Ya ha finalizado el carnaval, con más pena que gloria, amparándome en el sentimiento general de conocidos y amigos. El agua esa compañera inseparable todo el fin de semana, ha contribuido a aumentar el nivel de los acuíferos. No así, el nivel de ventas en los establecimientos dedicados a otras clases de líquidos elementos. Dígase, bares y otros para los cuales era una buena ocasión para reponer sus maltrechas cajas registradoras debido a la persistente crisis. Menos mal que muchos están saliendo de ella (adinerados, banqueros y otras clases de gentes que nadie sabe).
El domingo el relax vespertino (o sea el tan socorrido sofá), ha sido sin duda el mejor lugar del mundo para estar (¡vale!, sé que los hay mejores). Aunque no haya sido un fin de semana con grandes excesos, siempre es bueno dar un respiro a nuestro cuerpo, tantas veces necesitado de él (respiro).
Ya en la noche, con tos y con sueño, incompatibles donde los haya, me quedé dormido o más bien en un sopor, recordando aquellas novelas (del oeste la mayoría), las cuales te metías en el papel del chico (guapo, alto, no sé cuantos pies) que disparaba como nadie y al final, se quedaba con la guapa del pueblo. ¡Ay!, El Marcial Lafuente Estefanía, El Keith Luger y El Silver Kane entre otros. Qué cosas me pasan en mi actividad onírica.
Una pena que mi nombrada actividad fuese interrumpida exactamente a las 5:22 horas de la madrugada, con un estridente sonido producido por el indeseable (en ese momento) wathsapp. Ávido me incorporé y me puse a mirar lo que producía aquel sonido. ¡Ah!, mi amigo, sí el que está en Calcuta afotando como loco sin parar. Se le ocurre al muchacho, sin pararse a pensar que el cambio de hora es considerable, mandarme unas fotos de su periplo por la India. ¡No!, no se me ocurrió mandarle algún apelativo de esos cariñosos, me contuve las ganas de hacerlo, aunque lo pensé.