Se puede tener un cáncer y encontrarse bien o estar sometido a un sufrimiento e invalidez considerables sin que los médicos encuentren pruebas de enfermedad. La Medicina no ofrece respuestas aceptables para esta última situación y recurre arbitrariamente a negar la realidad del sufrimiento, haciendo aún más insufrible el calvario de los pacientes. Este blog intenta aportar desde el conocimiento de la red neuronal un poco de luz a este confuso apartado de la patología. | We may have cancer and feel good, or be submitted to substantial disability and suffering without doctors finding any evidence of disease. Medicine gives no acceptable answers to the last situation and arbitrarily appeals to denying the reality of suffering, making the calvary of patients even more unbearable. This blog tries to contribute with the knowledge of the neuronal network, giving a little light to this confusing section of pathology. |
martes, 13 de julio de 2010
Relájale... no respires hondo...
sábado, 12 de diciembre de 2009
¡Pero qué haces ahí parado...! El fifli...
Homo sapiens (ma non troppo) es, entre otras cosas, un vehículo. Arranca, acelera, frena, se detiene, gira... Cada una de esas acciones precisa una programación específica, con una provisión adecuada de energía, la justa.
La sangre se distribuye por aparatos y sistemas en función de la actividad de cada momento. Al aparato digestivo para hacer la digestión, a la piel para el sonrojo o eliminar calorías, al cerebro para pensar... y a los músculos de las extremidades inferiores cuando tenemos que desplazarnos.
La transición de estar quieto a moverse exige un gasto considerable de energía para arrancar y vencer la inercia de nuestra masa estática.
Hay un programa, denominado "respuesta de lucha-huida", que se activa cada vez que decidimos movernos, cambiar de lugar. Si el motivo es porque hay fuego o un león que quiere comernos, el programa para mover el esqueleto se activa a todo gas, con el acelerador a fondo. El objetivo es derivar mucha sangre, bien oxigenada y con glucosa, a los músculos que nos desplazan.
La reacción de arrancar-huir-luchar produce aumento de presión arterial, taquicardia, hiperventilación, inyección de glucosa en sangre desde el hígado, cierre de la circulación de sangre por piel y aparato digestivo, sudoración (para neutralizar el previsible calentón por el esfuerzo) y, apertura de las arteriolas musculares de extremidades inferiores para que podamos arrancar con velocidad suficiente, variable...
- No me encuentro bien...
- Estás pálido...
- Voy a que me dé el air...
- !Llamar a una ambulancia¡
Homo sapiens (m.n.t.) es una especie desmayable. Iglesias, cafeterías y hospitales son testigos de esa vulnerable condición nuestra.
Los médicos dicen que sapiens (m.n.t.) se desploma porque sufre "bajadas de tensión". Así, sin más. Bueno, a veces, se le echa la culpa al calor, al ambiente "cargado", a haber bebido algo frío, a una emoción, a una "bajada de azúcar"... La mayoría de las ocasiones no se encuentra un motivo suficiente.
Al parecer el prototipo sapiens no ha conseguido a lo largo de sus varios millones de años de rigurosa selección entre leones y leonas un sistema de garantía de provisión de sangre en cerebro para salir pitando o, simplemente, arrancar.
En la facultad de Medicina ni se nombra la "respuesta" biológica básica del programa "lucha-huida". En inglés sería el FIght-FLIght. Yo le llamo: "FIFLI".
El vehículo y el conductor no siempre están coordinados. Hay momentos y lugares en los que el cerebro programa irse y enciende el FIFLI. Incomprensiblemente el individuo permanece quieto con toda la sangre en músculos, llena de glucosa y oxígeno para arrancar.
Hay un corazón para bombear sangre hacia el cerebro y tejidos y músculos en las extremidades inferiores para bombearla desde allí hasta el corazón. Si el FIFLI ha mandado sangre, mucha sangre, a la musculatura de las piernas y muslos y uno se queda parado se remansa más de un litro allí. La presión cae y sapiens también, un poco más tarde.
Suelo tomarme mi tiempo en la consulta para explicar el proceso del FIFLI, que explica por qué se produce la "bajada de tensión". Muchos sapiens lo entienden y eso les ayuda pero hace unos días un compañero me contó que había atendido a una paciente con desmayos reiterados, que traía un volante del "cabecera" donde se precisaba: "evitar Doctor Goicoechea".
Hay un extraño rechazo a las explicaciones biológicas cerebrales, a lo novedoso. Hay pacientes que interpretan la pedagogía neuronal como una tomadura de pelo y van ofendidos a "atención al paciente" a que les mande donde un médico normal, predecible en sus comentarios.
La falta de coordinación entre cerebro-individuo explica muchas cuestiones en el día a día de pacientes y profesionales. El desmayo es una de ellas. Un problema común e invalidante que se sigue despachando tranquilamente con la etiqueta "bajada de tensión".
Como sucede con las migrañas, a las que ya se ha buscado y fotografiado en colorines, un "generador de migrañas", algún día se describirá y fotografiará en colorines el "generador de bajadas de tensión".
La Biología, la selección natural, Darwin, la sabana, la animalidad que inevitablemente nos explica, la cultura, las restricciones sociales para movernos, irnos... el FIFLI... no es Medicina ni tiene pinta de que vaya a serlo en un futuro inmediato.
"Nada tiene sentido en Biología si no es a la luz de la evolución" sostuvo Theodosius Donzhansky hace ya unas cuantas décadas. Nada debiera de tener sentido en Medicina si no es a la luz de la Biología pero no es el caso.
- ¿Evolución, Biología, FIFLI...? ¡Quiero que me vea un médico!
miércoles, 8 de julio de 2009
El YO del organismo
miércoles, 20 de mayo de 2009
Escenarios del síncope
Los hechos relevantes suceden en momentos y lugares determinados. La supervivencia exige tomar buena nota de què, dónde y cuándo sucede. El por qué vendrá después.
El síncope tiende a darse en escenarios y contextos que contienen la capacidad de desencadenarlo. Cafeterías, iglesias, aulas, colas de espera, hospitales y servicios son los clásicos. Generalmente se piensa en el tópico de un lugar caluroso, cerrado y con ambiente cargado pero no siempre se da esa circunstancia. El escenario puede ser fresco, abierto, con poca gente y ambiente limpio.
El escenario, sin embargo, está siempre cargado, preparado para disparar el mecanismo responsable del inminente desplome. Hay algo que convierte a ese lugar y momento en un escenario a evitar. Si el cerebro instintivo ha olido peligro enciende el programa ¡vámonos de aquí pitando! el "fight-flight", la respuesta de preparación para luchar o huir. He bautizado coloquialmente a esta respuesta como "fiflí".
Cuando mi hija pequeña se desmayó en el colegio y pudo empezar a defenderse de los bienintencionados salvadores de vidas que querían llevarle a Urgencias, trataba de sosegar sus ímpetus diciéndoles que no se preocuparan:
- Es un fiflí. Mi padre es neurólogo. No me llevéis a ninguna parte. Quiero ir a clase...
El cerebro tiene cerebradas límbicas (no corazonadas como pensaba Aristóteles) y recela de lugares y momentos, muchas veces sin aparente fundamento. Está dotado de un instinto poderoso que olfatea peligro. Desde que abandonamos los árboles y pusimos pie a tierra tuvimos que aprender a recelar de cualquier señal que anunciara peligro. Cualquier sonido, olor, sombra o... información de un congénere podía ponernos sobreaviso y activar la reacción de alerta.
martes, 19 de mayo de 2009
"Bajadas de tensión"
Homo sapiens (ma non troppo) es la única especie que se desmaya con una extraña facilidad. Bombear la sangre hasta la cabeza no parece que se nos dé bien. La bomba cardíaca nos abandona en cafeterías, iglesias, restaurantes, aulas y servicios creando el obligado tumulto.
La aparatosidad del cuadro hace que acabemos en Urgencias donde tras comprobar que todo está en orden nos darán el veredicto:
- No se preocupe. Está todo bien. Ha sido una "bajada de tensión".
Habitualmente los desmayados no se sorprenden de que su tensión arterial les abandone. Se da por sentado de que es una "constante" vital más bien inconstante, como la glucosa: "ha sido una bajada de glucosa". Sin embargo el oxígeno, otra constante vital, parece estar garantizado pues realmente suena raro lo de "ha sido una bajada de oxígeno".
El organismo necesita al cerebro para funcionar correctamente y el cerebro necesita sangre con glucosa y oxígeno. No basta con la garantía del oxígeno. La "inconstancia" de glucosa y sangre convierte a nuestro cerebro en un órgano poco fiable.
Todos los millones de años de evolución del organismo de Homo sapiens (ma non troppo) no han sido capaces de seleccionar un mecanismo que garantice el aprovisionamiento de energía al cerebro. El bipedismo nos viene grande. Debiéramos tomar ejemplo de la jirafa, con su cerebro a dos metros del corazón y tan pichi.
¿Dónde se esconde nuestra vulnerabilidad? ¿Tenemos un corazón insuficiente para superar 20-30 cm de desnivel o nuestro sistema nervioso autónomo es incapaz de ajustar fuerza y frecuencia de los latidos y calibre arterial para garantizar el suministro. Desde el punto de vista de la fontanería no parece demasiado complicado.
Con los años he aprendido a buscar en el cerebro las causas de los aparentes fallos del organismo. La culpa de que no le llegue la sangre al cerebro no es del aparato circulatorio (bomba, tubos, válvulas...) sino del propio cerebro.
Una vez más, el natural alarmista del cerebro nos juega malas pasadas.
Existe un programa básico para sobrevivir. Se denomina: programa de "lucha y huida". Cuando se activa se produce un conjunto de cambios en el funcionamiento de todos los sistemas orgánicos. Si el cerebro evalúa ¡Peligro, vámonos de aquí! el programa entra en funcionamiento: el corazón se acelera, aumenta la presión, la profundidad y frecuencia respiratoria, se redistribuyen los cinco litros de sangre, desviándolos del aparato digestivo y la piel a los músculos, se da la orden a las glándulas sudoríparas para que mojen la piel y así evitar el subidón térmico de la huida, se inyecta glucosa desde el hígado, se moviliza el Sistema Inmune, se encienden las alertas neuronales, se transmite la percepción de peligro al individuo...
- ¿Qué te pasa? No tienes buena cara.
- No sé. Me estoy mareando.
- Respira hondo...
Nunca haga caso del bienintencionado consejo de respirar hondo. No existe ninguna situación que lo justifique. Niéguese en redondo a obedecer. Es la puntilla. Si obedece, el desplome está garantizado. Al respirar hondo sobre un fondo previo de hiperventilación, se produce un descenso aún mayor de anhídrido carbónico, un estimulante de la circulación cerebral, y se precipita la inconsciencia.
¿Qué es lo que ha fallado al activarse el programa de lucha-huída? Parece evidente... la huída. Si el individuo hubiera hecho caso de su cerebro habría salido corriendo y los músculos habrían devuelto la sangre desde las piernas al corazón. Al quedarse quieto se produce un fallo de la bomba venosa de retorno, los músculos. Es el mismo efecto que el de una parada cardíaca.
¿Quién le manda al corazón activar esa alarma en la iglesia, la cafetería, el restaurante, el aula o el cuarto de baño, unos lugares donde todo el mundo sabe que no se suele salir huyendo...?
El cerebro tiene razones que el individuo desconoce y, al parecer, el individuo tiene razones que su propio cerebro también desconoce. El eterno problema del desencuentro entre el cerebro emocional y cerebro social. Nuestro instinto de la sabana nos juega malas pasadas en el entorno tranquilo de los lugares cerrados y protegidos (haga o no calor).
- Ha sido una bajada de tensión...Tiene usted un organismo defectuoso. Hay escenarios que se le dan mal. Le baja la tensión. Es inconstante, ya sabe: sube y baja.
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Los desmayados acaban viniendo a la consulta de Neurología:
- Su organismo es normal. Es su cerebro. Ha activado el programa para huir en un escenario en el que usted tenía previsto estar quieto. Debemos convencerle de que no lo vuelva a hacer. El cerebro graba los lugares que considera peligrosos. Hay unas neuronas llamadas: "neuronas de lugar". Se dedican a memorizar los escenarios donde sucede algo relevante. Habrán tomado nota de la cafetería y puede que vuelvan a encender el programa de huir si se re reproducen las circunstancias. Tropezamos en la misma piedra ya sabe...
- Y si me da cuando conduzco... o cruzando una calle...
- Es poco probable, pero no dé ideas a su cerebro alarmista.
- ¿O sea que no tengo la tensión baja?
- Se la cambio si quiere...