástica, torsionada, forrada y almohadillada. De otro modo estaríamos en un ¡ay! continuo.
Si nos pasamos de rosca en la compresión posicional, muchos nervios "protestan" y notamos hormigueo. Basta cambiar de posición y esperar un ratillo para que el nervio se recupere, sin problemas.
La resistencia del nervio a la compresión varía de unas personas a otras y en la misma persona, según circunstancias, no sólo mecánicas locales sino también (de forma notable) del grado de alerta. El número, estado y tipo de sensores mecánicos de la membrana de las fibras nerviosas varía continuamente y lo hace en función de los contextos y de lo que el cerebro valora como relevante. Hay temporadas en las que se nos duerme todo...
A pesar de todas estas previsiones naturales, seleccionadas a lo largo de millones de años de evolución, el nervio queda, al parecer de muchos, frecuentemente pinzado, atrapado entre huesos, músculos, tendones, fascias y ligamentos. Todos ellos parecen obedecer a una fuerza misteriosa que les incita a inmovilizar al pobre e indefenso nervio y apretar con saña.
- Tengo pinzamientos
- Y eso ¿qué es?
- No lo sé muy bien. Imagino que tengo un nervio pillado entre los huesos
- ¿Y qué piensa su cerebro de eso? ¿Cómo es que lo consiente?
- Yo no pienso. Me duele
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En el mundo del pinzamiento hay supuestos elementos que aprietan a conciencia con voluntad de "pinzar". Para ello necesitan de la colaboración de los músculos locales, que se contraigan del modo necesario para machacar al pobre nervio. No cabe, al parecer, una acción muscular mucho más lógica, de signo contrario: liberar al nervio de la pinza.
Los músculos se contraen a consecuencia de condiciones locales anómalas (falta de oxígeno, daño necrótico, anomalías metabólicas) o porque así lo han decidido sus superiores cuando lo consideran oportuno.
Se supone que la voluntad cerebral es la de allanar el camino a sus queridos cables, a sus fuentes de información y ejecutores de sus órdenes. No tiene sentido la orden de pinzar nervios pero sí la contraria: despinzarlos.
Hay sucesos agudos como traumatismos o hernias discales que generan estrés mecánico a un nervio, lo "pinzan". El cerebro reorganiza la nueva situación con programas motores que redistribuyen las cargas evitando la agresión a la zona herida y, por tanto, vulnerable. El objetivo es evitar las famosas pinzas. Una vez se enfría la zona dañada, se readapta el escenario a la nueva situación, actualizándose los programas motores ya sin el hándicap de una lesión reciente, y, por supuesto, sin pinza. El movimiento activo, progresivo y sin miedo favorece la programación normal de la zona.
Generalmente los cambios lentos, progresivos, los englobados dentro de la etiqueta confusa de "desgaste" o artrosis, no provocan pinzamiento (estrés mecánico) de nervios. Estos pueden estar más o menos cerca del hueso pero la cercanía o, incluso el contacto, no genera estrés (pinza). Evidentemente, se puede llegar a estados anatómicos límite por patología osteoarticular degenerativa, en los que cabe escasa adaptación al movimiento o posición mantenida y el cerebro ya no puede organizar programas de descarga pero, en general, se abusa del término "pinzamiento".
No basta con detectar en imagen una disminución del grosor de los discos para concluir rápidamente que el paciente tiene un nervio pinzado. En todo caso hay modos de comprobarlo, por ejemplo con una exploración clínica somera o con un Electromiograma.
Me temo que la palabra "pinzamiento" es una más de las del nutrido y exitoso grupo del "cajón de sastre": conjunto de cosas diversas y desordenadas (RAE)
- No es que tenga un nervio pinzado sino que el cerebro le ha "precintado" una zona. Piensa que es vulnerable y la ha eliminado de los programas. El dolor forma parte del programa. Es lo que garantiza que el precintado se respete. No eche la culpa precipitadamente a huesos que pinzan. Revise lo que piensa y decide su cerebro. No es bueno dejarlo suelto construyendo miedos e imágenes de nervios pinzados.