Vertical de Ecuaterra

50 familias protegen los bosques manteniendo sus cultivos fuera de ellos. Su compromiso con la conservación ha hecho del ecoturismo un pilar económico, atrayendo a cerca de 3 000 visitantes al año.

13 sep 2024 , 20:26

Las lagunas del humedal Abras de Mantequilla se abren paso entre bosques fragmentados en el centro-occidental de la provincia de Los Ríos. Son 22 500 hectáreas, que abarcan los cantones Mocache, Palenque, Puebloviejo y Vinces, y tiene cuatro ríos homónimos.

Las aves son una de sus riquezas: las Marías surcan el cielo con su potente gorjeo, mientras las garzas, las más abundantes entre sus 127 especies, dominan los ramales, buscando peces como el barbudo, guanchiche y vieja montañera.

Hay otras que viven más cerca de los nativos como el pájaro reloj y el negro tilingo, siempre alerta aguardando el momento perfecto para alimentarse en sembríos de arroz.

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En la época de invierno, el humedal llega a contener hasta 50 millones de metros cúbicos de agua; durante el verano, entre junio y noviembre, el nivel del agua baja, formando así numerosas islas.

El paisaje se transforma en un lienzo donde el amarillo mantequilla de los campos de maíz contrasta con los espejos de agua. Eso ha inspirado el nombre del lugar.

Un paraíso ornitológico del Ecuador

Hay aproximadamente 60 poblados en sus laderas. El Recuerdo, El Abanico e Isla Bonita trazan la ruta principal para recorrerlo.

Hay árboles de 20 metros, como el samán blanco. Sus vainas, con propiedades antimicrobianas, son empleadas por los habitantes para aliviar la tos, al igual que el nin, de hojas verdes, alargadas y amargas.

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Aquí la laguna se extiende a lo largo de dos kilómetros. Los helechos forman alfombras flotantes que reciben gallaretas azules, coloradas o tambuleras, también al chuque.

El sincronizado vuelo de los patos cuervo acompaña en el trayecto hasta El Recuerdo, donde empieza el bosque seco tropical con árboles de guachapelí, caracolí y bototillo.

El grito de una familia de monos aulladores resuena entre las ramas de árboles de mango y guayaba; mientras algunos se deslizan por el follaje, otros descansan.

En un palo de balsa, un pájaro carpintero construye su nido. Abras de Mantequilla es reconocido como paraíso ornitológico del Ecuador, pero en sus bosques también hay mamíferos como el ocelote, el venado y la guanta.

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El tramo que une a los poblados El Recuerdo y El Abanico se transforma en un brazo del humedal donde los lechuguines cubren la superficie, creando la ilusión de un lecho seco que se entrelaza en una esquina con árboles de guanábana y guayaba, visitados por monos aulladores. Unas 200 familias de primates han sido documentadas.

Las secas ramas de los 'palo de murciélago' forman cuevas entre los senderos y hacia el oeste, una capa de palmeras reales limita con una de las lagunas más grandes, de aproximadamente una hectárea.

Las familias están comprometidas con su protección

50 familias protegen los bosques manteniendo sus cultivos fuera de ellos. Su compromiso con la conservación ha hecho del ecoturismo un pilar económico, atrayendo a cerca de 3 000 visitantes al año.

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“Logramos que las canoas que se utilicen sean de madera y maniobrados con canaletes, o sea sin motor, para que la bulla no afecte a los pájaros”, dijo a Ecuavisa Abdón Morán, quien lidera el plan de conservación en humedal.

Recorrer el humedal toma unas cinco horas. La vía Vinces-Mocache conecta con un camino lastrado de 800 metros, flanqueado por árboles de ciruelo y membrillo que abren paso a sus lagunas.

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Abras de Mantequilla es el cuarto humedal más importante del país.

En 2001 fue declarado Territorio Ramsar; es decir, de conservación prioritaria en el mundo.

Este espacio es hogar de especies en peligro de extinción como la palma de seda y fuente de agua esencial para cuatro comunidades.

06 sep 2024 , 18:04

Al amanecer, los destellos del sol rasgan la niebla perfilando el bosque de Tangán. Sus páramos y montañas aparecen como capas en lo más profundo del cantón Sigchos, en Cotopaxi. Una cadena de columnas volcánicas, que se eleva hasta 150 metros, domina el paisaje.

Estas estructuras se alinean en perfecta simetría en un área subtropical donde el termómetro marca 20 grados. El camino es desafiante y un bosque de arrayanes lo antecede.

La zona, poco explorada, requiere abrirse paso entre la espesa vegetación que incluye palmas de seda. Cada anillo en sus troncos, de 15 metros, representa un año de vida, tienen unos 200.

El canto del “matorralero” de pecho amarillo resuena entre ramas de árboles de Pumamaqui. Y cerca, una “lanisoma andina” revolotea. Son parte de los 50 tipos de aves que alberga.

El bambú y el palmito rodean al colosal muro donde parches de musgo emergen entre sus paredes.

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“Esta es una construcción en base a una erupción volcánica que hace miles de años existió un gran volcán acá y que este volcán erupcionó y parte de eso quedó la lava y se dio un enfriamiento brusco, es por eso la coloración”.

Bajo sus sombras, el murmullo constante del agua delata una cascada de 60 metros, al cruzarla el ecosistema se transforma: la temperatura sube 10 grados y marca la entrada a un valle tropical con árboles de sangre de drago. Los más jóvenes tienen medio siglo. Su látex medicinal aún es blanco.

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El farol japonés, en tonos naranja y amarillo, y el rojo intenso de las bromelias ganan protagonismo. Estas flores, entre 30 variedades, sirven de hábitat para mariposas y abejas mineradoras que forman panales en la tierra.

En sus 356 hectáreas hay 17 especies de mamíferos como ardillas, guantas y armadillos.

El ingreso solo es posible desde la comunidad Cerro Azul, a 25 kilómetros del centro poblado. Aquí hace 5 grados. Entre puñados de pinos y cipreses se distingue el cerro de Topanliví y la cascada Cunguiza.

Una alfombra de pajonales da origen a un cañón de 1 000 metros donde las cascadas convergen en cinco ríos que proveen agua a 2 000 personas de cuatro comunidades.

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“Iniciamos con el que le alimenta al río Toachi, iniciamos con Jatuncama, de ahí viene huanto el otro río, de ahí viene el otro es Pagsillín o San Antonio, de ahí viene el río el Aguán”.

Cuatro vigilantes controlan y previenen la caza de animales, la tala de árboles y la destrucción de las formaciones rocosas.

Al ser una zona remota, Tangán recibe aproximadamente 50 visitantes al mes, la mayoría son escaladores que llegan para conquistar sus columnas.

Al atardecer, el sol tiñe de un naranja intenso el bosque de Tangán mientras las nubes vuelven a cubrir sus montañas.

Sus 207 hectáreas están en la zona de amortiguamiento de los parques nacionales Sangay y Llanganates. Esto le confiere una característica única: un relieve tan empinado que los árboles crecen en ángulos inusuales que parecen estar a punto de caer.

16 ago 2024 , 12:42

Al pie de un profundo cañón, custodiado por dos cascadas, se erige el bosque protector Guamag, en la parroquia Ulba, del cantón baños, provincia de Tungurahua. El ingreso solo es posible mediante una tarabita en el kilómetro 6 de la vía Baños-Puyo.

Sus 207 hectáreas están en la zona de amortiguamiento de los parques nacionales Sangay y Llanganates. Y esto le confiere una característica única: un relieve tan empinado que los árboles crecen en ángulos inusuales que parecen estar a punto de caer.

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En sus faldas crecen abundantes pastizales entre los cuales florece la gordana, una planta forrajera con pétalos de un amarillo intenso.

Al ascender 500 metros, un riachuelo abre paso al bosque virgen, cargado de árboles como el achotillo, sangre de drago y laurel, que alcanzan 25 metros y están rodeados de musgo.

Un bosque virgen alberga

Un poco más arriba, una urraca verde trina y un colibrí descansa en un arbusto.

El sendero está marcado por las epífitas que se apoyan sobre todo en los helechos y las bromelias, e incluso la orquídea sobralia que envuelve los troncos.

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La hojarasca ha formado un suelo esponjoso que favorece la proliferación de hongos como el escobeta, que mide entre 7 y 8 centímetros, y el liquen parmotrema, una mezcla de hongo y alga, con márgenes ondulados. En tres años se han censado 87 especies vegetales.

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“Nuestro bosque tiene más de 100 años de no intervención del hombre. Es un bosque primario, lo que lo hace propicio para que la fauna se mueva naturalmente”, sostuvo Marcelo Acosta, administrador del bosque protector Guamag.

Recorer Guamag es seguir un sendero zigzagueante, trazado en 2021 y declarado área protegida nacional. Entre las hojas del laurel de cera hay mariposas de cristal y luciérnagas orientales. Este ecosistema está catalogado como un bosque de neblina montano de los Andes, tiene 18 grados en promedio y se extiende de 1 532 hasta 2 280 metros.

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Al oeste convergen dos cuerpos de agua: el río Guamag, cuyo caudal llega al borde de un acantilado y se precipita en una cascada de 40 metros para unirse con el río Pastaza.

A 1 800 metros de la montaña, una barrera de bambú delimita la zona más alta de la reserva hasta donde se tiene acceso. Su sólida vegetación sirve de refugio para una familia de osos de anteojos. La bromelia achupalla es su alimento favorito.

Esta especie, en peligro de extinción en Ecuador, comparte hábitat con el zorrillo, cuchucho y venado, parte de los nueve mamíferos identificados.

“Hemos identificado la presencia de seis osos de anteojos, además en este año, hemos visto oseznos, osos bebé”, dijo Acosta.

Tres guías del Ministerio de Ambiente y un guardabosques de la fundación Ecominga, se encargan de vigilar y desarrollar un inventario de especies.

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“Estamos recolectando las lanas de los árboles que dejan los osos cuando se raspan o las fecas de los pumas y llevamos al laboratorio para hacer los estudios del ADN y así identificar qué animal es y por dónde se moviliza”, detalló Santiago Recalde, Guardabosque Fundación Ecominga

Tras cinco horas de caminata, a 2 000 metros, se devela una vista panorámica del bosque Guamag, zona de transición entre los Andes y la Amazonía, donde el viento corre a 16 kilómetros por hora.

Además, este ecosistema abarca 45 lagunas entre Chimborazo y Morona.

26 jul 2024 , 14:42

El cielo y las montañas se reflejan en las aguas cristalinas del “Complejo de Humedales Ozogoche”. Es un espejo natural en el páramo andino. 45 lagunas se despliegan a lo largo de 10 017 hectáreas, entre las provincias de Chimborazo y Morona Santiago, a 3 788 metros sobre la Cordillera Oriental.

Se ingresa por el sistema montañoso de Ayapungo, partiendo de la comunidad de Ozogoche alto, en la parroquia Achupallas del cantón Alausí.

Aquí, hace 14 grados, una capa dorada de pajonal alto, mecida por un intenso viento, actúa como una esponja, reteniendo el agua y drenándola hacia la cuenca de las lagunas.

El plumaje negro con rayas blancas de los Curiquingues resalta entre las rocas, desde donde alzan vuelo.

Hacia el sureste, se revela la primera laguna: “la Cubillín”, la más grande del complejo, que ocupa un área de 700 hectáreas. La brisa agita sus aguas profundas y forma olas de 20 a 30 centímetros que golpean sus piedras de colores en la orilla.

Frente a su playa, nace la flor de los Andes: la “chuquiragua”, una planta de propiedades curativas y antiinflamatorias, cuyo intenso naranja sobresale, abriendo paso a un bosque, árboles de Quishuar y Pumamaqui, cubierto con pequeñas almohadillas que nutren sus 3 000 especies de plantas.

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Este ecosistema está atravesado por un río que conecta con la laguna “magtayán”, a la cual se llega caminando kilómetro y medio. Su figura alargada forma una suerte de cola que ocupa 400 hectáreas.

Sus aguas más tranquilas y transparentes permiten ver un colchón de algas. Hasta aquí llegan comuneros para pescar truchas, de forma controlada.

En sus bordes, una cortina de totoras, de un metro, se mezcla con el pajonal por donde sobrevuelan garzas blancas mientras otras descansan. Patos, gaviotas y chorlitos forman parte de sus 50 especies de aves.

El complejo lacustre está en el corazón de la cadena montañosa de Achipungo. Las elevaciones rocosas de los cerros Soruche, Sanquín, Rumiñahui, el Pulpito y Cerro Azul albergan glaciares menores, vertientes y afluentes naturales que conforman su reserva hídrica, crucial para 26 comunidades y tres sistemas de riego de Alausí.

Verdecocha conforma otra de las lagunas cuya extensión apenas alcanza medio kilómetro.

Las otras 42 lagunas son más pequeñas y están dispersas entre bosques de pino y polylepis donde las dantas se ocultan de los tigres y pumas. Se han censado 900 especies de vertebrados.

David Arellano, Técnico de Turismo Alausí, dio a conocer las especies que habitan ahí:

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“Tenemos el venado de páramo, el lobo, algunas ocasiones se ha visto el oso andino, tenemos los conejos de páramo y las alpacas.”

En 1983, este complejo lacustre fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Actualmente, 60 familias del pueblo Puruhá y 14 guardaparques del Ministerio de Ambiente protegen este ecosistema de alta montaña.

Recorrer las tres lagunas principales toma unas ocho horas.

Cada año, 3 000 turistas visitan el Complejo de Humedales Ozogoche”, cuyas aguas nutren las cuencas de los ríos Pastaza y Paute.

Colibríes, mariposas, hormigas y más, entre las especies que habitan en zona.

19 jul 2024 , 13:43

La neblina envuelve la espesa vegetación del bosque tropical Hatun Yanawrpi. Aquí el trino de los pájaros compite con el susurro del viento y el burbujeo de los riachuelos.

Se extiende a lo largo de 150 hectáreas en una montaña de la parroquia Pucayacu, en La Maná, provincia de Cotopaxi. A 1 500 metros sobre el nivel del mar y un ambiente cálido de 23 grados.

En la comunidad Malqui se puede iniciar la travesía por el bosque virgen cruzando por un puente de bambú de 15 metros sobre el río Quindigua. Árboles de toquilla y “alocasias”, también conocidas como «orejas de elefante», dibujan su entrada.

El bambú predomina en el ascenso, junto a árboles de cedro y copal. Entre sus ramas nacen helechos y musgo.

La humedad de sus troncos favorece la aparición de hongos. Se han detectado 100 tipos, incluyendo la “auricularia”, que destaca por su ondulación y su tono marrón oscuro.

Entre rocas desfilan las hormigas «corta hojas» de un intenso rojo.

Caminar sigilosamente permite no perturbar a especies como el «molusco gasterópodo», que se desplaza lentamente por el peso de su caparazón.

También hay libélulas y saltamontes en este ecosistema de al menos 120 tipos de insectos. Y otras 80 especies de arácnidos como la pardosa.

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No hay senderos trazados, solo es posible ascender tres kilómetros; el último cerca de un riachuelo que nace de una cascada de 10 metros.

En su cuenco, entre rocas, permanece la polilla “leucanella venenosa”, que tras 30 días se convertirá en mariposa. Al igual que las “hylesias”, orugas depositadas en hojas de chirimoya silvestre.

30 especies de mariposas como la «emperatriz», “anartia amatea” y la «mariposa de cristal» habitan el bosque. Un colibrí aletea entre arbustos de “flor del inca” y a poca distancia se puede observar un» mosquerito adornado», fácilmente reconocible por su plumaje amarillo.

Alegría Sotomayor, coordinadora del Proyecto Hatun Yanawrpi

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"Aquí tenemos una gran variedad de aves, en verano se hizo un registro de 147 especies en esta área".

15 vertientes alimentan los ríos Pigchu, Machay y Quindigua, fundamentales para dotar de agua a 20 mil habitantes de la parroquia Pucayacu y mantener la fertilidad del suelo de Hatun Yanawrpi.

En los alrededores del "quindigua" abunda la “mimosa sensitiva”, una planta conocida por su respuesta rápida al tacto. Sus hojas se cierran al ser tocadas o expuestas al calor. Entre estas se camuflan camaleones y las lagartijas "ameiva centroamericana", parte de las 30 especies de reptiles censadas.

Los anfibios se han clasificado en 80 tipos, también predominan entre los riachuelos. Una de sus especies estrella mide apenas un centímetro y el macho carga en la espalda a sus renacuajos.

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"Es visitado por biólogos, ornitólogos, fotógrafos de naturaleza especialmente y también porque buscan una ranita en especial que es la epipedobastes darwinwallacei, lo que le caracteriza a la rana de este lugar es que sus colores son mucho más intensos a las ranas qué han sido encontradas en otras áreas del noroccidente".

En un radio de tres kilómetros, la montaña está bordeada por árboles "sangre de drago" que llegan a medir hasta 25 metros. Su látex rojo es utilizado para cicatrizar heridas.

Las hojas naranjas que empiezan a caer señalan la llegada del verano, mientras el sol se cuela entre las laderas de la montaña del Hatun Yanawrpi.

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