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- Respeto: “a su momento psicofísico, a su ritmo propio, a sus valores y concepciones, a sus comportamientos, a sus deseos y querencias, a su propia organización de la vida. Ello no implica estar de acuerdo siempre con ellos cosas y habría que distinguir dónde está la frontera entre lo que estos desencuentros afectan a la vida de los no mayores. El consenso es la fórmula más deseable. De todos modos, los mayores tienen derecho a elegir cómo quieren vivir, porque inmiscuirnos e imponer nuestros criterios equivale a un abuso de poder y a una falta de respeto a su libertad”.
- Atención: “será siempre desde una escucha abierta, positiva y sin juicios de valor ni prejuicios. Esta atención lleva implícita la dedicación de un cierto tiempo para escuchar cómo está esa persona mayor, cómo vive, qué quiere, qué le gusta, cómo percibe sus recuerdos y experiencias. Esta actitud es muy diferente a la de "oír las batallitas del abuelo". La escucha de la que hablamos es humana y está teñida de aprecio, consideración, cercanía y acompañamiento”.
- Cariño: “debemos proporcionárselo a los mayores en grandes dosis, porque en esta edad se valora más que nunca el afecto, la sensibilidad que dejamos escapar a menudo por la servidumbre que mostramos ante la seriedad, el trabajo, el sagrado concepto del deber, los prejuicios, la timidez y la vergüenza. Pero no nos referimos a un cariño ensimismado o ñoño, sino más bien a ese cariño que se trasmite a través de ese interés por lo que les ocurre a nuestros mayores, por el respeto, la escucha, ese tiempo de dedicación... y que se traduce en nuestros gestos, nuestra mirada, nuestro tono cálido a la hora de dirigirnos a ellos. Y también, por qué no, el cariño manifestado mediante la caricia: esa mano que se posa, que presiona, que agarra, ese abrazo que funde la distancia y ese beso que hace sentir que no se está solo y que se es querido y valorado”.
Las personas de la tercera edad tienen derecho a vivir con dignidad, tener independencia, contar con seguridad y apoyo jurídico, a la autorrealización y la participación.
Es un camino un poco difícil, pero no imposible de transitar. Si me parece que hay que partir desde abajo, desde esas concepciones falsas que se crean en torno a lo que significa envejecer. Un claro ejemplo de ello son las cremas anti-age. Las arrugas no creo que sean marcas que debemos ocultar, sino son el simbolo que nos dejó el paso del tiempo, por simplemente ser humanos.
“Una vez más, la publicidad nos ofrece la posibilidad de pensar la cultura al hacer inteligible sugerencias de detención, retraso u ocultación de un proceso corporal tan ineluctable como es el envejecimiento” escribió Eugenia Tarzibachi en una nota del suplemento Las 12.
Las personas mayores no son un estorbo. Es importante recordar que nos necesitan a su lado, de nuestra compañía y comprensión para estar bien.
Imágen extraída de: http://bit.ly/bLYuEP