Eso quisiera yo también, pero que lo
fueran no sólo los perros sino además todos esos animales que andan
sueltos ensuciándolo todo, el Parlamento catalán, por ejemplo, que
han aparecido con unos lacitos puestos por unos cagones que,
incapaces de responsabilizarse de sus actos, han decidido ‘ensuciar’
unos cuantos asientos.
En el mismo partido que la señora que
dijo eso está Toni Cantó, que fue escarnecido en las redes por un
discurso magnífico que hizo en el Parlamento, cuando era diputado
por UPyD, utilizando argumentos de Fernando Savater. Ignoro si la
opinión de Toni Cantó ha cambiado o si sigue siendo la misma, pero
en cualquier caso habría que saber cuál es la postura oficial del
partido, porque ella habló de presentar el proyecto de ley. Falta
saber cómo piensa conseguir que los perros sean personas y si eso no
nos va a traer alguna complicación añadida, porque yo de mi perrita
me fío, pero si la convierten en persona a lo mejor ya no me puedo
fiar.
De cualquier modo, conviene reseñar que
la señora que hizo esas declaraciones tiene inclinación a la
poesía, como lo demuestra otra de sus frases: «cuando veo un
perrito, me derrito», pero presenta el problema de que si lo que ve
es una perrita, no va a poder decir algo tan poético como lo
anterior y los guardianes (y las guardianas) de lo políticamente
correcto se van a cabrear.
Pero conviene precisar la cuestión,
porque todo esto tiene que ver con los supuestos derechos que los
animales ni siquiera reclaman, quizá conscientes de que no los
pueden tener, porque el asunto se reduce a la dignidad de la propia
persona, a la estima que cada uno tenga de sí mismo. Hay personas
que se igualan a los animales, porque por lo visto esto es más fácil
y se comportan como bestias. Y hay personas dignas de ese nombre que
por respeto a sí mismas tratan bien a los animales.
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