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16 marzo 2017

ALICANTE VIVO EN ALACANTÍ TV (94): RIADAS HISTÓRICAS (16/03/17)


23 enero 2017

ALICANTE VIVO EN ALACANTÍ TV (86): LA NEVÀ GROSSA DE 1926 (19/01/17)



16 agosto 2013

ENTREVISTA A UNA TABARQUINA CENTENARIA


En la página 1 del Diario de Alicante del día 26 de septiembre de 1927, se recoge, a cuatro columnas, la entrevista que Emilio Costa Tomás, director de dicho periódico, le realizara a la centenaria tabarquina Josefa Chacopino Ruso para el Diario La Voz de Madrid, en el que aparecería publicado tres días antes, en su página 3, incluyendo una fotografía que el medio alicantino no reprodujo. La entrevista no puede ser más reveladora de lo que significaba un siglo de existencia en Nueva Tabarca, siendo llevada magistralmente por Emilio Costa que, desde el principio, supo implicar a la anciana tabarquina que, por otra parte, siempre se mostró muy locuaz.

Diario de Alicante, 26 de septiembre de 1927,
entrevista en página 1
(Archivo Municipal de Alicante)
Emilio Costa Tomás fue un periodista y político alicantino, que dirigió sucesivamente el Diario de Alicante, el Diario de Levante y El Día, aunque colaboraría en bastantes más medios, tanto alicantinos como nacionales.

Licenciado en Derecho y de ideas liberales, se encontró con que su ideología, con cierta implantación histórica en el mundo intelectual alicantino, si bien en esos momentos no existía un partido republicano que aglutinase a todas las tendencias de este signo, contó con el apoyo de una prensa pagada y mantenida por pequeños comerciantes y profesionales. En esta coyuntura, llegó a la dirección del Diario de Alicante, fundado en 1907. Expulsado de éste, antes de que en 1934 lo comprara el torrevejense Joaquín Chapaprieta, antiguo Ministro de Trabajo de la monarquía y Ministro de Hacienda y Jefe de Gobierno en 1935, Emilio Costa pasó a ser director de Diario de Levante. Pero, al estallar la Guerra Civil, la prensa conservadora desapareció rápidamente, como consecuencia del proceso revolucionario iniciado por los políticos y los sindicatos obreros más extremistas. Sólo El Día y Diario de Alicante consiguieron publicar algunos números después de julio de 1936, pero con importantes modificaciones. Fue entonces cuando El Día pasó a ser dirigido por Emilio Costa, que mantuvo el diario con grandes dificultades, hasta que en enero de 1937 su imprenta fue incautada por el Sindicato de Artes Gráficas de la UGT de Alicante.

Asiduo visitante de la isla de Tabarca, no en vano fue, junto a Antonio Sanchís y Gabriel Miró, uno de los responsables de que el poeta Salvador Rueda la pisara por primera vez. Los propios colegas de Emilio Costa le definían como «un periodista a la moderna, de alto empaque y aptitudes felicísimas». Llegaría a ser vicepresidente de la Asociación de la Prensa de Alicante. También pertenecía a la Logia Numancia de la masonería alicantina, con el nombre simbólico de «Tolstoi».

Emilio Costa Tomás, director del Diario de Alicante

La noticia del fallecimiento de Emilio Costa la encontramos en el número 417 de Avance, órgano oficial de la Federación Provincial Socialista, correspondiente al 29 de marzo de 1939, es decir, curiosamente horas antes de que las tropas italianas del general Gambara ocuparan nuestra ciudad. La reseña, procedente de Orán, daba cuenta de la muerte, en el campo de concentración de Tenes, del «decano de los periodistas de Alicante, hombre liberal que reaccionó siempre contra el oscurantismo y la intransigencia de las derechas españolas. Desde cuantos periódicos fundó y dirigió, siempre combatió por la libertad y la democracia. Amaba a España con el alma encendida de anhelo y se agrupó al lado de las tendencias más suaves del republicanismo. Últimamente su actividad periodística era nula o casi nula. Su trabajo en el comité provincial de Unión Republicana, en el que era secretario de propaganda, absorbía sus esfuerzos y atenciones. Cuando un hombre como Emilio Costa se ve precisado a la aventura de la emigración más cruel que vieron y conocieron los tiempos, cuando un hombre en las puertas de la ancianidad se ve obligado a ponerse a salvo, cuando un hombre honrado que ni mata ni manda matar, que ni roba ni manda robar y que hace todo el bien posible, es que las cosas no andan por lo derecho».

* * *

Veamos cómo se desarrolló la entrevista a la matriarca tabarquina, con alguna que otra corrección de mi cosecha, y probemos los sabores y los sinsabores de tan singular y ardua existencia que, paradójicamente, no era infrecuente que conllevara longevidad:


Los cristianos genoveses de una minúscula isla cercana a la costa argelina, sufrieron cautiverio bajo el Rey de Túnez. Nuestro señor Rey Carlos III los rescató, y el día 8 de diciembre de 1768, unos, y el día 19 de marzo del año siguiente, otros, vinieron a Alicante.

Frente a esta capital, a unas diez millas, sirviendo de refugio a piratas y contrabandistas, existía la isla de San Pablo, roquedal abandonado, y a colonizarla fueron destinados estos cautivos, que injertaron en la genealogía alicantina los exóticos apellidos italianos, hoy tan vulgares aquí, de los Parodi, Leonís, Perfumo, Carrosino, Burguero, Capriata, Ruso, Luchoro, Pitaluga, Chacopino...

Una Chacopino es la ancianita que visitamos hoy, para llevar a las páginas de La Voz la historia de sus cien años vividos... sobre el nivel del mar, en esta isleta mediterránea abierta a todos los vientos, borracha de sol.

No está muy cierta de su edad.
—En llegar el 16 de noviembre —dice—, cumpliré cien años... o ciento dos. Pero es igual: quien cumple ciento bien puede cumplir ciento dos o más, ¿no?

Viéndola, no se puede dudar. Puede cumplir ciento dos y ciento veinte.

Josefa Chacopino Ruso (Archivo Pascual Orts)

Los años taracearon su rostro, cubriéndolo de una una finísima blonda de arruguitas imperceptibles. Viste de negro limpiamente, y lleva su cabeza destocada siempre, recibuendo el beso del aura del mar. Morena, enjuta, sus brazos asoman por las mangas como dos leños quebradizos, nudosos, que terminan en unas manos sarmentosas. La boca sumida (que se cierra en un rictus sonriente), los pómulos lustrosos y los inquisitivos ojos que sobre ellos se asoman vivaces, escudriñadores, son los rasgos que destacan en el simpático rostro de esta Josefina Chacopino Ruso, que tiene para nosotros un acogimiento cordialísimo, y más efusivo aún cuando sabe la misión que a ella nos acerca.
—¿Y para eso vienen de Alicante? ¡Son los demonios! Doce millas... ¿Habrán venido en una barca de las que se estilan ahora, con máquina y todo... ¡Calcule! Lo vimos todo el pueblo asombrado, asomado a esas murallas. Era cosa fea junto a nuestros veleros y las barcas pesqueras que corren tanto; era un barco con unas ruedas que hacían mucho ruido y que nos daba miedo. Luego ya hicieron unos vapores más bonitos. Pero aquél... ¡Yo hice viajes en diligencia y conocí el ferrocarril!... Ahora he conocido el aeroplano, y después de ver los submarinos de la guerra ya no me asusta nada.
—¡Ya tendrá usted que contar!
—Cuento poco. ¿Para qué? No habría mucho bueno que contar.

Se obstina en hablarnos en castellano, para mostrarnos su instrucción superior a la del resto de los isleños, y nos cuesta trabajo hacerle mantener el diálogo en su lengua dialectal, tan graciosa en giros y en tropos.
—¿Fue usted casada?
—Casada fui. Sólo hace que enviudé veintiocho años. Mi marido iba también para viejo...; pero no tuvo paciencia para esperar como yo. Mis antepasados no murieron jóvenes tampoco; mi padre murió a los ochenta y tres, y mi madre a los setenta y seis. De mi abuelo sólo puedo decirle que fue de los que de Argel trajo rescatados el Rey Carlos III...; pero también creo que murió de viejo. Es que lo llevamos en la sangre. Ya ve usted cómo estoy de bien; jamás estuve enferma, ni sé lo que es un dolor. Tuve seis hermanos y ninguno murió joven.
—¿Qué familia le queda actualmente?
—¡Huy!...

La vieja, sin dejar de sonreír, medita un poco y va haciendo la cuenta bisbiseando nombres de hijos, de nietos, de bisnietos. Al fin, dice:
—De mis siete hijos faltan ya algunos, por desgracia; pero todos dejaron simiente. Mire usted: uno dejó quince hijos, de los que sólo quedan ocho; otro, de siete que tuvo le viven dos; otro, aún tiene seis, de nueve que trajo al mundo; y otra, que tuvo cinco, no tiene ya más que tres. Total: tuve treinta y seis nietos, y sólo me quedan diecinueve. Pero la semilla sigue germinando... De esos nietos han salido treinta y un bisnietos..., alguno de los cuales ya está para casar y podrá seguir dando al mundo Chacopinos, raza que, por lo visto, no se debe perder. Me gustaría conocer a los hijos de esos bisnietos... —Y lo dice sonriendo, guiñando socarronamente sus vivaces ojillos—.

La entrevista en la página 3 de La Voz de Madrid
del 23 de septiembre de 1927
(Biblioteca Nacional de España)
Perteneció, mejor diré, pertenece esta venerada mujer, a una de las más avispadas familias de la isla. Se ignora a qué suerte de negocios se dedicara el creador. Pero ya el padre de Josefa supo hacer un capitalito, dedicando sus actividades a toda suerte del comercio a que eran propicios aquellos años azarosos: pescar, contrabando..., negocios limpios cuando se podía, o negocios arriesgados cuando lo exigía la ocasión, en el inhóspito peñascal que ahora se denomina isla de Tabarca.

Cuando nació Josefa Chacopino, su familia ocupaba entre los isleños rango principal, y fue educada con el esmero que permitían los escasos medios de instrucción que se tenían a mano. Aprendió a leer, cosa verdaderamente fenomenal en aquellos años y, sobre todo, en aquel ambiente.

Era la niña mimada que, a la entereza y sagacidad de sus antepasados, había unido la instrucción de que ellos carecieron: sabía leer y sabía contar..., que era más importante que nada para la lucha por la vida en aquel medio.

Su niñez desenvolviose asistiendo a los más terribles sucesos que tuvieron lugar en la riente costa alicantina, y que ahora relata con prolijidad de detalles. Es inútil preguntarle en qué año tuvo lugar tal hecho u ocurrió tal episodio: ha olvidado fechas; pero sabe computar el tiempo relacionándolo con los años de su vida.
—Allá por el año del hambre...
—¿Qué año fue ése, abuela?
—¡Ah! No sé; tenía yo doce o catorce. Antes hubo otro año de hambre del que hablaba con terror mi padre; pero éste que yo viví fue tremendo. Lo pasamos muy mal, muy mal. No llovió durante siete años y los campos no daban ya nada; se acabó la paja, y los animales caían muertos en los caminos, y como no había harina tampoco, lo pasamos casi tan mal como los animales; comíamos lo que podíamos y cuando podíamos..., que no era todos los días. La miseria era terrible en toda España. ¡Calcule usted lo que sería la vida en esta isla, abandonados de todos porque el Gobierno no estaba para preocuparse de nosotros, ya que tenía que pensar en tantas otras cosas! Es aquél el recuerdo más amargo que guardo de mi vida, tan llena de amargos recuerdos.

Gusta la viejecita de la vanidad y, cuando le requerimos para que prosiga la evocación de aquellos días aciagos que ahora ve tan lejanos con deleite, sonríe, y dice:
—Antes (tendría diez años o quizás menos), hubo otro suceso en la isla, que la sembró de terror. Lo recuerdo muy vagamente. Hubo fusilamientos aquí, y mis padres me obligaron a esconderme en las cuevas abovedadas de la isla... Creo que los fusilados eran curas y militares que no querían a Isabel II. No haga caso de las fechas. ¡Esta memoria! Pero los hechos los recuerdo bien. Mire usted: un día se presentó una niebla que cubrió mar y tierra; no se veía Alicante; el cabo de Santa Pola se lo tragó la nube..., las barcas no podían volver y en la isla la inquietud era enorme... Pues aquella niebla nos trajo el cólera, una terrible cólera que causó tal mortandad que no se recuerda otra; la primera noche murieron once... Y entonces, calcule usted cuál sería la población de Tabarca. Aquello fue terrible. Y también nos tuvieron abandonados, como siempre.

—Una madrugada desembarcaron tropas con gran escándalo de trompetas. Todos corrimos a las murallas, a ver el espectáculo nuevo. ¿A qué venían? ¿Quiénes eran? Como siempre, lo primero que hicieron fue pedir dinero y alojamiento. Hubo quien se resistió, y vino lo irreparable: en la plaza fue «escopeteado» don Vicente Pérez; en las calles cayeron muertos trece más. Mi padre reunió en casa a la plana mayor de los intrusos y a los prohombres de la isla. Yo era una chiquilla, a la que todo el pueblo por sus travesuras y su listeza. Los invasores necesitaban dinero, pedían dinero, y lo pedían a mi padre, que era el guardador de los fondos de los pescadores, que se escondían en unos sótanos, bajo tres llaves. Discutiose largo rato y, cuando llegó la hora de comer, mientras yantaban aquellos forajidos, se me echaban a mí las llaves por una ventana, y en pocos minutos dejaba yo vacío el arcón en donde la soldadesca esperaba hallar el caudal de la isla. Y recuerdo (no se me ha de olvidar jamás) que el soldado que vigilaba la casa cuando yo realizaba la arriesgada maniobra, cantaba confiado:

El que se casa se harta,
el que se muere lo entierran,
y el que sin cabeza nace
no necesita montera.

Y todo por la política, Señor, todo por la política.

—¡Pues y el bombardeo de Alicante visto desde aquí!... Fue una gran fiesta para los que no sabíamos de navíos de guerra y de combates y de cañones.
A Antoñete Gálvez le llamábamos la jeringa de Alicante, porque fue quien jeringó a la ciudad. También aquellos días fueron tremendos.
Yo había ido a la capital a comprar géneros para mi comercio. Y hallándome en las cuatro esquinas de la calle Mayor, en una tienda que se llamaba del Mestre Capella, me avisaron de que iba a cerrarse el puerto por venir de Cartagena los cantonales.
Había que volver a la isla antes de que nos cogiera allí el bombardeo con que nos amenazaban los sublevados. No había tiempo que perder; pero era imposible hallar una barca: ninguna se arriesgaba a salir sabiendo que estaba fuera acechando el peligro, esto es, la jeringa. Lo que yo corrí y sufrí, hasta lograr que una barca de Guardamar se arriesgara a salir para llevarme a Tabarca, no se lo puede imaginar usted. Y luego el placer de burlar el peligro, atravesando la línea de los buques sublevados, y llegar vencedora aquí y presenciar las maniobras y oír, ya en casa, el zumbido de los cañones.

—También podría contarle de los fusilamientos ordenados por Roncali en Alicante y sus derivaciones en la isla, y la barbarie de un gobernador que se llamaba Irriberri, que se llevó de Tabarca hasta las puertas y las campanas; pero ¿para qué?... La política, siempre la política. De aquellos recuerdos infantiles, guardo otros que ahora no me hacen reír, pero que entonces me hacían llorar de terror...

Se queda extática unos instantes, y exclama:
—¡Qué tontos, señor, qué tontos! Y todo ¿para qué? ¡Qué tontos!... Venían unos hoy, y ponían en esa plaza el letrero; mañana venían otros y lo rompían. Y unos y otros saltaban, gritaban, y al final siempre lo pagábamos nosotros: nos dejaban sin nada, porque todos eran iguales, los que ponían el letrero de la Constitución y los que lo quitaban eran iguales; todos hacían aquello entusiasmados y, como tenían de que mostrar su alegría del algún modo, rompían lo que hallaban a mano y nos hacían pagar el alboroque a los pobres tabarquinos, que no nos metíamos en nada. ¡Ya ve usted! Todo ¿para qué? ¡Qué tontos!

La viejecita sonríe mirando al azul intensísimo de este cielo levantino, que es gloria de la amplia plaza bañada por el sol de agosto, en la que zumban las moscas, y los chicuelos, en perneta, labran barquichelas de juguete.
—Desde entonces, y de antes de entonces, podría contarle muchas cosas que vieron estos ojos, que aún no necesitaron cristales.

En efecto: Josefa Chacopino, atildada, limpia, lee y cose como en sus años mozos, sin necesidad de lentes ni auxilio de nadie para enhebrar la aguja, operación que realiza con destreza insospechada.

—¿Y después, cuando las elecciones? ¡Dios mío! Ahora no se estilan las elecciones, ¿verdad? Aquí venían de un bando y de otro, se comían sus buenas paellas de arrós a banda, se iban y... nada más. La isla seguía abandonada. Quizá dieron algo para nosotros, pero casi siempre se quedaba, se perdía en el camino. A la isla no venían a vernos hasta que les hacía falta de nuevo nuestros votos; reñían ellos, y lo pagábamos nosotros, como en la época de los letreros de la Constitución.
Asómese a la puerta; mire las casas cómo se caen de viejas...; pues yo he visto Tabarca nuevecita, como recién hecha. Presidio fue alguna vez, y como presidio nuestro es aún. Aquí hay día que no se puede comer; en haber temporal y no salir los hombres a la mar, no hay quien pruebe bocado; carecemos de agua, no hay médico, el cementerio está en ruinas. Los barcos no tienen una cala en qué refugiarse en los días de mal tiempo.

Fotografía de Josefa Chacopino,
incluida con la entrevista en La Voz de Madrid

La viejuca habla y habla del abandono en que se tiene su isla, la bella isla en que don Fernando Méndez trazara, por encargo del Rey, el lindísimo pueblecillo, que ahora se cae roído por los años que no destruyeron el temple de esta mujer, toda energía aún, limpia y parlera, que siempre que se le interroga inicia una cortesía, intentando levantarse de la silla en que reposa. Vio a Tabarca nueva, con las casas blancas, como gaviotas al sol en mitad del Mediterráneo, y ahora las casas parecen mirarla a ella, desorbitadas, cuarteantes, sin ventanas, como admiradas de que sepa resistir todos los vendavales de la isla.
—Aún la volveremos a ver dentro de veinte años.
—No, ya está bien. He vivido bien hasta hoy y no quiero tener mal fin. Ya le digo, no estuve enferma nunca ni supe lo que era un dolor. Y he trajinado mucho, no crea. A Alicante iba todas las semanas a comprar géneros para mi comercio, y había que atravesar el mar, estuviera tranquilo o alborotado. Y me ha gustado divertirme bien; cuando era niña fui gran bailadora y supe tocar la guitarra; decían que lo hacía muy bien. Luego mis negocios me hicieron viajar por fuera de Alicante también. ¡Sesenta y tres años de comercio!
—¿Y no traficó en contrabando nunca?
—Hombre, le diré... Mis mejores duros los gané enrollándome a tiempo en la cintura telas de precio, que luego vendía burlando la vigilancia de los carabineros..., que eran muy buenos amigos míos. En mi época no «se estilaba» el contrabando del tabaco; telas, pañuelos de seda y perfumería era lo principal.
—¿Fue usted muy solicitada por los jóvenes de su tiempo?
—No está bien que yo lo diga... Me casé dos veces...
—¡...!
—¡Ah, se me olvidó decírselo; me casé dos veces! La primera, a los veinticuatro años, enviudando dos años después. A los veintinueve volví a casarme. Y fui muy feliz; mi marido era bueno y trabajador.
—¿Cómo se las ha arreglado para vivir tanto y tan bien, con lo que ha trabajado? ¿Qué régimen ha llevado?
—No sé qué es eso. He vivido bien, sin privarme de nada. Bebí vino escasamente en las comidas; el café no puede faltarme. Ahora lo que acaba conmigo es la falta de apetito. Apenas sí como. ¡Si yo comiera!... Mire usted, ahora me vuelve a salir el cabello negro. No se ría; no; mírelo...

Y, efectivamente, el escaso cabello blanco de sus sienes, que tiene destellos de oro viejo, se torna negro en el resto del cráneo.
—Es la juventud que vuelve, abuela.
—¡Ca! Esa no vuelve jamás. ¡Si lo sabré yo!
—Dentro de veinte años volveré a visitarla, y... ¡le traeré un novio!
—¿Para qué ese trabajo? ¿No es usted soltero? Pues...

Y ríe la viejecita con toda su alma, mostrando el único diente que aún conserva, y que asoma a su boca sumida entre mil arruguitas imperceptibles que envuelven su rostro en una tela de araña maravillosa.

* * *

Diario El Luchador, 8 de febrero de 1929, página 1
(Biblioteca Nacional de España)

No pudieron ser veinte años, pero bien pudieron ser dos, pues Josefa Chacopino fallecería el 30 de enero de 1929 y, a la vista de lo que apareció en prensa, ya que no dejó nunca de ser noticia, bien puede decirse que no cambiaron un ápice las excelencias que la naturaleza le brindó. Así, en primera página del Diario El Luchador del 8 de febrero de 1929, con el titular «En Tabarca. Ha muerto una centenaria», aparecía la luctuosa noticia, no sin algo de inventiva por parte del que la escribiera:

El miércoles pasado, falleció en la Isla de Tabarca, la centenaria Josefa Chacopino, que hasta los últimos días de su vida conservó la lucidez de su inteligencia.
Era nieta de uno de los primitivos pobladores de la isla; de aquellos italianos que el rey Carlos III, durante su reinado en Nápoles conoció y luego, al ceñir la corona de España, trajo aquí para combatir a la piratería argelina.
Josefa Chacopino ha sido interviuvada y fotografiada varias veces.
A la familia expresamos nuestro pésame.


Diario ABC, 9 de febrero de 1929, página 36
(Hemeroteca del Diario ABC)
Diario La Voz de Madrid, 10 de febrero de 1929, página 10
(Biblioteca Nacional de España)

Incluso hicieron eco del suceso rotativos madrileños como el ABC de 9 de febrero, en su página 36, que cifraba la edad de la finada en ciento un años, y añadía que dejaba cuatro hijos, veinte nietos y veintiocho bisnietos; o La Voz de Madrid de 10 de febrero, página 10, que le asignaba la edad de ciento cuatro años.

Pero su historia no quedó ahí. Dentro del probablemente más que notable patrimonio que doña Josefa dejara en herencia a su nutrida descendencia, se incluía uno de los edificios más emblemáticos de Nueva Tabarca: nada menos que la Casa del Gobernador. Herencia que disfrutarían, por ser un tanto eufemístico, ya que llegó a caer en el más completo abandono, hasta 1977 cuando, a la vista de tal circunstancia, el Ministerio de Cultura, tras dirigirse infructuosamente a los propietarios a través de la Dirección General de Patrimonio Artístico, Archivos y Museos, solicitando proyecto de rehabilitación, declara de utilidad pública, a efectos de expropiación forzosa, la adquisición del inmueble, tal como se puede corroborar en el Boletín Oficial del Estado n.º 29, del 3 de marzo de 1978, página 2731, según Real Decreto 3552, de 9 de diciembre de 1977.

BOE n.º 29, del 3 de marzo de 1978, página 2731
(Biblioteca Nacional de España)

(Artículo publicado en el blog "La Foguera de Tabarca")

23 febrero 2011

LA PRENSA ALICANTINA DE AQUEL 23F





Esta tarde a las 18:22 horas se cumplirán 30 años del intento de Golpe de Estado de varios militares cuya cabeza más visible fue el Teniente Coronel Antonio Tejero. Alicante Vivo ha querido conmemorar el 30º aniversario del triunfo de la Democracia aquel 23F con este reportaje en el que veremos cómo vivió la prensa alicantina aquella jornada histórica. Diferentes portadas y recortes de INFORMACIÓN y La Verdad nos muestran a continuación aquel día en el que pudo desmoronarse la entonces frágil Democracia que disfrutamos hoy.

DIARIO INFORMACIÓN

24 de febrero de 1981


Gutiérrez Mellado se mantiene en pie
pese a los intentos de derribarlo.
El Presidente
del Gobierno Adolfo Suárez acude en su ayuda.



25 de febrero de 1981





28 de febrero de 1981

Enlace de la web de Información
Pincha AQUÍ (PDF on line)
o AQUÍ (imágenes)



DIARIO LA VERDAD
DE ALICANTE


24 de febrero de 1981







25 de febrero de 1981




28 de febrero de 1981


Y además: Descarga las 7 ediciones de El País. Pincha AQUÍ


23 octubre 2010

EL SITIO DE ALICANTE EN MARZO DE 1844

          
Hace un tiempo nos llamaron la atención unas curiosas noticias antiguas sobre Alicante que se vendían en una librería online. Decidimos adquirir sus derechos, y al recibir su contenido, nos pareció tan interesante que decidimos traducirlo para difundirlo y estudiarlo. Creemos que es un relato especial, con mucho interés y valor histórico, y posiblemente, inédito.
     

Es un placer leer cómo nos describen y cómo nos vieron los ingleses a mediados del Siglo XIX, a las puertas de que la ciudad planeara el trazado de su ensanche y el derribo de las murallas. Como veréis, también nos sirve como una nueva confirmación de que hubo una fortificación en las primeras estribaciones de la Serra Grossa para defender el Castillo de Santa Bárbara, un manantial llamado Fuensanta en las proximidades de la ciudad amurallada, o la belleza de la espectacular farola que guió a los barcos en el Puerto.
      
Introducción Histórica:
En España se vivían momentos convulsos, sin un gobierno sólido. Tras la salida al exilio de la madre de Isabel II (María Cristina), el General Espartero recibió la regencia, y en ciudades como Barcelona y Alicante, se produjeron revueltas y levantamientos. Vaivenes como la Revolución de 1841, entre los liberales y los radicales, y sucesivas Guerras Civiles sacudieron a una sociedad sin dirección. De todos estos acontecimientos, os sonarán nombres que hoy en día tienen calle en Alicante, como el General Prim o el General O´Donell.
 
El país estaba desperdiciando sus energías en guerras internas de reyes y herederos, perdiendo los años de la revolución industrial, y creando cismas que se prolongarían en el tiempo.

En estas litografías podéis ver cómo era nuestra ciudad en aquellos años.

Os recomendamos, que previa a esta lectura, repaséis el artículo sobre Pantaleón Boné y los Mártires de la Libertad para introduciros en el argumento. La ciudad llegó a reconocerles tanto que el Paseo de la Explanada se llamó, durante muchos años Paseo de los Mártires de la Libertad, y lució un espléndido monumento donde hoy está la fuente de la Plaza del Mar.

Desconocemos el interés especial que tuvo el magazine "The Illustrated London News" en los sucesos que acontecían en nuestra ciudad, pero parece claro que aquí sucedían hechos relevantes, pues en varias ocasiones les hemos citado como fuente. Recordemos que la colonia inglesa en Alicante era muy numerosa, y que este periódico se leía en la ciudad en el año 1860, al menos así lo refleja el diario personal del pintor inglés E.W.Cooke (Académico Real) que de visita por estas tierras se acercaba al Café Cruz de Malta (en la actual Calle Capitán Meca) a leerlo.

Es fantástico leer cómo a los ingleses les llamó la atención nuestro legado árabe con las cubiertas planas de nuestra ciudad (ellos estaban acostumbrados a los tejados ingleses de gran pendiente), o cómo se describieron los horrores de la guerra como "horribles carnicerías", de un modo similar a cómo hoy escuchamos la descripción de los desastres de la guerra en la televisión.

A continuación, lo publicamos íntegro y traducido. Para poder comprender algún término técnico militar inglés, hemos incluido unos enlaces en el texto que no estaban en el original. Si algún lector puede ofrecernos una mejor traducción del texto, será bienvenida!!

Esperamos que os guste este pequeño tesoro desconocido sacado de tan lejos, así como los preciosos grabados inéditos de Alicante:
   
Preciosa escena a alta resolución que nos da una idea de lo que era el muelle de carga del Puerto de Alicante. Con una sección realmente estrecha, los trabajos de carga y descarga tuvieron que ser realmente difíciles. La vista de la ciudad, con la puerta del Mar al fondo, es realmente espectacular.



Noticia originalmente publicada en “The Illustrated London News” el 2 de Marzo de 1844

La ciudad portuaria de Alicante, en Valencia, tiene un reciente interés considerable, desde que es el foco donde se asienta la rebelión y el bloqueo.
Así, el “Castellano” publica una carta escrita desde Elche del último día 10, indicando que los insurrectos, después de cerrar las puertas de Alicante, y de haber reforzado las defensas , han publicado un bando, permitiendo que salgan las mujeres y los niños de menos de doce años. Dos botes guardacostas bloquean la bahía.
Las noticias fechadas el 15 de Febrero en Madrid decían: “Los periódicos gubernamentales publican cartas desde Alicante, notificando que los insurgentes están muy próximos a comenzar a sentir el efecto de la escasez en la ciudad, y cotizan extraordinariamente al alza los precios de las provisiones.”
También nos informan que Boné y sus partidarios han tomado la precaución, previa a la llegada de las fuerzas de bloqueo, para saquear el país, y llevarse todo el efectivo que se encuentra en la Hacienda local y las oficinas, ellos estiman que la suma asciende a 1200 libras esterlinas.
Más adelante figura que los insurrectos habían tomado la precaución, mientras que el mar estaba abierto, de obtener una provisión de munición, que, según dicen los mismos diarios ministeriales, "llegaron a través de un corsario desde Gibraltar!"
Después, las cartas recibidas de Madrid con fecha del 16, nos trajeron los detalles de la ejecución de siete oficiales cerca de Alicante.
Alicante está construido en una bahía del Mar Mediterráneo, en una península, a los pies de una montaña rocosa, que tiene un castillo fortificado en su cumbre, 400 pies sobre el nivel del mar. Tiene un muelle y un ingenioso faro temporal .
Las casas del pueblo son de cubierta plana, y el único buen edificio es el Ayuntamiento.
Mr. Allan, en su reciente viaje, decía:
“Nos dijeron que no eran más de 50 individuos viviendo aquí: pero los sentimientos del partido mantuvieron a muchos aparte y desunidos. Emplean a muchos trabajadores ingleses en la fundición de la plata y el plomo, traídos de las minas recién descubiertas cerca de Cartagena, y que dicen, existen repartidas por toda la costa, entre ese lugar y Málaga. Grandes talleres de fundición se han establecido últimamente aquí, una corta distancia en las afueras de la ciudad."
“Pocos lugares en España han sufrido más la persecución política que Alicante, y esta condición de presente está provocando un estado de distracción, fatal para su comercio en declive y para los intereses generales de los habitantes."
La vista adjunta de Alicante, bosquejada desde la bahía, es una de las ilustraciones del hermoso libro de Mr. Allan “Viaje en el Mediterráneo” (Tour in the Mediterranean), recientemente publicado.
Account originally published in The Illustrated London News, on March 2, 1844

The seaport town of Alicant, in Valencia, has of late acquired considerable interest from its having been the seat of rebellion and blockade.
Thus, the Castellano publishes a letter from Elche of the 10th ult., stating that the insurgents, after closing the gates of Alicant, and walling up that of the Queen, had published a bando, permitting the women and children under twelve years of age to depart. Two coast-guard boats blockaded the harbour.
In the news dated Madrid, Feb. 15: - "The Government journals insert letters from Alicant, stating that the insurgents are already beginning to feel the effect of scarcity in that city, and quote the price of provisions as extravagantly high."
They also inform us that Bonè and his partisans had taken the precaution, previous to the arrival of the blockading forces, to scour the country, and carry off all the cash to be found in the local treasuries and excise offices, which they acknowledge amounted to above 1200 pounds sterling. It appears further, that the insurgents had taken the precaution, whilst the sea was open to obtain a stock of ammunition, which, say the same Ministerial journals, "came by a corsair from Gibraltar!"
Next, Madrid letters of the 16th ult. brought details of the execution of seven officers near Alicant.



Alicant is built in a bay of the Mediterranean, on a peninsula, at the foot of a rocky mountain, which has a fortified castle at its summit, four hundred feet above the level of the sea. It has a mole, or quay, and a neat little temporary lighthouse.
The houses of the town are flat-roofed, and the only good building is the Hotel de Ville, Mr. Allan in his recent tour, says: -"We were told their were no less than fifty subjects resident here: but party feeling keeps them much apart, and in disunion. Many English workmen are employed in smelting silver and lead ore, brought from mines recently discovered near Cartaghena, and said to exist all along the coast, between that place and Malaga. Large smelting works have lately been established here, a short distance outside the town."


"Few places in Spain have suffered more from political persecution than Alicant, and its present condition must be bordering on a state of distraction, fatal to its declining commerce and the general interests of the inhabitants."
The subjoined view of Alicant, sketched from the harbour, is one of the illustrations of Mr. Allan´s beautiful "Tour in the Mediterranean", just published.


Grabado inédito de la ciudad vista desde la entrada a la bocana del puerto. Destaca la Cúpula de San Nicolás, la farola del puerto, y a la izquierda en la sombra se ve la silueta del molino de la Muntanyeta.


Según un informe del General Roncali, procedió a abrir fuego contra Alicante el día 17, a las 01:00 horas de la mañana, lanzando una gran cantidad de proyectiles en la ciudad. Los insurrectos hicieron una salida, pero se dieron a la retirada. Las horribles carnicerías en ambos lados continuaron sin apaciguarse, y las escenas de una cada vez más horrorosa descripción anticipaban la caída de Alicante, que no podría aguantar por mucho tiempo.
Según el informe, Roncali disparó a uno de cada cinco prisioneros, que llegaron a sumar más de 200, y ordenó que a todos los insurgentes apresados en dos barcos (Sloops) convertidos en vivienda, se les disparara en cubierta.
Otro informe de la misma fecha, recibido en Madrid desde el cuartel general del General Roncali en Villafranqueza, detallaba el progreso de las operaciones para el sitio de Alicante mientras se esperaba la llegada de la artillería para los ataques.
Ese mismo día tuvo completa una batería de cañones (howitzer) en la fundición “Alicantina” (la fundición Británica mencionada anteriormente) y tomó posesión de un considerable almacén de carbón para alimentar los steamers (barcos de vapor) de guerra. Los insurgentes lanzaron disparos y granadas hacia la artillería, pero por suerte no causaron ningún daño.
Durante la noche previa, desde la una hasta las tres, Roncali empleó a los “Nacionales” de los alrededores para mantener el fuego contra la muralla de Alicante en todo el circuito de su perímetro.
Los enemigos rebeldes se creyeron atacados, y después de un gran alboroto general en la plaza, permanecieron toda la noche armados en la muralla. Por la mañana, iniciaron una ofensiva, pero el ataque fue repelido con dos muertos y numerosos heridos.
El Gobierno Civil de la provincia de Alicante se ha establecido en Elche, la localidad más cercana a la ciudad sitiada. El General Roncali ha establecido otra batería en un molino de viento de la colina de San Julián, hacia el Este, que se dice es la segunda línea de defensa del Castillo de Alicante.
Los desertores dicen que los alborotadores han tomado posesión de la bahía para prevenir la huída de aquellos que están sitiados en la ciudad, y declaran que todos deberán embarcar o perecerán juntos.
También dicen que “Boné duerme constantemente en el Castillo, y que la Junta Revolucionaría difícilmente convoca alguna sesión: uno de sus miembros, España, está enfermo; pero Franco y Carreras cumplen con su deber, para ellos no hay confidentes en los nacionales, ni tropas regulares que les guarden las espaldas; y esto lo hacen sólo por no dejar de lado ni por un solo momento la espada o la pistola para colaborar con las necesidades militares de su posición.”
El joven Empecinado está también entre ellos. Las constantes deserciones se anuncian por los sitiados, y se están preparando los cortes del abastecimiento de agua desde el famoso pozo de Fuensanta.
El grado de “No Quarter”* no está permitido para evitar las cartas de defunción de las autoridades militares.
According to a despatch from General Roncali, he opened his fire against Alicant on the 17th, at one o´clock in the morning, and had thrown a great number of shells into the town. The insurgents made a sortie, but were driven back. The horrible butcheries on both sides continued unabated, and scenes of a still more horrid description are anticipated on the fall of Alicant, which cannot hold out long.

According to one report, Roncali had alredy shot one in every five of his prisoners, who amounted to more than two hundred, and all the insurgents, taken in two Custom-house sloops, were ordered to be shot on deck.
Another despatch, of the above date, received at Madrid from General Roncali´s headquarters at Villa Franqueza, details the progress of operations for the blocklade of Alicant whilst awaiting the arrival of his battering train.
He had that day completed a battery of howitzers in the Alicantina foundry (the British foundry mentioned above), and had taken possession of a considerable store of coals for the use of the steamers-at-war. The insurgents had fired round shot and grenades at the new battery, but bad not done any damage thereby.

During the previous night, from one o´clock to three, he had employed the Nacionales of the surrounding country in keeping up a fire against the wall of Alicant in its entire circuit landward.

The rebel enemies believed themselves attacked in reality, and after a general uproar in the place, remained all night in arms at the wall. In the morning they made an attack, and were repulsed with the loss of two killed and several wounded.

The civil Government of the province of Alicant has been established at Elche, the nearest town of consideration to the place besieged. General Roncali has also established another battery in a windmill on the hill of St. Julian, towards the east, which, it is said, overlooks the second line of defence of the Castle of Alicant.
Deserters say that the patulea have taken possesion of the harbour to prevent the escape of the faint-hearted in the city, and declare that all shall embark, or all perish together", or all perish together".
They further say, that "Boné sleeps constantly in the Castle, and the revolutionary junta hardly holds any sessions: one of its members, Espana, feigns illness; but Franco and Carreras are almost always on duty, for they have no confidence in the Nationals, no regular troops remain with them; and it is only by not laying aside for a moment the gun or the sword, that they can half fulfil the military necessities of their position."
The young Empecinado is also amongst them. Constant desertions are announced by the besiegers, and preparations are made for cutting off the supply of water from the famous well of Fuensanta.
The decree of "No quarter" is not permitted to be a dead letter in the hands of the military authorities.


*Según las fuentes consultadas, el grado "No Quarter" era el nombre que se daba a un tipo de documento que permitía que los oficiales pudieran retirarse de un conflicto armado salvando sus vidas, pagando un cuarto de su paga. :


No Quarter This is a term, indicative of a fight to the death, gathers its meaning from the reverse of "giving Quarter," an old custom by which officers, upon surrender, could save their lives by paying a ransom of "One Quarter of their pay."

Os recordamos que este documento ha sido adquirido y traducido por Alicante Vivo, y si deseáis difundirlo, os pedimos que atendáis a nuestra licencia Creative Commons para dar a conocer nuestro trabajo y nuestro blog.

25 diciembre 2008

LAS TRISTES NAVIDADES DE 1971

SIERRA NEVADA. NAVIDAD DE 1971
 Día 27. Camino del Veleta

Ha pasado el tiempo. Pronto cumplirá 37 años este relato que ha estado guardado en mi recuerdo. Al  igual que la fotografías y recortes de prensa que le acompañan, ha estado todos estos años  en mi baul personal de los recuerdos.
El tiempo no lo borra todo.
Podría contar minuto a minuto lo acontecido en aquellos dias; en aquellas semanas.
Me faltaba un mes y diez días para cumplir 18 años. En aquellos tiempos, la mayoría de edad sólo implicaba la posibilidad de sacarte el carnet de conducir y entrar al cine a ver peliculas censuradas. Yo era, a pesar de mi juventud, vocal de montaña y encargado de material de escalada en el Centro Excursionista de Alicante. José Luís Tárraga y yo preparábamos una salida en invierno o primavera al Atlas Marroquí. En aquellos tiempos era una acción poco común, pero queríamos y lo íbamos a hacer. Los hechos posteriores, empezando por lo aquí relatado, pospusieron esta actividad hasta... ¡1984!

26 DE DICIEMBRE
 Un poco de diversión por la nieve helada

A las nueve de la mañana salimos de mi casa rumbo al Centro Excursionista. Nos despedimos de Jaime Carbonell, el presidente. Recogimos la cuerda y dejamos el parte de salida.
El camino fue tranquilo. Ibamos tres: Urbano, hermano mayor de José Luís Tarraga, "Piti" Gosalvez, hijo de Viçent d´Alacant, periodista y poeta, y yo, Eusebio Pérez Oca. Al salir teniamos 26, 22 y 17 años según el órden anterior. Comimos en Purullena. ¡Magnifico!
Llegamos con las últimas luces al Universitario. Estaba lleno. Nos acercamos al Parador Nacional. Estaba fuertemente custodiado por la Guardia Civil. Nos dijeron que esperaban de un momento a otro al Marqués de Villaverde y su séquito. Nos tomamos un chupito e  intentamos ligar con las camareras. Fracaso total, por supuesto, y dormimos junto al cerrado, en aquellos tiempos, Albergue Militar. Pasamos la noche dentro del coche. Era un 1430 con los asientos abatibles. Todo un lujo.

27 DE DICIEMBRE
Mirando al Norte del Veleta
Nos pusimos en pie.
Desayunamos calentitos en el Universitario y tras guardar el coche en el parking del mismo, comenzamos la marcha. Hacía un día expléndido. Avanzabamos los tres abriendo camino por turnos. Nuestro objetivo era la cumbre del Veleta. Conforme avanzaba el día, el cielo se ponía lechoso y la temperatura disminuía. La altura se notaba y al llegar al balcón desde donde se divisaban las caras norte, tuvimos que ponernos las chaquetas acolchadas y los plumíferos.
Llegamos a la cumbre con las últimas luces. Hacía mucho frío. Ibamos a descender al collado del Veleta cuando un hombre enfundado en un mono acolchado nos invitó a entrar en las dependencias de la estación final de los telecabinas a solo 25 metros de la cumbre. Eran las dependencias de Telecetursa. El lugar disponía de unas instalaciones con calor negro. Allí descansaban cuatro operarios. También estaba Gerardo y un teniente de la Guardia Civil. Gerardo ha sido durante años el alma de la Sierra y por entonces el responsable del refugio universitario. Todas estas dependencias, incluído el refugio-laboratorio de la Universidad, han desaparecido hoy en día, devolviendo a la montaña su aspecto original.
Pasamos la noche secos y calientes, pero con un fuerte dolor de cabeza.
Estábamos a 3400 metros de altura.

28 DE DICIEMBRE
Urbano y yo en la cumbre, tras siete horas de hielo y nieve

Salimos temprano con un día luminoso. El cielo era de color azul oscuro. No había ni una nube y se veían algunas estrellas. Por la altura, claro.
El frío producía una sequedad terrible. El espectáculo era inmenso: veíamos desde Gibraltar a las costas de Marruecos, nuestro futuro objetivo. Descendimos a la Carrihuela del Veleta donde nos quitamos los acolchados. Una ligera brisa nos obligó a seguir llevando el traje cortavientos. Rodeamos el Corral del Veleta y el Cerro de los Machos.
Las múltiples lagunas de la Sierra estaban totalmente desaparecidas bajo metros de nieve. Se notaban sus hoquedades. Con el piolet y los crampones avanzábamos rapidamente sobre la costra de hielo. Al llegar al lugar donde se juntan los Crespones y los Raspones de Rio Seco, paramos a ver el paisaje y a trazar la ruta del día siguiente. Nuestro objetivo era subir a Loma Pelada, rodear la Caldera y ascender al Mulhacen. De allí bajaríamos a Trevelez o quizas a Capileira. Con un taxi volveriamos a la Estación de esquí.
Me adelante al refugio Felix Mendez, hoy desaparecido. Al llegar comprobé que no había nadie, pero  disponíamos de las dos habitaciones de la parte abierta.
Allí comimos y celebramos el cumpleaños de "Piti" con una porción de confitura. Cumplía 23 años el día de los Santos Inocentes. Piti salió a orinar; comenzaba el viento. Regresó chillando: "Llegan un grupo que trae la llave del refugio grande".
Eran seis yeclanos y cuatro ilicitanos. Pasamos al refugio grande y nos acomodamos. Era espacioso y al rato la temperatura era soportable en el interior. Unos 5 ó 6 grados bajo cero. Fuera comenzó a bajar de los doce. Los yeclanos eran cuatro veteranos y dos más jovenes. Venían enfadados con los ilicitanos pues los habían encontrado perdidos cerca del collado del Veleta. Habían pasado la noche en unos tubos de drenaje amontonados cerca de las Yeguas. Los ilicitanos eran cuatro jovenes de la Organización Juvenil Española. Dos eran hermanos, uno primo de los anteriores y el más joven, amigo. Este último tenia los pies dañados por el frio. Estaba recién operado de los dedos gordos y se resentia. Fué una tarde extraordinaria con multiples historias y anécdotas. El más próximo a mi edad era el hermano pequeño y teníamos conocidos comunes en Elche.
Lo único desagradable era el tener que salir a orinar.
Pero a todo se acostumbra uno.
Dormimos con menos dolor de cabeza.
El cuerpo se aclimata y el ejercicio ayuda.

29 DE DICIEMBRE. LA TRAGEDIA
Día 28. Mirando al Mulhacén
Al levantarnos vimos la fuerte ventisca que azotaba el paisaje. Los alicantinos desayunamos fuerte, preparamos las mochilas y trazamos un plan. Subiríamos a Loma Pelada. Si era posible seguiriímos al Mulhacen y de allí regresariamos a Capileira. Haríamos noche en el camino. Llevábamos mi tienda isotermica con cabida para tres personas. El hermano mayor de los ilicitanos y el más experto de Yecla nos acompañaban. Los demas debían esperarnos todo ese día. Si no regresabamos, debían volver ¡juntos! al collado y de allí a Prado Llano donde nos conectaríamos por medio de la Guardia Civil.
En aquellos tiempos no habían móviles.
Y teléfonos fijos, pocos.
Llegamos a la cumbre de Loma Pelada con viento extremadamente fuerte. Por el camino el ilicitano y el compañero de Yecla se habían vuelto. Tras una piedra decidimos que si eran las diez de la mañana y con el mal tiempo podríamos tardar tres o cuatro horas en llegar. El retroceso sería duro y la noche nos pillaría en el descenso aún a mucha altura. Regresamos al Felix Mendez . Comimos y a las doce iíamos a emprender el regreso por el Veleta. No teníamos frio: llevábamos calcetines de repuesto, así como guantes. En tres o cuatro horas estaríamos en el collado. Aún de noche, las luces nos guiariín a Borreguiles. La vertiente oeste estaba más libre del viento. Era una buena idea. Para nosotros solos. Los ilicitanos nos pidieron venir. El esperarles nos retrasó más de una hora y media. No había buen ambiente con los de Yecla. Al salir del Felix Mendez algunos entonaron el "Montañas Nevadas", canto típico de la OJE. Lo hacían como reproche a los yeclanos. Nunca sabremos todo pero hubieron palabras fuertes entre los veteranos de Yecla y los de la OJE. Más tarde lo comprendí.
A mí los yeclanos me parecieron muy cabales y expertos.

EL DESASTRE
Urbano y el Mulhacén
Confiábamos en mantener un buen ritmo. El tiempo era desapacible pero íbamos enfundados en un traje interior de franela o lana del pirineo sobre el cual llevabamos pantalon de pana grueso o de paño. En la parte superior sobre la franela, una camisa fuerte, un jersey grueso, pasamontañas, guantes de lana, el plumífero doble y sobre todo ello un traje cortavientos. Las manos estaban protegidas por manoplas y los pies con tres calcetines, botas dobles y polainas. Era lo lógico. En el cruce de los Raspones y los Crespones, paramos y nos hicimos la última foto.
Un camino llano nos conducía a la base del Cerro de los Machos. Tras la pendiente, todo era más facil tecnicamente. De allí cuesta abajo, sin parar a Borregiles. No pudo ser. La llegada a la loma del Cerro convertía el camino en una pendiente que dejaba a nuestra izquierda una profunda ladera y a la derecha una placa de nieve helada muy inclinada. Fue en ese momento, cansados de hacer paradas para que los ilicitanos hablaran, cuando al acercarme a uno de ellos observo que se lamenta de fuertes dolores en la mano derecha. Le quito un fino guante de piel y observo sus dedos negros. Congelados. Reclamo a mis compañeros que acuden rapido. Nos organizamos. No sabían utilizar piolets, más aún solo llevaban uno. Otros dos llevaban bastones con punta de hierro y el cuarto, un bastón cortado al que habían puesto un pequeño util de jardineria. Al preguntarles por los crampones, nos contestan que no llevan. Sacamos calcetines de repuesto de nuestras mochilas y los ponemos sobre sus guantes helados, salvo al que llevaba guantes de cuero, a el le pusimos dos calcetines gruesos de lana. El hermano pequeño salió con mis manoplas dobles de naylon sobre sus guantes. Yo me puse unas manoplas de vivac, calientes pero permeables. Dispusimos la marcha. Delante Piti y Urbano, detras el hermano menor, el primo, el hermano mayor que se encontraba muy entero y tras él, el que fué el único superviviente y yo cerrando la comitiva.

Llegando al Río Seco

No podíamos hablar por lo que cada diez pasos Piti o Urbano volverían la cabeza. Al rodear la mayor de las pedientes, yo cerraba la caravana. Cuando paré a reajustar un crampón, me quedé de piedra.
La huella de más de medio metro de profundidad había provocado un alud de placa y la parte inferior se perdía cuesta abajo, en el abismo. Sobre mí comenzaba a caer la parte superior. Solo una piedra de metro y pico sobresalía de la nieve helada. Estaba a diez metros de mí. Corrí hacia ella y clave mi piolet muy profundamente. Lo rodeé con la cuerda que me unía a él y esperé el paso de la avalancha. Fué como una ducha de millones de litros de polvo de nieve. La ladera del Cerro quedó limpia de nieve recién caiía. Mis amigos se volvieron. Yo miré para arriba y al no ver peligro corrí hacia fuera de la zona de posibles avalanchas.

Loma Pelada y el Mulhacén.

Todo sucedió en segundos.
Ya deberíamos haber llegado a lo alto del Collado. Quedaba una hora de luz. La visibilidad era de menos de quince metros y el viento nos atacaba de espaldas. Reunificados y pasado el susto (el mío, ellos no se habían enterado) reemprendimos el camino. El grupo se dividia en tres partes: Piti y Urbano en cabeza.; detrás los dos hermanos y su primo; al final Francisco Ruiz y yo.
Francisco se quejaba de los pies y pedía que paráramos a descansar. Le dije que no. Lo sujeté por detras de la mochila y vi que lo que llevaba era una manta, no un saco de dormir. Nos reagrupamos al pie de la última pendiente. Habíamos perdido mas de dos horas. La noche había caído y no valía la pena encender las linternas frontales. No valía para nada.
Nuestras siluetas se recortaban sobre la blanca nieve. El andar con la nieve por la rodilla, incluso más, retrasaba a nuestros nuevos amigos. Yo me volqué con Francisco. Lo veií desfallecer por momentos. Creo que intenté rezar. No lo hice. En su lugar entoné para mis adentros un mantra repetitivo: "Hoy, yo canto por tí. Canto por Nicola y Bart. Vuestra muerte y vuestra prisión os dieron un lugar en mi corazon". Era la canción de Juanita Baez compuesta por Moustaki para la gran pelicula "Sacco y Vancetti". Esta canción se repite en los idiomas de todos los presentes. Es como un canto contra la injusticia. Para mí era una forma de concentrarme en seguir y seguir.
Paso tras paso.
Estiron de Francisco.
La música en mi cabeza.
No temia por mí.

A la vista el refugio.

Pero veía a mis compañeros como perdían ritmo. Piti y Urbano seguian abriendo huella. Al llegar al punto donde debíamos comenzar a ascender al collado en que se encuentra "el cilindro", la nieve me llegó al pecho. Salí con la  ayuda del hermano mayor de los ilicitanos. No podíamos seguir la ruta y la luz se marchaba por momentos. No podíamos mirar al Norte ni al Este. De allí venía la ventisca.
La situación era tensa.
Pero debíamos actuar con "frialdad". Urbano trepó unas rocas. Se ató la cuerda y siguió hasta la repisa en que se perdía la inclinación y ya no era necesaria la cuerda. Piti siguió a Urbano. Yo ataba a cada uno de mis amigos de Elche. Subió Joaquin Sanchez Bermejo, hermano mayor. Le siguió su hermano Antonio y después Jesús Molina Jimenez.
Mientras subían carentes de crampones y casi aupados por mis compañeros y los ilicitanos, yo atendií a Francisco Ruiz Bas. Estaba casi inconsciente. Me pedía constantemente "Dejame aquí".
Nunca.
No se abandona a un compañero, se lucha.
Lo até. Comenzaron a pozarlo. Los tres ilicitanos estaban apretujados en la repisa y ascendieron a la superficie del camino. Allí debían esperar para continuar, era cosa de diez minutos. Piti y Urbano miraban para abajo. Francisco se caía constantemente, no tenía fuerza en las piernas. Decidí ascender en paralelo a Francisco. A mitad de camino, perdió el sentido. Cayó sobre mí. Su peso sacó uno de los pies de mi apoyo de hielo y el crampon desgarró mi polaina, el pantalon y se hincó en mi pantorrilla. No sé si me dolió más el cramponazo o el aire frio que entró por el desgarro. Sujeté a Francisco y ascendimos a la repisa. Francisco se tendió en el suelo. Piti lo zarandeaba para que no se durmiera. Yo desataba la cuerda y Urbano la recogía.

Oca llegando al refugio Féluix Méndez

Comencé a ascender.
Al llegar al lugar donde debían estar los ilicitanos, no había nadie.
Me volví al tiempo en que Urbano y Piti llevaban en volandas a Francisco. Al oido les grité que no había nadie. Tomamos el camino del cilindro ya cercano. Allí estarían los tres. Mi mente repetií la salmonenda "Hoy yo canto por.....".
Había que sacar fuerzas y actuar. ¿Donde estarían? No podían haber desaparecido. Me adelanté. Al mirar para arriba vi la silueta de mis amigos. El hermano mayor cortaba las correas que sujetaban la manta de otro de ellos. La dejaron caer. Grité pero era imposible que me oyeran. Uno me divisó. Me hizo un gesto de que seguían.
Yo creí interpretarlo así.
El cilindro era un tubo de piedra que en su día albergó un transformador electrico de la linea que debia unir Capileira con Pradollano. El viento no lo permitió. Los postes electricos eran un amasijo de hierros cada veintena de metros.
Allí podrian estar.
Pero no pudo ser.

LA NOCHE
 Pendiente anterior al refugio

Al llegar al cilindro decidimos parar. No podíamos arrastrar a Francisco. Sus pies recien operados habían facilitado que el frio hiciera mella en sus dedos. Plantamos la tienda doble dentro de la protección de aquel cilindro de roca lleno de grietas pero libre de viento. La nieve se colaba por los antiguos huecos de los cables y caía sobre nosotros.
Nos metimos dentro y mietras yo acomodaba a Francisco, Piti y Urbano hicieron varias salidas atados a la cuerda de cuarenta metros. Una y otra vez salían y volvían a entrar. Encendimos el hornillo de gas y derretimos nieve. El agua de los termos y cantimploras estaba helada. En esta nieve colocamos un sobre de sopa, unos datiles y de la mochila de Francisco sacamos un paquete de glucosa que vertimos sobre el líquido.
Yo casí no quería comer.
Piti me obligó.
No me quitaba de la cabeza los gritos de dolor de Jesús Molina. Aún sueño con ellos. Acostamos a Francisco entre Piti y yo. Lo cubrimos con dos chaquetas acolchadas. A la puerta quedó Urbano con su chaqueta y su saco. De vez en cuando se asomaba y gritaba. Su voz se confundía con el rugido del viento. Yo veía dormir a Francisco. Respiraba mal. Me asusté. De pronto comenzó a dar patadas. Gritó "Se me habían dormido las piernas". Giró y dejo de roncar. Dormía placidamente. Estaba en estado de choque. Yo seguí con mi música interna. Di varias cabezadas. Cuatro en una buena tienda con buenos sacos nos ayudó a descansar.
Francisco sonreía casi inconsciente. Lo miraba con mi linterna frontal y volvía a dormitar.
Fuí el único.


DIA 30 DE DICIEMBRE. LA MAÑANA
Mirando al Sur. El Mediterráneo y al fondo África.

La luz es la vida.
No me dá miedo la oscuridad, pero la luz podría permitirnos localizar a los compañeros perdidos. La ventisca había borrado toda huella. El viento había acumulado la nieve polvo en los recodos mientras en filos, aristas o zonas batidas por él, solo había hielo, a veces trasparente. Hasta la nieve honda crujía antes de romperse.
Al recoger el material para dirigirnos al refugio-laboratorio de la cumbre, no encontré mis manoplas. Solo al plegar la tienda las vi. Eran una tabla de madera plana. Habían estado toda la noche bajo nuestros cuerpos, entre el suelo de la tienda y el hielo. Los guardé en un bolsillo de la mochila. Até mi única polaina y me planteé: "De aquí a la cumbre hay media hora".
Pasó una hora antes de llegar. Francisco volvía a sentir dolor en sus helados pies. Nos turnamos Piti y yo. Urbano tiró para arriba. Había que llegar y encontrar a los amigos de Elche. Pero teníamos que arrastrar a Francisco.
En un momento intenté soltar mi piolet. Mis dedos no se abrían. El piolet se había pegado a los guantes rotos y a los trozos de piel expuestos al aire. Cubrí mis manos con las mangas de mi chaqueta. Sujeté al ilicitano y estiré de él. Piti y Urbano llegaban a la puerta del refugio. Desde allí varios montañeros nos miraban con extrañeza. Les grité, pero no me oian. Solo al volver a caer como un saco Francisco se dieron cuenta de que algo pasaba. En tropel seis o siete personas vestidas con ropas de colores típicas de los montañeros se avalanzaron sobre nosotros. Yo levanté a mi compañero y entre cuatro o cinco lo llevaron en volandas al refugio.


A SALVO. LA DECEPCIÓN
 Saliendo del Río Seco

Tan sólo entrar, el calor del refugio comenzó a descongelar mis pies y manos. Un dolor intenso me hizo entender que podría tener congelaciones pero que no eran graves.
Atendimos al ilicitano. Conde, un gran montañero de Jaen, miembro de la Escuela Nacional de Alta Montaña, se hizo cargo junto a un teniente de la Guardia Civil del operativo para rescatar a Francisco. Pero nadie nos contestaba a nuestra pregunta: ¿donde estan nuestros otros tres compañeros?
Su ausencia fue como un golpe en el estómago. Desaparecieron nuestros dolores, fríos, problemas personales.....
Mientras nos recuperábamos bebiendo té caliente con mucha azucar, descalzabamos a nuestro compañero. Sus dedos de los pies estaban negros, al igual que los de las manos. Francisco estaba ausente. El mal de altura, el dolor o la propia angustia lo habían dejado fuera de juego. Gerardo, el pelirrojo, tomó sus esquis, se abrigó y junto a otro granadino, se tiró a la nieve. Sólo unos maestros como ellos podian desenvolverse en aquel infierno.
Les indiqué de donde veníamos y lo que había ocurrido. Volvieron cuando ya descendía Conde con Francisco y algún compañero de Jaen. La Guardia Civil se movilizó de forma ejemplar. Gerardo no había visto nada. Yo había estado muy cerca de los ilicitanos. Sabía que iban al límite. No podían andar lejos....si andaban.
Gerardo es hombre de pocas palabras. Hablamos claro y concisos. Coincidimos. "Estos estan ahi al lado, bajo la nieve".
Gracias a los compañeros de Jaen, Madrid y Granada que estaban en el Refugio de la cumbre, pudimos bajar a Borreguiles. El viento estampó la burbuja en que ibamos contra varias de las torres del telecabina. Una torre se tronchó ante nosotros. Creíamos que era el fin. Una mezcla de euforia se desató tras esta circunstancia. Piti dijo por enesima vez aquello de "Y tendremos unas Navidades muuuy blancas".
Nos reimos.
Quizas dos o tres segundos.
Los estudiantes del Albergue Universitario vaciaron una habitación para nosotros. Ellos durmieron en el suelo, en sus sacos para que nosotros descansáramos. Nustra ropa estaba mojada. Cenamos algo y descansamos. Nadie nos preguntó cómo estabamos. Sólo aquel gesto de los granadinos y la habitación fué nuestra recompensa.
Aún no sabiamos lo que nos esperaba.


31 DE DICIEMBRE DE 1971
El equipo entre los Raspones y los Crestones.

Sacamos el coche del garaje del Universitario y bajamos a Pradollano.
Siempre acompañados del teniente de la Guardia Civil.
Se estableció un puesto de control en lo que hoy es el parquing subterraneo, en un pequeño monticulo. Dos jóvenes bien equipados, acompañados de cerca por una escolta de Guadias Civiles, se aproximaron. Eran un joven Osborne y Jimmy Gimenez Arnau, novio de la nietisima. Fueron muy amables y se pusieron a nuestra disposición. Fué entonces cuando conocimos al Jefe Local de Falange en Elche.
Comenzó el problema.
Tiró varios balones fuera y comenzó a cuestionar nuestra versión.
El aparato de radio del teniente sonó. Gerardo había detectado una manopla roja que salia de la nieve. Los tres estaban a menos de 50 metros del cilindro. Debajo de él. Se sentaron a descansar. La nieve los cubrió y murieron en pocos minutos.
La tarde noche del 29 de Diciembre.
En sus lápidas figura el 30 como día de su fallecimiento. 
Imposible.
Bajamos a Granada a entrgarle la mochila a Francisco. Estaba con su madre en el Hospital Virgen de las Nieves. Su madre se nos abrazó dándonos las gracias. Francisco nos sonrió. Gritó: "Mis amigos de Alicante". Sus manos estaban vendadas y evidentemente estaba medicado. Hablamos con los médicos. Nos dijeron que éramos los más apropiados para darle la noticia.
Así lo hicimos.
Francisco, acostado, dejó de sonreir.
Enmudeció.
Su madre lloraba, lo besaba, nos daba las gracias.


Urbano con el equipo que llevaba el grupo de Alicante

Un médico preguntó quien era Oca. Respondí que yo. Alguien había llamado desde Alicante preguntando donde estaban nuestros cadáveres. La prensa, radio y televisión repetían que tres alicantinos habían muerto en Sierra Nevada. 
Nos dirigimos a un teléfono público y llamamos a Alicante. En nuestro afan por saber de Francisco, se nos habían olvidado nuestras familias y menos aún habíamos pensado que nos podían confundir con ellos. Para nosotros había sido una aventura, una desgraciada aventura en la que sólo habíamos pasado algo de frio. Yo en mi pie izquierdo y en la punta de los dedos de las manos.
Volvimos a Alicante tras abrazar a Francisco y a su madre.

La última foto

Llegué a mi casa a las 12 menos cuarto.
Dejé la mochila, besé a mi madre y a mi hermana. Ya estaban al tanto de nuestro regreso.
Por el camino nos cruzamos sin saberlo, con familiares de Urbano y Piti que venían a recoger nuestros cuerpos. Me tomé las uvas con mis dos mujeres, la triste y dulce Magdalena y mi hermanita Conchi. Las volví a besar y corrí, con las mismas botas y ropa de montaña, al barrio de San Blas.
Mis amigos celebraban el fin de año en el garaje de casa de una buena amiga. Llegué, no había música. Algún compañero estaba un poco piripi. Al verme, brindamos por el año nuevo. Sonó la música y les conté algo por encima de lo ocurrido. Empezó el baile y yo me volví a mi casa despacio, mirando el negro cielo, como buscando algo.
Mamá y Conchi me esperaban.
Nos abrazamos y me retiré a la cama.
La aventura aún no habia terminado.

EPILOGO
 Recortes del Diario Información

La prensa del Movimiento, la de los curas y la deportiva, cambió su mensaje en contra nuestra.
Sólo PRIMERA PÁGINA, con el gran Enrique Cerdan Tato, Pedro Abad, y el maestro de periodistas Gerona, del Información, se mantuvieron fieles a la versión nuestra.
Fuimos interrogados por un hijo de puta vestido de falangista que se identificó como Jefe Provincial del Movimiento, en funciones. Según él, sustituía a Mariano Nicolas, el represor Gobernador Civil de la epoca. Nos conminó a callar y a asumir la versión de que fué Francisco quien nos había salvado a nosotros.
La OJE era intocable.
Yo llegué al interrogatorio tras avisar a Enrique Cerdan Tato que no acudiera a la cita de esa noche en la que le iba a entregar un plano dibujado por mi hermano Miguel Angel para aclarar el lugar exacto donde habían fallecido mis amigos.
Un grupo del Somaten o Guardia de Franco del que formaba parte el hermano de un amigo, nos esperaba. ¿Que pretendian hacer con Enrique y conmigo?
Mejor no saberlo.
El hermano de aquel personaje me avisó y yo avisé a Enrique. Cortamos nuestros contactos. El facha del Movimiento estaba acompañado del "ideologo" conocido como "DON Z", profesor de Formación del Espiritu Nacional y de varios "grises" como armarios.
El interrogatorio tuvo lugar el la buardilla del colegio San Fernando, en la Calle Calderón. El "ideologo" me dijo a la cara: "Si volvéis a hablar del tema, iréis a la cárcel por homicidio por imprudencia temeraria. Saldréis libres, pero dos años no os los quita nadie".

Foto de agencia publicada por Marca
 Entrevista de Enrique Cerdán Tato

Entrevista Primera Página

Noticia Primera Página

Creo que nos salvamos de milagro... o por gente como Carlos Pacheco, delegado provincial de la Federación Valenciana de Montañismo.
Desde luego, no eran tiempos en que se podía hablar.
Aún así, Urbano, que siempre ha sido una gran persona, contestó de forma muy clara al "interrogador". Urbano es hijo de un sargento de la Guardia Civil. Su firmeza, coherencia y su origen familiar hicieron mucho ante aquel insensato.
Para mí, tanto Urbano, como su hermano Jose Luis y su padre,  superan el nivel de meros amigos.
Piti es hijo del periodista, escritor y  poeta, Viçent d´Orgegia o d´Alacant.
Aún vive con más de 90 años.

 Diario Información

 Francisco en Granada. Diario Información

Entierro. Diario Información

Las fotos que ilustran este extenso relato nunca han sido publicadas. Son sólo una selección de las que hicimos. Intentaron comprarlas algunas publicaciones. Nos negamos. Un velo cubrió el tema. Pasó el tiempo. He visitado varias veces las tumbas de mis amigos ilicitanos. La última vez fué hace doce años.
En la tumba de Jesús Molina habían enterrado tambien a su padre.
A Francisco no lo he vuelto a ver.
NUNCA LOS HE OLVIDADO.

Eusebio Pérez Oca

 
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