Ayer morí,
De a poco me fui dando cuenta.
Primero fue un furgón cargado de euforias
Que recorrió los vellos de mi pecho.
Me obligó a dar tres brincos hacia el cielo
Y liar un cigarro de nubes blanquecinas.
Lo fumé enterito, todo.
Los olores húmedos de la mañana
Se empeñaron en olvidar una gotera azul
Que por momentos aturdía.
Sentía los labios de mi mujer empañando el monitor
Entonces, ya había devorado las últimas entradas de los blogs
Que asiduamente acompañan mi tercer café;
Luego sus ojos, su mirar
Evaporándose en el sudor que osó esquivarme.
Un intento de baño sobrevino
Una tentativa de contarle al mundo que sí lo quería,
Una charla y una amiga,
Y más tarde un terremoto
Sacudiendo espíritu y tendones,
Dudas y certezas,
La mecedora del patio soportando mi sobrepeso.
La espada de Leon-O huyendo de mi infausto albor.
Fui fuerte y corajudo
Cojones no me faltaron
Pero demasiado cerca saludaba el tálamo.
Escogí placer, de bruces caído
Luego vino la tarde con su intentona de respiros
Un fugaz ánimo candente para alimentar un par de pulsiones
Una rascada en los testículos
Un bostezo y más paño para las gafas
Más un bombardeo de imágenes no televisadas,
Unas ganas inefables de gritarle al mundo que ya no lo quería
Y una imagen de San Miguel y compañía advirtiéndome que sobre actuaba.
Por último, cada tres horas medio despertar.
Ayer me encontré con hileras de muertos desconocidos
Con ruines brujas cavándome la tumba,
Con rayos negros absorbiendo mis luces
Pero en eso, se oyó el rugir de un fiero sol
Que, negándose a filtrar al menos una partícula por mi ventana,
Me hizo saber con un piqueteo de aguacero a las cuatro de la mañana quizás
Que puedo seguir elevando cometas desde la bicicleta estática
Y hallar amigos en las primeras líneas
De cada nueva resurrección.
Me acompañaron en la noche el celular y Vargas Vila
En la madrugada buenas notas de un solo de flauta
Y en la mañana el relato de una sesión psicoanalítica,
En la que un amigo se halló poderoso subiendo escalones.
Septiembre 17 de 2009
Leon Plata