En la imagen, una mujer joven interacciona con una niña muy pequeña; la escena transcurre en lo que parece un rincón apartado y tranquilo, un lugar privado al borde de un apacible estanque; en contraste con la mujer, terrenalmente vestida, el incomprensible desnudo de la niña le confiere cierto aire mitológico; las dos figuras mantienen un contacto visual intenso y la mujer joven parece estar susurrando algo mientras sostiene una manzana entre sus manos.
A primera vista la imagen tan sólo despierta un efímero interés académico, la belleza irreal y serena de las personas y la quietud estática del escenario en el que se hallan, despiertan poco más que la admiración por la maestría técnica de su autor, William-Adolphe Bouguereau [1825-1905].
Pero esta obra, aparentemente insulsa, lleva por título: “Tentación”, y esta sencilla información es capaz de sacudirnos, despertarnos de nuestro letargo, desentumecer la mirada y sugerir una interpretación mucho más dinámica y excitante que la calma pastoril que inspira a primera vista.
Súbitamente, con el título, se activa un universo simbólico en el que la manzana cobra su sentido primigenio como objeto de deseo y motivo de pecado, el escenario con el estanque y los nenúfares pasa a ser un lugar escondido del Paraíso y la escena a la que estamos asistiendo no puede ser otra que la tentación de Eva por parte de la Serpiente.
En este marco interpretativo, la figura infantil simbolizaría la inocencia de Eva, todavía ignorante de su propia desnudez; una ignorancia a la que, según el mito, el seductor personaje de la muchacha está muy cerca de poner punto y final con una manzana del Árbol de la Sabiduría.
Así pues, la joven sería la serpiente [1], quizás de ahí la postura tendida y alargada sobre el terreno y la expresión dulce hacia la niña, que la mira como hipnotizada, mientras sostiene la manzana entre sus manos.
Vista así, esta representación del episodio bíblico me resulta fascinante, quizás porque libera a la serpiente de su carga taimada y maligna a través de la expresión pedagógica y serena de la muchacha, intentando atraer a la niña hacia un conocimiento al que le ha sido prohibido acceder y reivindicando, de este modo, su papel de transmisora de conocimiento y, en consecuencia, de liberadora de la Humanidad
He de advertir que esta interpretación es cosa mía, ignoro si este es el significado que el autor quiso dar a su obra, pero como decía Umberto Eco, toda obra de arte es una obra abierta a los significados que despierta en quien la ve.
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[1] Es interesante recordar que el término ‘Sabiduría’ deriva del griego ‘Sophia’ [que, a su vez, era la diosa de la Sabiduría], una voz que en el universo gnóstico está relacionada con ‘Ophis’ que significa ‘Serpiente’.