La
campaña de la Lotería de Navidad avanza.
Tras
el bar de Antonio, donde El mayor premio es compartirlo, una segunda entrega se centra en un
recinto cerrado.
Una
pareja baila, en la intimidad de la cocina.
¿Son
moradores asiduos del Hotel en el que Jack
Torrance permanecía atrapado para siempre?
Ya
sabes.
Jack Nicholson, Shelley
Duvall, un niño médium, Stanley
Kubrick, “The shining” (“El resplandor”), 1980.
Allí
también bailaban (y bebían) eternamente.
El
tiempo parecía no avanzar.
No
había preocupaciones.
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La
luz verde, en serpentín, era una pista. Una botella abierta y dos copas flauta.
Una pareja baila. No sabemos quiénes son. Aparentan felicidad.
Ella,
Verónica Forqué, le rasca en el
sitio donde, ayer mismo, él le decía hasta dónde estaba de ella. Aunque ya se
sabe que el tiempo da y quita razones (como aligera coronillas masculinas de peso capilar).
La
niña llega de la calle. Lleva un inmenso cartapacio azul y un tubo para llevar
planos. Es evidente que su vena artística la descarta como autora del adorno
navideño de la cocina, con espumillón verde rodeando el microondas y encima de
la panera.
“Menudo día llevo”. Son las diez y veintisiete. De la
noche. No hubiera podido decirlo si fueran de la mañana. Sus padres llevan diez
horas bailando y bebiendo. Son inmunes a la adolescencia programada.
Belén Rueda no ha madurado. Lleva fatal lo de compartir
coche con su hermano.
Arturo Pérez-Reverte, ahíto tras bailar (como una peonza) y
beber (como un trompo) es capaz, por primera vez en años, de ahorrarse el
improperio que le pasa por la cabeza y piensa para sí: “cosas de chicas”.
“Y, lo peor de todo, he
tenido que ir en metro, como si fuera una paria”.
“¿Qué quieres? ¿Un
teléfono móvil? Ni que fuera por pasta. Si tú supieras. Mamá te dejará su
pelliza de la suerte”.
*****
El
niño, que ya se mostraba obsesivo andando en triciclo durante el rodaje de la
película, ha tuneado el coche y, con su dedo parlante, le dice nones a su
hermanita.
Los
padres, con el virus de la ilusión inoculado, creen que podrán parar las
discusiones entre hermanos, acallándolas con un soborno.
— “¿Cuál
es el mejor premio?”.
— “Compartirlo”.
— “Pues
toma, un coche nuevo para que ya no tengas que compartir el viejo con tu hermano.
Y un teléfono móvil, que hemos aprendido las estrategias de los bancos, dándote
más de lo que habías pedido”.
*****
Posiblemente,
lo de que el mayor premio es compartirlo sea, simplemente, un eslogan. Quizá
haya que buscar otra motivación.
Puede
que haya un secreto, una forma un poco más compleja para resolver los problemas
que disolviéndolos con dinero.
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La
campaña sigue:
Episodio 2 – Si
tú supieras
Episodio 3 – El
secreto
Episodio 4 –
Beautiful
Episodio 5 –
Dilo bien
Episodio 6 –
Llamada
Episodio 7 –
Carpeta
Episodio 8 – No
siempre se gana
Episodio 9 – No
la pierdas
Extras – Traca
final
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Continuaremos
dentro de nada. Seguid viendo la TV.