lunes, 9 de diciembre de 2013

Doradas a surfcasting, un día excepcional


 
En una de las últimas entradas hice un pequeño inciso, de lo que me sucedió en una de las jornadas de pesca en busca de doradas, ahora ha llegado el momento de contarlo.
Era una tarde de domingo con una previsión de tiempo relativamente buena, estaba anunciada una entrada paulatina de levante, con posibilidad de que hubiese algo de lluvia.
Después de comer y de haber preparado todo el equipo, me dirigí a una de los pesqueros que mejores resultados me da. La playa estaba prácticamente vacía, había un par de pescadores a una centena de metros a cada lado de dónde yo tenía pensado colocarme y algún que otro paseante. El mar estaba en buenas condiciones, un oleaje suave con un ligero rizo ocasionado por el viento me transmitía muy buenas sensaciones.
El cebo elegido para esta jornada básicamente era el llubarré, llevaba también algo de lombriz catalana y de arenys, que le había sobrado a mi padre de un concurso. No llevar cebo duro como la tita de palangre, podía haberme supuesto un problema si la morralla hubiese hecho acto de presencia, pero esta vez no hizo falta.
Un buen rato antes de que se hiciese de noche, las cañas ya estaban en acción de pesca, más o menos lanzadas todas a la misma distancia y con el mismo cebo. Al mismo tiempo que el sol empezaba a caer y el viento a arreciar, el puntero de la primera caña que había lanzado se destensaba, era la señal inequívoca de que algo había picado. Después de recuperar la tensión en la línea, los cabezazos que me llegaban a la Split Surf dejaban poco margen de error a que pez era el que venía del anzuelo. Tras un par de carreras a escasos 30 metros de la orilla y ya en el escalón, cobraba la primera dorada de la jornada, un ejemplar que rondaba el kilo y medio (como el resto de las que salieron esa noche).
Esta captura me daba la moral suficiente, para soportar lo que se me venía encima y nunca mejor dicho. El tiempo empezó a cambiar de manera radical, la teórica entrada suave de levante, se tornó en un precipitado aumento del viento y de las nubes de lluvia. En este impasse otra de las cañas volvía a delatar otra picada, sin prisa pero sin pausa, sacaba otra dorada del mismo calibre que la anterior.
 
La playa en cuestión, nos había jugado una mala pasada a Carmelo y a mí unos días antes. Cuando lleva días azotada por el oleaje, la posidonia que hay en las proximidades se desprende, lo que dificulta o imposibilita la pesca y ese día nos tocó recoger y cambiar de playa.

En la misma proporción que iba aumentando la inestabilidad meteorológica, la actividad de los peces también crecía. No podía dar crédito a lo que me estaba sucediendo, mientras trabajaba la tercera pieza otra de las cañas empezaba a perder la tensión en la línea. No es que viniesen las líneas cruzadas, es que posiblemente otra cabezona se había tragado mi engaño.
Dicho y hecho, después de sacar la tercera y volver a lanzar la caña, me dirigí a la caña que estaba picada para seguir con la racha. Los dos pescadores que había a mi lado, ya habían recogido ante el vendaval de viento y lluvia que se había formado. Uno de ellos antes de irse se acercó a verme y se quedó perplejo igual que yo, al ver las doradas que llevaba y las que estaban picando, ya que en el rato que estuvo allí saqué otras dos, también rondando los dos kilos.

No eran las nueve de la noche y llevaba ya seis doradas, de un tamaño más que razonable. Lo curioso del caso y que a posteriori valoré, es que no cogí ningún otro pescado que no fuese dorada, cuando el estado de la mar y lo agitado que estaba ya no tenía nada que ver, de cómo había empezado. La lluvia no me amilanó y seguí durante un rato más, en la siguiente hora cogí otras tres doradas, una de ellas llevó al extremo la línea que usaba (Tsunami Pro del 0.16) y arqueó la Shangrila Pro de manera escandalosa. El margen de reacción era nulo, porque mientras veía las sacudidas que pegaba, estaba peleando con otra cabezona.
Agotados los tres llubarrés que llevaba, estuve tentado de seguir pescando con la lombriz y el areny que aún me quedaban, pero con el extraordinario botín que ya había conseguido, decidí finalizar la jornada a una hora más que aceptable y “guardar” alguna para otro día. 

En los días posteriores parece que se esfumaron del lugar, porque el resultado de algunos compañeros fue muy poco alentador. Aunque Noviembre nos tenía guardada otra jornada de locura, esta vez en el paraíso lubinero por excelencia, el Delta del Ebro.
Sin duda a base de ir, finalmente aciertas y estás en el lugar adecuado, en el momento indicado, todo un tópico pero una situación muy real. La perseverancia ayuda a que se de esta circunstancia, pero lo que nunca nos pueda faltar es la ILUSIÓN.

martes, 3 de diciembre de 2013

Kalikunnan-Catálogo 2014

Cómo cada año Calicó S.A. presenta el nuevo catálogo con todas sus novedades. En él encontraremos la nueva línea de productos, de las marcas que distribuye: Kalikunnan, Mustad, Yo-Zuri, Penn, Tica, Renzo Valdieri, Led Lenser, Duel, Herculy, Shakespeare, Sunline entre otras.

Una larga lista de productos que en breve encontraremos en nuestras tiendas de pesca habituales.

Os dejo aquí el link para que le echéis un vistazo.

http://www.kalikunnan.com/1198/

KaliKunnan

martes, 19 de noviembre de 2013

Curricán costero, una alternativa otoñal

 

Ante todo puntualizar, que el resultado de esta jornada, es del todo inusual y con este pequeño apunte, paso a contaros lo que nos sucedió.
De buena mañana mi mujer y yo, decidimos salir con la barca a ver si haciendo algo de curricán, encontrábamos actividad en superficie. Desde nuestro puerto base nos dirigimos hacia el Norte, en dirección a Lloret y buscando un fondo de entorno a los 35/45 metros. Una zona en la que por estas fechas, los bonitos hacen acto de presencia y si das con ellos, te pueden dar una mañana de lo más entretenida.
Los señuelos que utilicé al inicio de la jornada, eran unas plumas de Yo-Zuri, en concreto las cabeza cristal en su tamaño más reducido. En una caña puse un montaje en “metralleta”, al final del cual iba una cucharilla para resaltar, las otras dos cañas con una única pluma en cada una de ellas.


Después de varias horas sin tener ningún tipo de ataque, ni ver actividad en superficie, al final de la playa de Lloret sobre una sonda de casi 20 metros, una de las cañas marcaba picada. La pelea fue corta, un par de carreras y embarcamos una pequeña melva, que se había tragado completamente la muestra, un par de fotos y la devolvimos otra vez a su medio natural.

En vistas de tan poco éxito y de que no parecía que los bonitos estuviesen activos, hicimos un cambio de rumbo radical y nos dirigimos a una zona más alejada de la costa y más cercana a nuestro puerto. Conforme íbamos acercándonos a otro hot spot, mi compañera que era quien gobernaba la barca en ese momento, me avisó de que había una pajarera a no mucha distancia. Dos embarcaciones estaban ya por la zona, por lo que con cuidado de no molestarnos, empezó la segunda parte de una jornada que se nos quedará grabada en el recuerdo.

Esta modalidad de pesca es muy divertida, como todas cuando hay actividad, pero no olvidemos que hasta encontrar un día así, hemos empleado muchas horas y hemos remojado muchos señuelos, sin que ni un solo pescado diese señales de vida.

Justo antes de llegar a dónde estaba una de las pajareras, la primera de las cañas se curvaba y el carrete empezaba a soltar hilo. Cambio de roles y mi mujer era quien trabajaba la captura, mientras yo dirigía la barca, otra de las cañas hacía lo mismo que la anterior, el frenesí se iniciaba.

Una tras otra las picadas se sucedían, melvas y pequeñas bacoretas eran los peces que depredaban, mientras que los peces pasto eran esta vez sardinitas. La diferencia entre pelear con una bacoreta y una melva es sustancial, como luchan las primeras. No obstante todos los miembros de esta familia con un cuerpo compacto e hidrodinámico, son verdaderos torpedos difíciles de dominar.

Paulatinamente y con cada pasada que íbamos haciendo las tres embarcaciones, las pajareras iban menguando y cada vez se dispersaban más, es lo que tiene este tipo de pesca cuando hay estas concentraciones de aves y de peces.

Para esta modalidad de pesca suelo utilizar dos tipos de cañas, las típicas de curricán algo más toscas y recias y unas cañas de spinning tropical que para mí son muy polivalentes. Hablo en concreto de las Tica Shore the Jig, que me permiten disfrutar aún más de la lucha con el pescado.

Con estas cañas uso unos carretes Tica en un tamaño 6000, cargados con un multifilamento al que en la parte final, añado unos 30 metros de fluorocarbono de un grosor del 0,45.

No desistiremos de buscar a los bonitos, aunque por estas fechas se muestra más propicia la pesca de otras especies.

Captura y suelta

domingo, 10 de noviembre de 2013

Doradas, comienza la actividad...


 
En las últimas semanas de octubre y en el recién iniciado noviembre, hemos podido constatar que la actividad doradera, se ha multiplicado exponencialmente.
Las próximas entradas intentaré ir desgranando, los excelentes resultados que hemos ido cosechando en esta nueva estación, que podría marcar el final de una época pobre en capturas.
En una de nuestras playas talismán se dio el pistoletazo de salida, al reencuentro con nuestras amigas de la frente dorada. Acompañado de mi mujer, decidimos salir una tranquila tarde antes del cambio horario. Para no perder las buenas costumbres, nos presentamos en la playa con un buen surtido de llobarreros y alguna tita de palangre. Este excelente cebo, se lleva el primer puesto con bastante holgura, en el casillero de capturas. No pondré en duda las preferencias de cada uno de nosotros, los hay fieles a la tita de palangre, cebo que tampoco debe faltar cuando buscamos ejemplares de cierto tamaño o cuando la morralla está muy activa.

El atardecer no nos deparó ninguna sorpresa, los cebos salían prácticamente intactos. Así que en cuanto se hizo de noche y como ellas no querían comer, era nuestro momento para hincar el diente. Nada más empezar con ello (la Ley de Murphy muchas veces se acaba cumpliendo), la línea de una de las Split Surf empezaba a perder la tensión y el puntero se ponía recto. Era la señal inequívoca, de que algún pescado se había interesado por el llubarré, dónde había escondido un anzuelo Chinu de Mustad del nº2.

 
Nada más coger la caña y dar unas vueltas al carrete, los primeros cabezazos no dejaban margen a la duda, era más que probable que se tratase de una dorada. Llegaba el momento de cederle la caña a mi mujer para que disfrutase de la pelea. Con mucho mimo fue trabajando la captura hasta ponerla en seco, una buena dorada de ración, que fue la captura más significativa de la noche. Las mabras (herreras) hicieron su entrada y la labor de continuar tentando a las doradas, se desvanecía con el paso del tiempo.
Así que con este “botín” dimos por concluida la jornada, confiando en cómo en días posteriores acabó sucediendo, las doradas estuviesen más activas, pero esto lo dejo para una próxima entrada. 

jueves, 24 de octubre de 2013

Port de la Selva, una jornada de rockfishing


 
Durante las pasadas vacaciones, pudimos disfrutar de una jornada a rockfishing, en una de las zonas más privilegiadas del litoral catalán, la Costa Brava norte.
Aprovechando unos días de descanso en Cadaqués y ante la cercanía de un buen lugar de pesca como es la población del Port de la Selva, decidimos aventurarnos a ver que nos depararía una jornada matutina, en busca de cualquier especie que se cruzase en nuestro camino.
 

Después de unas cuantas paradas, decidimos el enclave dónde nos íbamos a pasar las próximas horas. Se trataba de un lugar accesible, cómodo y que siendo sincero, inicialmente no apostaba que nos diese el resultado que al final nos acabó dando, no por el tamaño de las capturas, pero si por el rato tan divertido y la espectacularidad de alguna de las picadas.
El recuerdo de esta zona en la que ya había estado pescando anteriormente, era que sus afiladas piedras, tanto en el interior del mar como en tierra, hacían que la merma de material fuese considerable, sin perder de vista también que un traspié te podría ocasionar un serio disgusto.
Por lo tanto opté por arriesgar con dos de las cañas, así que mis dos Marsico iban a trabajar una zona rocosa con algunos claros cercanos, con un aparejo de plomo corrido, al que iría unido un anzuelo chinu de Mustad del número 4 con un buen americano.

 
La otra caña que decidí montar fue una telescópica de 4.5 metros, concretamente  una antigua Adriática de la marca Renzo Valdieri, con la que en mí época de rockfisher había disfrutado de lo lindo, viendo como se arqueaba cuando un buen tordo, buscaba su agujero o el algar cercano, la historia se volvía a repetir pero los protagonistas iban a ser otros…

Con esta última caña busqué una zona limpia, exactamente la entrada a una pequeña playa en la que a escasa distancia, había alguna que otra piedra. El montaje fue muy parecido al que había utilizado con las otras dos cañas, plomo corrido de menor tamaño debido a la acción más contenida de la telescópica y una cameta de casi dos metros, esta vez utilicé para el empatillado fluorocarbono del 0.25mm al que uniría un anzuelo Sode a Mustad (H.D. Carbon Fune de Duel), por tratarse de pesca diurna y en zona de arena.

Un fondo rocoso lleno de vida
 
No transcurrió mucho rato cuando la Adriática delataba la primera picada, un ligero y continuo tintineo del puntero, al que siguió una buena carga, me hicieron tomar la caña y trabajar la primera pieza. Se trataba de un bonito sargo, que no dejó pasar la ocasión de llevarse un buen almuerzo. Volví a lanzar aproximadamente en la misma zona, mientras en las cañas que tenía más a la izquierda y pescando en fondo más rocoso, la actividad era prácticamente nula, salvo alguna picada de raspallones o vidriadas, la misma caña volvía a tener algo al otro lado de la línea. Esta vez la picada fue violenta y la caña se empezó a arquear rápidamente, al ser un caña blanda el efecto era espectacular. Un pagel había sucumbido al engaño, no sería el último, ya que las siguientes capturas fueron de la misma especie y en la misma caña. Es alucinante como pelean estos animales y no me deja de sorprender, que no siendo la mejor época del año para ir en su busca, aparezcan de manera tan precoz y con relativa abundancia.

Insisto en que no hubiese apostado nada, por ese minúsculo y cerrado lugar de la playa, en el que creía que no pasaría ni un pescado, pero cuando se pesca hay que probarlo todo…



 

domingo, 6 de octubre de 2013

Madrugada de doradas


 
Durante las últimas semanas he estado algo desconectado del blog, no por ello he dejado de ir de pesca.
Hace unas semanas me llevé un alegrón de los grandes, porque el resultado de la noche fue mucho más fructífero de lo que me esperaba.
Dudaba a que playa ir ya que la previsión del tiempo no era la mejor, empezaba a entrar Levante y con él las nubes y un cambio sustancial del estado de la mar, por lo que las algas también podían aparecer en escena.
Mi idea era bajar a la playa al filo de la medianoche, una hora intempestiva que me permitiría aguantar hasta el amanecer y ver si las doradas, en la salida del sol estaban activas.

Antes de ir al pesquero decidí darme una vuelta por la playa, en este caso el lugar elegido era La Pineda, por lo que al tenerlo a escasa distancia de casa me fui a ver en qué condiciones estaba el mar y si la playa estaba muy concurrida. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al llegar vi que había un concurso y que la única zona de playa que quedaba más o menos libre era la central, personalmente la que menos me gusta. Pregunté a unos conocidos que tal iba el concurso y me comentaron que al otro lado de la playa, esa misma tarde habían tocado buenos ejemplares de dorada, lo que me confirmaba que mi elección podría ser acertada.
Pasada la medianoche llegaba a la playa y tal y como ya había pensado antes, me fui directo al centro de la misma, dónde prácticamente no había nadie a mi alrededor. El incipiente oleaje de Levante me transmitía buenas vibraciones, pero como ya sabemos a veces sólo se queda en esto, porque los peces a lo mejor no están muy receptivos o porque no acertamos con la distancia a la que comen.
Monté en los carretes bobinas cargadas con Tsunami Pro en un grosor del 0,16 y los anzuelos del número 2 del modelo Chinu de Mustad. Para su empatillado usé hilo Amnesia del 3.6, dado que es sumamente dúctil y que en condiciones de oleaje nos brinda unas prestaciones excepcionales.
Después de tres horas sin actividad y en la que los cebos salían casi intactos, la primera caña delataba picada. Con la línea totalmente destensada estaba claro que algo había pasado por allí, al dar  más de una veintena de vueltas de manivela y no recuperar la tensión, cada vez tenía más claro que las anjovas (tallahams) habían hecho su primera pasada y el primer corte de línea era una realidad. En la siguiente hora y media tuve dos picadas más de este tipo, por lo que la apatía empezaba a hacer acto de presencia y la moral cada vez estaba más minada. Los cebos que llevaba esa noche eran llubarré y tita de palangre, como el primero siempre ha dado muy buenos resultados, era con el que mayoritariamente cebaba las cametas. En un lance un poco “a la aventura”, detrás de uno de los bancales que marcaba el oleaje sobre los 110 metros, tuve una impresionante picada que hizo que el carrete empezase a soltar hilo, mientras con cara de asombro esperaba a poder sacar la caña de la pica. Tras unos minutos de tira y afloja y a escasos 40 metros de la orilla, dónde apenas había treinta centímetros de agua, vi la cola de una preciosa dorada que metía el morro contra el fondo tratándose de liberar, cosa que no consiguió.

Me sorprendió un poco la cercanía a la que había tocado este ejemplar, lo que me hizo corregir los siguientes lances. Posteriormente otra picada destensaba el puntero de mi Split Surf de Kali Kunnan. En los primeros instantes pude volver a comprobar,  que se trataba de otra dorada que resultó ser muy parecida en cuanto a tamaño, de la que hacía poco más de tres cuartos de hora que había cogido.

 
Un acusado parón me hizo plantearme el recoger mi equipo e irme, pero pronto iba a amanecer  y no podía perderme tan mágico momento, aunque no me diese más pescado, a fin de cuentas ya estaba más que satisfecho con las dos piezas que llevaba. Con oscuridad total y sin todavía ver despuntar el sol, otra picada me puso en jaque, esta vez se trataba de una dorada kilera que acabó de redondear tan larga noche.

La llegada del amanecer no me ofreció ninguna sorpresa, salvo la aparición de los primeros paseantes y bañistas que me hicieron dar la jornada por concluida, con un muy buen sabor de boca.

 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Rockfishing, "para muestra un botón..."

 

Con esta entrada hago un viaje a un pasado no muy lejano, en el que por diferentes motivos, la técnica de pesca que más practicaba era el rockfishing y que en algunas ocasiones, nos brindaba capturas excepcionales.
Recuerdo con especial ilusión, aquellas jornadas de pesca matinales en los espectaculares acantilados de la Costa Brava, en lugares como Begur, Tamarit, S’Agaró, Lloret de Mar etc. 
Unas jornadas que intentábamos planificar al milímetro y en las que procurábamos, que no quedase ningún cabo sin atar.
 
Un buen pescador y conocedor de toda esta zona, me dijo un día que para frecuentar estos pesqueros tenía que haber nieve en las montañas,  algo que con el paso del tiempo y después de muchas excursiones acabamos por entender. A su manera lo que me quería decir, es que debíamos ir en los meses más fríos.
El lugar ya lo he mencionado en otras entradas, se trata de un pesquero ubicado en Begur, una atalaya en toda regla, dónde se realiza un rockfishing extremo. Un lugar al que es mejor acudir acompañado y dónde cualquier error se podría pagar muy caro. Fotografiar aquí una pieza de buen porte,  requiere del uso de los mejores materiales, además de que para ello la Diosa fortuna, también tiene que estar de nuestra parte.
No se a vosotros, pero a mi a veces en esto de la pesca me pueden más las ganas que el sentido común, así que un día en que la méteo iba a ser la perfecta, decidí irme yo solito a este alejado pesquero.
Llegué en uno de los momentos clave, con el tiempo suficiente para tener las cañas preparadas un rato antes de que el sol empezase a despuntar.
Los equipos que habitualmente utilizaba en estas jornadas eran, mis inseparables cañas Marsico (Renzo Valdieri) de 4 metros con los punteros duros, los carretes Scepter (Tica) cargados con un monofilamento del 28, con un puente del 0.40 para que soportase el lance.
El montaje era de plomo corrido al final del cual, iba un anzuelo Mustad del nº2 del modelo Chinu, empatillado con un fluorocarbono del 0.30 ya que la pesca iba a discurrir en horario diurno.
El cebo que nunca podía faltar era el cangrejo ermitaño, lo complementaba también con algún que otro anélido, como podías ser la rosca (gusana de veta),  americano y en alguna ocasión llubarré.

Con las cañas en acción de pesca ahora sólo hacía falta esperar, que alguna de las muchas especies querenciosas de esta zona, quisiesen darse un buen desayuno. En este lugar, antaño solían capturar dentones (no excepcionalmente), buenas doradas, cabrachos, pargos y un gran número de otras peces, que no alcanzan tamaños tan grandes, como pueden ser sargos, tordos, vidriadas, etc.

 
Ahora resulta complicado hacerse con alguno de estos ejemplares, es más que evidente que su población ha menguado por diferentes motivos, pero como siempre digo hay que seguir intentándolo, porque la ilusión es lo último que podemos perder…

Los pequeños lábridos y serránidos siempre estaban presentes, por lo que había que revisar cada cierto tiempo los cebos. Mientras recogía una de las cañas, aprecié como el puntero de la de al lado se empezaba a curvar lentamente. Decidí coger la caña y bajar a una pequeña repisa para salvar las rocas que había a ras de agua, craso error, ya que de aquí no me podría mover sin tener que dejar la caña. El pescado cabeceaba y me daba tirones, pero no tenía ni idea de que peleaba al otro lado de la línea. Por su altura el lugar te permite una visión excepcional, de por dónde te viene el pescado y que puede ser, en este caso sólo podía ver una silueta oscura, que hasta que no salió del agua no supe lo que era. Se trataba de un buen cabracho que se había tragado un suculento cangrejo ermitaño, mientras lo observaba desde arriba, me vino a la cabeza que desde dónde me había colocado no podría cogerlo con la mano y el hecho de ser un pez con espinas venenosas, no me permitía darle el trato que hubiese sido con otra especie.
 
La botella era de 1,5 L.

 
Con paciencia lo fui subiendo y cuando lo tuve delante, pude ver que llevaba bien alojado el anzuelo, lo que me dio la garantía de lanzarlo a la repisa, desde dónde debería haber estado.

Sin duda fue la captura del día, que no la única, ya que los pageles, tordos y algún que otro pargo se presentaron a su cita. Es el ejemplar más grande de esta especie que he capturado y aunque las fotos (me vais a perdonar), no sean de muy buena calidad, como dice el dicho “para muestra un botón…”