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jueves, 19 de febrero de 2015
La gran biblioteca o los pequeños hábitos que enriquecen el amor a la lectura.
Leer es un habito pasional. Una mirada al mundo de las palabras que se hace personal, intima, tranquilizadora. Una noción sobre la creatividad y la imaginación profundamente sentida. Y es que leer es algo más que sostener un libro entre las manos: es mirar nuestro reflejo en la historia que cuenta, esa percepción sobre cómo comprendemos y asumimos la realidad, incluso nuestra propia individualidad. Sin duda puede parecer romántico concebir la lectura desde un ángulo tan emocional — visceral — pero luego de refugiarme en la lectura por todos los motivos, de encontrar en la lectura no sólo aprendizaje sino también consuelo, es la única manera en que la concibo. Una percepción sobre leer como una forma de mirarme, de analizar mi manera de pensar y sobre todo, mi manera de aprender. Porque leer es una aventura que comienza en la página del libro y termina en la palabra que se recuerda, que se admite como propia, que transforma, que construye, que elabora nuevas ideas y las hace cada vez más poderosa a medida que se hace más personal.
De manera que, de vez me pregunto que hace a un buen lector, serlo. Que lo hace disfrutar y paladear a plenitud la experiencia de leer. ¿Un buen lector tiene prejuicios? ¿Un buen lector escoge cuidosamente lo que lee o disfruta de la experiencia con espontaneidad? ¿Que necesita un buen lector para sentirse satisfecho? ¿Que necesitamos para disfrutar de la experiencia de la lectura a plenitud? Quizás no exista una respuesta para ninguna de esas preguntas — ¿por qué debería de haberlas? me digo en ocasiones — pero aún así, resulta interesante analizar que consideramos valioso al leer o lo que es incluso más intrigante, que nos hace continuar cultivando un hábito tan intimo como valioso para nuestra salud emocional.
¿Cuales serían entonces esas pequeñas costumbres que pueden enriquecer el hábito de leer? Quizás, las siguientes:
* Leer alguna vez un libro que jamás leerías:
Todos tenemos pequeños y grandes prejuicios y un buen lector, no es la excepción. Con todo, a la hora de decidir que leer o que no, la experiencia de lector siempre intentará seguir una línea común y frecuente. Leemos lo que nos gusta, los que nos hace sentir cómodo, con los que nos identificamos. Así que, una manera de renovar el hábito de la lectura es leer justamente un libro que jamás leeríamos por iniciativa propia, ese libro al que no le daríamos una segunda mirada en el anaquel de una librería, el que consideramos de poca calidad o que no podría despertar ningún interés. Quizás tengas razón y el libro no consiga despertar tu interés o te puede ocurrir como a mi, que he me llevado con extraordinarias sorpresas con libros que jamás podría terminar de leer o que incluso, soportaría. Libros que directamente deseché incluso antes de leer la primera palabra y a los que decidí dar una segunda oportunidad por mero aburrimiento. Y es que Leer es un ejercicio de imaginación: disfruta jugando con tus propios límites, rompiendo tus propias reglas de lectura. Lo más probable es que te sorprenda lo que encontrarás en un libro que jamás pensaste pudiera serte de verdadero interés.
* Lee las obras completas de un sólo autor:
Uno de mis profesores Universitarios solía decir que leer todas las obras de un autor te hacia correr el peligroso riesgo de enamorarte perdidamente de su manera de escribir, lo cual consideraba muy poco recomendable para la salud del buen lector. Sin embargo, leer todos los libros escritos por un autor, te hace no sólo comprender con mayor profundidad su planteamiento filosófico sino además, analizar su transformación espiritual y creativa a través de las palabras. Sin duda, una experiencia única y muy intima. Además que, leer todo lo que un autor de tu preferencia ha escrito te permite construir una idea más clara sobre los motivos por los cuales te identificas con su escritura y lo que es aún más singular, los motivos por los cuales disfrutas su punto de vista y sobre todo, la manera en que concibe el mundo.
* Leer una obra en su idioma original:
Cortazar insistía en que aconsejar que al menos una vez al año, todo lector debía leer un libro en su idioma original. El escritor — que se consideraba así mismo un dedicado traductor — solía comentar que leer una obra en su idioma natal es quizás una de las experiencias más poderosas que cualquier buen lector puede tener, una percepción directa y profunda de las intenciones que tuvo su autor a escribirla. Y es que cualquier traducción, incluso la más precisa y erudita, jamás podrá captar a plenitud la esencia de un libro, el estilo, el ritmo e incluso la personalidad que su autor quizo brindarle. Cada lenguaje tiene su propia profundidad y sobre todo personalidad. Leer una historia en su idioma original, permite al lector comprender el poder de la personalidad de la lengua en que fue concebida y más aún, la forma como el escritor deseaba expresar ese misterio intricando que resulta esencial para comprender toda obra literaria.
* Leer una obra escrita por un autor de una cultura distinta a la nuestra:
Leer es una forma de comprender el mundo. Una mirada profunda y meticulosa a ese pequeño enigma que simboliza la vida más allá de la manera como la concebimos. Ya lo decía el escritor Amos Oz: “La literatura, es la mejor y más barata forma de viajar a cualquier parte del mundo, pues al leer te das cuenta de lo que se vive en otras partes. Si te sumerges en un texto puedes ser invitado a los dormitorios, las cocinas que aparecen en una historia, e incluso convertirte en parte de otro país”. Así que, al menos una vez al año, lee un libro de una cultura — o un país, una religión — que no te sea familiar en absoluto. Disfruta de la experiencia de contemplar el mundo a través de otros ojos, de apreciar el valor de otras costumbres, creencias, formas de comprender la realidad. Un libro puede ser la imagen más profunda que puedas encontrar sobre otros estilos de vida, una puerta abierta hacia el aprendizaje, la tolerancia, el valor de las ideas nuevas. Una manera de familarizarte con lo que no conoces y aún más, lo que no comprendes en realidad.
* Leer un libro de un autor que tenga ideas políticas/religiosas o culturales contrarias a las tuyas.
Michel Houellebecq no es un escritor sencillo de comprender. Mucho menos uno que me produzca especial simpatía o con cuyas ideas comulgue o esté de acuerdo. Tal vez por ese motivo, leer sus libros ha sido una experiencia tan gratificante: no sólo me permitió cuestionarme a un nivel filosófico y personal como pocos escritores me han permitido hacerlo, sino que además, me demostró que no siempre debo estar en completa sintonía con el parecer político o cultural de un escritor para disfrutar de lo que escribe. Y es que leer a un escritor que te produce incomodidad o antipatía, es la manera más compleja pero también satisfactoria de hacerte preguntas, de analizar tu punto vista y reflexionar sobre tus principios y tus formas de concebir al mundo. Sobre todo, una lectura que contradiga tus opiniones esenciales, te permitirá asumir que no toda posición es absoluta y que además, puede enriquecerse con el extremo contrario a lo que le permitió sustentarse por primera vez.
*Leer un libro por mero placer:
Muchísima gente que conozco lee cierto tipo de libros por una especie de sacrosanto deber intelectual. La idea de la lectura obligatoria o necesaria, hace que la necesidad de leer se convierta en una idea intelectual antes que emocional, lo que personalmente siempre me ha resultado incómodo cuando no desagradable. De manera que he descubierto que leer debe ser — ante todo y sobre todo por necesidad — un placer. Una distracción de los sentidos, una forma de complacer nuestra compleja mirada al mundo. ¿Te gustan los best sellers? ¿Las sencillas novelas de aventura? ¿Disfrutas de las novelas de terror? Leelas sin verguenza y sobre todo, sin la culpabilidad del lector que asume que sólo debe leer libros que puedan aportar algo más que sencilla diversión. En lo personal, estoy convenida que leer es asumir el poder de soñar y de imaginar mundos por completo nuevos — tantos como pueda — de manera que estoy convencida que el placer de leer debe ser siempre una prioridad ante cualquier otro motivo al abrir por primera vez un libro.
* Relee tus libros favoritos al menos una vez al año:
Nuestros libros favoritos son cómo amigos cercanos y queridos. La mayoría de nosotros tenemos líneas y frases favoritas, personajes amados, escenas inolvidables que transforman la lectura de un libro en una experiencia emocional. Disfruta ese reencuentro en palabras siempre que puedas. Hazlo con toda la libertad de recorrer esa visión del mundo tan personal que te brinda un libro que amas o el que te enseñó determinado punto de vista. Leer es un recorrido intimo y visceral a través del mundo de las ideas, una forma de construir y enriquecer tu punto de vista. Siempre puede resultar gratificante recordar porque pensamos como lo hacemos o mejor dicho, porque soñamos de la manera en que nos gusta hacerlo. Leer es un buen punto de partida para eso.
Quizás hay muchas otras maneras de robustecer el habito de la lectura, pero en mi caso, estos pequeños ejercicios personales me han permitido madurar y crecer en lo que el placer de leer se refiere. Después de todo, me digo sosteniendo un libro nuevo con la misma emoción que sentía de niña, un libro siempre será un fragmento de mi memoria, una experiencia espiritual y sobre todo, una forma de crear.
C’est la vie.
martes, 13 de enero de 2015
El ABC de la lectura cotidiana.
Leo muchísimo. Soy una lectora voraz que dedica buena parte de su tiempo libre — e incluso, el que no lo es — a leer. Leo cualquier libro que me caiga entre las manos, desde clásicos de renombre hasta best sellers de baratillo. Y lo hago con el mismo gusto y la misma idea que cada libro es una aventura que recorrer y que incluso, los más anodinos y superficiales, tienen algo que contar. Porque un Libro siempre será una forma de comprender el mundo que nos rodea e incluso, a nosotros mismos. Un elemento indispensable para analizar la época que nos tocó vivir. De manera que, siempre valdrá la pena leer incluso lo que nos parece a primera vista que no tiene mucho que decirnos.
También leo muy rápido. Tengo el habito de la lectura desde muy niña y aprendí que leer es un proceso de aprendizaje donde la paciencia, el entusiasmo y sobre todo, cierto método, lo hace más ameno de lo que podría ser. Aprendí también, que leer es una forma de sintetizar y reestructurar información, de comprender la palabra como una herramienta de creación y no sólo, como una idea estática en en una página impresa. De hecho, leer es el mayor ejercicio de imaginación, es una manera profundamente personal de asumir la realidad y mucho más aún, de analizar nuestras propias ideas a través de lo que leemos, de la visión y la interpretación de alguien más. Así que leer es una estructura en sí misma, una búsqueda de respuestas e incluso, una manera de soñar.
¿Hay algún método que mejore el hábito de la lectura? Durante años me han hecho la misma pregunta y siempre he respondido algo muy parecido: no existe un método definitivo que pueda mejorar tu experiencia como lector. No obstante, si puedo decir que existe toda una serie de pequeñas ideas que pueden facilitarte y hacer mucho más consistente tu hábito de leer y por tanto, tu manera de asumir la lectura. Y es que leer — y disfrutar haciéndolo — es una costumbre que se construye a diario, que se fomenta en pequeños métodos personales y sobre todo, se construye con una buena dosis de perseverancia. Una noción elemental sobre nuestra interpretación sobre lo que puede ser la lectura — desde un placer personal hasta una forma de aprendizaje — y lo que es más valioso, como disfrutamos de ella.
¿Y cuales serían esas pequeñas propuestas que podrían enriquecer, fomentar y sobre todo, hacer mucho más sólido el hábito lector? Las siguientes:
* Lee un poco cada día:
Con frecuencia, mucho de mis amigos se sorprenden por la cantidad de libros que suelo leer e insisten en que para ellos sería casi imposible mantener el mismo ritmo de lectura, por carecer de tiempo para dedicarlo al mundo de los libros. En realidad, no se trata de la cantidad de tiempo que puedas invertir en leer, sino la calidad de las horas o minutos que dediques a la lectura. Dos horas de lectura continua diaria son más que suficientes para leer las suficientes páginas de un libro como para despertar tu interés. Incluso puede tratarse de menos tiempo aún: lo realmente necesario, es que dediques toda tu atención a leer. Sin distracciones, sin interrumpir la lectura para llevar a cabo otra actividad. Leer requiere de ritmo: nuestra mente asimila las historias que leemos como líneas de información continúa. Si logras encontrar un lapso de tiempo determinado en el que únicamente leas, muy pronto crearás el hábito de dedicar ese único período de tiempo a sumergirte con los cinco sentidos en la página de un libro. Un placer de inestimable valor.
Aunque ya dedicaba varias horas al día a leer, aprendí este sencillo hábito de uno de mis profesores universitarios: era un hombre brillante que leía cuatro o cinco libros por semana y que siempre insistió en que leer es una comprensión de nuestra capacidad para aprender poco a poco. Cuando le pregunté como podía leer tal cantidad de libros semanales, me mostró una pequeña hoja donde anotaba de manera muy metódica y ordenada sus horas dedicadas al “placer de hacer volar su mente”, como solía llamar a la lectura.
— En una hora dedicada íntegramente a la lectura, puedes adentrarte lo suficiente en cualquier libro como para continuar leyéndolo después — me explicó — todo se trata de captar la atención: si la historia te interesa, volverás para conocer más sobre ella. Y sólo te interesarás si recorres lo suficiente el camino para encontrar algo que pueda llamar tu atención.
De manera que se trata de un truco sencillo: dedica un poco de tiempo exclusivamente a leer. Apaga o silencia tu smartphone, aléjate de la pantalla de tu computadora, aíslate lo mejor que puedas del mundo para adentrarte en el que te brinda la hoja escrita.
* Lee lo que te guste.
En una ocasión, Borges dijo “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta “el modo imperativo”. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz”.
Nada más cierto: lee lo que quieras leer. No lo que supone deberías leer. No importa si se trata de un libro muy criticado o uno que pueda considerarse sin mucho valor literario. Lo realmente importante en la lectura, es que el lector pueda conectarse de manera intima con lo que lee, disfrutar de esa conexión emocional y mental con la historia que cuenta el libro que intenta disfrutar. No tiene el menor sentido leer una historia que no te despierte el menor interés. No existen buenas o malas lecturas. Existe un Universo lector donde cada libro puede encontrar un público receptivo.
De manera que lee lo que te interese, lo que te emocione, conmueva e intrigue. Hazlo con gusto, con todo el entusiasmo que pueda despertarte la historia que disfrutas. Leer es una mirada hacia tu propia perspectiva del mundo, tus inquietudes más privadas, incluso preocupaciones y temores. Así que brindarle importancia al poder de la lectura: tu decisión siempre será la correcta.
* Que leer sea un placer:
La mayoría de la gente que me habla sobre como perdió el hábito de leer, insiste en el hecho en que la lectura dejó de interesarle cuando se transformó en una obligación antes que en un placer. Y es que para la educación Venezuela — y sospecho que para la latinoamericana — , la lectura es otra herramienta de aprendizaje y como tal, se enseña. Desde la obligatoriedad de leer ciertos libros hasta la idea de imponer determinados autores que se consideran mucho más provechosos a nivel intelectual, gran cantidad de estudiantes se convencen que leer es un ejercicio tedioso y la mayoría de las veces insoportable.
¿Como destrabar ese prejuicio y transformarlo en una forma positiva y provechosa de comprender la lectura? Supongo que no hay un método único, sino muchos, que transforman la lectura en una experiencia profunda y poderosa: desde leer el libro que realmente te intereses — y de un tema que te apasione — hasta comprender que más allá de los clásicos de obligatoria lectura, existe un universo de palabras también muy necesario de conocer. Con muchísima frecuencia, los lectores decepcionados insisten que leer libros de autores académicos, les hacen sentir que no hay libertad para construir ideas propias, que no hay espacio para la imaginación. Una noción que extrapolan y generalizan a la lectura en general. Así que una buena manera de retomar el habito de leer — o comenzar a construirlo — es disfrutar de la literatura que sea mucho más afín con nuestros intereses que lo que hasta entonces leímos. Disfrutar de las historias que podamos paladear con gusto, incluso cuando sean tachadas de superficiales, sencillas o directamente poco importantes. Lo realmente importante en un libro no es la opinión que se tiene sobre él, sino su capacidad para satisfacer nuestra curiosidad intelectual.
De niña y mientras avanzaba trabajosamente entre clásicos rusos, tropecé por casualidad con Stephen King. Recuerdo que fue una bocanada de aire fresco, luego de leer cientos de páginas de tragedias meticulosamente descritas: King no sólo tenía una manera de escribir franca y sencilla que me cautivó sino que logró que me obsesionara con su forma de hablar sobre las emociones primarias del ser humano. Y a pesar de que continué leyendo clásicos inmortales, me hice también adicta y devota de no sólo King, sino de todo un grupo de autores que me brindaron la oportunidad de aprender a leer desde otra perspectiva nueva y sobre todo disfrutable. Porque leer, a final de cuentas, es una profunda relación emocional. Tanto mejor, si esa relación emocional se sustenta por una profunda complicidad intelectual.
* Reconoce los niveles de lectura:
Cuando era una adolescente Universitaria, solía leer los libros académicos con el mismo método empírico con que leía los libros que me apasionaban. Craso error. Un método para retomar el hábito de lectura es aprender que los libros técnicos y los textos académicos tienen un espacio especifico dentro del Universo lector. Su objetivo no es distraer ni ser disfrutables — aunque algunos lo son — sino informar y brindar información. De manera que asumelos desde ese punto de vista: un libro de formación académica requiere ser analizado desde el punto de vista del estudiante. Lee los bloques de información como lo que son: propuestas para el análisis de tópicos especificos. Subraya, sintetiza, construye métodos para estructurar lo que debes aprender. Pero no olvides, que la lectura es mucho más que eso, y por ese motivo, tu gusto personal como lector es más profundo — y se satisface de manera distinta — que la mera información del aula de clase. Diferenciar ambas cosas, te permitirá comprender tu capacidad como lector desde un punto de vista completamente distinto y sobre todo, mucho más valioso de lo que podría ser sólo desde la formalidad de leer por necesidad.
* El ambiente y la mirada interior:
Ya lo comenté más arriba: leer es un placer que se paladea de la misma manera que una buena comida. Procura disfrutar de la lectura sensorialmente: lee en tu lugar favorito, rodeado de tus objetos favoritos. Acompáñalo de una buena taza de tu bebida predilecta, construye un espacio de lectura donde puedas deleitarte no sólo con la historia que lees sino de esa capacidad de tu mente para construir escenarios reales a partir de la palabra. Porque leer, más allá de la hoja escrita, es una verdadera construcción de la memoria, una reflejo sobre nuestro estado de ánimo, de la idea más intima que tenemos sobre el mundo que te rodea. Disfrútala de la mejor manera que puedas.
* Acepta recomendaciones, sugerencias, haz preguntas:
Muchísima gente suele preguntarme como encuentro libros de los que muy poca gente ha oído hablar. La respuesta es simple: a diario reviso páginas especializadas sobre el Universo de librerías y propuestas literarias y leo las recomendaciones especializadas. Atiendo a los consejos de libreros, estoy atenta a sugerencias de lectores cuyo gusto suele coincidir con el mio. Experimento muchísimo: en ocasiones he leído un libro solo porque me entusiasma el título o me asombró su diseño de portada. También leo los libros de “moda”, los que todos hablan. Y los que todos detestan también, los que producen incomodad, los que se suelen relegar por carecer de “calidad”. En más de una ocasión, me obsesiono con la obra completa de un autor: durante meses leo sólo sus libros. O al contrario: por semanas enteras leo todos los autores distintos que puedo, mucho mejor si jamás había escuchado su nombre antes de sostener por primera vez el libro. Porque leer es un ejercicio de curiosidad y sobre todo, de inquietud espiritual. Que nada te detenga, que no te avergüence explotar tus pequeñas obsesiones y disfrutar de ellas a través de la lectura.
* Permítete ser emocional:
En una ocasión, leí un libro que me conmovió tanto que comencé a llorar en un vagón del servicio de Subterráneo de mi país. Lloré a lágrima viva, sin que me importara en lo más mínimo las miradas desconcertadas de quienes me rodeaban, pero no quise reprimir el estallido emocional que me pareció merecía el libro que acababa de leer. También me ha ocurrido que río a carcajadas con una historia o me preocupo realmente por lo que viven y sufren los personajes. ¿La gran lección? disfruta de la experiencia emocional de leer. No temas conectarte de manera muy sincera y profunda con lo que ocurre en un libro. Siente el poder de la página escrita en cada página que leas. Construye un elemento visceral e intimo a partir de ella.
* ¿Dos o tres libros a la vez? ¡Es posible!
Pero todo depende de la manera como lo comprendas, de tu ritmo lector y si te satisface interrumpir la lectura de una historia para comenzar otra. De hecho, es válido preguntarse si necesitas leer varias historias a la vez porque al menos una de ella no te resulta lo suficientemente interesante. De ser así, el gran consejo es que sigas leyendo la que te interesa en realidad, la que te cautivó a primera lectura. ¿Qué pasa si todas las historias que leo me gustan exactamente igual? Pues ¡Lee! ¡No hay nada más emocionante que tener mucho que leer y disfrutar en varios libros a la vez!
* Leer, para siempre:
Ya sea en el Kindle, en una Tablet o en un libro físico, leer es una experiencia intima que llevas a todas partes, que te brinda una profunda experiencia espiritual, emocional y mental. Así que disfrútala, siempre y de todas las maneras posibles y que el habito se convierta en una sonrisa intima.
Una lista corta, como suelo insistir, que sin duda no puede resumir lo que es una experiencia lectora personal. Pero aún así, me parece puede ser una noción muy clara de hacia donde nos dirigimos como lectores y más aún, como amantes de la palabra escrita. Después de todo, pienso con frecuencia, leer es el único habito que crece y madura con el lector, algo extraordinario y sobre todo valioso, que forma parte de nuestro Universo personal.
C’est la vie.
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Para el amante impenitente de las palabras: decálogo del lector devoto. De un lector para otro lector.
Leer es un placer intimo. Lo descubrí aún siendo una niña muy pequeña para comprender el valor de una página abierta, el brillo de una palabra que te cuenta una historia, el poder de recorrer un mundo creado a partir de un sueño. Pero más allá de la poesía, leer es un ejercicio de valor, es un intercambio de visiones y formas de mirar el mundo tan profundo como devastador. Porque nadie sobrevive a un libro: renace en las palabras. Nadie mira la realidad de la misma manera luego que un libro le susurró los secretos a su imaginación. De manera que, quizás por ese motivo, leer es un acto de suprema libertad, el mayor que existe. Leer es una declaración de intenciones. Leer es una manera de construir ideas y soñar más allá de la propia idea personal.
Así que decidí, en esas largas noches de lectura en vigilia y en los días radiantes llenos de palabras, redactar un decálogo del buen lector. Así, muy discrecional y de manera casi malcriada. Lo hice porque soy una lectora devota, apasionada, de las que teme y sufre, nace y se renueva en palabras. Que asume el poder leer como una visión de si misma, en incesante transformación. ¿Y quién mejor que un lector para mirarse así mismo a través de las palabras? ¿Quién más idóneo del que lloró entre páginas y recorrió páramos de imaginación para recorrer el camino de los lectores? Inevitable hacerlo tal vez.
Aquí esta entonces, mis pequeña visión sobre el poder de leer. Incompleto seguramente, pero un reflejo evidente del amor profundo de esa primera página que abre un mundo y cuenta una historia a punto de nacer:
* Un lector siempre querrá leer: Incluso si el libro es aburrido, largo y complejo. Un lector encuentra en las palabras un refugio.
* Un lector terminará el libro que comienza a leer: Incluso si lo hace en su imaginación, añadiéndole sus propias escenas y un poco de su propia inspiración.
* Un lector siempre tendrá curiosidad por un libro cerrado: y lo abrirá.
* Un lector siempre querrá comprar un libro: aunque no tenga dinero, aunque no deba hacerlo. Pero siempre lo comprará.
* Un lector siempre atesorará un libro: Como un sueño, como un fragmento de recuerdo.
* Un lector siempre recordará una frase de un libro: y creerá que el tiempo carece de costuras y remiendos, al pronunciarla.
* Un lector doblará las hojas de sus libros: Y pensará que es un irrespeto. Y sentirá dolor. Pero lo hará igualmente.
* Un lector siempre llorará con un libro: Con el dorso apretado contra los dientes.
* Un lector reirá a carcajadas con un libro: Lo hará a solas, y también en buena compañía.
* Un lector obsequiará un libro: Y dirá tantas cosas al hacerlo que temerá nadie pueda comprenderle.
* Un lector llevará siempre un libro entre los brazos: O en su morral, o en su cartera. Pero lo tendrá cerca, al alcance de los dedos y la imaginación.
* Un lector leerá un libro que le incomode: Y lo terminará para descubrir que es un reflejo de su propia mente.
* Un lector amará a un autor: Y se obsesionará con los mundos que construye.
* Un lector odiará a un autor: Pero leerá al menos uno de sus libros, a hurtadillas.
* Un lector sabe que todo libro merece una oportunidad: Aunque cuando solo se trate de leer las primeras lineas, incluso con escepticismo. Pero probablemente valdrá la pena.
* Un lector amará un personaje: Y lo creerá real. Le dará rostro y corporeidad.
* Un lector odiará un libro: Por las mismas razones por las cual amará otro.
* Un lector perderá un libro: Y llorará su perdida. Lo llevará como una pequeña alma perdida en su espíritu.
* Un lector siempre acariciará el libro que aún no lee: e imaginará el placer que sentirá al leerlo.
* Un lector sentirá celos al escuchar las palabras de su libro en labios de alguien más: y pensará que es suyo, por pertenecerle, por crear imágenes en su mente, inolvidables y poderosas.
* Un lector querrá escribir: tal vez para recorrer por si mismos los mundos que antes solo ha visitado gracias a los ojos de alguien más.
* Un lector dejará de leer: Quizás por unos cuantas horas, quizás por años. Pero siempre regresará al refugio exquisito de las páginas de un libro abierto.
* Un lector se saltará algunas páginas: por pura impaciencia.
* Un lector se saltará algunos capítulos: Y rellenará los espacios vacíos de la historia con su imaginación.
* Un lector leerá cualquier cosa: Incluso las viejas revistas de consultorios, folletos sin importancia, libros anónimos perdidos y encontrados. La palabra es poder.
* Un lector leerá en cualquier parte: Incluso en los momentos más inverosímiles, los menos propicios. Y amará hacerlo justo por eso.
* Un lector hojeará: para cerrar los ojos y asumir que ese libro desconocido, tiene algo que contarle.
* Un lector leerá en voz alta: Aunque nadie lo escuche.
* Un lector recordará un libro al leer la última página: Y lo llevará entre palabras e imágenes, incluso cuando no recuerde donde las encontró por primera vez.
* Un lector tendrá libros abiertos, a medio leer, otros cerrados: Y en todos habrá un fragmento de belleza olvidado.
* Un lector guardará recuerdos entre las páginas de un libro: Y no solo pétalos de flores y pequeñas notas, sino rostros que aparecen y desaparecen, escenas quebradizas, sueños rotos. Un Universo personal.
* Un lector siempre será un lector: Leerá esta pequeña lista con una sonrisa y pensará en otras tantas pequeñas peculiaridades del que sonríe en la palabra y que yo olvidé incluir.
¿Crees que es una lista corta? ¿Eres un lector devoto y te parece que hay mucho más que te identifica? Nos leemos en los comentarios para construir un pequeño brevario del amante de las letras.
viernes, 5 de julio de 2013
Proyecto "Un Libro cada Viernes": Las obras Completas de Oscar Wilde
A veces me pregunto si Oscar Wilde sería tan célebre de no haber sufrido el oprobioso proceso legal que destrozó su vida y su carrera. Tal vez no: la sociedad ama a los mártires, a la manera melancólica de quienes inventan héroes en la sangre ajena. O tal vez sí: incluso antes de sucumbir a su propia historia, Oscar Wilde fue formidable por mérito propio. Fue inmenso en talento, descaro y esa necesidad suya de construir su propia historia. Como diría André Gide en su inolvidable biografía sobre el escritor. "Oscar Wilde tenía la fortaleza del que se comprende el mundo en su sutileza". Y es que Oscar Wilde, fue sin lugar a dudas, uno de los primeros escritores en comprender el poder de lo mundano, lo que parece simple pero no lo es. Wilde encontró esa grieta en la visión del mundo que lo despoja de todo dramatismo: la simple belleza.
Porque Oscar Wilde era un apasionado amante de la simplicidad de lo estético. Hay quien dice que allí empezó su tragedia: Wilde era un libertino muy inocente, un fantasma de su verdadera personalidad que ironizaba a una Londres aún inofensiva, que todavía sonreía antes sus travesuras. Y es que Wilde siempre imaginó el mundo en colores mucho más brillantes que los reales, con una belleza frágil, a punto de romperse. Recuerdo una vez haber leído sobre una anécdota que parece describir a Wilde mejor que ninguna otra: En 1890 entró en un café de París y se acercó al director de la orquesta que por entonces tocaba en el pequeño local. Se trataba de algún antro desconocido, de esos tan de moda en las postrimeras del siglo, que disfrutaba de su sordidez como forma de rebeldía. Muy probablemente por ese motivo, Wilde entró y comenzó a explicar: "Estoy escribiendo una obra sobre una mujer que baila, con sus pies descalzos, sobre la sangre del hombre del que estaba desesperadamente enamorada y ha matado". Nadie se sorprendió. A veces imagino al curtido director de orquesta, con la cara regordeta y un bigote a la moda de la época, escuchando con deleite las palabras de Wilde, la descripción de esa escena literaria a punto de nacer. Después Wilde agregó: ¿"Podrían tocar ustedes algo que se adecuara a eso?". Los músicos, quizás permanecieron un momento en silencio paladeando la imagen y la petición, soñando con esa escena de pesadilla de extremada belleza: La mujer espléndida bailando descalza sobre un charco de sangre, los ojos llenos de lágrimas, la sonrisa triunfal y crispada. ¿La locura quizás? ¿Quién podría decirlo?. Entonces tocaron la pieza imaginaria, porque como buenos parisinos, a nadie sorprendió la solicitud del escritor. Imagino la melodía: terrible, inquietante y siniestra, tan hermosa como tenebrosa. E imagino también la sonrisa de Wilde, satisfecho, creando, paladeando la música con un tipo de sensualidad que nadie comprendería muy bien. Seguramente, Oscar Wilde regresó a su habitación para seguir escribiendo su obra "Salome".
Y es que Oscar Wilde estaba convencido que la belleza redimía, por el solo hecho de elevarse sobre lo común, de construir ideales sobre lo real, lo rutinario y conocido. Y sus obras reflejan esa convicción, esa necesidad de meditar sobre el mundo y la circunstancia del hombre a través de símbolos estéticos, en una especie de filosofia de lo bello, de lo excelso, de lo extraordinario. Wilde, más allá de su fama de superficial, era un hombre tremendamente transcendental, que podía encontrar lo mistico incluso en las cosas más simples. Desde sus cuentos para niños - escritos para sus dos hijos - hasta su profunda y dolorosisima De Profundis, Wilde medita sobre la naturaleza humana despojándola de lo ordinario para brindarle algo de sublime, una ternura deliciosa, quizás un mirada cínica que no llega a ser burlona. Tal vez por ese motivo, para sus contemporáneos y mucho de los criticos a los que se enfrentó ferozmente durante toda su vida, Wilde era un hombre superficial, un fantasma de si mismo. Eran tiempos donde se ensalzaba la solemnidad, un tipo de profundidad sacralizada en el sufrimiento y la mezquindad del espiritu humano a la que Wilde se enfrentó siempre que pudo. Era un conversador maravilloso e ingeniosísimo, y gracias a eso y sobre todo, al movimiento esteticista del que fue el mejor representante, ridiculizó a esa sociedad rigida, dura, que aún caminaba de puntillas en los primeros albores de un siglo que lo cambiaria todo. Decadente y extraordinario, Wilde predicó el difícil arte de enfrentarse a la sociedad con inteligencia, de crear una manera novedosa de ver el mundo a través de la originalidad, de los sueños idealizados como parte de un discurso literario que creció con los años. Un hombre que soñó con la utopía de la cultura por la cultura y que por muchos años, creyó que el mundo de su imaginación era posible. Un devoto de su propia creación.
Con frecuencia, imagino a donde habría llegado la obra de Wilde haber sobrevivido a su propia tragedia incólume. Pero tal vez, no hay respuesta para eso: el mundo de Wilde, su leyenda, se cimentan en esa dualidad de la esperanza y el dolor, la gloria y la caída que encarna de manera tan profunda y evidente. Wilde es Wilde en lo exquisito de su obra y lo despiadado de su tragedia. Y probablemente sea esta dualidad lo que lo hizo grande. Lo que lo hizo inmortal.
Su historia, como un sueño de la razón salpicado en su propio dolor, una imagen que el propio escritor pudo haber soñado, sin duda.
¿Donde puedes comprar cualquiera de las obras de Oscar Wilde en Caracas?
Para mi sorpresa, la semana pasada comprobé que casi todas las librerías de Caracas poseen en existencia obras de Oscar Wilde, y en todo tipo de ediciones y costo: desde lujosas ediciones de sus Obras Completas en tapa dura cuyo precio oscila entre los 500 bs hasta discretas de tapa de cartón en 190 bs de los Cuentos para Niños. El mejor surtido lo encontré en la libreria "VDL Books" en el Centro Comercial Sambil de Caracas.
Como siempre, si quieres leer las Obras Completas de Oscar Wilde, déjame tu dirección de correo electrónico en los comentarios y te lo envío!
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Proyecto un libro cada Viernes
viernes, 7 de junio de 2013
Proyecto "Un Libro Cada Viernes": Yo, Robot de Isaac Asimov.
Siempre he creído que la Ciencia Ficción es un terreno literario difícil: no solo se trata de construir mundos - lo que en esencia, es el mundo de la escritura - sino además, también, reformular el propio en inspiradas y en ocasiones, inquietantes visiones. Y eso, no siempre es sencillo, mucho menos manteniendo esa necesario equilibrio entre la realidad y la fantasia, la ciencia y la imaginación que identifican al género. Tal vez por ese motivo, Isaac Asimov sea uno de sus autores más representativos: se puede amar su obra o criticarla hasta el cansacio, pero siempre sorprenderá. Su novelas y cuentos no solo tienen la capacidad de sorprender sino además, reflexionan sobre el futuro y el tiempo de una manera totalmente nueva: una concepción del hombre vinculado de manera muy directa con las consecuencias de sus decisiones culturales y más allá filosóficas.
Además, Asimov tiene el raro merito de revolucionar un género en esencia vanguardista: tantos en ideas como conceptos, las historias del autor crean toda una nueva perspectiva sobre la Ciencia Ficción que sorprende por su amplitud, sustancia y coherencia. Porque para Asimov la distopia y la utopia se confunden para construir una visión del futuro hermosa, que roza la ciencia sin sujetarse a ella por completo, que analiza la cultura y quizás la critica, pero siempre mantiene la esperanza. Y que raro merito el de Asimov, de brindar un cariz realista a un tema que en esencia no lo es, a inventar sobre lo que inventado y brindar una sutil visión filosófica a lo tecnológico. Ninguno de sus libros o cuentos pierde esa necesidad de comprender al mundo como una consecuencia de su visión de si mismo e incluso, una consecuencia de sus propias decisiones. El futuro del hombre creado a la medida por el hombre.
No obstante, entre todas las novelas del escritor, Yo, Robot, tiene una significativa importancia para los amantes de la ciencia ficción: en ella Asimov crea las tres leyes fundamentales de la Robótica, usadas tanto por él como por gran cantidad cuyo trabajo se nutren de su obra. Por extraño que parezca, Asimov interpreta la existencia del robot no como una mera utilidad mecánica - consecuencia tecnológica - sino como parte de ese singular ecosistema científico que se construye a partir de la visión del hombre como creador. Y esa visión - en ocasiones opinión - es evidente en estas tres leyes, que resumen las complicadas relaciones entre el creador y su criatura: Primera, Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño; Segunda: Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la primera Ley; Tercera: Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la primera y segunda Leyes. Un decálogo del deber ser que parece sujetar la creación tecnológica a una diatriba moral desconcertante. Quizás emulando a Philip K. Dick, Asimov cuestiona en su obra la responsabilidad de las criaturas tecnológicas del hombre sobre el mundo que habita, a pesar de sus limitaciones como creación restringida al uso e incluso, al simple capricho.
Lo más intrigante de Yo, Robot es justamente esa visión amplia y detallada sobre el Universo de la robótica: todas las visiones resumidas en varios relatos concatenados que juntos forman una novela completa, en una perspectiva tan profunda como dura sobre el Mundo que vio nacer la cultura del Robot y se hizo involuntariamente dependiente de ella: desde el mecanismo más primitivo y rudimentario que era incapaz incluso de comunicarse, hasta el más moderno y sofisticado con aspecto y comportamiento casi humano. Resulta fascinante la manera como la historia, dividida en visiones distintas, contradictorias y por último complementarias, hila la mitología sobre la cual se sostendrá en el futuro toda obra de ficción que beba de la obra de Asimov. Porque Yo, Robot, no solo medita con inusitada dureza sobre el hombre como individuo, sino la tecnología como sustento de la creación. Una idea intrincada, con numerosas lecturas y que resulta fundamental para comprender el planteamiento de la Ciencia Ficción, no solo como género literario sino como crítica social.
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Nunca he visto el libro en ninguna librería, aunque si otros libros del autor, también muy recomendables.
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