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lunes, 21 de diciembre de 2020

“Tincho siempre sale redondo” (cuento)


De los cuentos que tengo publicados en el blog, éste es el número 50. Una locura. Varios de esos cuentos tuvieron la suerte de ganar algún premio o mención. Otros quedaron como textos que escribí, me hicieron reír y los publiqué.

Éste probablemente sea uno de ellos. Contiene elementos de ficción que están, parcialmente, basados en hechos reales.

Por acá tienen la versión narrrada para el podcast.



martes, 26 de abril de 2016

“Homicisium” (cuento)


► Este cuento ganó el Segundo Premio, género narrativa, en el Concurso Literario de Poesía y Narrativa “Roberto Arlt” 2015. Por acá encuentra la versión narrada.


La historia describe el hallazgo de un antiguo manuscrito italiano. En él se narra un curioso asesinato ocurrido en la pequeña Isola di San Pietro, famosa por descubrirse completamente deshabitada en el año 1876. Ojalá disfruten leyéndolo tanto como yo disfruté escribiéndolo.

***

“Homicisium”
(Luciano Sívori)

«Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro: nadie ha querido cargar con el muerto

Así comienza un manuscrito italiano –hallado entre los restos de la inundación de La Plata en el 2012– que podría resolver una de las incógnitas más curiosas de la Edad Media. Se encontró entre las pertenencias de un tal Bruno Ferreiro (aún desaparecido) y pudo haberlo traído consigo su bisabuelo, Luca Ferreiro, cuando arribó a la Argentina como emigrante en 1902.

El antiguo documento –húmedo y polvoriento– es un cuaderno cosido a mano y de hojas desprendibles. La tinta se ha corrido en algunos sectores y faltan páginas que aparentan haber sido arrancadas deliberadamente. Relata el avistamiento de un asesinato en la Isola di San Pietro, isla del sur occidental de Italia, famosa por descubrirse deshabitada en 1876, aunque con indicios de haber sido residida por un pequeño grupo de personas.

El manuscrito original fue sometido al correspondiente examen técnico. Esta traducción es propia:

«Esta mañana, cuando salí en busca de pescado para el almuerzo, encontré al viejo Morelli rodeado por una vasta multitud. El arpón que perforó su pecho representaba la prueba visual de su estado actual: un fiambre. Su rostro había sido desfigurado a golpes y su cuello mostraba las clásicas marcas del estrangulamiento.

No pienso esconder el hecho de que no siento pena por el hombre. Giacomo Morelli era (ahora debo hablar de él en pasado) el hombre más odiado de todo San Pietro. Para mi sorpresa, todos lo observaban y nadie se disponía a moverlo

Interrumpo el relato para hacer una aclaración que, creo yo, será de utilidad para el lector menos avispado. En varios territorios de la época medieval existía una ley que determinaba que si un cuerpo era hallado sin vida (y en circunstancias extrañas) todo el pueblo debía pagar una multa llamada homicisium para costear la sepultura. A nadie le gusta pagar impuestos, ni ahora ni hace 500 años. Por ese motivo, cuando encontraban a un muerto en las calles, los mismos habitantes lo levantaban para trasladarlo a una localidad vecina, o incluso para hacerlo desaparecer. Se entiende, por consiguiente, el desconcierto del autor. Prosigamos:

«Filippo Tolomei, el brujo del pueblo, afirmó que el viejo llevaba más de un día sin vida cuando lo encontraron. Las varias consultas que el difunto le  debía permanecerían impagas. “¿Quién mató a Morelli?” es lo único que se escucha, entre susurros, cuando uno camina por la isla. Varias de las sospechas recaen sobre Giulia Brunetto (o cualquiera de su familia, para lo que importa). El infeliz aprovechó un día que la cruzó trabajando tarde (ella limpiaba las porquerías de su granja) y la forzó por detrás. Lleva tres meses de embarazo.

En la pulpería escuché que se le atribuye el atroz homicidio a Carmelo Salvatore, hijo no reconocido de Morelli. Dicen que es el único capaz de un acto de salvajismo tan descomunal. Pero Carmelo es un amigo, y yo por él pongo las manos en el fuego.

Mi mujer, Andrea, me hizo confesarle que no soy yo el responsable de tan impía empresa. Es cierto que la granja debió ser mía por ley, y Morelli me la arrebató con impunidad. Pero no soy hombre de rencores y mi habilidad para la pesca con lanza nos trae un plato a la mesa cada día.

Lo cierto es que han pasado cuatro días y el fiambre sigue ahí tirado. Nadie ha tomado la iniciativa de trasladarlo. Ni siquiera su hermano, Massimo, que está cortado por la misma tijera. Se sospecha que buscaba el monopolio del rancho. Si me preguntan a mí (aunque nadie lo ha hecho), la cosa fue por amor. Giacomo y Massimo ansiaban a la misma mujer, Sofía Capobianco. (¡Y qué hombre no desearía a tan refinada señorita!).

Sofía se me ha insinuado más de una vez, y no mentiré al decir que fui tentado por la lujuria. Incluso una vez…»

Acá faltan, por desgracia, varias páginas del manuscrito que podrían haber arrojado más luz sobre el asunto. Con lo poco disponible, es posible que nunca pueda pronunciarse una sentencia definitiva acerca de las motivaciones del asesinato, ni sobre el verdadero autor de tan aterradores hechos.

Lo siguiente que puede leerse, con garabateos más inseguros, son estas líneas:

«Ni las moscas ni los gusanos quieren acercarse a aquella carroña. Los cuervos también esquivan el vientre inerte que se niega a la descomposición natural. La hierba ha dejado de crecer debajo. Ya no sabemos qué hacer con él. La gente ha comenzado a mudarse a la isla vecina

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martes, 29 de marzo de 2016

“Repertorio en forma de libro, osario de palabras” (cuento)


Les comparto un nuevo cuento de mi autoría que, lo admito, peca de no ser una de los más brillantes. Sin embargo, creo que tiene algunos elementos de especial interés que comento al final (y que puedan aportar un detalle adicional a la motivación de mi relato).

Mis comentaristas de Literautas.com lo odiaron, ¡así que pueden criticarlo tranquilos!

***

“Repertorio en forma de libro, osario de palabras”

Lo más insoportable de subirme todos los días al ascensor espacial a la Luna no es que sea espantosamente parsimonioso. Tampoco me abruman las pequeñas e insignificantes conversaciones. “Qué calor hace hoy”. “El tiempo está loco”. “Parece que va a haber lluvia de meteoritos otra vez”.

Menos aún me perturba el amontonamiento de individuos en el único y delgado cable, de unos 50.000 kilómetros de largo, que empalma a nuestro planeta con la superficie lunar. Nos vendieron que es una obra de ingeniería de magnitud colosal, que finalmente tenemos una autopista hacia el cielo; nos bombardearon con la viperina frase: “Elevamos sueños”. ¡Qué me importa que haya sido diseñado con una recalcitrante aleación de un polímero sintético llamado “Zylon” y nanotubos de carbono! No deja de ser un oneroso medio de transporte que consume nada menos que treinta minutos en desplazarte a tu faena.


Me resulta indolente la caravana que se reúne en la entrada (de la Tierra) todos los días para protestar que “el elevador espacial está matando a los humanos por la radiación”. No son reclamos apócrifos. La extendida permanencia en el cinturón de Van Allen verdaderamente es el motivo de los nuevos tipos de cáncer que comenzaron a emerger en el planeta.

No. Lo realmente intolerable no son las miradas incómodas, la criatura que no suspende nunca el sollozo, el energúmeno que comenta idioteces para evitar los silencios, el inefable obeso que deja siempre resbalar una flatulencia. A mí quien verdaderamente me hace hervir la sangre es el sujeto que dedica su media hora a la imparable lectura del diccionario.

¡Es verdad! Siempre fui muy inquieto, terriblemente inquieto. ¡Pero a no confundir aquello con la demencia! Soy muy cuerdo y, sin embargo, me es difícil saber cómo aquella idea entró en mi cabeza por primera vez. Quizás, la diligencia del hombre por leer regularmente su diccionario despertaba en mí un complejo de inseguridad, el temor a que cualquier palabra que él pudiera llegar a pronunciar acabaría por sonar como una tormentosa condición médica.

Su tranquilidad y vehemencia por la actividad me irritaban de sobremanera. ¿Para qué convertirse en un cazador de palabras, cuando las que usamos para la comunicación diaria nos alcanzan y sobran? ¿Con qué necesidad se aventuraba en la espinosa tarea de investigar palabras largas, elaboradas y crípticas per se? ¿Quién era él para amar tanto las palabras que las releía con cuidado, casi con recelo? ¿Quién era él para vencer el desagrado del ascensor espacial con tanta soltura? Era la traición hacia lo familiar, la vanidad, la forfolla, el quijotismo por antonomasia.

Recuerdo que había comenzado con la letra “M” cuando me decidí, poco a poco, muy gradualmente, a librarme de aquel sujeto y de su engreimiento para siempre.

Lo ajusticié –no me pregunten bien cómo ni cuándo– una ocasión en la que sólo él y yo subíamos en el elevador. No recuerdo si le corté el cuello con un elemento cortante o si le perforé el corazón. A lo mejor lo golpeé muy duro con un objeto romo en el parietal izquierdo.  ¿O fui más clemente y lo envenené con cianuro?

Pobrecito, ya iba por la letra “V”.

Cuando cayó al suelo, su repertorio de palabras se desparramó por el lugar. Permanecí inmóvil. Durante diez minutos enteros no moví un sólo músculo. Luego, sonreí alegremente al ver lo simple que había resultado todo. Examiné el abyecto cadáver. Pude sentir cómo la vida se había desvanecido, invalidando a un cuerpo prescrito.

No pueden imaginarse con qué cuidado, con qué desmedido cuidado, levanté el grueso libro con mis manos. Llegó entonces a mis oídos un ruido apagado, como el que podría hacer el rumor de las hojas en el campo al aire libre. Leve. Elegante. Pronto lo distinguí: era el diccionario. Latía. Latía delatándome, armonioso como el redoble de un tambor. Tum-tum, tum-tum, tum-tum.


Aquel tipo estaba indudable e irreversiblemente muerto. No obstante, su libro vivía. El sonido se hizo más penetrante; seguía resonando y era cada vez más intenso. Me pedía que lo abriera, que lo estudiara.

Comencé por el principio: la primera letra del alfabeto español (y primera de las vocales). Me puse de pie y lo comprendí todo. Lo suntuoso de sus definiciones, la seducción de sus vocablos, lo ladino de sus explicaciones. Los oficiales armados se aglomeraron a la salida del ascensor. Sólo pedí que me dejaran terminar mi lectura en una de esas lindas celdas nuevas que instalaron en la Luna.

***

Ahora sí, una explicación adicional con #SpoilerAlert.

Mis comentaristas criticaron el abuso de palabras innecesariamente complicadas. Se les hacía enredado y confuso leer el cuento. La verdad es que esa era exactamente la idea.

Es deliberamente complejo porque el protagonista (y narrador) se fanatizó con el diccionario. 

Creé un personaje que usa palabras difíciles sin necesidad y, muchas veces, de modo incorrecto.

Es cierto que hablar más directo es más claro y, generalmente, más recomendable a la hora de escribir. Pero acá busqué lo contrario. Hablar de forma más enigmática y críptica (sin  necesidad) para enfatizar la idea de que él se obsesionó con lo complicado, lo enredado, de las palabras. 

En eso residió mi experimentación.


Hay otro detalle que me indicó un comentarista (Kmarce) y que me pareció muy destacable. Es el hecho de utilizar un cable de ascensor en una propuesta de ciencia ficción. Evidentemente, y como él explicó, la Tierra gira y tiene una rotación con ligeras inclinaciones sobre el eje y respecto a la Luna. No es viable colocar un cable a la Tierra que viaja a una velocidad increíble. Sería como amarrar dos trompos en movimiento.

Este comentarista propuso eliminar el cable y sustituirlo por el uso apropiado de la magnetosfera, apoyados con diferentes magnetos ubicados en la Luna, para ir y venir al más hermoso satélite del universo. (Está clarísimo que padece de selenofilia, es decir, “amor por la Luna”).

En fin, ¡hasta la próxima!
                                                                                                                            
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=>> Otras CUENTOS de mi autoría en el blog: “Del texto a la vida” (obra de teatro ganadora); “El último beso”; “Los delicados riesgos de oprimir un botón sin leer las instrucciones”; “El lápiz mágico”.

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martes, 15 de marzo de 2016

“Del texto a la vida”: mi primera obra de teatro publicada


En materia de reconocimientos literarios, el año pasado fue bastante importante para mí. Y quizás lo más loco fue el Primer Premio que recibí por mi obra “Del texto a la vida” en el “Concurso 2015 de monólogos y guiones teatrales”.

Viaje a La Plata, hubo una ceremonia de premios (¡con comida y chupi!) y conocí a muchos escritores fascinantes y a críticos del teatro.

La iniciativa tuvo como objetivo crear un espacio para pensar en nosotros. El tema que se trabajó fue: ¿cómo somos?, entendiéndolo como un juego de espejos que nos devuelve nuestra imagen desde distintos ángulos, deseos, idiosincrasia, sueños, miedos, torpezas, fracasos, logros, etc.

Ayer finalmente salió la antología del Colegio de Escribanos de Buenos Aires donde se publicó mi primera obra de teatro. La misma incluye los cuatro textos ganadores (dos primeros premios en guiones y dos en monólogos) y tres menciones especiales para cada categoria. 

En total hay una decena de obritas absolutamente recomendables para los amantes del teatro argentino.

Por supuesto que todos los textos ganadores tienen muchísima calidad, a tal punto que me pregunto qué le habrán visto al mío. Por ejemplo, el primer premio a monólogos (“Tokio veinteveinte”, de Santiago Maisonnave) tiene un balance muy adecuado entre la comedia y la tragedia. El protagonista es un maratonista preparándose para las olimpiadas del año 2020, y a medida que entrena va haciendo comentarios ácidos (Facebook y las relaciones de hoy, por mencionar uno) y va fluyendo entre distintas problemáticas personales que vive. Es muy argentino y me encantaría verlo en escena.


También sería muy lindo ver representada “Pasa volando”, de Liliana Rodriguez, que se llevó el segundo premio en monólogos. Es muy original y me parece muy interesante cómo describe el camino mental que hace un escritor para crear a sus personajes.

Una gran sorpresa para mí fue “Crispín: tu propio cuento” (de Leandro Ezequiel Schmit) que obtuvo el segundo premio en la categoría de guiones teatrales. 

Una obra extensa y con una puesta en escena grande y magistral que, en un tono más bien infantil, nos lleva por la vida de Crispín dentro de un circo, y cómo se va relacionando con cada uno de los personajes. Esta historia es realmente muy interesante, y prefiero no contar demasiado para no arruinar las sorpresas.

Las menciones de honor son igualmente valiosas. Especialmente disfruté “Mar del plata” (de Paula Carolina Bonpland) que es el monólogo de un hombre desauciado porque su mujer siempre quiere ir a la costa. Se vuelve extremendamente reflexivo y hasta existencial, es angustiante pero tiene mucho de comedia y de realidad. Me sorprendió cómo la autora se logra meter en la mente de un hombre, con sus deseos y miedos.

En cuanto a mi historia, se las adjunto y aprovecho para comentarles un poco de qué va. Si bien el adjunto en PDF no es la versión final (tiene un pequeño error de tipeo sobre el final), es prácticamente la versión definitiva que salió en el libro:

DESCARGARDel texto a la vida” (obra de teatro) en versión PDF: https://goo.gl/sntWp7

Del texto a la vida” es una pequeña obra en dos actos con una puesta en escena muy simple y tres personas. Tendría una duración de unos 30-40 minutos.


Dionisio, un anciano sentado frente a su computadora en la comodidad del hogar, comienza a narrar la historia de Alan, el feliz trabajador número 217 de una empresa donde cada día oprime botones en su teclado. El trabajo de Alan es muy sencillo: debe decidir –apoyado por herramientas matemáticas– qué empleado merece quedarse y cuál ser echado. Jamás ha cuestionado las políticas de la compañía (“el orden establecido”) hasta la aparición de Eliana, a quien se rehúsa a dejar ir.

La desobediencia de Alan sorprende a Dionisio, quien se muestra como el verdadero autor de la historia de los empleados y no comprende cómo su obra puede actuar contrariamente a sus deseos. A partir de la conversación entre ambas partes (creador y creaciones), Alan y Eliana terminan por comprender una abrumadora realidad: no son más que personajes de un texto que está siendo escrito. La revelación cuestiona los fundamentos existenciales de los protagonistas y motiva una rebeldía en contra de lo ya escrito, del destino marcado y de su propio creador.

De alguna forma, la historia es una suerte de “Adán y Eva moderno”. De hecho, coloqué muchísimas referencias a esa historia en el desarrollo. Pero el verdadero origen –por extraño que parezca– estuvo en un ensayo del francés Roland Barthes (“De la obra al texto”, 1971). En este escrito, Barthes pone de relieve las diferencias entre la obra y el texto, y propone la idea de la pluralidad del texto. El escritor comenta, por ejemplo, que el texto aparece como un hecho del lenguaje => teje relaciones, es polifónico, hace ecos, tiene resonancias con otros textos (intertextualidad). 

Me gustó mucho esa idea (me pareció hasta poética) y me pareció que, en cierta forma, se parece mucho a la vida.

Para Barthes, un texto se presenta como una diseminación de sentidos. Incluso etimológicamente hablando, texto significa “tejido”. Es un entretejido de voces, de sentidos. Empezamos a desarmarlo, a desplegarlo. Y si es un entretejido, podemos entrar por varios y distintos lugares. Existen varias líneas de análisis. Este fue el puntapié inicial para crear el trasfondo, si se quiere, filosófico que rodea a “Del texto a la vida”.

Para devolver el texto a toda su pluralidad, a toda su diferencia, hay que deshacerlo y reescribirlo. Y quizás, la vida es también un entretejido de voces, y no un ente superior que nos dicta el quehacer.

Realmente me gustaría que mis lectores pueden chequear mi obra y comentarme qué les parece, y qué les lleva a pensar. Ciertamente fue eso lo que busqué: que lleve al lector a pensar en sus propias experiencias de vida, a preguntarse si lo que está haciendo ahora mismo lo acerca un poquito más hacia la persona que quiere llegar a ser.

O no sé, quizás estoy delirando demasiado y no es más que una obrita divertida y llevadera que tuvo la suerte de ser reconocida. A lo mejor no hay mucho para desenredar ni descrifrar, pero eso sería una pena, porque entonces pasamos de ser lectores críticos a simples pasivos. 

► Como sea, sólo espero que quienes lean “Del texto a la vida” le encuentren algún sentido en su propia vida, y les haga pasar un momento ameno.

Nada más.


«La culpa de Eva fue la de querer conocer, experimentar, investigar, con sus propias fuerzas, las leyes que reglan el universo, la tierra, su propio cuerpo, de rechazar las doctrinas impuestas desde arriba, en unas palabras Eva representa la curiosidad de la ciencia contra la pasiva aceptación de la fe

Margherita Hack (Astrofísica y divulgadora científica, 1922-2013)
                                                                                                                            
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viernes, 22 de enero de 2016

“El último beso” (relato policial)

Recientemente armé un post sobre el narrador testigo, sus usos y ejemplos más conocidos. 

Acompañando a esa nota, hoy les quiero compartir un pequeño nuevo relato que escribí. "Él último beso" es una pequeña historia policial, en esencia sería un misterio de tipo cuarto cerrado. Tiene la particularidad de contar con un narrador testigo como protagonista.

Como siempre, espero que les guste y estoy abierto a todos sus comentarios y críticas.

Recuerden que a partir de ahora pueden ver todos mis cuentos en un nuevo y pituco "índice de cuentos".


***

“El último beso”

La conversación giraba en torno a los misterios que quedan sin resolver.
—Crear un misterio es sencillo —afirmaba Julián Hoven, quien acababa de publicar su nueva novela, “Secuestro de Sangre”—. El gran problema es darle una solución inventiva, diferente.
—Especialmente cuando ya todo se ha contado antes —agregó Sol Fredes, directora del Círculo Policial Literario de Bahía Blanca—. Me canso de leer una y otra vez las mismas historias.
Desde 1992, los primeros jueves de cada mes, Sol reunía a quienes consideraba “maestros del crimen” en el mismo restaurante de calle O´ Higgins. Éramos casi siempre las mismas ocho personas. Charlábamos acerca del negocio editorial, de qué libro estábamos leyendo, e intercambiábamos ideas. Algunos aprovechaban para comentar sus avances o admitir un bloqueo mayúsculo.
—Yo estoy con un cuento de tipo “cuarto cerrado”. El asesino utiliza un cuchillo de hielo que esconde del resto en una jarra con agua —dijo Valeria Marple e inmediatamente alguien manifestó haberlo leído en algún lado.
Es extraño el proceso mental que lleva a recordar algunas cosas. Yo permanecía silencioso, sin aportar nada a la conversación, con una media sonrisa en los labios. Julián lo notó y dijo:
—¿Y a vos qué te pasa?
—Me acordé de un viejo misterio, nada más.
Todos se mostraron interesados, lo cual me obligó a continuar.
—Sucedió hace añazos, tendría unos doce o trece años. ¿Recuerdan “Siete minutos en el paraíso”?
—Claro —dijo Sol— un chico y una chica son encerrados en un placard para “ver qué pasa”.
—Podía llegar a ser una verdadera tortura, especialmente si entrabas con la chica más fea del grupo: la gorda Mary. Aquel fue el primer nombre que salió del sombrero. El segundo: Genaro Menichelli.
Martín Jasper se mostró divertido.
—Dejame ver si adivino: anteojos grandes, pecoso, ligeramente antisocial, tímido y gangoso.
—Correcto en todo, menos en lo del habla. Y lo peor: ambos se detestaban uno a otro. Se negaron a entrar juntos; cuando no les quedó otra, lo hicieron de mala gana. Yo mismo preparé el cronómetro. Esperábamos pacientemente cuando, a los cinco minutos, se escuchó un alarido espantoso. Genaro se apresuró hacia afuera exponiendo un labio inferior ensangrentado. Afirmó que la gorda Mary además de haberlo besado sin permiso le había arrancado la carne. Ella, encolerizada, juró que no era cierto.
Noté un brillo en los ojos de Julián.
—¿Qué pasó después?
—Lo esperable. Genaro juraba haber sido besado, y la sangre era real. Pero la gorda Mary también aseguraba no haberlo tocado. Así que el resto entramos a investigar. Se trataba de uno de esos roperos inmensos; un walk-in closet. No encontramos nada que pudiera considerarse anormal adentro.
Sol Fredes se encogió de hombros:
—Uno de los dos mintió, sin duda.
—Fue la gorda Mary —se apresuró a teorizar Martín—. Mordió inconscientemente debido a la excitación. Es demasiado embarazoso para confesarlo frente a un grupo de pre-adolescentes.
—Y sin embargo, Genaro también reconoció haber sentido un frío descomunal en aquellos labios. Eso nos descolocó todavía más, y volvimos a investigar el ropero.
—Otro “misterio de cuarto cerrado” —opinó Sol.
—Puede ser… —dijo Julián— pero no uno sin solución. De hecho, es elemental. La verdad se encuentra en un punto intermedio. Ninguno mintió del todo. Se gustaban. Ella sí lo besó, y él se autoflageló, probablemente con un elemento punzante que llevaba en el bolsillo.
Me reí a carcajadas.
—¿Qué?
—Pensalo un poquito. ¿Qué es lo más vergonzoso para un pibe de doce años? Estar enamorado. Y más indecoroso todavía es un amor entre dos personas consideradas “horribles” para el resto. Afortunadamente, no hay nada mejor que una buena historia de terror sobrenatural para distraer a un grupo de chicos. Vos mismo dijiste que todos (menos ellos) ingresaron a inspeccionar el ropero en detalle. Lo planearon para besarse en paz, sin la mirada crítica de sus amigos. Su verdadero paraíso no estuvo adentro del placard, sino afuera, mientras todos buscaban un misterio inexistente.


La idea quedó dando vueltas en mi cabeza durante los siguientes días. No había vuelto a ver a Genaro, pero logré ubicarlo en las redes sociales y lo contacté. Cuando me contó sus novedades, mi corazón dio un vuelco. Genaro y María habían sido novios durante la secundaria y contrajeron matrimonio al finalizar la universidad. Hace unos meses ella había sido diagnosticada con cáncer de páncreas tipo IV, aquel del que no se vuelve.

Genaro recién volvía de darle el último beso a su amada en el funeral.

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jueves, 17 de diciembre de 2015

“Los delicados riesgos de oprimir un botón sin leer las instrucciones” (microrrelato)


Fue un muy buen año a nivel de escritura para mí; el mejor, de hecho. 

Este 2015 no sólo escribi más que nunca (casi obsesivamente), sino que además fui reconocido con varios premios en el ámbito nacional e internacional. De uno de ellos, quizás el más importante de mi carrera hasta ahora, hablaré más adelante.

Entre otras noticias, publiqué un cuento en Axxon y hace poquito la editorial argentina Pelos de Punta me invitó a participar de su próxima antología de terror. Además me llevé un segundo premio por un relato, mi segunda novela quedó finalista en un concurso internacional (no ganó, lamentablemente) y obtuve dos primeros premios.

Uno de ellos es el primer lugar en el “II Concurso Literario Internacional Abriendo Puertas 2015”, procedente de Cuba. El microrrelato ganador –seleccionado entre 171 textos de todo el mundo– es éste, y aprovecho a compartirlo. 

Espero que les guste. Personalmente es uno de mis favoritos. Pronto va a ser publicado y difundido en algunas revistas especializadas.

Se publicó en la Revista Digital Epicentro Nro. 1 de agosto 2016 (Cuba):


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“Los delicados riesgos de oprimir un botón sin leer las instrucciones”

—Excelente, Sr. Stein. ¿Funcionará?
— No lo sé—. Click.
Click.
—Sé lo no.
—¿Funcionará? Stein. Sr, excelente.
—Reversará se tiempo el, botón este presione cuando. ¡Tiempo del máquina una! Juguete preciado más mi finalizado he ayer, finalmente. Igor, gracias no.
—¿Café desea Sr.?
— ¡Viniste que bueno qué, Igor!

La Historia se desvanece. La ciencia se marchita. Las murallas se derrumban. Civilizaciones desaparecen. Primitivas herramientas se desmontan. Babean autótrofos seres. La expansión se contrae.
Caliente y denso estado en Universo.
Bang Big.

PRINCIPIO

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=>> Otros cuentos PREMIADOS de mi autoría: “Implacablemente suyo”; “Castillos en el aire”; “El hombre del 4-D”; “A veces vuelven”.

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lunes, 30 de noviembre de 2015

“El lápiz mágico” (cuento)


Hace bastante que no abandonaba tanto mi querido blog.

Estaba vez pasó casi un mes desde mi última publicación. Tengo mis excusas, aunque nadie me las exija. Me casé, en un fin de semana de casamiento al mejor estilo How I Met Your Mother, me fui de Luna de Miel al caribe y recién ahora retomo la insípida rutina de la que somos tristemente esclavos.

Vuelvo a la carga con un nuevo cuento de mi autoría, en un año muy lindo en cuanto a la escritura. Mi segunda novela salió tercera en un premio internacional español (ya ampliaré detalles) y un relato propio se hizo con un segundo premio en un certamen nacional; otro gran orgullo.

En esta oportunidad les comparto un panegírico delirante (y con referencias cinéfilas para el lector más atento) que espero disfruten leyendo tanto como yo disfruté redactándolo. 

El lápiz mágico”, ahí va:


***

“El lápiz mágico”

Amigos, compañeros, gente de los medios… estamos aquí reunidos ante una circunstancia lúgubre que hoy nos amarga todo sabor. Lápiz fue algo inconmensurable, tan colmado de vida… el estandarte de la risa en cualquier reunión. Un alma noble que comenzó desde la nada, como parte de un gran bloque de cedro español.

Su ciudad natal, Ferrol, nunca lo conformó. Desde el instante en el que se dividieron las tablitas a las que se le hacen las hendiduras de las minas, Lápiz supo que estaba predestinado a algo grandioso. No más se le aplicó pegamento en los surcos y se le colocó la mina de grafito, resolvió dedicar su existencia al séptimo arte, a la gran pantalla. En el preciso minuto en el que Lápiz fue afilado y pasó el control de calidad, abandonó la fábrica para inscribirse en el Sindicato de Utilería.


El atrezzo en el cine nunca es un insípido ornamento. Ambienta toda escena y profundiza la producción audiovisual. La utilería deja de ser un objeto para convertirse en un símbolo transmisor de sentimientos que nos avienta pedazos de ficción en nuestros rostros. Lápiz comprendía esta realidad, y por eso consagró todos sus esfuerzos para ingresar en el ambiente.

Sus principios fueron modestos. Participó como útil escolar en algunas publicidades españolas y en películas clase “B”. Recuerdo haberle preguntado una vez. Me dijo: “La competencia era feroz. Hay mucha utilería talentosa y poco trabajo”.


Su vida dio un vuelco cuando el Director de Escenografía Charlie Brooke vio algo en él y lo sumó al elenco de “El lápiz del carpintero”, basada en la novela de Rivas, que finalmente se estrenó en el 2003.  A partir de ahí, cualquier aparición de Lápiz se transformó en un manantial de éxito.

Se mudó a Hollywood, la meca de la industria cinematográfica. Interpretó a la pluma que inspira a Jonnhy Depp en “La ventana secreta”, fue el lápiz embrujado de “Actividad Paranormal”, trabajó con Christopher Nolan en la aclamada “El Maquinista” (2004) y le llegó el premio de la Academia por “Mejor Utilería en Documental” por “Steal a Pencil for Me” (2007), donde se destacó como el accesorio más conmovedor y emotivo de la historia del cine.

Un punto clave en su carrera, que todos recordamos con cariño, le llegó en el 2008, nuevamente en compañía de Nolan. ¡Todos saben a qué me refiero! Los mafiosos están reunidos en una videoconferencia cuando el Guasón hace su aparición en escena. “¿Qué tal un truco de magia?”, dice y clava a nuestro homenajeado a la mesa con la punta hacia arriba, “voy a desaparecer este lápiz”. Y entonces sucede ese momento increíble: uno de los hombres se levanta y va hacia él; en un solo movimiento Heath Ledger (en ese rol enorme que lo inmortalizó) golpea la cabeza contra la mesa, haciendo desaparecer a Lápiz dentro del ojo. “¡Taa-raaa! ¡Ya no está!”, concluye. Y es así… es así. Tristemente, Lápiz –como en ese efecto visual impresionante que protagonizó– ya no está entre nosotros.

Su fin, la tragedia, vino de la mano de un director de cine negligente e irrespetuoso. El lugar: set donde se estaba filmando “Pinocchio”, la nueva y oscura película de Guillermo del Toro. El mexicano –notable por su contextura más bien robusta– hambriento, con una hamburguesa grasosa entre sus dedos, se sentó descuidadamente en el asiento en el cuál Lápiz reposaba.

Nadie pudo detenerlo: partió a Lápiz en dos.

Ante tal absurdo, todos nos mantuvimos firmes, estupefactos. En medio de un silencio infamante, Del Toro limpió la comisura de sus labios con una servilleta. Sólo se percató del lapicidio cuando su abogado llegó corriendo al set y lo instó a retirarse del lugar sin decir una palabra.

La familia de Lápiz no piensa levantar cargos contra el director. Un útil de escritura conoce los riesgos de alcanzar las máximas elevaciones de la fama hollywoodense, es consciente de las reglas del juego. El rodaje de la película, en la cual Lápiz habría tenido un rol protagónico, quedó suspendido hasta nuevo aviso.

Doy final a este panegírico dejando en el ataúd una resma de hojas blancas tamaño A4; sus favoritas. Para que Lápiz pueda seguir creando, inventando. Para que pueda continuar soñando. Antes de que retornemos a la insulsa peregrinación por esta vida, tomémonos un rato para admitir una verdad: ninguno de nosotros está realmente triste; no hace falta. Todos sabemos que allí, en aquel cajón de caoba y rodeado por velos, Lápiz todavía sonríe.

¡Gracias, Lápiz querido!

Q.E.P.D., 1987- 2015.

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lunes, 14 de septiembre de 2015

“El hombre del 4-D”, mi cuento en la revista Axxón


Una buena noticia.

Hace años que sigo la revista electrónica de fantasía y ciencia ficción Axxón pero esta es la primera vez que me animo a enviar mis escritos. Después de varias semanas de espera, finalmente me contactó el director (Eduardo J. Carletti) comentándome que mi cuento de ciencia ficción “El hombre del 4-D” había sido publicado en el #265 de la revista.

Para mí es un honor porque se trata de una de las historias más intrincadas –y de ciencia ficción más “pura” –que alguna vez escribí. Me gusta pensar que es bastante ingeniosa también. En ella, un enigmático individuo le redacta una carta a otro sobre el curioso hecho que vivió en su residencia y explica las consecuencias que tendrá para el destinatario.

La historia involucra una suerte de paradoja temporal, el concepto de la tetradimensionalidad y un alarmante homicidio, aunque el último párrafo le da un nuevo (y último) giro a la narración.

No tiene sentido postear el cuento en el blog siendo que ya está disponible en Axxón para quien quiera leerlo.

Acá les dejo el link mi relato (“El hombre del 4-D”):


 

Eso sí, espero sus comentarios de este lado. 

¡Hasta la próxima!


POSDATA: No se olviden de pasar por el post de “La ruta a Trascendencia, una novela de Alejandro Alonso”, fascinante novela que leí a través de Axxón.

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=>> Otros CUENTOS PROPIOS en el blog: “Un sencillo diálogo”; “El inevitable futuro de los cuentos”; “La maldición”; “Los perros de Seligman”.

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