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sábado, 27 de marzo de 2010

Reflejo

Si me preguntan, les digo que lo que soñé ayer es completamente irrelevante. Uno de esos sueños que, mientras se sueñan, uno piensa que se los tiene que acordar porque va a estar bueno para algo. O más que un pensamiento es una sensación, y no es durante el sueño, sino después o quizás antes. No sé, por ahí. Pero sabía que me lo tenía que acordar y sé que apenas me desperté ya no me lo acordaba. Sólo me quedaba la premisa: que el tiempo en los espejos corre de un modo diferente.

No me pregunten por qué, en el sueño yo hablaba con mi reflejo, o al menos interactuaba de esa forma particular en que se interactúa con alguien en los sueños, que no es exactamente quien se supone que es. Pongámosle que yo hablaba y el del espejo me contestaba cosas que en el sueño sabía que pertenecían a otro momento de la conversación, quizás media hora antes, o hasta tres horas después. Pero nos entendíamos. Sé que nos entendíamos porque no recuerdo que no nos entendiéramos. En el sueño, mi propio tiempo saltaba hasta el momento en que obtenía la respuesta del otro lado, pero sabía que el reflejo estaba desfasado y que mi tiempo era continuo.

Todo eso lo deduzco a partir de no más de dos imágenes mentales que me quedaron grabadas y algunas sensaciones. Las imágenes tal vez un poco se mueven, pero diría que no son más que instantáneas de mí mismo frente a un espejo que quizás está un poco empañado, y que seguro no es ninguno de los que pueda haber en mi casa. Todo lo demás son sensaciones, como la sensación de que en el sueño pasaban muchas más cosas y de que cierta trama había pero no me la puedo acordar.

Digo que el sueño es irrelevante porque no tiene misterio: no tengo que darle vueltas y vueltas para entender de qué interpretación rebuscada de la realidad salió. Ese mismo día se le había acabado la pila al reloj grande de mi habitación en el que suelo leer la hora. Se había quedado a eso de las 5:35 y avanzaba lentísimo, cosa que cuatro horas más tarde recién eran las 5:45. Así que cuando eran las doce de la noche o las tres de la mañana, leía siempre primero una hora fuera de hora, y después la corregía mirando la hora del celular o de la computadora. Había una hora real y una hora que era reflejo de la que alguna vez había sido —y sería, cuando la hora real volviera a pasar por ahí. Había un yo real y un reflejo en otra dimensión temporal que con algún momento debía corresponderse.

Pero me gusta pensar que tal vez fue al revés: ¿quién dice que el reloj no se rompió como un reflejo del mundo onírico? Quizás en algún sueño me vaya a olvidar de haber escrito esto y del resto de mi vida, y sólo me acuerde del reloj roto.

lunes, 18 de enero de 2010

Y barbarie

Es por esa cosa que tenemos los argentinos. Un ombligo muy atractivo, ponele que es. ¡Pero botellazos! Por favor.
Ya había empezado ayer, pero no fue para tanto. Yo llegué tipo ocho, cuando los sonidistas estaban preparando todo, y me senté en el suelo, a pocos metros del escenario. Éramos muchos en el suelo. Y de a poco empezó a aparecer gente que quería ver más de cerca, o ya no encontraba lugar en el suelo, y se paraban delante de la valla. O sea, detrás de la valla, pero delante nuestro. Y de un momento para otro, todos, por esa cosa sincicial que tienen las multitudes, estaban gritando "¡Abajo!" y chiflando. Costaba entender que lo que querían los protestantes era que se sentaran los que estaban parados adelante. Porque había como dos metros entre la valla y el escenario, y costaba ver lo que pasaba. De todas formas, los gritos tenían esa tonalidad medio amistosa del "¡Eh, bolú!" porteño. Ayer, digo. Pero en cuanto Lebón pisó el escenario, lo aplaudimos y nos pusimos de pie, y lo seguimos aplaudiendo otro poco, y ya nadie estaba sentado. Porque además no es música para escuchar sentado. No. Y empezaron a tocar y nos olvidamos de todo el asunto.
Pero hoy, ¡ay! Hoy fue más bestial. En el momento no me di cuenta a qué me hacía acordar toda la escena, pero ahora creo que la imagen mental que me daba era la de El Matadero, de Esteban Echeverría. Creo. Tal vez me acuerdo mal el cuento, no sé, lo leí hace más de cinco años. No, acá no hubo unitarios, eso seguro. Cuestión que hoy llegué más o menos a la misma hora que ayer, quizás un poco más temprano. Ponele que a las ocho menos cuarto. Había menos gente que ayer, y todos estábamos preparados para quedarnos sentados todo el rato, porque calculábamos la música como más tranquila. Y era domingo y había reposeras y familias. Este país tiene algo con los domingos y las reposeras, sea donde sea que uno esté. Se fue haciendo la hora y empezó a pasar lo mismo que el día anterior: empezó a llegar gente que por tal o cual motivo no quería sentarse y se empezó a poner atrás de la valla. Pero nada que ver con lo de ayer, ¿eh? Hoy era una monocapa de personas, tipo nada, y las cabezas apenas sí tapaban un poco más el escenario que lo que lo hacía la valla misma. Y eso que yo estaba sentado bien adelante, o sea que si a alguien tapaban, era a mí y a un par más. Pero igual, los que estaban sentados más atrás se pusieron a gritar "¡Abajo!". Esta vez con un poco más de furia que ayer. Yo no sé, si me preguntás a mí, hubiera elegido otra palabra, tipo "siéntense", o algo que sea un poco más entendible como "Che, los que están adelante parados, ¡abajo!".
Como dije, había familias con reposeras. Había un perro que ladraba agudo. Había un bebé. Y estaba esta familia, con la madre teñida de rubio, en sus muy mal venidos cuarentas, el nene parado sobre la reposera, y la nona, que parecía que mucho no sabía dónde estaba, o le daba lo mismo, y que tenía un gesto un tanto cliché de abrir y cerrar una boca que parecía no tener dentadura. Tenía un ángulo hacia adentro. Raro. Como un Pac-Man, ponele. Pero raro. La madre era la que más gritaba a los de adelante, con una sonrisa socarrona y un aire de no tener nada mejor que hacer. No había empezado el show, y los gritos de "¡Abajo!" ya eran furiosos. E incesantes. Furiosos e incesantes, eso.
Hubo como un respiro cuando se prendieron las luces de show y parecía que iba a empezar. Yo me paré y empecé a ir para adelante, como varios otros, y de nuevo empezaron los gritos, todavía más furiosos y con cierta amenaza en el tono. Y bueno, algunos nos sentimos un poquito intimidados y volvimos a sentarnos. Y apareció Mavi Díaz y su banda entre todo el abucheo para los que estaban parados. Pobrecita. Empezaron a tocar y todavía seguían gritando, y casi no los aplaudían a ellos. Estaban más concentrados ahora en lograr su objetivo de bajar a los de adelante que en escuchar la música. Preferían ver que escuchar. Yo eso te lo califico de gesto vacío, disculpame. Cuando ella empezó a cantar, ahí se callaron. Y cantaba lindo, denserio. Pero el clima estaba tenso y entre tema y tema mucho no se aplaudía, y a veces incluso seguían abucheando a los de adelante en lugar de aplaudir y vitorear al grupo. Daba como vergüencita la falta de respeto hacia los músicos y el ensañamiento por lograr creo que ya no sabían qué cosa.
Ah, no les dije: para ese momento ya habían volado hacia delante algunas bolsas cargadas, supongo, con papeles usados y ese tipo de basura. Sospechosamente tenían una trayectoria que bien podía nacer desde la señora teñida de rubio, que les juro que parecía divertida con todo el asunto de los gritos.
Lo triste de todo esto fue cuando la banda hizo el último tema anunciado y se retiró. Pasaron algunos segundos desde que se habían ido del escenario, y ahora la multitud sentada ya estaba enfurecida, y volaron incluso algunas botellas, siempre con los gritos de "¡Eh!" y "¡Abajo!" acompañando. Está bien, eran botellas de plástico, exageré. Pero, dale, estaban tirando botellas a la gente. Y nadie estaba cómodo, ni los que canturreaban, ni los que estaban parados, ni los que estábamos sentados solamente, tratando de estar cómodos. Y nadie cedía: ni los que estaban parados se sentaban, por una cuestión de respeto o buena onda, ni los que cantaban se resignaban a calmarse. Porque ya está, che, no es tan grave. Bueno, lo que decía: lo triste fue que entre todo el abuchamiento, Mavi Díaz y su banda volvieron, y ella dijo "Gracias, gracias". ¡Pobrecita! Pensaba que era un encore, un bis, y todo el asunto no tenía nada que ver con ella ni con nadie que pudiese estar en el escenario. Y he visto encores en mi vida, pero nunca ninguno que no lo fuese realmente. No sabía ni que existían. Los encores que no son encores, digo.
Pero cuando apareció Luis Salinas, yo me paré. Muchos nos paramos, y no nos importó nada. Lo queríamos ver más de cerca. Y todo estuvo perfecto. Casi. Porque parecía que ya había pasado todo el asunto. Pasaron no sé cuántos temas, y de repente no sé, hubo un intervalo de unos pocos segundos y un tema que empezaba despacito, con un solo de piano lindísimo, pero ya estaban gritando de nuevo. Y digo que era lindísimo porque parecía que debía serlo, pero ya no se podía escuchar directamente. Y te juro que no sé qué les agarró ahora, porque llevábamos como cuarenta minutos parados y nadie había ni chistado. Pero se ve que tenían que llenar el silencio. Y el tecladista estaba tocando y sintiéndolo, y los de atrás no paraban de abuchear. Pero no a él. Y fue largo. Fue una árdua pelea entre abajos y shhh!s que hizo que ese pedazo de música se perdiera.
Y sólo por ganar la discusión, ¿eh? Sólo por ganar la discusión, que ya era solamente forma y no tenía contenido. Porque era obvio que no nos íbamos a sentar y que no teníamos por qué hacerlo. ¿Qué pasaba si nos sentábamos?

Bueno, bueno, perdón, pero después de más de cuatro meses de no escribir, tenía que empezar por algo más campechano, que sino no me sale. Pero es que miren qué lindo que tocan la musiquita:

jueves, 21 de mayo de 2009

¡Los descubrí!

Ya está, muchachos, pueden sacarse las caretas y volver a sus viejas vidas de actores cósmicos. Los desenmascaré. Descubrí la mentira, la escenificación, la falsa realidad de un mundo que no era. La superproducción que habían montado por fin tuvo una falla evidentísima. Pisaron la ramita, cayeron en su propia trampa, tuvieron una dosis de vuestra propia medicina. Incluso pretendieron engañarme (o engañarnos, todavía no descubro la extensión de la trama) con películas como The Truman Show, para que pensara que "es sólo una película" y "qué buen argumento" y "obvio que nadie haría eso en la vida real". ¡Pero los deschavé! La vida real en la que vi esa película no es sino otra película que no es sino la realidad, sólo que con forma de película. O con forma del argumento de una película. En realidad tengo que admitir que no vi la película porque no me la lee el DVD, pero sé de qué se trata.
Los rápidos sucesos que me llevaron a la revelación se dieron el otro día, cuando caminaba por los pasillos de la facultad. Tenía uno de esos días que se está iluminado y radiante sagacidad. Estaba llegando al final de un corredor paralelo a la calle Uriburu, justo donde dobla para convertirse en el corredor paralelo a Paraguay, y ahí, parado en el codo del pasillo y sin hacer nada, había un tipo con una bandeja tristísima que tenía una taza y algo más, que ni me fijé qué era. Cuando seguí avanzando y llegué a unos pasos de donde estaba él, empezó a caminar en dirección opuesta a la mía, como si se hubiese dado cuenta de que eso tenía que hacer. "Como un actor esperando su entrada" pensé y seguí caminando sin darle mayor importancia.
Todo el mundo tiene sus secretitos en la vida, tips que no comparte con todo el mundo para sentirse un poquito más exclusivo. Uno de los míos es no ir en horarios pico a los baños de lo que sería la Facultad de Medicina propiamente dicha, sino bajar al subsuelo donde se cursan las Carreras Conexas, que siempre hay mucha menos gente y uno casi que tiene su lugar garantizado. El problema esta vez fue que mis cálculos fallaron, y era lo que se puede llamar una "hora pico en el subsuelo", donde hay unas veinte personas en los pasillos. El baño estaba lleno y no quería hacer cola, así que seguí de largo.
Se ve que ni los productores se lo esperaban, y no se dieron cuenta del error que cometían cuando mandaron al mismo tipo de la bandeja de antes para que bajara las escaleras en el momento en que yo las volvía a subir, ¡pero con una lata de pintura y un pincel en la mano! Increíble, completamente inaudito. Se les deschavó el asunto. Estaban usando al mismo tipo de extra con distintas tareas en dos escenas seguidas. Menos evidente hubiese sido si, no sé, se les asomaba el micrófono por algún lado, o si descubría alguna cámara oculta, porque podía pensar que "estarían filmando algo", qué sé yo. Pero no, con este error de su parte los expuse completamente. ¡Ajá!
Las interrogantes que quedan, entonces, son algunas como: ¿Soy el único, o hay otra gente que no sabe que está en la misma película? ¿Cuántas de las personas que se ven en la calle son extras? Este mismo tipo, ¿es un extra en la vida de otros? O podría ser un actor principal en la vida de su familia, por ejemplo; tal vez ni sabe que lo es. ¿Dónde están las cámaras? Y che, decime, ¿cuándo sale esto al aire? ¿En qué canal? ¿Me mandás una copia? ¿Es un documental, o...? Ah, ah, lo nuevo de Tinelli. Uy. Bueno, copado, supongo. Chau, che, manteneme al tanto.

Hablando de artistas, los dejo con uno de mis nuevos señores favoritos, Clark Terry, mumbleseando en el programa Legends of Jazz.


"Mumbles"
Clark Terry (trompeta y voz)

jueves, 20 de noviembre de 2008

No era necesario

Yo sé que a nadie le interesa, y ni siquiera a mí mismo debería interesarme porque jamás la voy a aplicar. También sé que a los señores científicos a los que podría interesarles no les va a interesar porque ya deben tener una mucho más compleja y precisa. Por otro lado, es una gran pérdida de tiempo que esté escribiendo esto, si a nadie le va a interesar; tiempo que podría estar usando para estudiar para el final que estaba preparando en el momento de desarrollar la fórmula que permite calcular la cantidad de ATP* generado a partir de una molécula de ácido graso:

[(Cn/2 - 1) . 5] - 2 + 6Cn = ATPn

Donde Cn es el número de carbonos que tiene la cadena del ácido graso en cuestión. Normalmente tienen de 4 a 24 carbonos, y ahí está el problema de acordarse cuántas moléculas de ATP genera cada uno (cosa que a ningún estudiante en su sano juicio le interesa saber).
Pero ahí no termina el asunto, con la versión 1.1 de la fórmula, pueden calcular la energía que eso genera, según:

{[(Cn/2 - 1) . 5] - 2 + 6Cn} . 7,3 kcal/mol = kcal/mol generado en la oxidación biológica

Y en un arrebato de genialidad, desarrollé la versión 1.2 (beta) que permite calcular cuanta energía se produciría realmente por la combustión de ese mismo ácido graso fuera de la célula, dividiéndolo por 0,4024, o lo que es lo mismo:

{[(Cn/2 - 1) . 5] - 2 + 6Cn} . (7,3 kcal/mol / 0,4024) =
= {[(Cn/2 - 1) . 5] - 2 + 6Cn} . 18,14 kcal/mol = kcal/mol generado en la oxidación experimental

Si no fuese completamente innecesario, la patentaría. Y no, por favor no me golpeen, prometo escribir algo más interesante pronto. En realidad no lo prometo, pero tengan la ilusión de que lo haga. O no, no sé, hagan lo que quieran, qué les voy a andar diciendo yo lo que tienen que hacer. ¡Por favor, gente grande!

Advertencia: sólo la probé con ácidos grasos saturados de cadena par, porque ya había gastado demasiado tiempo, así que no sé si funciona con otros ácidos grasos.

*El trifosfato de adenosina (ATP) es la molécula por excelencia que el organismo usa para obtener energía. Como se dice por ahí, es la "moneda energética" de las células.

martes, 4 de noviembre de 2008

Sencillamente genial

Ayer mientras estudiaba me topé con esto. Yo no sé si el que lo escribió es un genio diabólico, o simplemente un retrasado, pero que me hizo reir, eso es seguro.


Bah, no sé, tal vez sea todo parte de uno de esos experimentos socioneurofisiológicos para ver cómo reacciona la gente cuando lee tal o cual cosa (después lo aplican a revistas de chimentos, ponele). Si me están leyendo los experimentistas (que seguro que lo están): no, ninguno de esos enunciados me produjo diarrea. ¡De nada!

jueves, 16 de octubre de 2008

Paradojona

Siempre pasa. Los exámenes que uno compra para practicar siempre tienen errores, sean de contenido, ortográficos, o lo que fuere. Pero este me pareció bastante particular (no hace falta que entiendan de qué están hablando las respuestas):

3) Marque lo incorrecto:
-a) Las hormonas esteroideas son transportadas en plasma por proteínas de transporte sintetizadas por el hígado
-b) La vida media de las hormonas esteroideas es menor que la de las hormonas peptídicas
-c) Las hormonas esteroideas se conjugan en hígado con sulfato-6-glucurónico
-d) Las hormonas esteroideas se hacen hidrosolubles (en hígado) para poder ser excretadas
-e) Ninguna es correcta

¡Ah! Es obvio para aquel que sepa que la respuesta correcta es la (b), sin dudas, porque las hormonas peptídicas (como la adrenalina) necesariamente van a tener una vida menor que las esteroideas (como testosterona) por sus efectos y porque hay que sacarlas rápido de la sangre. Pero, oh, maravillosa estupidez humana, la respuesta (e) nos trae un problemón: nos plantea que ninguna es correcta, lo cual es absolutamente incorrecto porque hay tres respuestas (a, c y d) que sí lo son. Entonces la respuesta más correcta (por lo incorrecta) sería la (e) ,por tres contra uno. Yo veo una cosa así y marco la (e), no me importa que sepa que el que hizo esto no se dio cuenta que había hecho una pregunta sin sentido y pretendiera que marcara la (b), como efectivamente pasaba.
¡Pero cuánto más divertida era mi respuesta!

martes, 7 de octubre de 2008

¡Algún día aprenderán!

Con un ávido hambre de aprender o tan sólo enterarme de cuestiones que quizás escapen a lo inmediatamente observable, o que bien tengan explicaciones un poco más difíciles de encontrar (me podría estar refiriendo a lo oculto o lo alternativo, si quieren), siempre me gustó moverme por lecturas que directa o indirectamente apuntaran un poco a eso, desde Oriente con Lao Tse hasta Occidente con Jung, por mencionar un par. Al entrar en la carrera de Medicina, lo más científico que alguna vez había leido era a Nietzsche y sabía que me estaba metiendo (pero no hasta qué punto) en un mundo totalmente distinto, no ya pragmático sino que a veces macabramente intentaría cambiar la realidad para adaptarla a sus teorías y sus números, y que a la vez repudiaría, criticaría, intoleraría todo aquello que no pudiese explicar. La idea —un tanto ingénua, si quieren, no me importa— siempre fue intentar unir esas dos formas de ver el mundo, que en mi cabeza no deberían más que complementarse.
En la primera clase que tuve de Química dentro de la carrera, la profesora, al hacer un breve raconto histórico de la ciencia, dijo "En el siglo XIX los científicos se dieron cuenta que los seres vivos producían una infinidad de moléculas que no podían ser sintetizadas en los laboratorios y le pusieron el nombre de Química Orgánica a su estudio". "¡Ajá!", me dije yo, "¡Ahí lo tienen, malditos humanos, el poder de la Naturaleza! ¡Eso les va a enseñar!". Pero el relato de la profesora seguía: "...No pasaron muchos años hasta que los científicos lograron sintetizar las primeras moléculas orgánicas fuera de los seres vivos". "Ufa", pensé yo, y me limité a seguir escuchando, con la seguridad ahora de que me estaba metiendo en un mundo completamente desconocido y quizás un poquito hostil.
Los años pasaron y un cariño siempre creciente hacia esa ciencia se fue apoderando de mí hasta volverse parte inseparable de mi forma de pensar, a veces incluso nublándome la vista de ésa, la otra parte, la más alternativa, pero sin nunca perder el objetivo aquél de intentar unir los dos mundos. Ayer, en una clase de Neurofisiología sobre el sueño y la vigilia, ya llegando al final de la misma y quedando sólo unos pocos de nosotros escuchándolo, el profesor dijo "Y es justamente por este núcleo [cerebral] que los científicos ahora están mucho más cerca de entender y estudiar la percepción". Asociando desde siempre la percepción con una suerte de sexto sentido, si quieren, pensé "¡Ajá! ¡Qué revelación! ¡Eso les va a enseñar, malditos positivistas!" y me erguí en el asiento en actitud de prestarle más atención. Por supuesto, el discurso seguía y mientras gesticulaba con los antebrazos poniéndolos a 45º y 90º con respecto al suelo, concluyó "...Gracias a él es que ustedes pueden percibir que esto que estoy haciendo es un triángulo". "¡Andá a cagar!" pensé y volví a dejarme caer en el asiento con todo el peso de la resignación.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Desinformación exuberada

"Che, ¿cómo se escribe exuberante?" me preguntó un amigo. No sin cierta sorna empecé a responderle "Es obvio que..." y me di cuenta que me había venido una de esas espantosas lagunas mentales, esas en las que uno sabe —debería saber— muy bien la respuesta. La naturaleza de las mismas puede ser de lo más variada, desde el nombre de (Mario) Pergollini hasta un acorde o la letra de una canción. Podrían pasar horas, a veces días hasta que la respuesta aparecaiera sola en la cabeza, flotando, perdida, en medio de otra acción de lo más inconexa con el asunto en cuestión; tales son las intrincadas vías de la inconsciencia.
Por suerte existe Google —no lo niego, hay veces que el orgullo hace que uno se niegue a usarlo y siga buscando la respuesta en la cabeza. Basta con buscar "Pergollini" o "la rubia ésa de Loco por Mary" para llegar a la tierra firme en los mapas mentales. Cuando el asunto es ortográfico, como en este caso, no cabe más que buscar las dos posibilidades de cómo se escribe una palabra (si se tienen más de dos opciones, bueno, uno no tiene una laguna sino que se enfrenta con un serio caso de ignorancia) o bien escribir una y esperar a que el Google lo corrija. Ahora mis dos posibilidades eran "exHuberante" y "exuberante" a secas. Busqué primero la primera; aún con 16.800.000 resultados, el buscador me sugirió "Quizás quiso decir: exuberante", yo le respondí "Bueno, sí, quizás era exuberante, quién te dice, no sé, nadie es perfecto, a ver, mostrame qué tenés". ¡5.680.000 resultados! Es verdad, sí, hay una sincera diferencia de 11.120.000* páginas a favor de "exhuberante" señalándola como la opción correcta, pero ahí había algo raro. Ya casi liberado de los nocivos efectos de la laguna, y con una sana desconfianza por la internet, decidí buscar por otro lado.
Por suerte existen los diccionarios, y por suerte decidí conservar uno en la biblioteca. "Exuberante" era la ganadora, simplemente por tener una definición cuando "exhuberante" ni siquiera figuraba. Corrí y se lo informé a mi amigo, que parecía un poco urgido por saberlo. Pero todavía quedaba un asunto más importante en mis manos: ¿Cómo les hago saber a esas 16.800.000 páginas que lo escribieron mal? ¿Y cómo hacía para publicar este post sin pasar a ser la página 16.800.001 con "exhuberante" escrito? En la Vía del Señor hay algunas preguntas que no tienen respuesta.

*"16.800.000 - 5.680.000", pero lo cierto es que en un mundo ideal no debería haber lugar para ese error, ¿no? Tan mal no estoy, ¿no? ¿Eh?

viernes, 12 de septiembre de 2008

¡Explicámelo con hepatocitos!

Siempre es interesante ver cómo al especializarse uno en determinada área de la actividad humana, más tarde o más temprano termina bañándose en lenguajes que son absolutamente propios de tal. Lenguajes que, sin dejar de pertenecer —en nuestro caso al menos— el castellano, son tan indescifrables para el oido ajeno que parecen venir de tierras a la vez tan lejanas como extrañas (claro que a veces captamos alguna que otra palabra porque sigue siendo castellano; lo mismo que nos pasaría en una conversación cotidiana con otras lenguas romances como el italiano).
Así, los que hablamos de Medicina podemos pasarnos horas hablando de células, receptores, bombas sodio/potasio, proteinas, palabras terminadas en "hemia" o en "uria", triglicéridos, ácidos fosfóricos, adeninas trifosfatadas, tales o cuáles glándulas endócrinas y exócrinas, síndromes, potenciales de acción o de membrana, médulas, cortezas, acueductos, hiatos, regiones anteriores, posteriores, mediales, laterales, superiores, inferiores, cefálicas, caudales, proximales o distales, en fin, tantas más cosas, sin siquiera mosquearnos. Los filósofos podrán discurrir entre sofismas, teorías kantianas o hegelianas, mayéuticas socráticas o lo que sea; lo mismo pasa con los músicos, arquitectos, albañiles, mecánicos, abogados, lo que quieran. Por intereses personales cada uno de ellos puede llevarse mejor con el lenguaje del otro, a veces incluso pudiendo vislumbrar un poquito qué les quisieron decir. Por el contrario, se pueden producir inmensos bloqueos mentales capaces de aturdir y aburrir al más despierto de los oyentes (obviamente, jamás entenderán qué les quisieron decir).
Les juro que lo intento, voy a entidades físicas, averiguo por internet, me quedo largos ratos buscando a ver si por casualidad llego a donde tengo que llegar o si me cae la ficha y entiendo qué significan palabras como "fiscal", "regimen" o "resarcitorio", pero no hay forma, simplemente no puedo pagar mis impuestos.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Quizás algún día

No me acuerdo precisamente cuándo fue, pero en algún momento cuando empecé a estudiar Medicina, algún profesor de algo y sin siquiera venir al caso nos dijo "Bueno, chicos, el hígado tiene más de 150 conocidas", y entre caras que no parecían haber sufrido la más mínima emoción (y sin demostrar la mía, a ver si me linchaban por ignorante) me dije "¡Epa, epa! ¿No estaremos exagerando, che?" y anoté "...Más de 150 funciones" como quien anota algo importantísimo sabiendo que esa línea se va a perder entre todas las demás, mucho más importantes, en un cuaderno que después nunca más iba a saber cuál era.
Pasaron los años y, todavía, cada vez que me hablan del hígado no puedo evitar volver a ese momento —que ya ni sé cuándo fue— y decir "¡Bueno! Una función más para la lista". Algún día, cuando me sienta un poco más capacitado, voy a hacer una lista de todas las que alguna vez supe para ver si llego por lo menos a las treinta. Si en su momento lo hice con todos los huesos para ver si eran 206 y con los músculos para ver si eran 501, ¿por qué no con las funciones hepáticas? ¿Eh? ¿Quién me lo va a impedir? ¿VOS me lo vas a impedir? Ya vas a ver, le voy a decir a la Seño.

martes, 9 de septiembre de 2008

Enseñanza

¿Saben cómo saber cuando definitivamente están frente a una mala traducción de un libro? No, ya no me refiero a las dificultades de lectura que pueda presentar por conjugaciones dudosas y retorcidas (a veces fruto de traducciones muy literales), o a errores de tipeo como "especies extingidas" o "penenecen" (pertenecen) que, bueno, a cualquiera le puede pasar*.
Se dan cuenta en el momento que leen que escribieron "misterioso" como "Mr.ioso".
Esos dos segundos que tardé en darme cuenta de qué me querían decir no me los devuelve nadie.

Pensándolo mejor... ¡Ni siquiera me lo explico! ¿Cómo hacés para traducir "mysterious" a "Mr.ioso"? Mi única explicación es, teniendo en cuenta que todos los nombres propios en el libro están acompañados del prefijo "Mr.", algún zanguango le pasó un corrector que transformaba "mister" en "Mr.", por si al traductor se le había escapado algo. Que no me sorprenda volver a encontrarlo en otra parte del libro.

*No, en realidad si me estás vendiendo un libro no, lo digo para parecer un tipo abierto.

Recuerdo

El otro día me acordé (en realidad me acuerdo todo el tiempo, pero nunca tengo una excusa para escribirlo, así que medio como que inventé que "el otro día me acordé" para tener una, en fin...), revisando los anaqueles de una de esas librerías chiquitas de la calle Corrientes, de una historia del año pasado.
Estaba con el microscopio rindiendo el último parcial de Histología y el profesor me dice "Bueno, vas muy bien, ahora decime qué es esto" y, sabiendo que había algo raro en lo que estaba a punto de contestar, dije "Bueno, este... Esto es, teneme paciencia, nunca me sale muy bien pronunciarlo: una válvula de Kierkegaard" —"De Kerckring...". Jamás entendí qué hacía un pensador decimonónico en mi cabeza en aquel momento, pero está más que comprobado que ir mal dormido a un parcial no es buena idea. No, no.

Por cierto, si a alguien le interesa, las válvulas de Kerckring son un mecanismo de lo más ingenioso que tiene el intestino delgado para aumentar su superficie y captar más nutrientes de los alimentos: lo único que hace es plegarse un poquito y listo. En realidad tiene otro mecanismo mucho más efectivo, que es el de tener microvellosidades en las células, aumentando directamente la superficie de éstas.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Patología

A veces realmente pienso que tengo un serio problema neurológico que obtusa mi sentido de la justicia y la culpa, dándole matices patológicos. Quizás un tumor productor de acciones políticamente correctas en el lóbulo frontal, no sé, yo tiro propuestas.
El subte estaba operando con demoras (la relatividad de esto es evidente y no lo voy a detallar ahora), y al lado de los molinetes había un empleado de Metrovías dispuesto a abrirle las puertas del costado a quien así lo reclamara. Ya no era hora pico y éramos contados los usuarios en ese momento. Yo había visto cómo segundos antes le había abierto la portezuela a una señorita, pero no sabía si había sido por motivos extraordinarios o porque simplemente se estaba ofreciendo ese servicio a todo el mundo, así que cuando fue mi turno de pasar (cuando realmente llegué hasta los molinetes) le pregunté al empleado "¿Paso por ahí, o por acá normalmente?". No sin cierto tono de burla —quizás se había leido las Obras Completas de Lewis Carrol la última semana, no sé—, y sin saber que estaba siendo parte de un experimento neurosociológico que nunca vería sus conclusiones, me contestó "Ah, no sé, eso depende de vos. ¿Por dónde querés pasar?". "¡Pe...!" fue lo único que atiné a contestarle antes de sumirme en profundas cavilaciones que me retuvieron cabizbajo y casi paralizado por algunos segundos.
"Su saldo es 3,60" leí en el marcador del molinete y guardé la billetera. "¡Está loco! ¿Te das cuenta?" escuché a mi interrogador decirle a otro usuario, que seguramente había aceptado la oferta, mientras ya bajaba por las escaleras hacia el andén.

Algún día lo veré desde otra perspectiva y entenderé tal vez por qué lo hice. No sé, digo.

lunes, 28 de julio de 2008

Reflejo de estornudo

Los reflejos de la tos y el estornudo son bastante interesantes. Cuando se presenta un estímulo apropiado, como puede ser la entrada a las vías aéreas de algún cuerpo irritante (partículas de polvo, mucosidad, etc.), se desencadena una serie de procesos que tienen como objetivo sacar a ese cuerpo extraño del organismo por la primera abertura que encuentre.
El primer paso para esto es el cierre de la glotis, una válvula que se ubica a mitad de camino en la laringe —entre la faringe y la tráquea—, cuyo objetivo es regular el paso de aire desde o hacia los pulmones (las cuerdas vocales son parte de esta estructura, por simplifcar un poco las cosas)
, para lo cual se contraen músculos intrínsecos de ésta y algunos otros también situados en la faringe. Una vez cerrada, los músculos del abdomen se contraen y reducen el espacio en la cavidad abdominal, obligando a los órganos abdominales a desplazarse para donde puedan, y esto lo hacen a expensas de la cavidad torácica, diafragma mediante. Esto, por supuesto, comprime a los pulmones y hace que aumente la presión en toda la vía respiratoria, desde los alvéolos a la glotis. Una vez que la presión llegó a determinado nivel (siendo mucho mayor que la presión atmosférica), la glotis se abre y el aire sale con muchísima fuerza, arrastrando todo lo que estuviese en su camino. Aunque con algunas diferencias, se puede aplicar este principio tanto al estornudo (que sale por la nariz) o a la tos (que sale por la boca).
Estaba comiendo un chocolate y justo, JUSTO, cuando pasaba por la faringe se me ocurrió estornudar. No se lo recomiendo ni a mis peores enemigos.

jueves, 24 de julio de 2008

Fanatismo

Después de haber estado dos meses visitando distintas escuelas de la Ciudad (y agregando la propia experiencia de aquella no tan lejana infancia), puedo afirmar con cierta certeza que hay en el sistema educativo una macabra obsesión con el Cabildo. Desde dibujos hasta escritos, los niños deben plasmar sus impresiones del antiguo edificio a santo de casi cualquier cosa. No sé quién andará detrás de la movida, pero yo creo que es todo parte de algún excelentemente bien elaborado plan, un experimento psicológico —quizás para ver si se puede machacar una idea relativamente nueva dentro del insconsciente colectivo, se me ocurre—, pero cuyos objetivos ya fueron olvidados por todos los conductores de los colegios y que se sigue llevando a cabo por la fuerza misma de la costumbre. No sé. Algo raro hay.

miércoles, 16 de julio de 2008

Metodología taxonómica

En pos de poder ordenar mi —hasta ahora un tanto modesta, pero honrada— colección de libros me vi obligado a adoptar alguna metodología. Decidí apilarlos indiscriminadamente y empezar a sacar uno por uno; para un costado irían los grandes libros (textos médicos, enciclopedias, etc.), para el otro, todos los demás. Sin mayor orden que el alfabético, todos los primeros fueron a una repisa de la biblioteca preparada especialmente por la altura de los mismos.
La tarea se complicó al momento de decidir el orden de todos los demás: ¿aleatorio? No, demasiado fácil y caería en un círculo de desorden de nunca arreglarse; ¿alfabético? Nunca me acordaría si es por orden de nombre o de apellido (¿y qué haría con personajes como, por ejemplo, K'ung Fu Tzu? ¿se pone en la C de Confucio, en la K de K'ung o en la T de Tzu?) o, peor aún, por nombre de libro: ¿en castellano o con el nombre original? ¿qué hago con los que empiezan con un artículo? Opté, entonces, por algo con un grado un poquito menor de entropía: primero por género o tipo (categorías un poco autocráticas) y después por orden alfabético del apellido de los autores.
Entonces, nuevamente, una pila general y a dividir: para un lado los libros "teóricos" y para el otro aquellos con "narrativa". De nuevo, la primera fila fue fácil, pues para una sola repisa podían ir tranquilamente los libros orientalistas, de historia, de filosofía y de ciencia. Por el otro lado, para una anteúltima estantería estarían destinados los libros que quise llamar "oscuros": terror (Stephen King, Bram Stoker, etc) y policiales (Conan Doyle, Agatha Christie, Thomas Harris, y un par más). En la última estantería, y de una manera un poco más injusta todavía, fueron los demás: autores argentinos (Borges, Cortázar), las obras de teatro (Shakespeare, Ibsen, Goethe, etc.) y novelas que no clasificaban como oscuras (Hesse, y otros).
Me había parecido haber encontrado un orden bastante lógico y adecuado. Ahora, al haber escrito y releido esto, me doy cuenta que no tiene casi ningún sentido y que más de uno dirá que me falla. No me importa, yo estoy contento y sé dónde está cada cosa, che, ¡qué joder!

lunes, 14 de julio de 2008

Pequeño medley cotidiano #2

Para aumentar la contradicción, resulta que la inauguración de la inauguración de secciones ya la había hecho en forma inexplícita antes de inaugurar la inauguración de secciones.

Regresión
Lo sabe todo el mundo: en determinados momentos de la vida, o ciertas situaciones, uno deja de lado años —o incluso milenios— de evolución psicofísica (onto o filogénicamente hablando) y se tiene que remontar a los orígenes mismos de la evolución; puede volver a gatear, a balbucear, patalear, etc.. Cuando despertamos después de un sueño profundo, la situación es similar: cualquier intento de razonamiento debe seguir todos sus pasos para alcanzar su conclusión, luego de haber expuesto todas las premisas posibles.
"Me desperté... Hay algo raro. ¿Cómo dormí? Bien, gracias. Eso no está bien. Mirá el reloj, a ver qué te dice. Son las 11:45. Entrás a trabajar a las 10:00. Las 11:45 están después de las 10:00. Esperá, quizás es fin de semana. ¿Te acordás del sábado? Sí. ¿Del domingo? Sí. Entonces es lunes. ¡Uy! ¡Me quedé dormido!"

Redundancia
—Hola, ¿qué tal? ¿Me das una Guía-T?
—Sí, tomá, son $6
—Gracias. ¿La calle Ecuador?
—Tres cuadras para allá, pá.

Lista
¿Tan rebuscado es salir de casa queriendo comprar un mouse, un teclado, un amplificador para parlantes, un pie para guitarra, "El Origen de las Especies" de Darwin, "La Divina Comedia" de Dante en italiano y chocolate en rama? ¿Tiene sentido haber vuelto sólo con una púa, una Guía T, "La desintegración atómica" de Joliot-Curie, "Julius Caesar" de Shakespeare en inglés y una barrita de cereal?

domingo, 6 de julio de 2008

Pequeño medley cotidiano

-El orden del caos:
Sabía perfectamente que mi lápiz estaba enredado en unos cables, abajo de mi mochila, caido entre el piano y el escritorio. Estuvo ahí un par de días hasta que lo necesité.

-Problemas:
¿Cuáles son las probabilidades de que, contestando un múltiple choice de ejercicios, al llegar a la pregunta número 34 sólo tuviese cuatro correctas? Está bien, admito que mucho no estudié, y que no soy un experto en fisiología respiratoria, pero las probabilidades son realmente bajas. La solución a los problemas vino dada cuando la respuesta correcta a la pregunta 35 era la opción "F", pero en el planteo sólo había hasta la opción "E". Algún paparulo hizo mal la grilla de soluciones.

martes, 1 de julio de 2008

Única manifestación derechista

Con los vendedores de la revista Hecho en Buenos Aires tengo una especie de desafío implícito. Con todos ellos. Por un lado, ellos son vendedores hábiles, meticulosos e incluso manipuladores, hasta cierto punto, que no pierden una oportunidad para vender una revista. Yo, por el otro lado, soy un completo desinteresado por cualquier tipo de revista de carácter informativo. Planteado el duelo, el desafío está en ver si ellos logran venderme o no. El ganador será el más persuasivo, o el que chamuye mejor.
Hace un par de meses desarrollé una técnica que parecía infalible en un primer momento: "No, te agradezco, che, ya la compré el otro día". Pero yo sé que ellos tienen una diabólica red suburbana, símil a la descripta alguna vez (para los ciegos) por Sábato, y que en sus reuniones debieron haber comentado mis métodos. Así es que, tras un período de relativa calma, nuevamente me salieron al enfrentamiento con renovadas técnicas de venta. Cito un par de ejemplos:

1) -Vendedor de Hecho en Bs. As.: Eh, amigo, ¿no me comprás una revistita? Mirá, 'tá hecha en Buenos Aire' por pibe como nosotro'.
-Yo: "No, te agradezco, che, ya la compré el otro día"
-VHBA: Uh, loco. ¿Y no me da' una moneda para el sangúche?
-Yo: ...Bueno, sí, tomá.
-VHBA: Graciamigo.

2) -VHBA: Eh, amigo, ¿no me comprás una revista? Dale, mirá, está re buena, mirá, lo' trae a Guánrach y a Shúl de Tebérre.
-Yo: "No, te agradezco, che, ya la compré el otro día"
-VHBA: Pero, ¿y ésta la tené'? Mirá, tiene a los Simuladore'.
-Yo: Sí, sí, también la tengo.
-VHBA: ¿Y éstas?
-Yo: Eeh... Sí, las tengo a todas, las compro siempre.
-VHBA: Uh, bueno, está bien. ¿No tené' una moneda pal morfi?
-Yo: ...Bueno, sí, tomá.
-VHBA: Graciamigo.

3) -VHBA: Eh, amigo, ¿no me comprás la nueva Hecho en Buenos Aires?
-Yo: "No, te agradezco, che, ya la compré ayer"
-VHBA: ¡Eeeh! ¡Pero si está salió hoy, mirá!
-Yo: ¡Ja, ja, ja! ¡Mentira, si la compré ayer, flaco!

Ya me están alcanzando, lo sé. Tengo que pensar una nueva estrategia...

martes, 17 de junio de 2008

Jugando con el destino

Hay cosas en la vida que uno sabe que tiene que hacer; oportunidades que tiene que aprovechar. Es conciente (uno) de que si las deja pasar —sea por simple desgano, por imposibilidad de realizar la acción, o lo que a uno fuese a ocurrírsele como excusa— pueden pasar semanas, e incluso meses, hasta que la ocasión se vuelva a dar.
Uno tiene que preguntarse, como expectador y partícipe de la vida, "¿por qué, oh, por qué, esta situación me viene dada ahora? ¿he, acaso, de aprovechar este regalo que me ha sido dado por los Dioses sin chistar, y sin derecho a pensármelo dos veces?" y actuar en base a la respuesta obtenida. Si el procesamiento de la idea fuese a quedar retenido en las crueles garras del tiempo por un rato más largo de lo debido, también el instante de acción estaría perdido. Es menester ser rápido y tener la astucia de actuar en el momento indicado y de la forma correcta. Si no, ya lo sabe uno, tendrá que esperar a la próxima oportunidad.
Lástima. Ya compraré la Guía T en un par de meses, cuando me la vuelvan a ofrecer quizás en el subte o quizás en el tren; también me la podrían ofrecer en un colectivo, ¿no?

P.D: Soy bien conciente de que la puedo conseguir en cualquier quiosco de diarios y revistas, pero me gusta histeriquear con el destino.