
Tengo buenos recuerdos de mis profesoras de
Literatura de la secundaria. Nos hicieron leer novelas jugadas además de las
clásicas del currículo. Me acuerdo (y con gusto) de pasar tardes enteras analizando
el simbolismo y el subtexto de
La Mano
Izquierda de la Oscuridad (
Ursula Le Guin) o de
La borra del café (
Mario Benedetti).
En esos y en otros casos, existía siempre un
entrecruzamiento entre lo que el autor quiso decir y lo que la profesora
pensaba que el autor realmente quiso decir.
Si, por ejemplo, el libro colocaba:
“las cortinas eran azules”, la profe exponía algo del estilo: “Las cortinas
representan la oceánica depresión y la falta de voluntad que el protagonista
tiene para continuar su existencia. El azul es un tono triste e, incluso, en la
traducción al inglés “blue” es también una forma de indicar tristeza,
desasosiego, melancolía”.
A lo mejor, el autor simplemente quiso indicar que
las cortinas eran azules. Y punto.
Este post viene a funcionar como la segunda parte
de uno donde hablé sobre
la
muerte del autor según
Roland
Barthes. Es un concepto que insiste en afirmar que las teorías e
interpretaciones de cualquier fan sobre una obra en particular son
tan
válidas como lo que el mismo autor inicialmente pensó de su propia obra al
concebirla.
Pero si nuestras profesoras (y prácticamente toda
la Internet) nos fuerzan a aceptar que todo personaje, toda escena y toda
acción tienen un significado profundo, al experimentar una obra de ficción nos
queda el miedo de pensar que, quizás, toda historia contiene otra historia
secreta, oculta, que se cuenta a través del subtexto.
¿Y es siempre así? ¿Existe un significado profundo,
en todas las cosas? Por ejemplo:
"Las aventuras del Coyote y el Correcaminos pueden
verse como una representación del hombre (el Coyote) continuamente persiguiendo
lo divino (el Correcaminos), aunque nunca llega a atraparlo."
En Death
Note, el detective “L” se muestra como una especie de salvador, de Jesús
(especialmente en la escena en la que le lava los pies a Light, su Judas… aunque
hay muchas más).
Siguiendo con el animé,
Neon Genesis Evangelion es la historia de unos bichos extraterrestres
(“Ángeles”) atacando a los humanos y creando explosiones con forma de cruz. Se
habla de los
Manuscritos
del Mar Muerto y las alusiones a todo tipo de religiones (no sólo a la
católica) están a flor de piel. (Ya hablé un poquito sobre
Evangelion en
esta nota).
¿Qué quiso decir el creador de Evangelion (
Hideaki Anno) con su
historia? Quién sabe, probablemente nada. Pero él no es el único fascinado con
colocar alusiones y referencias al cristianismo en la ficción. El paralelismo
entre Superman y Jesús es algo que se explotó muchísimo en prácticamente todas
sus versiones de cine. En
Man of Steel
hasta Clark Kent revela tener 33 años.
Los relatos de superhéroes pueden todos
investigarse desde muchos aspectos, buscando siempre cuestiones profundas que
se relacionan íntimamente con lo humano. Por ejemplo, a alguien se le ocurrió
la idea de que los Cuatro Fantásticos
representan a los cuatro elementos de la naturaleza (la Mujer Invisible es el
aire, la Antorcha Humana es fuego, Mr. Fantástico es agua y La Cosa es la
tierra). A Stan Lee esta interpretación le pareció una genialidad, a tal punto
que no la descartó.
Pasemos al cine y la televisión. Películas como
El resplandor (de
Stanley Kubrick) son tan
abiertas a interpretaciones que hasta salieron textos y documentales analizando
las teorías más locas que presenta la historia (
acá
hablé de uno de ellos,
Room 237).
Hay alegorías religiosas, o podría ser que se hable
de la Guerra Fría, del Holocausto o del genocidio de los nativos americanos. El resplandor perfectamente funciona
también como una metáfora sobre la crisis de la masculinidad, el estado moderno
de América, el racismo, la predilección del hombre por la violencia o la
dominación del sexismo en los grandes negocios.
Pulp Fiction
es otra hermosa película con varios puntos argumentales libres a
interpretaciones. Desde el misterioso maletín resplandeciente de Marcellus
Wallace hasta la posibilidad de un universo compartido de Tarantino, pasando
por la teoría de que toda la historia es una alegoría del mito arturiano u
otras ideas místicas que escuché a lo largo del tiempo.
Lost, por su parte, hizo del simbolismo y la búsqueda de significados profundos un culto, aunque los fans lo llevaron todo demasiado lejos.
Ni hablar de historias tan emblemáticas como Alicia en el País de la Maravillas o El Mago de Oz. Esta última sirve perfectamente
como una metáfora sobre la Búsqueda de la Iluminación.
Una heroína quiere
llegar a casa (regresar a su inocente pasado). Sus compañeros buscan valores
fundamentales: Sabiduría, Amor, Poder. El maestro (Oz) termina siendo un fraude, y la moral de la historia es: siempre
tuviste todo adentro tuyo para cumplir tus deseos.
► Creer que existe un significado profundo en todo
genera un estado de constante paranoia: se hace imposible ver algo sin
sospechar que hay, por detrás, algún tipo de alegoría lavándote el cerebro.
¿Esa escena en la que el protagonista está comiendo cereales por la mañana.. es
una mera transición hacia el conflicto argumental o una bendición de mana
enviado por un misericordioso Dios? No hay forma de saberlo.
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