EL FLAUTISTA-IVÁN GUAYASAMÍN
II
¿Qué
puede caber en el museo?
Guayasamín
fastuosamente erguido
Al
lado de las tablas del cadalso;
Un
ángel decimonónico
Anunciando
el deleitoso forcejeo
De
los instintos sagrados
O
un lápiz segmentado por accidente
Recibiendo sesudos halagos
De
admirables sabihondos.
Mientras
tanto
En
el andén que susurra silencios y milenios
Yace
la dignidad
Con
la piel podrida y los piojos deliberando
En
orquestada asamblea.
Allí
examina nuestro viejo alado,
Mil
derrotas trasbocando,
Insistiendo
y todavía pensando,
La
identidad que pide diezmos o limosnas,
Contando
brillantes monedas
Para
el escaso festín del maíz humillado:
La
identidad merma su prontuario.
Sopla
el confuso frío de la sabana
El
orificio mayor de la quena
En
desventajados desvaríos,
Y
el viejo insiste en pensar
Y
en seguir pensando,
Y
mira la protocolaria entrada
Y
cree poder pagar con un puñado de dolor
Sin
red pescado
En
la aorta de lo que fue su vivienda
Antes
que las naves tirotearan.
¡A
qué entrar!
Si Oswaldo Guayasamín
Amó
más la quena que el mármol,
Si
las latas entorpecen el paso
De
más de cinco siglos de purísima abyección,
Si
seguramente atropellará
Dignísimas hileras que van al coctel
A
ovacionar las tablas,
El
lápiz,
El
cadalso,
A
Guayasamín.
El
viejo alado roto,
Piojoso
Pensante,
Pensaría
nuevamente:
A profanar sacras postales,
A
vivificar los cerros del oriente,
De
su vivida Santa fe;
Su Muisca Bogotá.
A
guayamizar, por supuesto,
El
cadalso,
El
lápiz,
Las
tablas,
El
coctel…
El
pop-art, los mass media, el impeachment,
Como
pa’ no desmemoriar la séptima carrera,
Como
pa’ asaltar el reino de los miedos
Y no rectificar su cósmica resistencia.
León Plata Bogotá 2000