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martes, 14 de enero de 2020

El gesto de Díaz Ayuso

Irán es un país tan criticable o más de lo que pueda serlo Arabia Saudí, pero la extrema izquierda la ha tomado con este último, y las razones por las que ocurre así son bien conocidas.
El caso es que Díaz Ayuso ha ido a Arabia Saudí, en donde ha tenido el digno gesto de vestir de forma civilizada, como es costumbre en ella, pero ante el intento de alardear del asunto, por parte suya o de algunos de sus simpatizantes, han saltado un panfleto de ultraizquierda que antes fue un periódico de izquierdas, y otro que era moderado tirando a borde que se ha hecho borde del todo, porque al ser esta señora del PP no tiene derecho a nada, según las gentes que se creen las dueñas del mundo y, por tanto, con potestad para decidir lo que está bien y lo que está mal, como si Sócrates no hubiera existido, y a poner nombres y etiquetas.
«No bonita, el feminismo no es de todas», dijo una que colabora con el Felón en desacreditar a los doctores, porque esta ‘doctora’ no habla, sino que dice barbaridades. Como la de apropiarse del feminismo, con crueldad, de manera torpe y por la cara. Con la misma crueldad, esta vez con los contribuyentes, la mayor parte de los cuales ganan su salario con gran esfuerzo, no como muchos de sus compañeros de partido o socios de gobierno, que jamás han trabajado, dijo que «el dinero público no es de nadie».
De modo que estas personas, que al más puro estilo de Stalin, se creen la dueñas, llaman fascistas a los demócratas y diálogo a la vulneración de la ley.
Se aprovechan de la ignorancia de parte de su electorado y del sectarismo del resto para llevar a todos, a los que les votado y a los que no, a la ruina.


viernes, 5 de octubre de 2018

De Gispert, ese monumento a la estupidez

Decían no hace mucho que Cataluña es tierra de acogida. Claro que los locatis, aunque estén usando el español, la lengua de Cervantes, que no era catalán, en contra de lo que los memos quieren pensar, escriben Cataluña de otro modo. Allá ellos con su empeño en hacer el ridículo.
Dicen que es tierra de acogida, pero poco ha tardado De Gispert, uno de los iconos del separatismo, en decirle a Arrimadas, que está tan integrada en Cataluña que en las últimas elecciones consiguió más votos que nadie en esa región, que se vuelva a Andalucía.
Luego, estos locatis, Torra mismo, el racista Torra, se atreve a considerar fascistas a los que, por estar en sus cabales, no piensan como él. A los prófugos, refugiados en ese nido de delincuentes que es Bélgica, se les llama exiliados. Él mismo, Torra, dice que se va a fugar, y a eso le llama irse al exilio.
A los políticos presos, acusados de delitos muy graves, les llaman ‘presos políticos’, denominación que también es del gusto de ese Anguita al que definitivamente se le ha ido la olla, tanto que no sería extraño que reivindicara a Stalin, de hecho ya ha reivindicado a Maduro, que es un Stalin pequeñito.
De Gispert es una sectaria con ribetes más que autoritarios, y luego critica a Franco. Si De Gispert, ese monumento a la estupidez, el racista Torra o el mal payaso Puigdemont tuvieran el poder que tuvo Franco la carnicería sería de época.
Todos esos dementes, que son los secesionistas, están llevando a Cataluña a un declive irreversible e irreparable, aunque algunos optimistas opinen que se tardarán veinte años en conseguir que vuelva a ser lo que fue. Eso no es cierto, el daño que están haciendo los nacionalistas a Cataluña es de casi imposible reparación. Y el casi es una muestra de optimismo.

martes, 2 de febrero de 2016

¡Pobre Rita Barberá!

Durante una buena tirada de años Rita Barberá pudo sentirse superior al resto de los valencianos, dueña del ayuntamiento, reina de la palabra. Su dictamen u opinión iba a misa. Más de una vez chuleó a Rajoy recodándole que si tenía el cargo era gracias a Camps.
Y ahora todo eso se ha ido a pique y pudiendo haber pasado a la historia como una buena o gran alcaldesa lo hará de otro modo, nada agradable, por cierto.
Parece mentira que quienes logran alcanzar alguna situación de relevancia queden deslumbrados por el poder de tal manera que se convierten en sus esclavos. No se dan cuenta de están sometidos a la más implacable de las inquisidoras, que es la historia. Se tiende a pensar que puesto que hay historiadores que se venden y descubren lo que se les manda, o lo que mejores resultados económicos les ofrece, podrán manipular la historia a su antojo, para salir bien parados. Pero las cosas no son así. La historia acaba triunfando sobre los historiadores venales.
No es sólo Rita Barberá la que va a quedar mal ante la historia, sino que son muchos los que habiendo gozado de cargos similares o superiores al suyo aparecerán como sujetos ridículos a medida que la verdad de las cosas se vaya abriendo camino. Como viene ocurriendo.
En su día, Hitler fue tenido por un gran personaje y fueron muchos en toda Europa los que le rindieron pleitesía y se convirtieron en sus cómplices. Quizá algunos se sirvieron de él y esto también se irá sabiendo. Pocos ahora se atreven a alabar públicamente a Stalin, aunque es posible que todavía tenga admiradores. Algunos incluso fueron bautizados con este nombre.
Estas cosas deberían servir de aviso para quienes logran cargos, pero no es así. Siguen comportándose con arbitrariedad y sectarismo. Se creen impunes al veredicto de la historia. O son tan burros que piensan que hacen bien.

martes, 20 de abril de 2010

El peor Carrillo

Hay personas que cuando se desenvuelven en un ambiente solidario hacen grandes servicios a alguna causa noble, sin que aparentemente den importancia a lo que han hecho, pero en el caso de que cambien de ambiente pasan a cometer, con la misma tranquilidad, cualquier tipo de traición o vileza. Y entonces quedan claros los motivos por los que no daban importancia a lo que hacían: simplemente se integran en el grupo y hacen lo posible por lograr una buena posición en él.
En la época de de Suárez, Carrillo mostró su mejor cara e incluso su aportación fue valiosa, entonces, para España. Pero no todo hay que achacarlo a la proximidad con Suárez, sino que también hay que tener en cuenta que había un clima político que hacía que todos fueran un poco mejores de lo habitual y, por otra parte, Carrillo necesitaba ser aceptado por los españoles.
La situación actual es otra, Carrillo ya se sabe instalado en el sistema, goza de la aprobación de los sectores que le interesan y el presidente actual es Zapatero, con lo que se ve con libertad para dar rienda suelta a su odio. El que tiene a la derecha es proverbial y sintomático. Para Carrillo, quien adopta las ideas de la derecha es malo. Este modo de pensar demuestra que hay un gran fallo en el razonamiento de Carrillo. Ni siquiera es necesario explicar esto. Pero es que además pone de relieve que necesita un chivo expiatorio. Debe de haber algo de lo que no se siente satisfecho y quiere cargar la culpa a otros. Sólo teniendo en cuenta este modo de pensar tan elemental e impropio de él se explica que ahora haya dicho que el error de Stalin fue el de haber instaurado un capitalismo de Estado. Y que él, ingenuo, lo apoyó.

martes, 16 de septiembre de 2008

Santiago Carrillo

Nuevamente, nuestro veterano político -sin cuyo concurso la Transición hubiera sido mucho más difícil, puesto que muy posiblemente influyó en Felipe González, del que no es descabellado pensar que prefería echarse al monte-, ha escrito un artículo en El País, concretamente ayer, titulado Occidente se equivoca. Lo que sucede con este caballero es que si primero alegra comprobar que sigue lúcido, luego entristece saber que su odio sigue en pie. Claro que hay otros, quizá porque también odian, a los que les parece bien lo que dice.
Pero sus argumentos, cuando trata de llevar el agua a su molino, son totalmente risibles. Por ejemplo, cuando recuerda que Rusia ayudó a vencer a los nazis, para a renglón seguido exponer una retahíla de cosas que Estados Unidos hace mal. Y a continuación se le ocurre decir que en Rusia había un sistema económico-social que era un peligro para el capitalismo. Esa es una manera impropia de contar las cosas. Quienes tenían cerradas las fronteras eran los comunistas. La economía que no funcionaba era la suya. El peligro era militar. Pero es que a partir de aquí Carrillo ya desbarra por completo, puesto que afirma que tras el desplome del régimen surgió una burguesía salvaje que se apoderó de las riquezas del pueblo. Todo el mundo sabe que en Rusia no se había creado riqueza, sino que el estado ruso estaba en quiebra, y por ese motivo se desmoronó el régimen. Y algunos personajes, educados por el régimen soviético, con la destreza adquirida en su seno en la lucha por el poder, se apoderaron de todo lo que pudieron, y no se sabe cuánta gente murió de hambre y de frío.
Y de entre esa gente diestra en la lucha por el poder ha emergido Putin, el más siniestro de todos, tan seguro de su fuerza que hasta se permite alabar a Stalin. De modo que el error de Occidente ha consistido en dejar que las cosas de Rusia marcharan a su aire, cuando debería haber estado más alerta y ayudarla en su proceso, exigiendo al mismo tiempo una mayor calidad democrática, lo que hubiera podido impedir el ascenso de Putin. Y tratar de no depender tanto de su petróleo y su gas. Pero esto es otra historia. Estados Unidos no es peor líder mundial que los que lo fueron anteriormente y si fuera desplazado de ese papel por otra potencia, tampoco es probable que fuera mejor. Lo que ocurre es que va siendo hora de que la ONU asuma el papel de vigilante del mundo, pero eso no lo dice Carrillo.

domingo, 7 de septiembre de 2008

La cuestión rusa

Hubo un tiempo en que Stalin tenía la culpa de todo. Los comunistas del mundo entero renegaban de él y los españoles decían que el verdadero comunismo no se había puesto en práctica y ése era el motivo por el que había fracasado. La cuestión consistía en buscar nuevas vías. Por parte del mundo occidental y tras la caída del muro de Berlín prácticamente se dio por terminado el peligro ruso. Rusia era una nación con la economía totalmente deteriorada, un elevado índice de corrupción y una población muy poco acostumbrada a la democracia.
La clase política que nos ha tocado padecer en los tiempos actuales sólo piensa en sus propios intereses para los tiempos inmediatos. Rusia ha tenido diversos presidentes, que no inspiraron ningún temor, hasta que llegó Putin. Éste siempre fue mirado con recelo, pero ya era tarde. Rusia, aún con una economía tan maltrecha y con una población tan desconcertada y desanimada, no deja de ser un gran país, por tamaño y por población. Goza de todos los adelantos tecnológicos y de potentes cerebros. Algunos de ellos, como Putin, tienen toda la traza de ser perfectos psicópatas. Todas estas personas que se han formado en el antiguo régimen soviético conocen todos los resortes del poder. Saben cuáles son sus puntos fuertes y cuáles han de abandonar, porque no ofrecen ninguna posibilidad.
Putin, desde su conquista del poder ha ido estableciendo y reforzando todo aquello que podía hacer fuerte a Rusia ante el mundo occidental. Una vez establecida su posición ya no tiene empacho en regodearse e incluso chulearse, sin que nadie se atreva a ir más allá de lo que permite la mera prudencia. Ha tenido que ser China la potencia que le avise de que con ella no se juega. El mundo occidental también sabe que al presidente ruso no le tiembla la mano a la hora de matar a alguien. Es fácil deducir que no le importaría comenzar una guerra atómica, si se creyera seguro superviviente, junto con un número de seguidores a los que pudiera tener férreamente controlados.
Putin incluso se permite el lujo de alabar a Stalin y ahora veremos quienes salen en España a criticarlo. Para Putin matar a la gente, como hizo Stalin, es necesario, aunque reconoce que se le fue la mano. Acaso porque se considera mejor profesional en este aspecto.