Es la última exposición temporal que he visto en el
madrileño Museo del Prado, y, por una vez, no he esperado demasiados meses o incluso
años para hacer la entrada, porque he podido leerme el catálogo (de donde he
sacado la mayor parte de la información) en un tiempo razonable. No obstante,
ciertos acontecimientos han trastocado mis planes, por lo que ciertas partes de
esta entrada no se corresponden con la situación que vivimos.
Dos pintoras, Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana de las que un servidor no tenía noticias hasta la fecha, pero que desempeñaron un
papel importante en su momento, ahora rescatado.
Sofonisba (1535 – 1625) era de origen noble y vino al
mundo en Cremona, falleciendo en Palermo, no sin pasar antes catorce años en la
Corte española de Felipe II. Por lo visto se convirtió pronto en una
celebridad, ya que si bien la ciudad italiana formaba parte del imperio
español, también gozaba de un gobierno local que favorecía la formación de las
mujeres. Cuatro de sus cinco hermanas también fueron pintoras, mientras que su
hermano estudiaría música.
Su nombre hace referencia a la joven aristócrata que se sacrificó por su familia y
por su pueblo tras la derrota cartaginesa frente a las tropas romanas de
Escipión (203 a.C.)
No son muchas las obras que han sobrevivido, apenas medio centenar, pero el catálogo seguirá creciendo conforme se le vayan atribuyendo
más pinturas cuya autoría es puesta en duda en la actualidad. Sofonisba
demostró desde un principio tener unas cualidades excepcionales para el
retrato, destacando el dibujo, y varios de los lienzos mostrados en la
exposición son autorretratos.
En España hubo de someterse, sin embargo, a las convenciones sobre la imagen del rey y de su familia, que no permitían
demasiadas libertades creativas. A su regreso a Italia, los retratos quedaron
relegados a un segundo plano, siendo reemplazados por obras de temática
religiosa.
Según la Wikipedia, podemos verlas en Bérgamo, Budapest, Madrid (Museo del Prado y Museo Lázaro Galdiano), Milán (Pinacoteca de Brera),
Nápoles, Siena y Florencia (Galería Uffizi).
La otra protagonista de la exposición es Lavinia
Fontana (1552 – 1614), nacida en Bolonia, otra ciudad en la que se fomentaba la
formación académica.
En este caso nos encontramos con la hija de un notable pintor que la inició en otros temas más allá de los tradicionalmente femeninos
(bodegones, flores, pequeños retratos, miniaturas, etc.), produciendo obras de
temática religiosa o mitológica además de retratos.
Pronto se convirtió en una celebridad local al frente de
su propio taller, trabajando además en Florencia y Roma. No sabemos cuántas
obras conocía de Sofonisba, pero hay demasiados elementos coincidentes como
para que sus cuadros sean fruto de la casualidad. Como curiosidad, los
autorretratos de ambas son los primeros en los que se representa a una mujer
tocando música.
En 1611 se acuñó una moneda en su honor, realizada por el escultor Felice Antonio Casoni.
Según la Wikipedia, fue elegida pintora oficial de la
corte del Papa Clemente VIII. También obtuvo el mecenazgo de los Boncompagni, y
fue miembro de la Academia di San Luca. Tras la muerte de Clemente VIII en 1605,
fue designada retratista de la corte del Papa Paulo V.
Llegó a pintar desnudos, tanto masculinos como
femeninos, en sus pinturas religiosas y mitológicas de gran formato, lo que era
excepcional en una pintora.
Casada con un compañero de profesión, solo tres de sus
once hijos superaron la adolescencia y la sobrevivieron.
Se tiene constancia de 135 obras suyas, aunque sólo se conservan 32 fechadas y firmadas.
El Museo del Prado no permite hacer fotos en sus exposiciones temporales, de modo que os muestro las que he conseguido en la
Wikipedia.
Para terminar, os recomiendo la visita a la exposición, que consta de 65 obras, 56 de ellas pinturas, procedentes de una veintena de
colecciones europeas y americanas. O en su defecto, porque al final he ido
retrasando esta entrada, que buceéis por la Red en busca de estas dos
fascinantes (y desconocidas) pintoras.