Oímos los primeros truenos al poco
de empezar a cenar, con la sopa. Isa y yo nos miramos con miedo pero no dijimos
nada, como siempre nos ha dicho mamá que hagamos.
Después, cuando terminamos de comer
la naranja, recogimos la mesa muy deprisa, en silencio, intentado no llamar la
atención, para acabar escondiéndonos debajo de la cama, temblando y oyendo como
la tormenta crecía.
Isa empezó a llorar muy bajito y yo
la abracé mientras intentaba escuchar. Mamá dice siempre que las tormentas
empiezan como acaban y que sólo hay que tener paciencia.
Sin embargo ésta fue una tormenta muy rara, diferente
a todas. Oímos los gritos de mamá, los insultos de papá y un silencio muy
largo. Puede que papá llorase un poco, no estoy segura. Solo sé que salió de
casa corriendo y que mamá, cosa extraña, aún no ha venido para consolarnos y
abrazarnos como ha hecho siempre.
Luisa, la peor de las tormentas la que narra este microrrelato. Ojalá no lloviesen nunca palos.
ResponderEliminarAbrazos.
Uffff terrible.
ResponderEliminarGracias, chicos.
ResponderEliminarTras el micro, para mi, queda como un silencio largo y doloroso y dos niñas que se esconden sin saber. Vuestros comentarios, de algún modo, rompen ese silencio y acompañan.
(Me ha quedado muy triste esto, ¿no?)
Ni caso, solamente daros las gracias, eso sí.