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jueves, 21 de enero de 2021

“El Instituto”, una novela de Stephen King

 

En la más siniestra de las instituciones, una directora y su personal se dedican implacablemente a extraer de niños secuestrados la fuerza de sus dones paranormales. Nunca nadie ha logrado escapar, pero el joven Luke Ellis lo va a intentar de todas formas. Reseña de El Instituto, novela de 2019 de Stephen King.

lunes, 6 de febrero de 2017

¿Existe el significado profundo de las cosas?


Tengo buenos recuerdos de mis profesoras de Literatura de la secundaria. Nos hicieron leer novelas jugadas además de las clásicas del currículo. Me acuerdo (y con gusto) de pasar tardes enteras analizando el simbolismo y el subtexto de La Mano Izquierda de la Oscuridad (Ursula Le Guin) o de La borra del café (Mario Benedetti).

En esos y en otros casos, existía siempre un entrecruzamiento entre lo que el autor quiso decir y lo que la profesora pensaba que el autor realmente quiso decir. 

Si, por ejemplo, el libro colocaba: “las cortinas eran azules”, la profe exponía algo del estilo: “Las cortinas representan la oceánica depresión y la falta de voluntad que el protagonista tiene para continuar su existencia. El azul es un tono triste e, incluso, en la traducción al inglés “blue” es también una forma de indicar tristeza, desasosiego, melancolía”.

A lo mejor, el autor simplemente quiso indicar que las cortinas eran azules. Y punto.

Este post viene a funcionar como la segunda parte de uno donde hablé sobre la muerte del autor según Roland Barthes. Es un concepto que insiste en afirmar que las teorías e interpretaciones de cualquier fan sobre una obra en particular son tan válidas como lo que el mismo autor inicialmente pensó de su propia obra al concebirla.

Pero si nuestras profesoras (y prácticamente toda la Internet) nos fuerzan a aceptar que todo personaje, toda escena y toda acción tienen un significado profundo, al experimentar una obra de ficción nos queda el miedo de pensar que, quizás, toda historia contiene otra historia secreta, oculta, que se cuenta a través del subtexto.

¿Y es siempre así? ¿Existe un significado profundo, en todas las cosas? Por ejemplo:
"Las aventuras del Coyote y el Correcaminos pueden verse como una representación del hombre (el Coyote) continuamente persiguiendo lo divino (el Correcaminos), aunque nunca llega a atraparlo."


En Death Note, el detective “L” se muestra como una especie de salvador, de Jesús (especialmente en la escena en la que le lava los pies a Light, su Judas… aunque hay muchas más).

Siguiendo con el animé, Neon Genesis Evangelion es la historia de unos bichos extraterrestres (“Ángeles”) atacando a los humanos y creando explosiones con forma de cruz. Se habla de los Manuscritos del Mar Muerto y las alusiones a todo tipo de religiones (no sólo a la católica) están a flor de piel. (Ya hablé un poquito sobre Evangelion en esta nota).

¿Qué quiso decir el creador de Evangelion (Hideaki Anno) con su historia? Quién sabe, probablemente nada. Pero él no es el único fascinado con colocar alusiones y referencias al cristianismo en la ficción. El paralelismo entre Superman y Jesús es algo que se explotó muchísimo en prácticamente todas sus versiones de cine. En Man of Steel hasta Clark Kent revela tener 33 años.

Los relatos de superhéroes pueden todos investigarse desde muchos aspectos, buscando siempre cuestiones profundas que se relacionan íntimamente con lo humano. Por ejemplo, a alguien se le ocurrió la idea de que los Cuatro Fantásticos representan a los cuatro elementos de la naturaleza (la Mujer Invisible es el aire, la Antorcha Humana es fuego, Mr. Fantástico es agua y La Cosa es la tierra). A Stan Lee esta interpretación le pareció una genialidad, a tal punto que no la descartó.

Pasemos al cine y la televisión. Películas como El resplandor (de Stanley Kubrick) son tan abiertas a interpretaciones que hasta salieron textos y documentales analizando las teorías más locas que presenta la historia (acá hablé de uno de ellos, Room 237).

Hay alegorías religiosas, o podría ser que se hable de la Guerra Fría, del Holocausto o del genocidio de los nativos americanos. El resplandor perfectamente funciona también como una metáfora sobre la crisis de la masculinidad, el estado moderno de América, el racismo, la predilección del hombre por la violencia o la dominación del sexismo en los grandes negocios.

Pulp Fiction es otra hermosa película con varios puntos argumentales libres a interpretaciones. Desde el misterioso maletín resplandeciente de Marcellus Wallace hasta la posibilidad de un universo compartido de Tarantino, pasando por la teoría de que toda la historia es una alegoría del mito arturiano u otras ideas místicas que escuché a lo largo del tiempo.


Lost, por su parte, hizo del simbolismo y la búsqueda de significados profundos un culto, aunque los fans lo llevaron todo demasiado lejos.

Ni hablar de historias tan emblemáticas como Alicia en el País de la Maravillas o El Mago de Oz. Esta última sirve perfectamente como una metáfora sobre la Búsqueda de la Iluminación. 

Una heroína quiere llegar a casa (regresar a su inocente pasado). Sus compañeros buscan valores fundamentales: Sabiduría, Amor, Poder. El maestro (Oz) termina siendo un fraude, y la moral de la historia es: siempre tuviste todo adentro tuyo para cumplir tus deseos.


► Creer que existe un significado profundo en todo genera un estado de constante paranoia: se hace imposible ver algo sin sospechar que hay, por detrás, algún tipo de alegoría lavándote el cerebro. ¿Esa escena en la que el protagonista está comiendo cereales por la mañana.. es una mera transición hacia el conflicto argumental o una bendición de mana enviado por un misericordioso Dios? No hay forma de saberlo.

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lunes, 27 de enero de 2014

Espacios en blanco: “Room 237”, un documental sobre “El Resplandor”


Esto fue lo que pasó. Me disponía a hacer algo productivo en una mañana de domingo cuando me dije: “vamos a ver un ratito de Room 237, a ver qué tal está”. 15 minutos después seguía hipnotizado por el delirio de un documental que alterna entre el suspenso, lo esotérico, la filosofía y las teorías conspirativas. 45 minutos más tarde decidí rendirme y puse la pava al fuego, dispuesto a acompañar el documental con unos buenos mates. Aquella visión tan excéntrica de la obra maestra de Stanley Kubrick (“El Resplandor”, 1980) me había hechizado por completo.

Umberto Eco hablaba de que un texto está plagado de espacios en blanco, de intersticios que hay que rellenar. Lo mismo podría aplicarse al cine: una película se emite siempre para que alguien la actualice, la complete. Lo que el director pretende no siempre es lo que el espectador concibe. 

Toda película quiere dejar al espectador la iniciativa interpretativa. Nuestro bagaje cultural individual y las experiencias vividas definen una forma muy particular de entender el séptimo arte.


En “Room 237”, la genial labor del director fue ilustrar las interpretaciones directamente como montajes, con las secuencias en que se basan. Ese hecho –sumado al gran acierto de no mostrar nunca las caras de los autores– cautiva y maravilla. Hay muchas ideas interesantes como la presencia del número 42 (relacionado con la kabbalah), la ventana imposible, la relación con los laberintos y el minotauro o las interpretaciones sobre Danny a lo largo de la historia. Claro… ¡hay también otras teorías que están completamente tomadas de los pelos!


Son muchas las películas que miro para luego preguntarme: ¿qué me quiso decir? No me refiero a los mensajes ocultos de los Illuminati o las supuestas referencias al 9/11. Hablo de un nivel más conceptual. La Idea detrás de la Idea. El Cine detrás del Cine.  “Sexto Sentido” es un gran ejemplo. Cada vez que la veo encuentro nuevos significados. Shyamalan, sin entrar en detalles de su curiosa y trágica historia como cineasta, presenta una historia que es mucho más que un “thriller de fantasmas”. 


Es sobre comunicar los miedos, sobre las consecuencias de tener adultos que “no escuchan”. Nos enseña que los niños tienen MUCHO para decir y reflexiona sobre el horror de no poder ayudar a un hijo a superar sus temores.

Aunque no lo crean, “Sexto Sentido” tiene más tela para cortar que Matrix y Evangelion combinabas. Una escena que me encanta es cuando Haley Joel sube las escaleras para buscar el globo rojo.  Esa escalera representa una ascensión a otra realidad también. A partir de esa anagnórisis, Haley Joel reconoce qué es lo que le piden los fantasmas, comienza a “abrazar su destino”, de alguna forma. ¿Notaron, por ejemplo, que la historia tiene lugar en Halloween? Shyamalan le da una importancia a todo: las sombras como conexión con los muertos, los espejos y vidrios (Bruce Willis ve muchas cosas “a través” de un vidrio). Si vuelven a verla, presten atención a las puertas y ventanas, como funcionan como entradas simbólicas a otras dimensiones. El significado de una puerta cerrada es clave durante toda la historia.

Shyamalan prestaba atención a los detalles, en la época en la que sabía hacer una película. Tomemos los colores. En “El Protegido” es el violeta de Samuel Jackson, en “La Aldea” el amarillo. En “Sexto sentidoel rojo tiene un simbolismo clave. Una segunda mirada nos permite darnos cuenta del rol que juega en la trama. La carpa que se había armado Haley Joel era roja, también las puertas de la iglesia, velas, el sweater de la madre de Haley Joel al final de la película. El color rojo representa la conexión con ese mundo de los muertos… recuerdo también que la esposa de Bruce Willis usaba mucha ropa roja.


Este tipo de películas que generan delirios y debates son interesantes porque podemos encontrar un nuevo sentido con cada mirada. Cada nuevo espectador llena los espacios dejados en blanco por el creador.

En Donnie Darko se afirma que el mundo va a terminar en 28 días, 6 horas, 42 minutos y 12 segundos. Sumando todos los dígitos encontramos el número 88. La película sucede en 1988 y hay muchas menciones a ese número. Recordemos que 88 mph era la velocidad que necesitaba el DeLorean para viajar en el tiempo. ¡Y ni hablar de las alegorías con Dios y el cristianismo!

Cada vez que releo “Casa tomada”, un cuento que Cortázar soñó, me doy cuenta de la gran capacidad del hombre para crear historias conceptuales, universales, existenciales con la que cualquier ser humano logra identificarse. 

¿...Qué tan profundo llega el agujero de conejo

Disney también tiene la culpa de que siempre vuelva a ver sus películas con otro tono, analizando la Idea detrás de la Idea. “La Bella y la Bestia” es una de las películas más simbólicas que alguna vez produjo. Llena de colores y accesorios que representan siempre algo más grande. La historia de “La Sirenita” podría ser una poderosa metáfora para la “sagrada femineidad”. 


¿Y qué me dicen sobre ”El Rey León”? ¿Es una metáfora universal de la lucha entre el bien y el mal, una alegoría del régimen nazi, una parábola endulzada con fines didácticos?

Me pregunto si será posible tragarse la pastilla roja para ver “la Verdad” detrás de cada cinta, de cada libro, de cada historia. Me gusta acercarme a la realidad con un signo de pregunta. 

Me gusta pensar que con cada pequeña cosa que vemos a través de una pantalla, aprendemos, evolucionamos, reflexionamos y nos replanteamos nuestra propia forma de percibir el mundo.

Así, ver cine es siempre mucho más placentero.

LA PROPUESTA: ¿Qué películas los dejaron pensando en sus interpretaciones y significados? ¿Cuál vuelven siempre a ver y le encuentran otra forma de entenderla? ¡Dejen sus comentarios!



miércoles, 23 de octubre de 2013

Un análisis minucioso del libro de Jack Torrance (“El resplandor”, 1980)


El Resplandor”, esa magnum opus de Stanley Kubrick, es una de mis películas preferidas. En 1980, revolucionó completamente el género del terror psicológico.  Su geometría completamente alienígena (la distribución no tiene ningún tipo de sentido), las extrañas situaciones que se generan sin explicación dentro del hotel y la ambientación íntegramente perturbadora, con aspectos sobrenaturales, desconcertaron a toda una generación. El público esperaba una sencilla adaptación de la novela de Stephen King y terminó encontrando una compleja cinta de difícil interpretación, con varias capas, metáforas y alusiones de distinta índole. El maravilloso documental “Room 237” analiza, por ejemplo, la fascinación que generó la cinta a través de una serie de teorías casi surrealistas.

Pero la intención es hablar de aquella producción literaria que tanto lo tuvo ocupado al novelista norteamericano Jack Torrance (Jack Nicholson en “El Resplandor”), titulada All Work And No Play Makes Jack A Dull Boy (algo así como “Mucho trabajo y nada de juego hacen de Jack un chico aburrido”).

El clásico proverbio inglés significa que, sin tiempo de ocio, una persona se vuelve aburrida y agobiada. En la cultura popular hay varios usos de la frase (¡gracias Wiki!), desde la corta historia de James Joyce "Araby", hasta “Big Sur” de Jack Kerouac o la película de 1957 “El puente sobre el río Kwai”. 

==> La utilización psicótica del proverbio en The Shining tuvo un fuerte efecto en el imaginario popular. Homero escribe “Sin TV y sin cerveza, Homero pierde la cabeza”, por mencionar el caso más emblemático (capítulo de 1994 de Los Simpson, "Treehouse of Horror V").

Quienes hayan visto la película sabrán que el libro está compuesto por esta frase repitiéndose una y otra vez durante toda la obra. Ciertamente, la novela –¿podemos afirmar que forma parte de ese género?– apuesta por el arte minimalista y conciso.

 En este link puedan chequear las primeras 15 páginas del libro, editado por el artista neoyorquino Phil Buehler (gran fan de Stephen King y de Stanley Kubrick).

Analicemos un poco la obra. ¿Qué tan metatextual es el hecho de que la frase sobre un “chico aburrido” se repita de forma innumerable convirtiendo al texto entero en algo “aburrido? ¡Arte, señores! ¡Arte! 

... Y no empecemos a hablar de la tipografía… ¿Esas letras azarosas que faltan, son errores o forman parte de algo mayor, de un código quizás? ¿O representan, últimamente, las indistinguibles diferencias que caracterizan al hombre moderno? ¿Es, quizás, un artilugio kafkiano para criticar el tonto y absurdo mundo contemporáneo?


El segundo capítulo presenta el primer gran giro argumental: nada cambia, absolutamente nada. El status quo se mantiene. ¿Quién habría esperado aquello? Así, se vuelve aún más aburrido y absurdo… un perfecto ejemplo del contenido integrándose a la forma.

La primera lectora del texto, Wendy Torrance, (Shelley Duvall) reacciona del mismo modo que cualquiera de nosotros lo haríamos: aterrada, enloquecida. La dantesca sucesión de páginas repetidas y apiladas la toma por sorpresa. “Mucho trabajo y nada de juego hacen de Jack un chico aburrido se propaga por el ambiente tan rápido como una enfermedad incurable sobre el marco de la ficción. El libro es la causa y, al mismo tiempo, el contenido que desborda en locura y profetiza un trágico desenlace. 

La calidad literaria de la novela Jack Torrance, ese libro imposible de concebir, nos mantiene pegados al asiento, expectantes a lo que está por venir. “Únicamente un demente podría dedicarse a crear, metódicamente, esta obra inútil”, piensa Wendy. Lo que ignora, desgraciadamente, es que esa mirada inquisitiva, curiosa, sobre un texto en apariencia cerrado posee la capacidad de convertir la espeluznante ficción literaria en realidad.

Sobre el final, tanto Wendy como nosotros estamos tan frustrados, horrorizados y desconcertados como el mismo autor, convirtiéndonos en parte del misma climax de la obra. Participamos de la historia como un público activo.  Por otro lado, debo admitirlo, encontré el desenlace, esa última frase conclusiva, bastante predecible.

POSDATA: de más está decir que el post es una parodia, una broma, y no debe ser tomado como un análisis literario estrictamente serio (como sucedió con este post).

OFF-TOPIC: ¡este representa mi post número 99! Este blog ha crecido muchísimo y me ha traído mucha felicidad, motivo por el cual estoy preparando un post especial para consagrarse como el #100. 

¡Ampliaremos! 

==> Gracias a todos los que me siguen, los que comentan, los que comparten. Un blog se arma con esos dos componentes: pasión por parte del autor, e interés por parte de sus lectores.

¡Si el post te gustó, coméntalo, compartilo, difundilo! COMING-UP: el misterioso post número 100.

martes, 15 de enero de 2013

“Esas cosas no existen” (cuento)

Versión narrada en este link.

“Esas cosas no existen”

Por
Luciano Sívori


Una vez – invención de mi memoria, sueño, no estoy seguro – Mamá me dio las llaves de la habitación 226. “Necesito que te fijes si tiene una cama matrimonial doble o dos camas simples”, me ordenó. Era una tarea sencilla como las que solía cumplir de ayudante, forzosamente, ad-honorem de mi familia.

Mamá y Papá habían comprado el hotel y lo habían remodelado a su gusto. La primera vez que lo vieron percibieron la absoluta tranquilidad del lugar, los grandes espacios y largos pasillos silenciosos. Era el lugar perfecto para pasar inadvertido. Ellos venían escapándose de algo, soy chiquito pero entiendo dos o tres cosas. A fin de cuentas, ya tengo 13 años.

El hotel era el lugar perfecto para retraerse del mundo y meditar en soledad. ¡Dios sabe cuántos libros habré leídos sentado en los pasillos o tirado sobre los sillones! Ese hotel era un lugar de encanto diurno para mí, pero también generaba terrores nocturnos. Mamá siempre me enviaba a revisar cosas en los corredores y cuartos, y usualmente no era un problema. 

Mis temores se acrecentaban considerablemente por la noche, cuando mi mente daba alas libres a la imaginación. Esas noches, una carrera desesperada me forzaba a ir prendiendo luces a través de los pasillos. Caminaba en zigzag, con una respiración profunda, y sospechando que en cada rincón oscuro acechaba un monstruo abominable. Volvía a respirar con tranquilidad solo cuando alcanzaba la recepción y Mamá me veía con esa sonrisa encantadora. “¿Ya está?”, me preguntaba. Y yo movía la cabeza.

En fin, les contaba de la vez que Mamá me dio las llaves de la habitación 226. Ese día, la idea de volver a internarme en los silenciosos pasillos de mi adorado hotel me agradaba aún menos de lo normal. Comencé a subir la escalera con cautela y advertí mi miedo de siempre, pero había algo distinto. Era una idea absurda: esas cosas no existen. Ya soy grande, no tengo porque temer a absurdas historias de niños. Y sin embargo el temor estaba allí, latente. Por más que fuera prendiendo luces en el camino, estaba convencido de que en cualquier momento un monstruo saltaría con sus manos a capturarme. El miedo a que hubiera algo allí en la oscuridad, agazapado al acecho y listo para salir, era más fuerte.

Llegué a la puerta de la 226 con mi corazón latiendo a mil por hora. Cada puerta tiene un sinfín de anécdotas detrás: parejas que han hecho el amor; familias que quizás han pasado una noche fuera de sus casas, en busca de la aventura; niños que han saltado sobre las camas, pretendiendo que el piso arde fuerte como la lava montañosa. ¿Qué habría sucedido más allá del umbral frente a mí? Me quedé unos segundos congelado, pensando en las mil posibilidades, en lugar de simplemente entrar. 

Una demora innecesaria: ya tenía 13 años, era un chico grande. Tomé coraje y giré la llave.

Ni bien se abrió la puerta brotó de adentro un delicioso olor a rosas, una esencia compacta que se había concentrado y ahora se expandía hacia el pasillo. No esperaba que fuera de otra manera: Mamá se encargaba de arreglar cada uno de los cuartos personalmente. La habitación estaba en penumbras. Unas ligeras cortinas de color damasco ocultaban las ventanas, y unos pequeños paneles en el cielo raso dejaban entrar una suave luz difusa. La habitación era enorme y estaba únicamente decorada con algunos objetos prácticos como un pequeño ropero y una mesita de luz. En el centro se ubicaba la cama matrimonial, cuya cabecera se apoyaba contra la pared más alejada de la puerta. Así que era una cama matrimonial, al fin.

Salí y cuando cerré la puerta un fresco escalofrío recorrió mi espalda. Mi corazón volvió a latir alocadamente. ¿Qué esperan? Soy solo un niño de 13 años, tengo derecho a tener un poquito de miedo. Caminé de forma apresurada sintiendo que algo (o alguien) me seguía los pasos muy de cerca. ¿Había algo dentro de esa habitación? ¿Era posible que hubiera sido liberado al girar la llave? He leído historias, relatos de terror. Un tío mío me contó que estaban velando a un amigo de un amigo cuando escucharon ruidos dentro del cajón. La abuela también me dijo que una vez, mientras dormía, abrió los ojos y se dio cuenta que estaba levitando. ¡Esas cosas pasan, esas cosas sí existen!

Bajé las escalaras de dos en dos y me apuré a la recepción. Allá estaba Mamá, sonriendo. “¿Ya está?”, me preguntó como siempre. “ – le dije – es una cama matrimonial. Pero creo que hay alguien allá. Sentí algo”.

Mamá me miró con ternura en sus ojos. Se acercó y tomó mis cachetes con sus manos. “Tranquilo, hijo. Ya te lo expliqué: los humanos no existen, son puros cuentos”. Respiré un poco más relajado, pero mi mirada quedó fija en un punto vago. Soy chiquito, pero me doy cuenta de cosas. Los humanos sí existen, pero no están acá. Mamá y Papá lo discuten cuando creen que estoy dormido, piensan que ya estamos a salvo. Yo, por mi lado, sigo espantado con la idea  de encontrarme cara a cara con uno de ellos, como sea que sean, en algunos de los desolados pasillos del hotel de mi familia.

FIN

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