jueves, 20 de noviembre de 2008

No era necesario

Yo sé que a nadie le interesa, y ni siquiera a mí mismo debería interesarme porque jamás la voy a aplicar. También sé que a los señores científicos a los que podría interesarles no les va a interesar porque ya deben tener una mucho más compleja y precisa. Por otro lado, es una gran pérdida de tiempo que esté escribiendo esto, si a nadie le va a interesar; tiempo que podría estar usando para estudiar para el final que estaba preparando en el momento de desarrollar la fórmula que permite calcular la cantidad de ATP* generado a partir de una molécula de ácido graso:

[(Cn/2 - 1) . 5] - 2 + 6Cn = ATPn

Donde Cn es el número de carbonos que tiene la cadena del ácido graso en cuestión. Normalmente tienen de 4 a 24 carbonos, y ahí está el problema de acordarse cuántas moléculas de ATP genera cada uno (cosa que a ningún estudiante en su sano juicio le interesa saber).
Pero ahí no termina el asunto, con la versión 1.1 de la fórmula, pueden calcular la energía que eso genera, según:

{[(Cn/2 - 1) . 5] - 2 + 6Cn} . 7,3 kcal/mol = kcal/mol generado en la oxidación biológica

Y en un arrebato de genialidad, desarrollé la versión 1.2 (beta) que permite calcular cuanta energía se produciría realmente por la combustión de ese mismo ácido graso fuera de la célula, dividiéndolo por 0,4024, o lo que es lo mismo:

{[(Cn/2 - 1) . 5] - 2 + 6Cn} . (7,3 kcal/mol / 0,4024) =
= {[(Cn/2 - 1) . 5] - 2 + 6Cn} . 18,14 kcal/mol = kcal/mol generado en la oxidación experimental

Si no fuese completamente innecesario, la patentaría. Y no, por favor no me golpeen, prometo escribir algo más interesante pronto. En realidad no lo prometo, pero tengan la ilusión de que lo haga. O no, no sé, hagan lo que quieran, qué les voy a andar diciendo yo lo que tienen que hacer. ¡Por favor, gente grande!

Advertencia: sólo la probé con ácidos grasos saturados de cadena par, porque ya había gastado demasiado tiempo, así que no sé si funciona con otros ácidos grasos.

*El trifosfato de adenosina (ATP) es la molécula por excelencia que el organismo usa para obtener energía. Como se dice por ahí, es la "moneda energética" de las células.

Una dosis de su propia medicina

Los barbitúricos son drogas que se usan hace más de un siglo como anestésicos por su capacidad de deprimir el sistema nervioso (porque dejan entrar cloro a las neuronas, y otras boludeces). El primero en sintetizar el ácido barbitúrico fue Adolf von Baeyer* a mediados del siglo XIX. Como no podían lograr que fuese químicamente activo (el tipo lo único que hizo fue sintetizar el ácido), se empezaron las investigaciones para conseguir algún derivado con algún tipo de efecto.
Fue en 1903 que dos científicos que trabajaban para la Baeyer, Emil Fischer y Joseph von Mering, dieron con la fórmula del barbital, que se probó sumamente efectivo para dormir perros. Los dos científicos murieron, al parecer, por una sobredosis de barbital. Ambos se habían vuelto adictos a su creación, pero no sabían que el cuerpo no generaba tolerancia a la misma después de un tiempo, como sí pasa con otras drogas. ¡Irónico destino!

*Sí, el de la marca

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Tres formas y otra de yapa

Tradicionalmente en el estudio del sistema nervioso y sus funciones existen dos formas de proceder —bastante horribles, se podría decir— para entender tal o cual mecanismo o estructura, y una tercera para el estudio en los humanos. ¡Veamoslás con tres pequeños casos!

-Estimulación:
Una forma es estimular directamente una determinada zona del cerebro que se quisiera estudiar. Para eso se pueden agarrar unos microelectrodos y descargar una pequeña corriente sobre ese área, y ver cómo reacciona el individuo, o también a veces se inyecta alguna sustancia en la circulación cerebral para ver cómo afecta al comportamiento.
En 1954 dos científicos, Old y Minner, estaban experimentando en una ratita, precisamente con esa técnica de estimulación eléctrica. Estaban investigando algunas funciones relacionadas con el aprendizaje y la memoria, estimulando zonas que se sabía que estaban relacionadas con eso. Pero se ve que en una fallaron y le dieron a otro lugar del cerebro (probablemente el hipotálamo) cerca de donde estaban trabajando. Después de ese intento pudieron ver que la rata volvía compulsivamente al rincón de la jaula donde se había producido ese estímulo, y que no podía alejarse de ahí por mucho tiempo. ¡La rata se había vuelto adicta al rincón! Inmediatamente los dos autores dejaron de lado sus investigaciones previas y se pusieron a trabajar sobre este nuevo descubrimiento, que marcó el primer paso a entender cómo funcionan neurológicamente las adicciones.
Más adelante el estudio derivó en la implantación de electrodos adentro del cráneo del individuo (se vio en ratas, humanos, y otros), con la posibilidad de que éste se dé a sí mismo choques eléctricos en zonas que, al estimularse, producen sensaciones de placer; por supuesto, se volvían adictos al auto shock. A partir de ahí se empezó a describir lo que se conoce como "circuito de la recompensa", que se afecta en los casos de adicciones.

-Inhibición o ablación:
Otra forma mucho más cruenta es remover una determinada área del cerebro, dejando, por supuesto, al animal vivo después para ver cómo reacciona. En base al nuevo comportamiento se deduce para qué servía eso que sacaron (por ejemplo, si se sacan los centros de la saciedad, se va a ver que el individuo no puede parar de comer).
Otro grupo de investigadores, liderado por Jouvet, fue capaz de poner de manifiesto el comportamiento onírico en un gato. Lo que hicieron fue agarrar al desafortunado miau-miau y le sacaron una partecita del cerebro que se conoce como locus coeruleus, encargado —junto con otras estructuras— de inhibir el tono muscular durante el sueño paradójico (o REM) que es el momento de máxima actividad onírica durante el sueño. Al no tener inhibición sus músculos, los investigadores pudieron observar cómo el gato, completamente dormido, podía actuar lo que estaba soñando.

-En humanos la ablación tiene que ser natural:
¡Y no! ¿Cómo vamos a hacerle algo así a un humano? ¡Qué monstruosidad! Mejor esperamos que se lo haga él solito y después lo estudiamos.
Así es como se dio el famosísimo caso de Phineas Gage, un obrero de ferrocarriles. En 1848, estaba trabajando con unos explosivos, como siempre lo hacía, pero en un descuido se olvidó de tapar la pólvora con arena para que no fuera tan reactiva. Una chispa encendió la pólvora y la hizo explotar; una barra metálica participó de la explosión y le atravesó el cráneo a Phineas, entrando por la mejilla y saliendo por la tapa del cráneo (¡miren, una reconstrucción digital!). En su recorrido por el interior del obrero, la barra se llevó toda una porción del cerebro: el lóbulo frontal. Lo increíble del caso es que Gage sobrevivió al accidente y a los dos meses el doctor Harlow le dio de alta por haberse recuperado completamente.
Todos sus conocidos lo describían como un hombre bueno y capaz, pero después del accidente se había convertido invariablemente en un tipo maleducado e impaciente y no era capaz de mantener planes a futuro; como que sus facultades más humanas habían sucumbido ante aquellos comportamientos más animales. Por ponerlo simple, a partir del caso de Phineas se entendió la importancia del lóbulo frontal en los mecanismos de conciencia y comportamiento social, que actúan en favor de las buenas acciones.
(Si a alguien le interesa, el pobre Phineas perdió su trabajo por haberse convertido en un tipo completamente insoportable; después lo metieron en un circo, en el que exponían su cicatriz y la barra de metal, hasta que se murió de un ataque epiléptico antes de cumplir 40).

-La tecnología:
Actualmente la tecnología, con todo esto de las resonancias magnéticas, los estudios de circulación y todo eso, permiten ver qué áreas del cerebro se activan con determinados estímulos o acciones de la persona, sin tener que recurrir a ningún tipo de técnica invasiva. Esto da lugar a que científicos tempestuosos salgan todo el tiempo en las noticias a decir cosas como "¡Descubrimos que el amor y el odio son casi casi caaasssiii la misma cosa!". Usadas responsablemente, en poco tiempo se podrían descubrir muchísimas cosas divertidísimas e interesantes sobre el funcionamiento del cerebro. O no. ¡Ya veremos!

martes, 4 de noviembre de 2008

Sencillamente genial

Ayer mientras estudiaba me topé con esto. Yo no sé si el que lo escribió es un genio diabólico, o simplemente un retrasado, pero que me hizo reir, eso es seguro.


Bah, no sé, tal vez sea todo parte de uno de esos experimentos socioneurofisiológicos para ver cómo reacciona la gente cuando lee tal o cual cosa (después lo aplican a revistas de chimentos, ponele). Si me están leyendo los experimentistas (que seguro que lo están): no, ninguno de esos enunciados me produjo diarrea. ¡De nada!

lunes, 3 de noviembre de 2008

¡Era un pato!

Y de repente me doy cuenta: si hago un esfuerzo, puedo escuchar el zumbido de los autos contra el pavimento a, quién sabe, quizás unos cien, ciento cincuenta, o doscientos metros de distancia. Pero realmente no lo estaba notando porque ya no era importante, porque ahora tenía a Julio Verne en una mano, un árbol —entre tantos otros— arriba de mi cabeza y contra mi espalda, y un lago que, si bien bastante sucio, es siempre un buen dador de placer.
Es en el medio de esa estúpida revelación que lo veo, y ya no puedo volver a la historia de Alex y su docto tío hacia el centro de la Tierra. A una velocidad constante se va moviendo y realmente puedo ver la rítmica contracción de sus cuádriceps, sartorios, tibiales anteriores y de sus bíceps, semimembranosos, gastrocnemios, entre tantos otros, tirando de sus fémures, sus tibias o sus metatarsos. Y puedo ver el diafragma contrayéndose para dejar entrar el aire, y después lo veo relajarse para dejarla salir. Veo el oxígeno entrando a la sangre, veo las neuronas motoras descargando acetilcolina sobre los músculos, que a su vez reciben adrenalina para que puedan usar sus reservas de energía. Vislumbro a sus riñones filtrando sangre y quizás al sistema parasimpático inhibiéndole la motilidad intestinal. Veo mejor y ahí están sus dos membranas timpánicas y sus cócleas y sus células ciliadas y sus tantas más de mil neuronas llevándole información a su corteza auditiva. ¡Y ahí lo entiendo! Era sólo un tipo corriendo y escuchando música en su mp3.
Aquel otro con sus células en constante crecimiento, división y reordenamiento (quizás algún día dentro de veinte años me lo encuentre abajo de este mismo árbol, con todos sus órganos ya en su lugar) y su cordón umbilical no es más que un bebé en el vientre de su encinta madre. Eso que se agita en el agua ahora es un pato, y ese agua ya dejó de ser una solución de quién sabe qué concentración y cuál otra osmolaridad con sus miles de solutos. Ese bicho que revolotea al lado mío, bueno, sigue siendo un bicho que revolotea al lado mío. ¿Qué es? ¡Nunca lo había visto!
Puedo dejar de pensar en colecistoquininas, insulinas, low y high density lipoproteins, serotoninas, dopaminas, núcleos del rafe o de la sustancia nigra o supraquiasmáticos o ventroposteriores o rojos u olivares, colesteroles, glomérulos, bilirrubinas, biliverdinas, conjugaciones con glicina o taurina, y tantas otras cosas de las que ya me olvidé hasta nuevo aviso. Mi propia corteza parietal posterior puede descansar y dejar de asociar todo eso. Mi circuito límbico, si tan solo me olvidara de él, me haría estar contento de mi hallazgo.
Y la naturaleza vuelve a ser naturaleza, y las personas vuelven a ser personas, y la música... ¡Ah! La música deja de ser sonido de fondo. Ahora vuelvo a salir de mi casa, después de un mes y medio, sin pensar que cada vez falta menos para tener que responderle a un tipo cuando me pregunte por la fisiología humana, porque ya lo hice hoy. Por hoy tampoco me importa que las moléculas de glucosa estén activando receptores ligados a proteína G o con qué frecuencia descargan los receptores térmicos de frío de mi lengua, sólo disfruto mi helado.
¿Q...? ¿Que en un mes son los finales y no debería relajarme tanto? ¡Pará, flaco! No molestés, y haceme el favor de escuchar este tema de Fandermole interpretado por Aca Seca Trío, que bien conocen la Naturaleza.



Tema: Carcará
Autor: Jorge Fandermole
Aca Seca Trío: Andrés Beeuwsaert (piano) - Mariano Cantero (percusión) - Juan Quintero (guitarra)

jueves, 16 de octubre de 2008

Paradojona

Siempre pasa. Los exámenes que uno compra para practicar siempre tienen errores, sean de contenido, ortográficos, o lo que fuere. Pero este me pareció bastante particular (no hace falta que entiendan de qué están hablando las respuestas):

3) Marque lo incorrecto:
-a) Las hormonas esteroideas son transportadas en plasma por proteínas de transporte sintetizadas por el hígado
-b) La vida media de las hormonas esteroideas es menor que la de las hormonas peptídicas
-c) Las hormonas esteroideas se conjugan en hígado con sulfato-6-glucurónico
-d) Las hormonas esteroideas se hacen hidrosolubles (en hígado) para poder ser excretadas
-e) Ninguna es correcta

¡Ah! Es obvio para aquel que sepa que la respuesta correcta es la (b), sin dudas, porque las hormonas peptídicas (como la adrenalina) necesariamente van a tener una vida menor que las esteroideas (como testosterona) por sus efectos y porque hay que sacarlas rápido de la sangre. Pero, oh, maravillosa estupidez humana, la respuesta (e) nos trae un problemón: nos plantea que ninguna es correcta, lo cual es absolutamente incorrecto porque hay tres respuestas (a, c y d) que sí lo son. Entonces la respuesta más correcta (por lo incorrecta) sería la (e) ,por tres contra uno. Yo veo una cosa así y marco la (e), no me importa que sepa que el que hizo esto no se dio cuenta que había hecho una pregunta sin sentido y pretendiera que marcara la (b), como efectivamente pasaba.
¡Pero cuánto más divertida era mi respuesta!

jueves, 9 de octubre de 2008

¡Ups! Me salió una cadena de pensamientos

¡Qué maravillosos son los sistemas de la vida! La ciencia no es más que un cristal a través del cual los observamos y como tal los ata a su propia realidad: si el cristal es azul, los sistemas que estudiemos se verán azules; si es rojo, se verán rojos. Ese cristal a su vez fue hecho de esa forma por el hombre para cumplir un determinado propósito (o quizás porque le fue imposible que fuera de otra manera) y por eso es él mismo el que, en última instancia, le da el color —o cualquier característica, en fin— a ese sistema que esté estudiando. La inabarcabilidad de la tan lógica mente humana pide esas abstracciones a gritos, esos modelos que no hacen más que recortarle un pedacito al Universo y ofrecérnoslo para que quizás, sólo quizás, podamos entenderlo un poquito más. Los seres vivos estamos formados por sistemas complejísimos, de lo más ingeniosos y que siempre mantienen una lógica absoluta con su entorno. Cuando no se los entiende, cuando se los piensa como faltos de sentido, bueno, es que algo estamos mirando mal, algo se nos está escapando.
La ciencia se trata básicamente de eso, de encontrarle el sentido a ese Universo, tratando siempre de ajustar un poco más la mira. Pero ojalá fuese tan simple y tan poético como eso. A la vez que tiene la capacidad de amar, el ser humano —que no escapa al eterno juego de las dualidades— es un ser egoista y ambicioso. En su camino (quiero decir, en su historia), en su afán de entender a ese Universo del que es tanta parte como cualquier otro ser, otra cosa, pareciera que se olvidó de que lo que quería era "entender", porque se dio cuenta (se creyó tan vivo) que podía forjar con sus propias manitas las herramientas para combatirlo, para cambiar todo lo que le molesta de Él. No quiero sonar tan juicioso, no digo que conscientemente quiera combatir al Universo, pero no deja de ser el resultado. Se abocó a entenderlo, no para vivir en armonía con Él, sino con la convicción de que puede encontrarle el punto débil, el lugarcito por donde entrarle para darle vuelta la partida y poder vivir un poco más cómodo.
Y sí, bueno, sabemos muchas cosas y sabremos muchas más; hacemos muchas cosas y haremos muchas más; tenemos muchas cosas y tendremos muchas más, ¿pero a qué costo? La ciencia misma nos mostró que en algún lugar desviamos el camino, que en nuestro afán de entender dejamos de comprender. En nuestro afán de crear, destruimos; en nuestro afán de hacer, deshacemos lo que ya se había hecho. En fin, en nuestro afán de curar hacemos daño. ¿Por qué? ¿Cuál es la necesidad? ¿Tan importantes somos? Quiero decir, ¿tan estúpidos somos para no poder pensar cómo tener todas estas fábricas, estos autos, estos medicamentos sin tener que dejar una ola de destrucción a nuestro paso? ¿Tanto nos cuesta cambiar las cosas que sabemos que están mal y nos van a hacer peor?
Sí, podrán criticarme mis palabras; sí, puede que sea por un bien mayor, o que la fuerza de la costumbre nos sigan llevando por ese camino; o no, no sabré contestar a la pregunta "¿y vos cómo lo cambiarías?". Pero no puedo dejar de sentir el retorcijón en el estómago cada vez que leo un ensayo médico en el que se experimentó con animales para explicar tal o cual insignificante funcionamiento de tal o cual cosa. No puedo dejar de sentir vergüenza cuando leo que más del 50% de las muertes antes de tiempo en nuestro país (en el mundo civilizado) son por enfermedades tan prevenibles como la diabetes, la hipertensión o el cáncer de pulmón. No puedo dejar de sentir frustración cuando veo que se puede pasar el primer, el segundo, el tercer año de Medicina sin tener tan siquiera una materia de procedimientos básicos de primeros auxilios (¡y nadie sabe que el 107 es el número del SAME!), o de prevención primaria de la salud, o de atención primaria de la salud.
Aun así, tengo la secreta fe de que no van a pasar muchos años más sin que se vea un cambio substancial en la manera en que se ve y se piensa el mundo. Los pequeños cambios ya están por todos lados y se ven, y son reconfortantes. Y hablando de pequeños que se ven y son reconfortantes, y también de animales, miren, un video de Michel Petrucciani:



Michel Petrucciani (piano) - Miroslav Vitous (contrabajo) - Steve Gadd (batería)
Little Piece in "C" (for U)

Por cierto, sí, originalmente el post iba a ser sobre rutas metabólicas y me dejé llevar. ¡Se los debo!
Y por cierto, Michel Petrucciani tenía una enfermedad que se llama "osteogénesis imperfecta" que es una malformación en un tejido embrionario (el mesodermo) que es el que más tarde forma parte de huesos, músculos y tantas cosas más
. ¡Tanto más admirable!

martes, 7 de octubre de 2008

¡Algún día aprenderán!

Con un ávido hambre de aprender o tan sólo enterarme de cuestiones que quizás escapen a lo inmediatamente observable, o que bien tengan explicaciones un poco más difíciles de encontrar (me podría estar refiriendo a lo oculto o lo alternativo, si quieren), siempre me gustó moverme por lecturas que directa o indirectamente apuntaran un poco a eso, desde Oriente con Lao Tse hasta Occidente con Jung, por mencionar un par. Al entrar en la carrera de Medicina, lo más científico que alguna vez había leido era a Nietzsche y sabía que me estaba metiendo (pero no hasta qué punto) en un mundo totalmente distinto, no ya pragmático sino que a veces macabramente intentaría cambiar la realidad para adaptarla a sus teorías y sus números, y que a la vez repudiaría, criticaría, intoleraría todo aquello que no pudiese explicar. La idea —un tanto ingénua, si quieren, no me importa— siempre fue intentar unir esas dos formas de ver el mundo, que en mi cabeza no deberían más que complementarse.
En la primera clase que tuve de Química dentro de la carrera, la profesora, al hacer un breve raconto histórico de la ciencia, dijo "En el siglo XIX los científicos se dieron cuenta que los seres vivos producían una infinidad de moléculas que no podían ser sintetizadas en los laboratorios y le pusieron el nombre de Química Orgánica a su estudio". "¡Ajá!", me dije yo, "¡Ahí lo tienen, malditos humanos, el poder de la Naturaleza! ¡Eso les va a enseñar!". Pero el relato de la profesora seguía: "...No pasaron muchos años hasta que los científicos lograron sintetizar las primeras moléculas orgánicas fuera de los seres vivos". "Ufa", pensé yo, y me limité a seguir escuchando, con la seguridad ahora de que me estaba metiendo en un mundo completamente desconocido y quizás un poquito hostil.
Los años pasaron y un cariño siempre creciente hacia esa ciencia se fue apoderando de mí hasta volverse parte inseparable de mi forma de pensar, a veces incluso nublándome la vista de ésa, la otra parte, la más alternativa, pero sin nunca perder el objetivo aquél de intentar unir los dos mundos. Ayer, en una clase de Neurofisiología sobre el sueño y la vigilia, ya llegando al final de la misma y quedando sólo unos pocos de nosotros escuchándolo, el profesor dijo "Y es justamente por este núcleo [cerebral] que los científicos ahora están mucho más cerca de entender y estudiar la percepción". Asociando desde siempre la percepción con una suerte de sexto sentido, si quieren, pensé "¡Ajá! ¡Qué revelación! ¡Eso les va a enseñar, malditos positivistas!" y me erguí en el asiento en actitud de prestarle más atención. Por supuesto, el discurso seguía y mientras gesticulaba con los antebrazos poniéndolos a 45º y 90º con respecto al suelo, concluyó "...Gracias a él es que ustedes pueden percibir que esto que estoy haciendo es un triángulo". "¡Andá a cagar!" pensé y volví a dejarme caer en el asiento con todo el peso de la resignación.