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GRAN DESIERTO DE ALTAR Y EL PINACATE: LUGAR DE DUNAS Y CRÁTERES

. lunes, 12 de abril de 2010
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De SUCULENTÓFILO

…En este ambiente, la temperatura varía mucho, pues en el día se eleva por la intensa radiación solar y durante la noche se enfría rápidamente-, un lugar donde nos deslumbra la majestuosidad del sahuaro: un espigado centinela que sobresale en medio del desierto.
En la lejanía destaca la silueta ondulada de la Sierra Blanca donde está el pico del Pinacate. Más cerca observamos elevaciones que lucen tonos dorados entre el escaso matorral espinoso: son las impresionantes dunas de arena del Gran Desierto de Altar, creadas por sedimentos ancestrales del Río Colorado. Con las primeras luces de un cálido amanecer en el noroeste de Sonora y desde la carretera Puerto Peñasco-Sonoyta, las dunas son sólo un punto rojizo en un ecosistema que forma el extremo sur de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar. En menos de media hora, entramos a un camino hacia las dunas, nuestro vehículo alto en pocos minutos recorre la terracería de unos 8 km y que concluye en una planicie rodeada por oscuros flujos de lava; desde ahí caminamos por un sendero arenoso hasta las dunas que aquí parecen elevarse hasta el infinito.
El difuso camino, está formado por una interminable sucesión de pequeñas dunas lisas marcadas por huellas de lagartijas, liebres y el diminuto Pinacate. En la base de las dunas que se elevan alrededor de 100 m, iniciamos el ascenso y cada paso se hunde más de 20 cm en la suave arena. Al avanzar y volver la vista atrás hacia el naciente sol, sus rayos matutinos a contraluz tornan la arena como nieve, pues adquiere un brillante color blanquecino. En la cima, las formas son variadas y cientos de líneas se extienden como costillas y lomos en las dunas que se entrelazan para crear hermosas fantasías doradas. En la distancia hacia el norte, destaca la silueta del volcán Santa Clara o Pinacate que a veces llega a tener nieve, pues se eleva a 1200 msnm; mientras por el oeste continúa el extenso mundo arenoso del Gran Desierto de Altar, y hacia el sur se nota una delgada línea formada por el Mar de Cortés.
El cielo luce profundamente azul sin nubes y extensos paisajes que casi todo el año lucen desolados, durante algunas semanas de otoño aparecen cubiertos de colores púrpura, rojo, naranja, amarillo y blanco. Son creados por plantas anuales y perennes que florecen pocas veces en el lapso de varios años, para adornar estas tierras que durante meses o años ocultan en su interior diminutas semillas, bulbos y rizomas que soportan la sequía con temperaturas extremas, y que sólo esperan unas gotas de lluvia para emerger y darle nueva vida al desierto. Nos trae a la memoria que hace pocos meses, con las últimas lluvias veraniegas, el suelo del desierto y sobretodo estas dunas de arena, obtuvieron la belleza efímera de un jardín de flores silvestres como la diminuta alfombrilla que iluminó de púrpura el paisaje por unos pocos días.
EL PINACATE: LUGAR DE CRÁTERES, SAHUAROS Y LAVA
El acceso principal a la reserva está en el Ejido “Los Norteños”, en el Km 52 de la carretera Peñasco-Sonoyta, donde es necesario registrarse con los guardaparques porque el área es extensa y sólo podemos visitar algunos puntos de sus 714,556 has. A pocos kilómetros están los mayores atractivos del área: los conos y cráteres volcánicos, entre los que destaca El Elegante, El Tecolote y el Cerro Colorado. Atrás de nosotros una nube de polvo se levanta constante, el camino pedregoso está rodeado por cardones, sahuaros, choyas y arbustos de mezquite, palo verde y palo fierro. En el trayecto, vemos flujos de lava y oscuras rocas con formas caprichosas; en la distancia abundan las elevaciones y conos truncados de volcanes extintos, como Cerro Colorado cuya coloración rojiza se refleja en la parte inferior de las nubes cercanas.
Después de recorrer casi 25 km de una terracería en buen estado, estamos ante el principal atractivo: el cráter El Elegante, el más visitado porque el vehículo llega hasta su borde. Desde la cima apreciamos totalmente sus 1,600 m de diámetro y los 250 m de profundidad; es un hueco enorme, el más grande de todos los cráteres ubicados en la región; desde aquí se aprecian los cerros el Tecolote a casi 7 km y el Colorado a unos 10 km. En sus veredas admiramos al correcaminos, carpinteros, halcones, zopilotes y ratas canguro; vagamos por el hábitat de serpientes, liebres, coyotes y venados; también, supimos que, en las sierras cercanas aun habitan animales ahora raros como el berrendo y el borrego cimarrón. El guía nos platica que este medio rocoso sirvió para que astronautas de la NASA realizaran diversos entrenamientos antes de viajar a la luna, por su similitud con algunos paisajes lunares.
El esfuerzo y tenacidad nos llevan hasta la cima rojiza de El Tecolote; pero, vale la pena subirlo, pues nos ofrece un panorama de verdes planicies con rocas y elevaciones de tamaños variados. Abajo, junto a la base del Tecolote, un diminuto valle es utilizado para acampar, desde ahí caminamos hasta un extenso mar de trozos de lava donde sahuaros solitarios brotan en medio de la aridez volcánica; también es posible escalar un promontorio rocoso y desde ahí disfrutar del atardecer que embellece el cielo con tonos rojos y naranjas, contrastantes con la oscura silueta de la cercana sierra. Aquí, con cada paso admiramos el resplandor blanquecino de la luz sobre las choyas, el espigado porte de los sahuaros que semejan centinelas en las laderas de los cerros y los espinosos ocotillos que elevan al cielo sus hileras de flores rojas.
Igual que en las dunas aranosas, debemos mantenernos dentro de las rutas establecidas, porque al alejarnos de éstas, podemos afectar especies vegetales únicas o incluso algunos vestigios arqueológicos de los indígenas Pápagos, que durante milenios han peregrinado por esta región rumbo al Mar de Cortés. Aquí, cada sitio guarda una historia que se remonta a paisajes creados hace unos 2 millones de años, cuando la actividad volcánica tenía su mejor escenario y que hoy permite admirar enormes cráteres poco elevados. Este Desierto Sonorense, que ocupa más de medio Sonora, una parte de Arizona y California e islas del Mar de Cortés, está entre los 4 más importantes de Norteamérica y se considera el más complejo por su impactante geología y gran biodiversidad, con matorrales y cactus sin hojas casi todo el año, pero que al llegar las primeras lluvias adquieren un verdor casi tropical.
En este ecosistema joven que terminó de contraerse y expandirse durante la última glaciación, hace poco más de 10,000 años, encontramos lo que se considera un desierto subtropical por su variada flora, donde la reserva cuenta con casi 600 especies vegetales. Esta área protegida, es un ambiente en el que abunda la vida y el hombre aun emplea conocimientos y prácticas tradicionales usadas durante milenios por los Seris y por los Pápagos o gente del desierto que en verano celebran un ritual en torno a la cosecha del fruto de sahuaro. Hoy sabemos que de nosotros dependerá el vivir con el desierto y no contra él, que no debemos perturbar su capacidad renovadora, por es un área de impactante en lo geológico que nos permiten admirar decenas de cráteres volcánicos, extrañas estructuras formadas por lava ancestral y las más bellas dunas que pueda lucir algún otro desierto de México y América.
A N E X O: INFORMACION OPCIONAL PARA APOYO O PIE DE FOTOS
• El Pinacate debe su nombre según algunos a un diminuto escarabajo de intenso color negro que abunda en estas tierras. Otra teoría muy aceptada se refiere a la semejanza del perfil de la sierra Santa Clara con este insecto.
• La Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, forman un frágil ecosistema poseedor de especies únicas de flora y fauna, muchas de ellas protegidas y que tienen su hábitat en los macizos montañosos y dunas de arena. Junto hacia el oeste colinda con la Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado.
• Los indígenas que poblaron estas tierras desérticas del noroeste de México, dejaron evidencias de su paso, como puntas de flecha, restos de cerámica y pinturas plasmadas en rocas. Durante miles de años se adaptaron a los ciclos naturales del desierto, y para sobrevivir han aprovechado los recursos como las plantas medicinales, los frutos de sahuaros y pitayas, las yucas y pastos para fabricar su indumentaria, así como la escasa agua de la lluvia almacenada en tinajas rocosas a lo largo de sus rutas tradicionales.
• La temperatura varía mucho y la gente, animales y plantas se han adaptado, pues especies como el palo verde, ocotillo y sahuaro conservan líquidos y energía mediante pequeñas hojas y espinas, sus troncos verdes permiten la fotosíntesis para que la planta se desarrolle. La fauna como el berrendo, borrego cimarrón, tortuga del desierto y rata canguro, obtienen agua del alimento, además, la mayoría son poco activos en el día y en algunos su coloración clara refleja el sol y evita que sus depredadores los descubran.
• La flora presenta adaptaciones a la escasez de agua y los cambios de temperatura; muchas plantas evitan las condiciones extremas reduciendo su ciclo de vida a la corta estación lluviosa y pasan el resto del año en forma de frutos, bulbos o semillas que permanecen en el suelo en estado latente.
• En el desierto sonorense habita el enorme sahuaro y al fascinante cardón, que no existen en ningún otro desierto de México o del mundo. Estos enormes acorazados han formado bosques de cientos de años en algunas áreas del desierto donde favorecen un gran movimiento de vida animal, principalmente durante la noche. Además de estas especies están las pitayas, nopales, biznagas, choyas y decenas de cactus.
• Estos desiertos evolutivamente son muy jóvenes, comenzaron a formarse hace unos 25 millones de años y ocuparon importantes áreas del actual territorio. Son ecosistemas muy recientes en la historia del planeta y son áreas ocupadas hasta hace poco tiempo por el hombre. Las temperaturas rara vez llegan a ser frías y tiene 2 épocas de lluvia; además posee una alta evaporación, con una dinámica topográfica, que lo define como uno de los desiertos más exuberantes y diversos de Norteamérica.
• Una característica de los desiertos es la escasez de lluvia, y aunque no llueva durante años, el desierto no está muerto, el suelo está tapizado por semillas y estructuras vegetales como bulbos y rizomas, que sólo esperan a algunas gotas de agua para surgir. Con las primeras lluvias, el desierto despierta después de algunas tormentas, las plantas reverdecen y producen flores en abundancia. Los arroyos corren de nuevo y los animales tienen nuevas crías. Algunas plantas como los cardones y sahuaros, almacenan agua en sus tejidos y otras, como el mezquite, aprovechan de modo óptimo la humedad del suelo a través de raíces largas y profundas.
• La Reserva de la Biosfera de El Pinacate y Gran Desierto de Altar, creada el 10 de Junio de 1993, es administrada por el gobierno federal-SEMARNAT, en coordinación con el gobierno del estado de Sonora.
• Las áreas protegidas hermanas del Desierto Sonorense son 4 en EUA y 2 en México. Las fronteras son sólo líneas en un mapa, pero las plantas y animales de desierto están en ambas partes. Cada área protegida representa solo una frágil parte del ecosistema y depende de las otras para sobrevivir, pero ello, se ha creado la Sociedad del Ecosistema del Desierto Sonorense para preservar, proteger y promover la rica diversidad de recursos naturales y culturales. Las posibilidades parecen interminables, una promesa futura para continuar los esfuerzos que beneficien a la gente y a la tierra.
• Lo ideal es tomar como base Puerto Peñasco, un antiguo pueblo pesquero visitado por miles de turistas del vecino estado de Arizona que lo llaman Rocky Point. Cuenta con todos los servicios.
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Se puede seguir investigando sobre este espectacular lugar en este enlace (en inglés)

LOS VALLES CUSTODIAN FLORA DESCONOCIDA (Bolivia)

. sábado, 2 de enero de 2010
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Miriam Telma Jemio Flores   LA PRENSA, REVISTA DOMINGO - La Paz   noviembre 2006
Los valles secos, principalmente de Cochabamba, Chuquisaca y Santa Cruz, conservaron durante siglos plantas desconocidas, raras y endémicas (exclusivas del lugar) de vistosas y hermosas flores. Un secreto que cedió a la curiosidad de tres biólogas y dos agrónomos de cuatro herbarios de Bolivia que ingresaron en la intimidad de esa vegetación para develar sus misterios al conocimiento científico.



Valle de Cochabamba (por Suticollo) con vista al pico Tunari
(Pinchar en la imagen para ver mas imágenes de Bolivia)


La incursión se realizó en los valles de Río Grande —que abarcan las provincias Campero de Cochabamba, Boeto y Zudáñez de Chuquisaca y Vallegrande de Santa Cruz. Y llegó también a los de Chataquila-Cerro Obispo en Chuquisaca, Torotoro en Potosí, El Palmar en Chuquisaca, el Fuerte de Samaipata y Comarapa en Santa Cruz; también Sorata, Quime y los Yungas en La Paz y Ayopaya, en la Llajta.
En tres años, la investigación ha recolectado 4.500 especies, entre las cuales sobresalen árboles, arbustos, trepadoras, hierbas, legumbres, salvias, mentas, campanillas, cactus, acacias, lilas, bromelias, pastos, pinos de monte, palmeras y puyas.
La flora endémica o exclusiva hallada en las exploraciones alcanza a los 500 ejemplares. Muchos aún no han sido "bautizados" por los expertos, quienes calculan que al menos 50 son nuevos para la botánica nacional e internacional. Y, en algunos casos, no hay especialista en el orbe que pueda describirlos y clasificarlos.
Dos de las flamantes especies, la Gomphrena mizquensis —hierba de hojas tipo trébol— y la Acacia riograndensis —árbol con flores diminutas— llevan el "apellido" científico de sus zonas de origen. La primera fue hallada en Mizque, Cochabamba, y la segunda, cerca de Río Grande.
Incluso otras plantas portan el nombre de algún científico reconocido, como la Eryngium beckii —perteneciente a la familia de la zanahoria—, que hace honor al doctor Stephan Beck, actual director del Herbario Nacional de Bolivia.
Aunque los científicos encontraron plantas únicas esparcidas por todos los valles estudiados, las especies más raras están concentradas en áreas consideradas "extremas", por contener valles profundos calientes y zonas de transición de vegetación, principalmente ubicadas en inmediaciones de la confluencia de los ríos Mizque y Grande, cuyas aguas cruzan por Cochabamba, Sucre y Santa Cruz.
Por la peculiaridad de esas regiones, donde hay cerca del 75 por ciento de las plantas halladas —350 especies endémicas—, los investigadores recomiendan la conservación de seis zonas (ver infografía de esta página), cuyas especies están amenazadas por la presencia de ganado y en menor grado por la extracción de leña y la agricultura —cerca de poblaciones y cuerpos de agua—, según la bióloga del Herbario Nacional de Bolivia, Teresa Ortuño.


La génesis del proyecto
En 2002, bajo el amparo de la Iniciativa Darwin del Departamento de Desarrollo del Gobierno británico y la coordinación del doctor John Wood, los cinco científicos dieron vigencia al proyecto Plantas Endémicas de los Valles Centrales Interandinos de Bolivia, con el objetivo central de identificar lugares de especies nativas para su conservación futura.
Hasta 2005, recolectaron 4.500 muestras que hoy se hallan en el Herbario Nacional de la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz; y varios duplicados se encuentran en el Herbario del Oriente Boliviano, en Santa Cruz; en el Nacional Forestal Martín Cárdenas, en Cochabamba; en el Herbario del Sur de Bolivia, en Sucre, y en el Jardín Botánico Kew, en Londres.
Esta flora no sólo puede ser apreciada en los herbarios o en las casi cinco mil fotografías digitales tomadas; hay una colección de plantas vivas en el Jardín Botánico de Cochabamba y en los jardines de la Facultad de Ciencias Agrarias de Sucre.
Una lista de las especies exclusivas de la cuenca de Río Grande y de los valles secos de la zona cochabambina de Ayopaya es uno de los aportes de este proyecto, aunque es provisional porque la nómina es actualizada constantemente. No obstante, existe "incertidumbre taxonómica" (ordenar, describir y clasificar) en algunos grupos y falta información confiable para varias familias, como la Compositae —plantas con flores diminutas agrupadas en una cabezuela apretada (estiman que es la variedad más grande del área)—. Esto dificulta la compilación final de la lista.
En cambio, en familias como de los cactus, la lista puede ser más precisa y confiable que las de otros tipos endémicos o exclusivos. En este grupo, los expertos describieron unas 250 especies, aunque consideran que el número se acerca a 400.
Identificación de especímenes
El nombre científico permite acceder a información importante sobre una planta, saber dónde se encuentra, sus propiedades y tipo de uso que se le da o la función ecológica que cumple. Incluso saber qué genes tiene y si pueden ser usadas para mejorar otras especies cultivadas o para la cura de alguna enfermedad.
En el estudio hay un avance importante en el proceso de reconocimiento de las flores nuevas descubiertas, dice Margoth Atahuachi, del herbario de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba.
La capacitación en botánica y sistemática vegetal ha sido un componente de prioridad dentro de los objetivos del proyecto Darwin. Los cinco profesionales participantes se beneficiaron con una beca en la Universidad de Oxford, cada uno se especializó en una determinada especie.
El agrónomo Moisés Mendoza, del Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado, Santa Cruz, por ejemplo, visitó y trabajó en el Herbario del Plant Science de la Universidad de Oxford; el Herbario del Royal Botanic Garden Kew, en Londres, y el Herbario del Royal Botanic Garden Edinburgh, a fin de estudiar las especies bolivianas del género Eryngium de la familia Apiaceae, más conocida como la familia de la zanahoria Daucus carota.
Si bien el trabajo encontró una cantidad expectable de especies antes desconocidas en una gran diversidad de familias, aún no se puede precisar el número. A la fecha, 14 plantas han sido descritas, algunas incluso tienen ya una publicación científica. Asimismo, se trabaja en la identificación de otras que son "probablemente nuevas". Falta la confirmación, como es el caso de la familia Iridacea (hierbas con flores vistosas), comenta Hiberth Huaylla, del herbario de la Universidad Mayor San Francisco Xavier, de Chuquisaca.
Especies únicas del lugar
El término "endémico" es utilizado para describir una planta que crece en un determinado lugar, en este caso en los valles de Bolivia. La mayoría de la lista son exclusivas de la zona del proyecto, aunque se sabe la existencia de algunas en otros sitios, sobre todo en Tarija o Yungas de La Paz, como la localidad de Sorata.
El fenómeno del "endemismo" se encuentra entre casi todas las familias grandes halladas. El ejemplar destacado pertenece a la familia de cactus, con unas 100 especies exclusivas de la zona.
Esta situación también es importante en las hierbas ornamentales de bulbos y flores grandes como la Amaryllidaceae convolvulaceae y la Iridaceae (de hojas delgadas y largas). Asimismo, en las plantas terrestres nacidas de una roseta central, las de la familia Bromelliaceae, y las hierbas arómaticas Labiatae.
En zonas de transición entre la vegetación de los valles de Siberia y Samaipata, en Santa Cruz, crecen plantas exclusivas y raras con una distribución muy localizada. La misma situación se presenta, aunque en mayor escala, en el Parque Torotoro, por ello se hace necesaria su redefinición como área de preservación.
En los cerros Obispo y Chataquila, en Sucre, crece el pequeño arbusto Adesmia kieslingii. Entre las plantas más sobresalientes y comunes de la cuenca del Río Grande están la hierba Dicliptera prostrata y el subarbusto de tallos leñosos Justicia consanguinea; y los árboles soto mara y orcko quebracho (nombres comunes), el primero de de 10 metros de alto y el segundo de flores diminutas amarillentas y frutos rojos.
Destacan también las lianas y enredaderas con flores en forma de olla de barro; el arbusto Tecoma beckii y cactus de variadas formas y tamaños, como la Cleistocactus parviflorus, de numerosas flores fucsia; aparte del arbusto supay wartu (nombre común) que florece en primavera.
Los ejemplares típicos de plantas en el bosque tucumano-boliviano son la hierba de raíces duras Dyschoriste boliviana; la enredadera voluble de un metro Oxypetalum fuscum; el arbusto achatala y la hierba de flores rojas conocida como sangre de Cristo.
Cerca de Samaipata y Vallegrande también destacan hierbas como la Ruellia antiquorum, de flores solitarias de un azul intenso; las hierbas perennes con olor a perejil, la planta terrestre y espinosa Puya claudiae, una nueva especie de hierba rastrera con tallos morados (no descrita), y cactus como la Samaipaticereus corroanus.
Entre algunas que son comunes al oeste y norte de los valles, donde hay una transición a la vegetación tipo subpuna, están varias hierbas Gomphrena, la rastrera de un metro de largo Philibertia hypoleuca y el arbusto isabelita, cuyos tallos se usan para construir canastas.
En los valles calientes y profundos de Río Grande y sus afluentes crecen más especies exclusivas. Entre ellas está el pequeño arbusto Varronia corrugata. En la parte alta se hallan dos hierbas que florecen en época de lluvia —aparentemente nuevas— en el río Caine y dos puyas, plantas pequeñas sin espinas, y una hierba nueva con fruto de cuatro semillas.
El herbario recolectado en las zonas estudiadas aún guarda incógnitas para los científicos. El desafío sigue en pie.
APOYO 1
Gomphena mizquensis
Esta hierba (foto) lleva el nombre de Mizque, Cochabamba, donde fue hallada. Fue descrita por la bióloga Teresa Ortuño, del herbario de la UMSA (junto a Thomas Borch). Se trata de una hierva de "hábito anual" (muere en un tiempo menor a un año). Otra planta que ambos describieron es una nueva especie Gomphrena stellata que fue encontrada en Boeto-Villa Serrano, Chuquisaca.
Gomphrena fuscipellita
Teresa Ortuño, (junto a un colega alemán) también describió a Gomphrena fuscipellita (foto) —de la familia Amaranthaceae, al igual que el amaranto—. Esta especie es perenne (planta que vive muchos años), la principal amenaza de esta planta es la pérdida de su hábitat natural cerca de Raykapampa y Aiquile, en Cochabamba. Esto debido a los cultivos y el pastoreo de la zona.
Mimosa woodii
La bióloga boliviana Margoth Atahuachi definió, junto a Colin E. Hughes, dos nuevas especies de la familia Mimosa exclusivas del país. La Mimosa woodii (foto) de los valles centrales fue hallada en Ayopapa e Inquisivi, Cochabamba. La segunda es la Mimosa suberosa de la Serranía de Huanchaca del Parque Nacional Noel Kempff Mercado, asentado en Santa Cruz
Acacia riograndensis
Esta planta (foto) fue estudiada por Margoth Atahuachi y Lourdes Rico. Es una especie endémica de los valles de Río Grande (por ello su nombre), y fue encontrada en Pasorapa, Cochabamba. Ésta es la segunda Acacia exclusiva que se describe en el país: otras 34 especies presentes en Bolivia están documentadas y sólo una es endémica, la Acacia feddeana harms.
Leucochloron bolivianum
La nueva especie de Leucochloron (familia de algarrobos) exclusiva de Bolivia fue detallada por los investigadores Colin E. Hughes y Margoth Atahuachi. Esta planta (foto) fue hallada al este de los Andes bolivianos, en la provincia paceña de Inquisivi, cerca de Cajuata. Es el primer registro del género para Bolivia y también para esta familia fuera del Brasil.
Scutellaria woodii
La revisión taxonómica de esta hierba perenne de la familia de la menta (Labiatae) la hizo Magaly Mercado, del herbario de la UMSS, junto a A. J. Patón del Kew de Londres. Para su estudio se analizó un amplio rango de caracteres taxonómicos, sobre todo para delimitar las especies, y se tomó atención en la estructura de las semillas recurriendo a los avances de los microscopios.
Iridaceae tigridia
Dos especies nuevas de la familia Iridaceae fueron delimitadas por Hiberth Huaylla, como la Tigridia (foto). El otro probable nuevo género botánico aún está en revisión. Huaylla realiza un estudio de la secuencia molecular en Inglaterra. Aún no se conocen los resultados. Existen otras especies de diferentes géneros de la misma familia que serán estudiadas a futuro.
Eryngium apiaceae
Moisés Mendoza describió cuatro nuevas y exclusivas especies del género Eryngium de la familia de la zanahoria Daucus carota. Les dio el nombre de Eryngium beckii (foto); Eryngium neeii, en honor del doctor Michael Nee, del New York Botanical Garden; Eryngium woodii, por el doctor John Wood, del Herbario del Plant Science de Oxford, y Eryngium bolivianum, por Bolivia.
Apoyo 2
PUBLICACIONES CON FINES EDUCATIVOS
Otro aporte del proyecto Darwin es la publicación del libro La guía "Darwin" de las flores de los valles bolivianos, que contiene la descripción y fotografías de al menos 400 plantas silvestres que crecen en los valles andinos centrales de Bolivia. Los autores, bajo la supervisión de John Wood, pusieron énfasis en el alto nivel de endemismo y las flores llamativas de la zona estudiada.
Se trata de una guía simple pensada para promover el conocimiento de la flora del área de investigación. Además de estar destinada a botánicos o estudiantes de ecología, entre otros, será útil para la población en general. La esperanza se cifra en concienciar a la gente para conservar la flora de los valles.
Un juego de seis afiches, que muestran 96 especies ilustradas, es otro aporte del documento y está principalmente dirigido a los colegios y escuelas rurales de la zona de estudio. El propósito apunta a estimular el interés de los estudiantes en la vegetación natural del área por medio de proyectos simples que los profesores pueden poner en práctica en sus clases. Para tel efecto, también se elaboró una guía para docentes.

Ecosistemas de Sonora

. lunes, 7 de diciembre de 2009
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La formación geológica del estado de Sonora data de hace 150 millones de años. Cuenta con una superficie de 184,934 km², y es el segundo estado más grande de México.
La Sierra Madre Occidental que cubre una gran parte del este, norte y centro del territorio estatal, determina su paisaje. La montaña se une al mar, la llanura y el desierto. Las grandes elevaciones descienden paulatinamente hacia la llanura de pequeñas sierras que bordean el litoral y dan cabida a los llanos de San Juan Bautista -al sudoeste de Hermosillo-, el Valle de Guaymas y a los de Ciudad Obregón. Las sierras del norte se conocen con los nombres de Humo, del Pajarito, Santa Rosalía y Pinitos.
En contraste, la naturaleza nos brinda la contundencia del gran Desierto de Altar. Dentro del ambiente desértico de bosque espinoso, compuesto por sahuaros, ocotillo y palo fierro, sobresale el campo volcánico de El Pinacate, con sus enormes cráteres que recuerdan en mucho al paisaje lunar.
Resumen. La biodiversidad y complejidad biológica y ecológica de los recursos explotados,
especies y comunidades vegetales silvestres, son sacrificadas en pos de ser utilizadas para la alimentación, industria y actividad ganadera. La disminución y desaparición de la biodiversidad dentro de las regiones áridas, ha sido consecuencia de las actividades que utilizan fuentes externas de energía y recursos. El desarrollo económico se ha acelerado en las últimas cuatro décadas y la degradación ambiental es cada día más patente. Aunque no se conoce la tasa de incremento o avance de la desertificación hay evidencias de que existe, por lo que es necesario conocer los principales factores o elementos que están acelerando dicho fenómeno el cual repercute en la economía de la región. En el caso del Desierto Sonorense, dos de sus especies dominantes, Prosopis juliflora y Olneya tesota han sido afectadas fuertemente en forma particular. De ellas dependen para su alimentación y resguardo una cantidad de fauna muy variada, también una gran cantidad de microfauna y entomofauna obtienen su resguardo de estas especies.

  El Pinacate y Gran Desierto de Altar


Categoría: Reserva de la Biosfera Año de Declaratoria: 1993Localización: (31°30'- 32°30' N) (113°00'-114°30' W) Superficie: 714,556.5 has.
Rango de Elevación: 0 - 1200 msnm
Comunidades Bióticas: División matorral desértico sonorense; subdivisión valle del bajo Río Colorado y altiplano de Sonora Provincia Fisiógráfica: Planicie Costera Noroccidental
Biomas: Desiertos Cálidos y Semidesiertos
Importancia: Las formaciones geológicas representadas por el escudo volcánico, los cráteres MAAR, los derrames de lava y los conos cineríticos, los grandes campos de dunas como: las dunas crescéntricas, dunas en estrella y dunas paralelas. La gran diversidad de asociaciones vegetales y la rica flora en conjunción de los derrames de lava y las arenas del Gran Desierto forman un paisaje especial que encierra variados monumentos naturales. Conjuntamente con los valores paisajísticos y arqueológicos, la riqueza de especies características de desierto, tanto vegetales como animales da a esta área un importante valor ecológico.
Amenazas: Las principales amenazas residen en la extracción desordenada de los recursos minerales, la construcción de caminos y áreas de desechos sin la debida autorización y manifestación de impacto ambiental, así como la cacería furtiva y la extracción de madera de palo fierro (Olneya tesota) y mezquite, la colecta de cactáceas y ocotillo, y el turismo.


Sierras de los Ajos-la Purica-Buenos Aires.


Categoría: Reserva Forestal Nacional (Modificación mediante ampliación de zona de amortiguamiento). Status: Propuesta en 1993, pendiente su declaración. Superficie: 208,390 ha municipios de Cananea, Bacoachi, Nacozari, Fronteras y Naco, Sonora.
Localización: El área se localiza en la porción noreste del Estado de Sonora entre los 31° 12' y los 30° 22' de latitud norte, y 110°21' y 109° 47' de longitud oeste. Esta área tiene forma de rombo y
cubre las sierras de "Los Ajos", "Buenos Aires" y "Púrica".
Valor biológico: Las sierras de "Los Ajos", "Buenos Aires" y "Púrica", presentan bosques de pinos, pino-encino y de galería con especies vegetales y animales, raros amenazados y en peligro de extinción, presentan una vegetación, flora y fauna de climas templado frío, rodeados por vegetación de climas más cálidos, de pastizal natural y de matorrales desérticos. Los tipos de vegetación que están presentes en esta área son los siguientes: Matorral Subinerme, Pastizal Natural, Bosque de Galería, Bosque Bajo y Abierto, Bosque de Encinos, Chaparral, Bosque de Pino y Encino, Bosque de Pinos. En el caso específico de la flora se tienen registradas mas de 1000 especies y se considera como un sitio de singular riqueza en el llamado Archipiélago Madreano, de las "islas del cielo" . La distribución de especies faunísticas está fuertemente relacionado con los tipos de vegetación, así tenemos: coyote (Canis latrans), liebre (Lepus alleni), jabalí (Tayassu tajacu), reptiles como la tortuga del desierto (Xerobates agassizi), tortuga de río (Kinosternon sonoriense), camaleones (Phrynosoma spp), cascabel de montaña (Crotalus willardi); entre las aves se encuentran el correcaminos (Geococcyx californianus), cardenal (Cardinalis cardinalis), carpintero del Gila (Melanerpes uropigialis); en los bosques de las montañas se encuentran osos negros (Ursus americanus), puercoespín (Erethizon dorsatum), coatí (Nasua narica), puma (Felis concolor), venado cola blanca (Odocoileus virginianus), ardilla (Sciurus arizonensis); de aves se encuentran el guajolote silvestre (Meleagris gallopavo), trogón elegante (Trogon elegans), carpintero bellotero (Melanerpes formicivorus), búho manchado.


Amenazas: Los bosques de las sierras son afectados por incendios forestales provocadas por lluvias eléctricas y los descuidos de excursionistas. Otro problema es el sobrepastoreo en algunas áreas de las partes bajas de la sierra, y como amenazas potenciales están las exploraciones y aprovechamientos mineros.


Sierra de Alamos-Arroyo Cuchujaqui


Categoría: Zona de Protección de Flora y Fauna Silvestre y AcuáticaAño de Declaratoria: Decretada en Junio de 1996.Localización: (27°12'30''- 26°53'09'' N) (109°03'00' - 108°29' 32'' W)Superficie: 96,100 ha.Rango de Elevación: 300 - 1,800 msnm
Comunidades Bióticas: Bosque deciduo sinaloense, bosque madrense siempre verde, matorral espinoso sinaloense Provincia Fisiógráfica: Sierra Madre Occidental y Planicie Costera Noroccidental.
Biomas: Bosques Tropicales.
Valor biológico: En el área se hace notar la presencia de un gran número de elementos tropicales, representados también los elementos holárticos. La región de Alamos es reconocida a nivel mundial por la alta representatividad de la confluencia entre los dos reinos, puesto que define los límites septentrionales de muchas especies tropicales, y este efecto tiene un reflejo fuerte en términos de biodiversidad ya que para esta región se han reportado más de 1,200 especies (Rogero-Díaz, 1994). Dentro de las especies de interés en el área existe el guayacán (Guaiacum coulteri) y la palmita (Erythea aculeata); monstruo de Gila ( Heloderma suspectum ), el águila real (Aquila chrysaetos), el escorpión (Heloderma horridum) y la tortuga del desierto (Xerobates agassizii), el sabino o ahuehuete (Taxodium mucronatum), el jaguar (Felis onca), trogon orejón (Euptilotis neoyenus) y langostino de agua dulce (Macrobrachium tenellum).
Amenazas: Un incremento en las tasas de deforestación, para la agricultura de temporal o establecimiento de praderas de zacate buffel, así como los incendios no controlados provocados por el hombre. Así mismo la captura para venta ilegal, principalmente de aves (como la guacamaya verde, la cotorra serrana, la urraca copetona y la chachalaca del Pacífico), reptiles (como el escorpión y la tortuga del desierto); así como la cacería furtiva de mamíferos mayores (como el jaguar, venado cola blanca y puma).


Mesa del Campanero-Arroyo el Reparo


Categoría: Zona Sujeta a Conservación Ecológica
Año de Declaratoria: En Proceso
Localización: (28°15' - 28°17' N) (108°55'-109°17'30'' W)
Superficie: 43,500 has
Rango de Elevación: 700 - 1200 msnm
Comunidades Bióticas: Bosques de coníferas montañoso pétreo; bosque madrense siempre verde
Provincia Fisiógráfica: Sierra Madre Occidental
Biomas: Sistemas Montañosos Mixtos y Altiplanos con Zonificación Compleja


Valor biológico: La región comprende cinco tipos de principales de vegetación: los norteños de la selva baja caducifolia con una gran diversidad de especies de afinidad Neotropical, los encinales, bosques mixtos y bosques de coníferas con elementos propios de la región Neártica de clima templado frío, y el bosque de galería en buen estado de conservación, Además, la confluencia de estas regiones con la mezcla de especies, le confiere características únicas desde del punto de vista biológico. Entre las especies de importancia para el área se encuentra la hierba de agua (Dalea sp), Quercussp, guayacán (Guaiacum coulteri), y guacamaya verde (Ara militaris). Están presentes también bosques mixtos y bosques de pinos, donde se registra la presencia de especies endémicas como la salamandra de Yécora (Pseudoeurycea belli sierraoccidentalis), especies raras como la cascabel de las rocas (Crotalus lepidus klauberi), la lagartija de las cuevas (Sceloporus poinsetti), el trogón elegante (Trogon elegans), el búho manchado (Strix occidentalis), y especies en peligro de extinción como el oso negro (Ursus americanus), la cotorra serrana (Rhynchopsitta pachyrhyncha), las cuales necesitan para su supervivencia mantener sus hábitats en buenas condiciones como los bosques maduros, mismos que son sitios de reproducción y refugio para gran cantidad de especies animales.


Amenazas: Actividades forestales, agrícolas y ganaderas principalmente, provocando el aprovechamiento forestal, sobrepastoreo, modificación de los hábitats, cacería furtiva, entre otras. Recientemente se ha incrementado la explotación de encinos para la producción de carbón, la cual además de ser ilegal produce material de muy baja calidad. Otra porción importante del bosque se encuentra bajo la amenaza de la explotación para la producción de celulosa. En este último caso las empresas del vecino estado de Chihuahua entran a Sonora para llevar a cabo la explotación de los recursos silvícolas.








Libro: Sonora, vientos prosperos sobre el Desierto
Autor: Armida de la Vara
Editorial: SEP, 1990
Págs.: 10-29


Libro: El Hombre y la Geografía 2
Autor: Roberto Juárez Carrejo
Editorial: Patria
Págs.: 178-179

LOS DESIERTOS DE SONORA Y BAJA CALIFORNIA

. viernes, 30 de octubre de 2009
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Instituto Nacional de Ecología, México


El Desierto de Sonora es parte del inmenso corredor norteamericano de ecosistemas áridos que se extiende desde el sureste del estado de Washington, en EUA, hasta el estado de Hidalgo en el altiplano central de México, y desde el centro de Texas hasta las costas del Pacífico en la península de Baja California. Este corredor árido, que cubre casi un millón de kilómetros cuadrados, se divide en cuatro grandes desiertos: la Gran Cuenca, el Desierto de Mojave, el Desierto de Sonora y el Desierto de Chihuahua. El Gran Desierto de Chihuahua consta de una serie de tierras bajas, de menos de 1000 msnm, que circundan el Golfo de California o Mar de Cortés. Aunque se trata de una sola entidad en Estados Unidos, al penetrar en México se bifurca en una región de tierras áridas continentales, conocida como el Desierto de Sonora en el sentido más estricto, y una franja de desiertos costeros que recorre la península de Baja California y a la que se le denomina Desierto de Baja California.

En el presente capítulo descubriremos estas dos áreas silvestres áridas: el Desierto de Sonora, que incluye los desiertos continentales de Arizona, California y Sonora, y el Desierto de Baja California, que comprende los desiertos centrales y meridionales de la península, que juntos integran un continuo de espectaculares ecosistemas áridos prácticamente intactos. Este complejo desierto sonorense-bajacaliforniano, tal como lo definimos aquí, abarca 101 291 km2 del Desierto de Baja California y 223 009 km2 del verdadero Desierto de Sonora. En total, 29% de esta área silvestre (93 665 km2) se encuentra en Estados Unidos, con el 71% restante (230 635 km2) en México. Según estimamos, hasta 80% del área silvestre se conserva intacta.

Debido a su historia biogeográfica única y sus estrechas conexiones con las selvas bajas caducifolias tropicales que cubren las costas del Pacífico poco más al sur en México, el Desierto de Sonora es sumamente rico en especies de árboles y gigantescas cactáceas columnares, lo que le confiere el aspecto de un área silvestre extrañamente arborescente, con inmensas cantidades de biomasa vegetal aérea en comparación con otros desiertos de clima semejante. Los desiertos de Sonora y Chihuahua están entreverados con una compleja serie de cadenas montañosas que se yerguen como islas en un mar de áridas planicies sedimentarias a las que se les denomina bajadas y llanos. La mayoría de esas montañas albergan relictos de la flora madroterciaria ancestral, es decir, un conjunto de plantas propias del bosque templado que cubrió la región desde principios del Pleistoceno, hace unos 25 millones de años. Dos millones de años atrás cuando el Pleistoceno trajo un clima más tórrido y seco, las comunidades del desierto remplazaron gradualmente enormes partes de esos bosques. Al finalizar la última glaciación, hace unos 15 000 años, los desiertos actuales se enseñorearon en las llanuras. No obstamte, aún sobreviven restos de aquel bosque ancestral, en calidad de proscritos antediluvianos refugiados en las alturas de las frescas y húmedas montañas, a las que se conoce como “islas celestes”.


La historia evolutiva de los Desiertos de Sonora y Baja California es diferente en cuanto a modo y tiempo. Mientras que el Desierto de Sonora continental evolucionó durante el Pleistoceno como un corredor terrestre, es decir, un puente terrestre que conectó las selvas bajas caducifolias del Pacífico mexicano con los ecosistemas templados de la región central de Estados Unidos, la historia de la península de Baja California ha sido de espléndida evolución en aislamiento (Robles Gil y cols., 2001). A todo lo largo de las costas del Mar de Cortés, el tema que prevalece es el aislamiento (Berger, 1998). Durante los últimos seis millones de años, las aguas del Golfo de California han separado la árida península de la tierra firme mexicana; a su vez, la península de Baja California ha mantenido el Mar de Cortés literalmente encerrado en sus confines, apartándolo del Océano Pacífico. En este ambiente, los fragmentos aislados se superponen en escalas menores: islas marinas que surgen de las profundidades del Mar de Cortés. Las islas celestes de las serranías albergan relictos de ecosistemas templados que rememoran los climas del pasado. Los oasis de palmas presentes en profundas cañadas disyuntivas forman, una vez más, miles de islas de humedal inmersas en la árida matriz rocosa de las cordilleras peninsulares. Lagunas costeras que repiten de manera fraccionaria el tema del aislamiento en forma de cuerpos de agua cada vez más pequeños, bordean las costas marinas.

Luego de millones de años de aislamiento, las fuerzas de la evolución y la fragmentación han producido formas de vida únicas, plantas desertícolas de extrañas formas y animales extraordinarios. De hecho, los Desiertos de Sonora y Baja California han sido poco menos que islas biológicas y culturales, hábitats con asombrosas y a menudo extravagantes formas de crecimiento, y territorios de inmensa belleza natural (Hornaday, 1908; Jordán, 1951; Krutch y Porter, 1957; Krutch, 1961; Lumholtz, 1990; Martínez, 1947).

Mientras que la mayor parte del territorio continental de México y Estados Unidos está sentado en la Placa Tectónica Norteamericana, la península de Baja California es una lasca continental que cabalga en otra placa de la corteza de la Tierra: la Placa del Pacífico. La península de Baja California está separándose lentamente de la tierra firme mexicana mediante una serie de fallas o abras que van ensanchando poco a poco el Golfo de California y desplazan la placa entera hacia el noroeste. En California el movimiento de la deriva de la península genera una larga línea de fricción, la Falla de San Andrés, donde las dos placas resbalan una contra otra. Estas fuerzas tectónicas son la causa de la tipografía regional, incluyendo la columna dorsal montañosa de Baja California, la Sierra Madre en Sonora, y las sierras menores que están dispersas en las planicies desérticas. La abrupta topografía de los Desiertos de Sonora y Baja California, a su vez, propicia los climas locales y el desarrollo del suelo, siendo, en última instancia, una fuerza causal mayor de la peculiar diversidad biológica de la región. Puesto que la mayoría de las fallas geológicas están dispuestas en dirección noroeste-sureste, los corredores ecológicos formados a lo largo de dichas fallas vinculan la región de norte a sur; el largo continuo de ecosistemas peninsulares define una región natural homogénea (Baja California), mientras que los ecosistemas situados entre las altas montanas de la Sierra Madre y las costas del Mar de Cortés abarcan su contraparte continental: el Desierto de Sonora.

En la misma medida en que los procesos geológicos son la fuerza que conformó el inhóspito paisaje de estos desiertos, la circulación de los vientos y las corrientes oceánicas es el mecanismo subyacente que generó los increíbles ecosistemas de la región y mantiene su existencia. En el Pacífico, la fría corriente de California, que recorre sus costas de norte a sur, se desvía hacia el oeste impulsada por el movimiento de rotación de la Tierra; este fenómeno se conoce como Fuerza de Coriolis. Las capas superficiales desviadas de la corriente de California son remplazadas por un afloramiento de aguas frías, más profundas y ricas en nutrientes, que proceden del fondo del mar y traen fertilidad a la superficie. Fuertes corrientes, impulsadas por las mareas, producen fenómenos de afloramiento similares en el aislado Golfo de California y hacen de éste uno de los mares más productivos de la Tierra.

Sin embargo, los afloramientos también son una de las principales causas de la aridez de la tierra, pues los vientos húmedos que soplan desde los mares fríos hacia los desiertos calurosos se vuelven cálidos y secos. El invierno es la única época en que la tierra se enfría lo suficiente como para atraer algo de precipitación. Durante el verano, nubes de tipo monzónico se dirigen hacia el sistema de baja presión generado por el desierto candente, pero la mayoría de esas tormentas caen en los bosques tropicales más al sur. El desierto verdadero recibe únicamente tormentas eléctricas espectaculares, pero muy poca lluvia. Por lo tanto, sus llanuras reciben una muy escasa precipitación, que va de 40 mm en las partes "más áridas del Gran Desierto a casi 600 mm en las faldas de la Sierra Madre.

Únicamente en las cadenas montañosas el aire ascendente se enfría lo suficiente para atraer lluvias importantes, mismas que sustentan bosques templados de pino y encino. Durante los años en que se presenta El Niño, las fluctuaciones aleatorias del flujo del aire en la Tierra debilitan los vientos alisios y eso disminuye la fuerza que desvía las corrientes marinas hacia el oeste. Como resultado, las aguas oceánicas tibias se acumulan superficialmente en las costas y el afloramiento de aguas ricas en nutrientes disminuye. Por consiguiente, el ciclo natural se invierte: a medida que las corrientes oceánicas pierden ímpetu y se templan, el mar se vuelve menos productivo y la tierra es empapada frecuentemente por las abundantes lluvías propiciadas por las aguas marinas tibias.

Esta alternancia en la abundancia de los recursos resulta una fuerza determinante en cuanto a la organización ecológica de los desiertos de Sonora y Baja California. Durante estos periodos de abundancia anómala, las plantas perennes del desierto se establecen y aprestan para largas sequías, enterrando profundamente en el suelo del desierto sus raíces pivotantes; las plantas efímeras resarcen sus bancos de semillas; los sapos desertícolas se reproducen en grandes cantidades antes de entrar nuevamente en latencia debido a la aridez, mientras que los granívoros, como las ratas de abazones y las ratas canguro, reabastecen sus almacenes subterráneos. El desierto se renueva y queda listo para enfrentar, una vez más, décadas de extrema escasez.


Biodiversidad

Pocos lugares exhiben la extraordinaria heterogeneidad ambiental de los Desiertos de Sonora y Baja California. Los climas regionales van desde un ambiente con lluvias en invierno de tipo mediterráneo en el noroeste, hasta lluvias veraniegas de tipo monzónico en el sureste. Las inclinadas pendientes de las cordilleras generan algunos de los gradientes ambientales más impresionantes de la Tierra.

La parte norte del Desierto de Baja California se vincula con los ecosistemas de tipo mediterráneo de la Provincia Florística de California, ecorregión terrestre amenazada de importancia mundial que fue descrita en un libro anterior de esta serie y con el cual comparte muchas especies (Minnich y Franco Vizcaíno, 1998; Mittermeier y cols.,1999). En el sur, ambos desiertos se unen a las selvas bajas caducifolias del trópico mexicano (Bowden y Dykinga, 1993; Martín y cols., 1999; Robichaux y Yetman, 2000), que son parte de la Región Mesoamericana, otra ecorregión terrestre amenazada de importancia mundial (Mittermeier y cols., 1999). En particular, una forma rara de selva baja caducifolia, muy rica en endemismo, ocupa las tierras bajas de la región de Los Cabos, en el extremo sur de la península de Baja California (Zwinger, 1983). En esa misma región, pero a mayores alturas, existe un remoto bosque templado de pino y encino en las montañas de la Sierra de La Laguna. Este ecosistema templado, único en su tipo, evolucionó en total aislamiento y consta principalmente de especies raras y estrictamente endémicas. En las cadenas montañosas centrales de Baja California y Sonora existen otras áreas similares de aislamiento geográfico y rareza biológica, lo mismo que en las islas oceánicas (Case y Cody, 1983). La parte norte del Desierto de Sonora va desde un enorme sistema de dunas interiores móviles en California y el Gran Desierto mexicano, hasta un desierto arborescente y bosques de encino xerófilos en las faldas de las sierras orientales. Al sur, la trayectoria ascendente de oeste a este va, desde los matorrales espinosos de Sinaloa (un tipo raro de selva baja caducifolia achaparrada en la que predominan especies neotropicales junto con formas del matorral xerófilo), hasta las exuberantes selvas bajas caducifolias de los pies de monte de la Sierra Madre.

Wiggins (1980) en su Flora de Baja California, describe 2958 especies de plantas e identifica 686 de éstas como endémicas de de toda la península. Sin embargo, muchas de estas plantas se encuentran en los matorrales y chaparrales de la Provincia Florística de California; es decir, en los ecosistemas de tipo mediterráneo del noroeste de Baja California que no forman parte de los desiertos de la región. La verdadera diversidad de los desiertos peninsulares se ubica en alrededor de 2 000 especies, con unos 550 endemismos. Shreve y Wiggins (1975), en su Vegetation and Flora of the Sonoran Desert, describen 2 621 especies de plantas, con cerca de 500 endémicas. Ambos desiertos poseen una diversidad florística total de casi 3 300 especies, con un grado de endemismo para la región combinada, tal como la hemos definido aquí, de más de 50 por ciento. El microendemismo de las plantas (es decir, especies restringidas exclusivamente a un área muy chica) es particularmente alto en las islas oceánicas del Mar de Cortés, en sierras aisladas como El Aguaje, San Francisco, Guadalupe o La Laguna, y en las dunas del Gran Desierto de Altar.

En la porción sonorense del Desierto de Sonora, que incluye el noreste de Baja California, existen al menos 14 especies de anfibios (dos de ellas endémicas), 68 de reptiles (cinco endémicas), 190 de aves y 84 de mamíferos (dos endémicas, aunque compartidas con el Desierto de Baja California), mientras que en la porción bajacaliforniana las cifras son de al menos 4 especies de anfibios, 59 de reptiles (20 endémicas), 134 de aves y 54 de mamíferos (cuatro endémicas). De éstas, dos especies de anfibios, 21 de reptiles, 118 de aves y 45 de mamíferos se encuentran en ambos desiertos. Las aves, dado su medio de locomoción, tienen bajos grados de endemismo en la región. Sin embargo, la península de Baja California, que está más aislada que los desiertos continentales, alberga cuatro especies de aves raras y cuasiendémicas, restringidas principalmente a la península y comunes en esta área silvestre desértica, aunque también existen fuera de estos hábitats, tanto en los matorrales de tipo mediterráneo del norte como en los matorrales tropicales xerófilos de la región de Los Cabos. Se trata del zafiro peninsular (Hylocharis xantusii), la mascarita peninsular (Geothlypis beldingi), el tecolote peninsular (Glaucidium hoskinsii) y el cuitlacoche ceniciento (Toxostoma cinereum).

Aparte de la fauna de los dos desiertos, las islas del Mar de Cortés albergan 42 especies endémicas de reptiles y 15 de mamíferos terrestres (Case y Cody, 1983). Por lo tanto, la fauna desertícola total de la región mayor consta de 16 especies de anfibios (dos endémicas), 148 de reptiles (67 endémicas), 206 de aves (cuatro endémicas) y 108 de mamíferos (21 endémicas). Además de estos habitantes estrictos del desierto, existen 162 especies de aves marinas y zancudas que se alimentan en las ricas aguas del Mar de Cortés y en las costas del Pacífico del Desierto de Baja California, así como un gran número de tetrápodos marinos y especies que dependen estrictamente del agua, como tortugas y mamíferos marinos, lo mismo que muchas especies agrícolas y urbanas que sólo en raras ocasiones se encuentran en los hábitats de desierto verdaderos (Russell y Monson, 1998). Si se incluyen estas especies ocasionales y marginales, la biodiversidad total aumenta considerablemente.

Además de su diversidad y endemismo regional, los Desiertos de Sonora y Baja California marcan el límite septentrional de la zona tropical. Esta región alberga al menos 16 familias y probablemente más de 200 especies de árboles tropicales que encuentran su límite norte en la misma (Felger, 2000), incluyendo las familias del copal, la ceiba, el zapote prieto, el negrito y la teophrasta. Otros grupos, como las abejas euglossinas de brillantes colores metálicos verde y azul y las industriosas abejas sin aguijón (Melipona spp.), también encuentran sus límites septentrionales en estos desiertos.

Así como la península está aislada de la tierra firme por el Mar de Cortés, el Golfo es, en sí, una especie de "península marina" aislada del Pacífico por 1 500 km de tierra peninsular. Biológicamente, es uno de los mares más productivos y diversos del mundo. México obtiene de esta agua entre 30 y 50 por ciento de su pesca nacional y en ellas existen unas 4 500 especies de invertebrados conocidas (excepto protozoarios); 872 especies de peces (122 elasmobranquios y 750 teleósteos, 271 de los cuales son peces arrecifales raros), y 33 especies de mamíferos marinos, 28 de ellos cetáceos, incluyendo la marsopa vaquita (Phocoena sinus), que es endémica del Alto Golfo y se considera amenazada.

Especies emblemáticas

Hasta la fecha, las descripciones ecológicas más importantes de los Desiertos de Sonora y Baja California han sido las de Forrest Shreve (Shreve y Wiggins, 1975). Su clasificación refleja la manera en la que la selección natural y la evolución han adaptado la morfología y las formas de vida predominantes a los difíciles ambientes del desierto. Este investigador identifica tres ecorregiones en el Desierto de Sonora continental (las Tierras Altas de Arizona, los Llanos de Sonora y los Pies de Monte de Sonora), dos ecorregiones en la Península de Baja California (los Llanos de Magdalena y el Desierto de El Vizcaíno) y dos ecorregiones compartidas (el Valle del Bajo Colorado, que ocupa la parte occidental de Sonora y la parte norte de las costas del Golfo en Baja California; y las Costas Centrales del Golfo, una estrecha franja de la región costera central del Mar de Cortés). El bosquejo de Shreve sigue siendo la mejor descripción ecológica de los Desiertos de Sonora y Baja California y, por lo tanto, nos apegaremos a ella al describir esta extraordinaria área silvestre.

El Valle del Bajo Colorado fue descrito como un desierto micrófilo, es decir, una región con plantas de hojas pequeñas como la gobernadora (Larrea tridentatá) y la jécota (Ambrosia dumosa). De hecho, estas plantas son las verdaderas xerofitas del desierto, pues soportan las sequías más severas sin marchitarse. El Bajo Colorado es el corazón del Desierto de Sonora (Bowden y Dykinga, 1993; Hayden y Dykinga, 1998), una región vasta y sumamente árida, con pocas montañas y grandes bajadas aluviales que forman llanuras secas muy amplias, hogar del amenazado berrendo sonorense (Antilocapra americana sonoriensis). Aquí los inmensos arenales que bordean el Mar de Cortés poseen varios animales únicos, cuyas adaptaciones especiales para soportar las inhóspitas condiciones locales son tipificadas por la rata-canguro desértica (Dipodomys deserti) y la víbora-cascabel cornuda (Crotalus cerastes). Esta región se ha vuelto tan árida durante el actual periodo interglacial (es decir, el Holoceno), que los sedimentos secos del río Colorado, arrastrados hacia el este por los vientos, han formado las dunas de arena más extensas del Nuevo Mundo: el Gran Desierto de Altar. Aparte de las plantas micrófilas predominantes, la vegetación también incluye algunos árboles achaparrados como el palo fierro (Olneya tesota), el palo-verde (Parkinsonia florida y P. microphylla) y los mezquites (Prosopis pubescens y P. glandulosa var. torreyana). La escasez de vegetación leñosa es compensada por la gran abundancia de plantas efímeras que brotan despúes de las lluvias, cubriendo el desierto con un denso y colorido manto de flores. De hecho, la abundancia de semillas es tan alta en esta región que la base de las redes tróficas son especies granívoras como las ratas canguro, las ratas-cambalacheras (Neotoma spp.), las codornices (Callipepla spp.) y varias hormigas. Cuando los ríos Colorado y Gila corrían libremente (Sykes, 1937; Fradkin, 1984), antes de la construcción de las presas en los años treinta), en sus márgenes prosperaba un denso sistema de ecosistemas ribereños con predominio de chopos (Populus fremontil), sauces negros de Goodding (Salix gooddingii) y grandes mezquites, donde también abundaban los castores (Castor canadensis).

Las plantas con tallos suculentos predominan en las Tierras Altas de Arizona, de modo que éste es un desierto crasicaule (del griego crassos, suculento; y caulon, tallo). Situadas al este del Valle del Bajo Colorado y a mayor altitud, las tierras altas reciben más precipitación pluvial (unos 300 mm en promedio) y en ellas predominan los nopales y las chollas (subgéneros Platyopuntia y Cylindropuntia, respectivamente, ambos pertenecientes al género Opuntia), cactáceas columnares como el saguaro (Camegiea gigantea), biznagas (Ferocactus spp.) y palo-verdes (principalmente Parkinsonia microphyllá). Aquí la vegetación es más compleja, la proporción de plantas perennes es mayor y la diversidad es más alta. El gigantesco saguaro columnar es una especie emblemática que no sólo confiere a esta ecorregión su aspecto único, sino que mantiene una íntima relación con animales que, sin ser endémicos de la misma, la representan muy bien. Notable entre ellas son la paloma ala blanca (Zenaida asiática) y el murciélago-hocicudo de Curazao (Leptonycteris curasoae'), en el cual recaen muchas de las tareas locales de polinización, y el carpintero del desierto (Melanerpes uropygialis), que al labrar sus nidos en los saguaros crea un habitat esencial para otras especies que anidan secundariamente en esas cavidades.

Los Llanos de Sonora se encuentran al sur de las tierras altas de Arizona, en las tierras bajas centrales del estado de Sonora. Aquí las formas de vida predominantes son árboles y arbustos leñosos, por lo que se trata de un desierto arbofrutescente. En el estrato arbóreo predominan los palo fierros, con el espectacular color verde cenizo de las hojas del incienso (Encella farinosa) destacando en el matorral leñoso inferior. La mayor abundancia de lluvia (200 a 400 milímetros) y el menor riesgo de heladas permite a los Llanos albergar cuatro especies de cactos columnares gigantes: el saguaro, el pitayo dulce (Stenocereus thurberi), la cina (S. alamosensis) y la senita (Lophocereus schottii). Algunos elementos de clara afinidad tropical meridional alcanzan su límite norte en esta subdivisión. Tal es el caso de los géneros Bursera y Jacquinia, así como el del llamativo palo blanco (Acacia willardiana), la única acacia del Nuevo Mundo que ha perdido evolutivamente sus hojas compuestas y realiza la fotosíntesis mediante filodios, es decir, estructuras especiales derivadas de peciolos planos. Las especies emblemáticas de esta ecorregión son la codorniz cresta dorada (Callipepla douglassi) y la tortuga del desierto (Gopherus agassizzi).

Los Pies de Monte de Sonora se encuentran al este de los Llanos como una serie de lomas ondulantes, pequeñas serranías y cañadas que corren en sentido noroeste-sureste, paralelas a las faldas de la magnífica Sierra Madre. Las cañadas, que son más húmedas y mejor resguardadas que los Llanos despejados, albergan los relictos más septentrionales de las selvas bajas caducifolias tropicales del Pacífico mexicano. Considerada un desierto arborescente, esta región es rica en leguminosas leñosas como las acacias y los mezquites, aunque también predominan algunas especies claramente tropicales como el cardón barbón gigante (Pachycereuspecten -aboriginum), la ceiba menor (Ceiba acuminata), el trompillo (Ipomoea arborescens), el lomboy (Jatropha cordata), el torete fragante (Bursera fagaroides) y el guayacán (Guaiacum coulterí), entre otras. Los límites de la distribución septentrional normal del jaguar (Panthera oncá) se encuentran en estas cañadas, donde este raro depredador vagabundea al cobijo de los doseles tropicales. Algunos animales característicos, como el zacatonero ala rufa (Aimophila carpalis) y la iguana de cola espinosa de Sonora (Ctenosaura hemilopha macrolopha), son endemismos casi estrictos de esta ecorregión. Algunos investigadores se han opuesto a la clasificación de esta región como parte del Desierto de Sonora verdadero, pues se trata en realidad de un complejo mosaico de grados de aridez con exuberantes cañadas tropicales. Sin embargo, la intercalación de diferentes ecosistemas y la compleja fragmentación del paisaje son algunos de los factores que dan al Desierto de Sonora su gran diversidad.

La siguiente subdivisión son las Costas Centrales del Golfo, una estrecha franja de tierras desérticas que ocupa casi 800 km de las costas del Mar de Cortés en Baja California y 400 km en Sonora. En ésta predominan plantas con gigantescos tallos carnosos y corteza lisa, por lo que se le considera un desierto sarcocaule (del griego sarcos, carne; y caulon, tallo). Algunas de las plantas desertícolas más extrañas del Continente Americano se encuentran aquí, como delgados cirios (Fouquieria colwnnaris) de 20 m de altura (Humphrey, 1974), ocotillos (F. spiendens y F. diguetii), descomunales copalquines (Pachycormus discolor) con su lisa corteza entre café y anaranjado, torotes blancos (Bursera microphylla), copales (B. hindsiana), lomboy (Jatropha cinérea), palo-blancos (Lysiloma candida) de tallos alabastrinos y gigantescos cardones candelabriformes o sagüesos (Pachycereus pringlei), junto con otras plantas características menos llamativas como el incienso y numerosas especies de chollas y nopales. En esta subdivisión, el contraste entre el desierto y el mar crea microhábitats únicos, con transiciones bruscas entre las comunidades desertícolas y matorrales extremadamente halófilos que viven con agua de mar, como los manglares más septentrionales del hemisferio, hasta las famosas "praderas" submarinas de zostera (Zostera marina), que son cosechadas tradicionalmente por los indígenas seri. A pesar de que esta biorregión se encuentra en dos áreas disyuntivas separadas por el Mar de Cortés, sus animales emblemáticos son los mismos: el borrego cimarrón (Ovis canadensis) y la iguana del desierto (Dipsosaurus dorsalis), ambos con subespecies en una y otra costas: O. c. mexicana y D. d. sonoriensis en el lado de sonora; O. c. weemsi y D. d. dorsalis en el lado de Baja California.

Siguiendo hacia las costas del Pacífico de Baja California, en la Región de El Vizcaíno, se aprecian muchos de los mismos árboles de tallo carnoso que en las costas del Golfo, mas ahora asociados con plantas sin tallo y dotadas de hojas suculentas dispuestas en rosetas (Aschmann, 1959).

Por esta razón, Shreve definió esta subdivisión como un desierto sarcófilo (es decir, un desierto donde predominan las hojas carnosas). Muchas de estas rosetas suculentas tienen la capacidad de absorber y almacenar el agua que llega con las nieblas costeras formadas por el afloramiento de aguas frías en el Pacífico. Entre ellas figuran unas cuantas especies de Agave con largas hojas carnosas (pencas) con bordes espinosos que semejan espadas; Dudieyas con hojas redondas de llamativo color blanco rojizo; izotes de Baja California (Yucca valida) e izotes de hoz (Y. whipplei). La influencia de las nieblas marinas se manifiesta en la abundante presencia del heno pequeño o tillandsia recta (Tillandsia recurvata) y diversos liquenes. En estos desiertos más templados, el gigantesco cardón cede el paso en las llanuras costeras a densas formaciones de una cactácea más pequeña y recumbente, el pitayo agrio (Stenocereus gummosus), así como a los matorrales de huizapol aromático (Ambrosia chenopodifolia), que cubren las laderas con un terso manto de color verde grisáceo, y al cochal (Myrtillocactus cochal), una cactácea columnar de frutos dulces cuyos parientes más cercanos se encuentran en el sur de México. Los Llanos de El Vizcaíno más bajos, cerca de la laguna costera Ojo de Liebre, albergan un chaparral de plantas que toleran la sal, en el que vaga el gravemente amenazado berrendo peninsular (Antilocapra americana peninsularis), que quedó aislado de su pariente norteño del Gran Desierto. Aparte del berrendo como una obvia especie emblemática, esta ecorregión también es representada por el cuitlacoche peninsular (Tbxostoma cinereum), que es el ave más típica de Baja California.

Finalmente, los Llanos de Magdalena, situados al sur de El Vizcaíno, ocupan la parte sur de las costas de Baja California por el lado del Pacífico. Aquí es evidente la influencia de los matorrales xerófilos tropicales y las selvas bajas caducifolias de la región de Los Cabos, en el extremo dé la península. Existen menos rosetas suculentas y los árboles del desierto coexisten con gigantescas cactáceas columnares, formando un desierto arbocrasicaule. Los torotes (Bursera filicifolia, B. hindsiana y B. microphyüa), el mezquite dulce (Prosopis glandulosa), el palo de Adán (Fouquieria diguetíi), el palo-verde azulóse (Parlinsonia florida), el ciruelo endémico (Cyrtocarpa edulis) y el hermoso palo blanco, forman densos bosquetes en algunos arroyos. Aquí abunda la pitaya agria y la chirinola (Stenocereus eruca), una cactácea columnar endémica sumamente rara que se encuentra cerca de las playas. Este cacto, único y extraño, crece acostado en el suelo y emite densos manojos de tallos gigantes, con aspecto de culebras, que parecen reptar en el desierto. También abundan los cardones, las senitas y las chollas. Es muy común ver caracaras crestados (Caracara cheriway) posados en los nopales y otras perchas; por la noche no es raro encontrar a la zorra desértica (Vulpes velox), otro habitante típico de la región.

Culturas humanas

Las mismas fuerzas evolutivas que dieron origen a las extrañas formas de vida de esta región, moldearon también sus culturas humanas singulares (León Portilla, 1989). Muy apartados del resto de Mesoamérica, los indígenas cochimíes y otros grupos de Baja California crearon uno de los conjuntos de pinturas rupestres más asombrosos del mundo, mismo que es, actualmente, uno de los Patrimonios Culturales de la Humanidad más valiosos de México (Crosby, 2000). Posteriormente, durante la Colonia española los jesuítas fundaron en estos desiertos su propia “utopía" mediante una serie de misiones que evolucionaron en total independencia de las severas y crueles normas impuestas por los conquistadores al México continental (Clavijero, 1789; Del Barco, 1768). Lamentablemente, los jesuítas también llevaron consigo, involuntariamente, los mortales gérmenes de las enfermedades europeas, de modo que pocas décadas después de la colonización la mayoría de las etnias de Baja California, por largo tiempo aisladas y vulnerables a esas dolencias, había desaparecido.

Sus descendientes, mezclados con los descendientes de los soldados españoles, se convirtieron en los californios, un grupo de ganaderos que aún sobrevive en las sierras. Por el contrario, los pueblos nativos del Desierto de Sonora, que jamás estuvieron totalmente aislados de otros grupos y por lo tanto eran más resistentes a las enfermedades importadas, aún se encuentran en la región.

Los verdaderos habitantes del Desierto de Baja California, es decir, los guaycuras del norte, los pericúes del sur y los cochimíes de los desiertos centrales, se extinguieron.
En el chaparral de tipo mediterráneo de los alrededores de Tecate, Ensenada y Tijuana aún quedan unos cuantos cochimíes; se trata específicamente de los kiliwas, los kumiais y los pai-pais. Los cucapás, otro grupo indígena de Baja California, viven en el delta del río Colorado. Aunque hoy muchos de ellos laboran en los campos agrícolas del Valle de Mexicali, algunos conservan aún sus pesquerías tradicionales en el estero, donde todavía cosechan, aunque en raras ocasiones, el trigo salado de los campos silvestres de Distichlis palmeri que crecen en las llanuras costeras aluviales del Alto Golfo de California.

Por el contrario, las culturas nativas de la tierra firme de Sonora han sobrevivido mucho mejor. Al menos siete grupos conservan su identidad y tres de ellos (los pápagos, pimas de los altos o tohono o'odham; los pápagos del arenal o hia´ced o'odham, y los seris cazadores-recolectores o com´caac) aún sobreviven dentro de los confines del Desierto de Sonora. Otros cuatro grupos se encuentran en las estribaciones del desierto: los yaquis o yoemes, en los llanos del bajo río Yaqui; los mayos o yoremes, en el sur, donde el desierto cede el paso a los matorrales espinosos costeros; los guarijíos o makurawes, en las inaccesibles montañas del sureste, muy cerca de la Sierra Madre, y finalmente los pimas de los bajos u ob no'ok, al este, en las faldas de la Sierra Madre. Los miembros de un octavo grupo, los ópatas o teguimas, que viven en lo alto de la Sierra Madre, aunque ya perdieron su lengua y muchas tradiciones al asimilarse a la cultura mestiza, aún reconocen su origen étnico y sus tradiciones están presentes en la cultura local.

En cuanto a su demografía, los Desiertos de Sonora y Baja California tienen densidades de población muy bajas y las mayores concentraciones humanas se encuentran en zonas urbanas. Esto subraya una característica sumamente importante de la región, es decir, que aún posee grandes extensiones escasamente habitadas o deshabitadas por completo, lo que hace de ésta un área silvestre prístina.

El estado de Baja California, por ejemplo, tiene 2.5 millones de habitantes. De éstos, sólo unos 765 000 viven en la región desértica de la entidad y la mayoría de ellos, además, se concentran en la ciudad de Mexicali o en el distrito de riego que la rodea. Sólo unas 100 000 personas viven en el desierto en sí. El estado de Baja California Sur es la entidad menos poblada de México. Posee 424 000 habitantes y, de éstos, 25% viven en los ecosistemas tropicales de la región de Los Cabos, fuera del desierto propiamente dicho. De los 319 000 habitantes de las zonas desérticas del estado, la mayoría (197 000) se encuentran en la ciudad capital de La Paz, de modo que sólo 122 000 ocupan el resto del estado, donde se concentran en ciudades más pequeñas.

Sonora tiene una población de 2.2 millones de habitantes y, de éstos, 1.4 millones viven en la región desértica. El resto se concentra en la región templada del noreste o en los valles agrícolas del sur. De los habitantes del desierto, más de un millón se encuentran en grandes ciudades como Hermosillo, Guaymas, San Luis Río Colorado y otras, de modo que menos de 500 000 personas, en su mayoría ganaderos, se encuentran dispersas en los eriales del Desierto de Sonora. Finalmente, los estados de California y Arizona tienen una población mucho mayor que la de sus contrapartes mexicanas. Sin embargo, la región del Desierto de Sonora (los condados Imperial, Pima y Yuma, así como partes de los de Maricopa y Riverside) cuenta apenas con poco más de un millón de habitantes. Además, la mayor parte de esta población se concentra en sólo dos áreas metropolitanas: Tucson con 500 000 habitantes y Yuma con cerca de 100 000 personas.

En total, excluyendo los grandes centros urbanos, el Área Silvestre de los Desiertos de Sonora y Baja California tiene una población humana de sólo 1.1 millones de personas, distribuidas en un área de 324 300 km2, lo que significa una densidad demográfica de sólo 3.4 habitantes/km2.

Amenazas

Sujeta al rápido aumento en la demanda de recursos, esta inmensa área silvestre enfrenta hoy una serie de amenazas ambientales cada vez más graves, como la industrialización, el agotamiento de sus recursos hidráulicos, la expansión de la frontera agrícola, la introducción de especies exóticas, el sobrepastoreo del ganado, el turismo descontrolado, el uso de vehículos para campo traviesa, la degradación de los ambientes estuarinos y la cacería furtiva.

El desarrollo industrial y la expansión urbana descontrolada, están poniendo en grave peligro la conservación de largo plazo de los desiertos fronterizos. El rápido crecimiento del turismo en las costas mexicanas ha suscitado una expansión urbana explosiva en lugares como Loreto, en Baja California Sur, y San Carlos y Puerto Peñasco, en Sonora. Aparte de este crecimiento de las poblaciones y ciudades establecidas, el Gobierno mexicano tiene ambiciosos planes que exigen la construcción de marinas y complejos turísticos en torno a la península, lo que aumentará aún más la presión.

Algunas áreas agrícolas desarrolladas de manera no sustentable a mediados del siglo xx, sin tener en cuenta la recarga de los acuíferos, ahora encaran el agotamiento de las aguas del subsuelo y el cierre de sus pozos. El resultado final, una vez que el acuífero se agote, será una gran extensión de suelos agrícolas salinizados y yermos. En algunas partes de Baja California, la merma de los acuíferos regionales también ha significado la desaparición de algunos manantiales, lo que se traduce, a su vez, en la degradación de los humedales de agua dulce y la pérdida de aguajes para la fauna silvestre. En muchas partes de la región, el agua ha dejado de ser un recurso renovable o al menos se le considera un recurso que se recupera muy lentamente.

Además, las técnicas agronómicas regionales padecen frecuentemente de muy baja eficiencia en cuanto se refiere a convertir el insumo de agua en cultivos con buen rendimiento, de modo que las actividades agrícolas dispendiosas son un factor importante en el deterioro ecológico de largo plazo.

En algunos lugares, la vegetación natural está siendo destruida rápidamente en aras del desarrollo agrícola y para la plantación de pastos exóticos invasores, como el buffel africano (Pennisetum ciliare), con la idea de mejorar la productividad del ganado bovino en los ambientes desérticos. Tanto en el sur de Sonora como en el sur de Baja California, el pasto buffel no parece requerir desmonte para establecerse. Sumamente adaptado a los ambientes tropicales cálidos y secos, está invadiendo rápidamente el desierto, sobre todo las áreas que han sido desmontadas o sobrepastoreadas. Este pasto de rápido crecimiento genera una enorme biomasa que se incendia fácilmente en la época de secas, convirtiendo el desierto en un ecosistema de tipo sabana muy propenso al fuego,-que al arder estacionalmente impide el restablecimiento del matorral xerófilo nativo, biológicamente rico pero muy vulnerable a los incendios.

El pastoreo de ganado, que es un problema recurrente en los desiertos de la región, también ha provocado cambios en la estructura de la vegetación, restableciendo, quizá inadvertidamente, antiguos procesos ecológicos que fueron interrumpidos al final del Pleistoceno, cuando se extinguieron los grandes herbívoros que recorrían las llanuras del desierto, dispersando las semillas de mezquites y cactáceas. Sin embargo, como el pastoreo contemporáneo se lleva a cabo en ausencia de depredadores, las densidades de los herbívoros son mucho mayores que las registradas en el pasado paleontológico.

El turismo de tipo aventura también ha afectado gravemente algunos ecosistemas peninsulares. Quizá la forma de recreación más destructiva en el entorno natural sea el uso de vehículos para campo traviesa en el desierto despejado y en los arenales costeros. La vegetación de estos ambientes crece muy lentamente, de modo que una biznaga destrozada en cuestión de segundos por un conductor imprudente quizá tardó siglos en alcanzar su tamaño adulto y para su recuperación pueden transcurrir varias generaciones. Tristemente, la mayor fama internacional de Baja California no se debe a su belleza ni a su aislamiento, sino a la facilidad para estas actividades a campo traviesa, que son anunciadas como atractivo turístico en ciudades como Puerto Peñasco y San Felipe.

Las visitas humanas, aunque potencialmente benéficas, también han afectado negativamente los ecosistemas isleños del Golfo de California, que son ambientes sumamente frágiles. La evolución biológica en aislamiento hizo estas islas particularmente vulnerables a factores como las especies foráneas, el deterioro del hábitat, la caza y la pesca, tanto en plan deportivo como comercial. En particular, la introducción de especies exóticas como ratas, gatos y cabras puede ocasionar auténticas catástrofes ecológicas entre las plantas endémicas, las aves marinas y los reptiles isleños. Por último, la creciente demanda del ecoturismo ha generado una intensa presión para el desarrollo de infraestructura en las islas. Aunque hasta ahora no se ha permitido el desarrollo turístico de ninguna de las islas del Golfo, el número de propuestas fue en aumento (durante la última década).

Los esteros y las lagunas costeras de la región también encaran amenazas cada vez mayores debido al desarrollo industrial y turístico, al escurrimiento de contaminantes terrestres, a la modificación del hábitat para proyectos de acuacultura y a la perturbación ocasionada por las lanchas de motor y las motonaves acuáticas. El deterioro de las lagunas costeras afecta a muchos organismos marinos que pasan la mayor parte de su ciclo de vida en tales ecosistemas, desde las ballenas grises (EschricMus robustus) en las lagunas del Pacífico, hasta los camarones, moluscos y peces del Mar de Cortés. También afecta a muchas aves migratorias que utilizan esos humedales como puntos de descanso en sus rutas de viaje. Las lagunas costeras generan servicios ecológicos únicos y esenciales para el mantenimiento y la supervivencia de las especies que migran anualmente a otros ecosistemas, a menudo distantes. Sin embargo, tales servicios escapan a la vista de los inversionistas, quienes tienden a considerar esos ambientes como "terrenos inútiles" que deben usarse para obtener ganancias económicas más directas. La tala de manglares para construir instalaciones de acuacultura u hoteles costeros es un ejemplo típico. Para una persona común y corriente, percibir el inmenso valor que los manglares tienen para las pesquerías de altamar y la vida marina en general resulta mucho más difícil que ver el beneficio inmediato de talarlos con otros fines menos productivos.

La cacería furtiva es común en el Desierto de Sonora. Se persigue a la fauna mayor en busca de carne y trofeos; por otro lado, se capturan reptiles y se recolectan cactáceas y otras plantas raras endémicas para introducirlas de contrabando en Estados Unidos, donde abastecen los mercados de mascotas y plantas exóticas, respectivamente. Muchas de las especies más buscadas cuentan con poblaciones muy reducidas, a menudo en una sola isla, donde además flutúan en sincronía con las variaciones ambientales, lo que las hace particularmente vulnerables.

Conservación


Los gobiernos de México y Estados Unidos, así como organizaciones no gubernamentales (ONG) en ambos lados de la frontera, han llevado a cabo acciones para proteger los ricos y cada vez más amenazados ecosistemas de los Desiertos de Sonora y Baja California. Ahora existe una gran cantidad de áreas protegidas, entre ellas tres reservas de la biosfera en México (El Vizcaíno; Alto Golfo de Califomia y Delta del Río Colorado, y El Pinacate y Gran Desierto de Altar); tres monumentos naturales en Estados Unidos (Monumento Nacional Sonoran Desert, cerca de Phoenix, Arizona; Monumento Nacional Saguaro, cerca de Tucson, y Monumento Nacional Organ Pipe Cactus, sobre la frontera, que ahora es también una reserva de la biosfera); dos parque nacionales costeros (Bahía de Loreto y Cabo Pulmo, ambos en México), un parque estatal en California (Parque Estatal de Desierto Anza-Borrego); tres refugios de fauna silvestre en México [Islas del Golfo de California, que abarca las islas del Mar de Cortés (Bourillón y cols., 1988); Cajón del Diablo, un macizo montañoso que contiene un mosaico de desierto y exuberantes cañadas tropicales en las costas centrales de Sonora, y Valle de los Cirios, en el desierto central de Baja California], y un cuarto refugio en Estados Unidos (Refugio Nacional de Fauna Silvestre Cabeza Prieta). Aunque no está protegido de manera formal, el Campo Militar Barry M. Goldwater, adyacente a las áreas de Organ Pipe Cactus y Cabeza Prieta, es uno de los lugares intactos más extensos del Desierto de Sonora. En total, las áreas protegidas dentro de esta región abarcan unos 18 000 km2 en Estados Unidos y 68 000 km2 en México, de modo que abarcan 27% del área silvestre total.

Además, en la parte norte del espinazo montañoso de Baja California, donde los áridos matorrales del desierto ceden el paso a pinos y táscates, existen dos parques nacionales con vegetación de clima templado (Constitución de 1857 y Sierra de San Pedro Mártir); asimismo, existe una isla celeste similar en el extremo sur del desierto, donde la Reserva de la Biosfera Sierra de La Laguna marca el principio de la región de Los Cabos.

Aunque casi todas las áreas protegidas de Estados Unidos fueron creadas desde el siglo XIX (la excepción más notable es el Monumento Nacional Sonoran Desert, decretada en 2001), la mayoría de las situadas en México fueron creadas en los últimos 15 años. Antes de 1988, sólo existían tres áreas naturales protegidas y sus decretos de creación eran bastante ambiguos e inexactos. Se trata de Cajón del Diablo, creada en 1937 con 147 000 ha; Valle de los Cirios, también en 1937 con 2.3 millones de hectáreas, e Islas del Golfo de California, creada en 1978, con 150 000 ha. En 1988 nació la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, con un área total de 2.5 millones de hectáreas, lo que hizo de ella la reserva de la biosfera más grande de México. Entre 1993 y 1998, fueron creadas cuatro nuevas áreas protegidas con distintas categorías, cuya superficie total es de 2.9 millones de hectáreas. En 1993, el Gobierno de México publicó dos decretos con el fin de proteger otras tantas reservas de la biosfera situadas en la franja de desierto y los ecosistemas costeros que unen el Desierto de Sonora con la Península de Baja California. Estas reservas protegen el notable endemismo del sistema de dunas de arena y malpaís volcánico más extenso de Norteamérica, así como dos especies marinas gravemente amenazadas: la marsopa vaquita y la totoaba (Totoaba macdonaldii), un pez teleósteo. Junto con las áreas protegidas de Organ Pipe Cactus, Cabeza Prieta y Barry M. Goldwater en Estados Unidos, estas reservas forman un corredor ecológico de 3 millones de hectáreas en las tierras desérticas del Valle del Bajo Colorado, que figura entre los más extensos y mejor conservados del mundo.

Además, en 1993, el Gobierno mexicano propuso la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno como Patrimonio Natural de la Humanidad, categoría que le fue concedida por la UNESCO en 1994. En julio de 1996 se publicó el decreto que protege la Bahía de Loreto con la categoría de parque nacional, como resultado de una iniciativa original de los pescadores locales, a quienes les preocupaba la continua declinación de su pesca y la degradación de las áreas reproductivas. Finalmente, en noviembre de 2000, las tres primeras áreas naturales protegidas de la región (Cajón del Diablo, Valle de los Cirios e Islas del Golfo de California, fueron reclasificadas, conforme a la nueva legislación, con la categoría de refugios de fauna silvestre.

Según se espera, el paso cada vez más ágil de los esfuerzos de conservación logrará detener la degradación ambiental que la región ha venido sufriendo y disminuirá las amenazas que ponen en riesgo su sustentabilidad en el largo plazo. Al parecer, existe cada vez mayor conciencia en la península de Baja California, el Desierto de Sonora y el Mar de Cortés, en cuanto a la necesidad de emprender acciones urgentes para proteger el ambiente. Grupos conservacionistas, instituciones de investigación, los gobiernos federal y estatal, destacados líderes del sector privado y operadores de ecoturismo han contribuido a impulsar el aprecio del ambiente y la necesidad de acciones de conservación concretas.

No fue por accidente que las primeras áreas protegidas a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos fueron creadas en esta región. Investigadores, conservacionistas, autoridades indígenas y oficiales de Gobierno habían estado trabajando juntos por años, preparando planes conjuntos para proteger el Gran Desierto y el Alto Golfo. Llegó un tiempo, en 1993, en el que estaba lista una propuesta que contaba con el apoyo de líderes ambiéntales a ambos lados de la frontera. Ahora, el Gran Desierto está protegido desde la frontera hasta la aguas del Golfo, y algunos conservacionistas están trabajando en Estados Unidos para integrar cuatro áreas protegidas contiguas al norte de la frontera en un Parque del Desierto Sonorense, el cual, junto con las reservas mexicanas, formará parte de uno de los mayores corredores silvestres del mundo.

El Desierto de Sonora es un área silvestre binacionacional, con varias cuencas hidrográficas, especies y recursos naturales en común que no saben de líneas fronterizas, de modo que México y Estados Unidos comparten la responsabilidad de proteger este patrimonio natural. A fin de lograrlo, ambos países deben promover esfuerzos binacionales verdaderamente cooperativos, como la Coalición para el Desarrollo Sustentable del Golfo de California de 1999, una asociación establecida entre varias ONG conservacionistas, así como instituciones académicas y de investigación mexicanas y estadounidenses. Entre las ONG que trabajan dentro de la Coalición, Conservation International ha estado enfrentando exitosamente, por más de una década, algunas de las amenazas más apremiantes para la región, con apoyo de la Fundación Packard, USAID, y CEMEX —el patrocinador de este libro. Será por medio de alianzas como ésta, gracias a las cuales se logrará una visión compartida, que los desiertos de Arizona, California, Sonora y Baja California podrán ser conservados en el largo plazo.

EXEQUIEL EZCURRA
EDUARDO PETERS
ALBERTO BURQUEZ
ERIC MELLINK



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