Pues si, así es como me sentía el otro día de vuelta a casa. Una jornada de pesca en el Delta, que de entrada no se presentaba nada fácil como a continuación os contaré. Después de una planificación concienzuda y de mirar y remirar el parte meteorológico, para allí que nos fuimos Carmelo y yo. Una vez en el lugar de pesca, mi primera opinión fué que las condiciones del mar para buscar lubinas eran buenas o muy buenas, mi compañero algo más acostumbrado en pescar en esta zona, me decía que él la veía bastante fuerte y que ya veríamos si podríamos pescar.
Montamos una caña para probar en el primer pesquero y efectivamente, ni los plomos de bola de 175 grs aguantaban, siempre nos quedaba pescar con grapa, pero esta opción la queríamos dejar como último recurso, cosa que al final acabó sucediendo. Decidimos buscar otra zona de la playa, en la que la corriente y el oleaje nos entrasen más de cara y plantearnos la posibilidad de pescar aquí. Pero una vez en el segundo pesquero, aquello aún pintaba peor, olas que rompían a más de 120 mts con una muy buena espuma, con una corriente que nos hacía desistir por segunda vez. Al final en un acto de cabezonería por mi parte, medio convencí a mi compañero para ir a ver otra playa, quizá algo más honda y en la que con un poco de suerte podríamos pescar. Repetimos el ritual de hacer un par de lances y viendo, que entre la primera rompiente y la segunda había bastante distancia, nos decidimos en pescar, con plomos de grapa.
La carga que aguantan lineas y equipos con estas condiciones son extremas, pero a veces vale la pena llegar a este punto y más viendo que el mar estaba para las lubinas.
En prácticamente el primer lance ya hubo una picada, pero con la entrada de algas la cosa aún se ponía más peliaguda. Mientras nos "peleábamos" con todo una de mís cañas perdía totalmente la tensión, con lo que el plomo de grapa de 150grs con el que pescaba, estaba claro que se había levantado. Después de recorrer 50 mts a la derecha y de haber recogido unas decenas de metros, noté unos cabezazos que delataban que además de un buen montón de algas, venía también pescado. Pasados los momentos críticos, pusimos en seco una bonita lubina de cerca de 3kg, que se había tragado un buen gusano de tubo.
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En los momentos posteriores se disparó la adrenalina, pero mientras estaba cebando una de las cañas, me giré para vigilar la otra y no divisé el reflectante de la puntera, que estaba a unos 30 mts de dónde me encontraba. Enfoqué al suelo con el frontal y no había ni rastro, así que de una carrera me acerqué y ví la piqueta tirada en el suelo y la señal de que la caña se había ido al agua. Aquí se acabó la jornada, una jornada que de no haber sido por las algas, sin duda hubiese continuado.
Fué mala suerte, pero como dicen los taurinos, para cuajar una buena corrida hay que arrimarse al toro, aunque esta vez el toro me dió un buen revolcón.