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sábado, 9 de fevereiro de 2013

[Tradução] SLAVOJ ŽIŽEK. LA NOCHE MÁS OSCURA. EL REGALO DE HOLLYWOOD AL PODER AMERICANO.


Muchos han señalado que la película de Kathryn Bigelow respalda la tortura. Pero ¿porqué este tipo de película fue realizada ahora?
Aquí se muestra cómo, en una carta al LA Times, Kathryn Bigelow justificaba la representación de los métodos de tortura empleados por los agentes del gobierno para atrapar y matar a Osama bin Laden:
“Nosotros quienes los que nos dedicamos al mundo de las artes sabemos que representar no es lo mismo que promocionar. Si lo fuera, ningún artista podría haber pintado prácticas inhumanas, ningún autor hubiera podido escribir sobre ellas, y ningún cineasta hubiera podido profundizar en los temas espinosos de nuestros tiempos.”
¿De verdad? Uno no necesita ser un moralista, o ingenuo sobre la urgencia de pelear ataques terroristas, para pensar que torturar a un ser humano es en sí mismo algo tan profundamente devastador que al representarlo neutralmente - ej. al neutralizar esta devastadora dimensión - eso ya es una forma de promoción.
Imagine un documental que nos muestre al Holocausto en una fría, desinteresada manera como una gran operación industrial-logística, enfocándose en los problemas técnicos involucrados (transporte, desecho de cuerpos, prevención de pánico entre los presos para ser gaseados). Dicha película o encarnará una fascinación profundamente inmoral con su tema, o utilizaría con su obscena neutralidad para generar consternación y horror a sus espectadores. ¿Dónde se encuentra Bigelow aquí?
Sin una sombra de duda, ella está del lado de la normalización de tortura. Cuando Maya, la heroína de la película, presencia por primera vez el método de tortura submarino (en el que prisionero es asfixiado bajo el agua), ella se impacta levemente, pero aprende a atar los nudos rápidamente; luego en la película ella fríamente chantajea a un prisionero de alto nivel con, “si no hablas con nosotros, te enviaremos a Israel”. Su fanática búsqueda por Bin Laden ayuda a neutralizar reparos morales ordinarios. Mucho más ominoso es su compañero, un joven, barbudo agente de la CIA quien domina perfectamente el arte de pasar con soltura de tortura a amabilidad una vez que la víctima se quiebra (prendiendo un cigarro y compartiendo bromas). Hay algo profundamente perturbador en como, luego, él cambia de torturador en pantalones de mezclilla a un bien vestido burócrata de Washington. Esto es normalización a su máxima expresión y eficiencia - hay cierto malestar, más sobre la lastimada sensibilidad que sobre ética, pero el trabajo tiene que ser hecho. La conciencia de la lastimada sensibilidad del torturador como el (principal) costo humano de la tortura asegura que la película no sea una barata propaganda de la derecha: la complejidad psicológica es mostrada para que los liberales puedan disfrutar de la película sin sentirse culpables. Esto es el porqué La Noche Más Oscura es mucho peor que 24, donde por lo menos Jack Bauer se quiebra al final de la serie.
El debate sobre si el submarino es tortura no debe de ser descartado como un obvio disparate: ¿porqué, si no por la causa de dolor y miedo a la muerte, el submarino hace que los más endurecidos sospechosos-terroristas hablen? El reemplazo de la palabra “tortura” con “mejorada técnica de interrogación” es una extensión de la lógica políticamente correcta: violencia brutal practicada por el estado es hecha públicamente aceptable cuando el lenguaje es cambiado.
La más obscena defensa de la película es el reclamo de que Bigelow rechaza un barato moralismo y sobriamente presenta la realidad de la lucha anti-terrorista, planteando difíciles preguntas y por lo tanto obligándonos a reflexionar (además, algunos críticos agregaron, ella “deconstruye” clichés femeninos - Maya no proyecta sentimentalismo, ella es fuerte y dedicada a su tarea como los hombres). Pero con tortura, uno debe no “reflexionar”. El paralelo con la violación se impone aquí: ¿qué si una película fuese a mostrar una violación brutal en la misma neutral manera, declarando que uno debe de evitar barato moralismo y comenzar a pensar sobre violación en toda su complejidad? Nuestro instinto nos dice que hay algo terriblemente mal aquí; yo quisiera vivir en una sociedad donde la violación simplemente sea considerado inaceptable, para que así cualquiera que argumente por él parezca un excéntrico idiota , no en una sociedad donde uno tiene que argumentar en contra de ello. Lo mismo va para la tortura: un signo de progreso ético es el hecho que tortura es “dogmáticamente” rechazada como repulsiva, sin que haya una necesidad de argumentar el porqué.
Entonces qué sobre los argumentos “realistas”: tortura siempre ha existido, entonces ¿no es mejor por lo menos de públicamente hablar de ello? Esto, exactamente, es el problema. Si tortura siempre ha estado presente, ¿por qué aquellos en el poder ahora nos dicen abiertamente sobre ello? Sólo hay una respuesta: para normalizar, para bajar nuestros estándares éticos.
¿La tortura salva vidas? Tal vez, pero con seguridad esta pierde almas - y su más obscena justificación es el de reclamar que un verdadero héroe está listo de sacrificar su propia alma para salvar las vidas de sus compatriotas. La normalización de tortura en La Noche Más Oscura es un signo del vacío moral que estamos gradualmente alcanzando. Si hay alguna duda sobre esto, trata de imaginar un éxito de taquilla de Hollywood representando tortura de forma similar 20 años atrás. Es inimaginable.

Tradução para o espanhol: Kelly Aronowitz, Manuel Vargas Ricalde e Pablo González de la Torre
Fonte: http://www.egs.edu/faculty/slavoj-zizek/articles/la-noche-mas-oscura-el-regalo-de-hollywood-al-poder-americano/

sexta-feira, 8 de fevereiro de 2013

Em filme sobre Bin Laden, Hollywood ajuda a 'normalizar' a tortura


Aqui está como, em uma carta ao jornal LA Times , a cineasta Kathryn Bigelow justificou a representação, no filme "A Hora Mais Escura" (o título em inglês é “Zero Dark Thirty”), de métodos de tortura usados pelos agentes do governo norte-americano para capturar e matar Osama Bin Laden:

"Aqueles de nós que trabalham com arte sabem que representação não é aprovação, elogio. Se o fosse, nenhum artista estaria apto a pintar atos desumanos, nenhum autor poderia escrever sobre eles, e nenhum diretor de cinema poderia se aprofundar em assuntos espinhosos de nosso tempo", escreveu ela ao jornal.

Sério? Ninguém precisa ser um moralista, ou ingênuo sobre as urgências da luta contra o ataques terroristas, para pensar que torturar um ser humano é, em si mesmo, algo tão destruidor que representá-lo de maneira neutra – isto é, neutralizar este caráter destruidor – é por si uma maneira de apoiá-lo.

Imagine um documentário que nos apresente o Holocausto de um jeito desinteressado e tranquilo, como uma enorme operação logística-industrial, focando nos problemas técnicos envolvidos (transporte, descarte de corpos, prevenção do pânico entre os prisioneiros que seriam postos nas salas de gás). Tal filme traria também consigo uma fascinação profundamente imoral com o assunto, ou estaria baseado numa neutralidade obscena em seu modo para gerar consternação e horror nos espectadores. Onde Bigelow se encaixa aqui?

Sem sombra de dúvida, ela está aliada a uma normalização da tortura. Quando Maya, a heroína do filme, presencia pela primeira vez uma simulação de afogamento, fica um pouco chocada, mas rapidamente aprende as artimanhas; mais adiante no filme ela chantageia friamente um prisioneiro árabe , "se você não cooperar, nós lhe mandaremos para Israel". Sua perseguição fanática atrás de Bin Laden ajuda a neutralizar escrúpulos morais comuns. 

Ainda mais ameaçador é seu parceiro, um agente da CIA jovem e barbado que domina perfeitamente a arte de passar desembaraçosamente da tortura para a gentileza uma vez que a vítima está completamente desamparada (acendendo seu cigarro e lhe contando piadas). 

Existe algo extremamente perturbador como, mais para frente, o este agente muda de um torturador vestindo jeans para um bem-vestido burocrata de Washington. Isto é normalização mais pura e eficiente – existe um pequeno mal-estar, mais pela sensação da tortura que pela ética, mas o trabalho tem de ser feito. 

A consciência de que esta sensação ruim sofrida pelo torturador é o principal custo humano da tortura deixa claro de que não se trata de uma propaganda conservadora barata: a complexidade psicológica é representada para que liberais possam se divertir com o filme sem se sentirem culpados. É por isso que “A Hora Mais Escura” é bem pior que “24 Horas” (série de TV), em que Jack Bauer, pelo menos, rompe com o serviço secreto no último episódio.

O debate se simulação de afogamento é o ou não tortura deve ser vista como um explícito irracionalismo: por que, se não causa dor ou medo de morrer, este afogamento faz falar terroristas suspeitos resistentes? A recolocação da palavra "tortura" no campo da "técnica aprimorada de interrogação" é a extensão da lógica politicamente correta: violência brutal praticada pelo Estado é publicamente aceitável quando a linguagem muda.

A defesa mais obscena feita do filme é a alegação de que Bigelow rejeita o moralismo barato, e de maneira sóbria apresenta a realidade da luta contra o terrorismo, levantando questões difíceis e que, assim, nos fazem pensar (ainda, alguns críticos adicionam, a diretora "desconstrói" clichês femininos – Maya não mostra sentimentalismo, ela é dura e dedicada em sua tarefa, como um homem). 

Mas, com a tortura, alguém pode não "pensar". Um paralelo com o estupro se faz, aqui, necessário por si mesmo: e se um filme mostrasse um estupro brutal neste mesmo jeito neutro, alegando que devemos evitar o moralismo barato e começarmos a pensar sobre o estupro em toda sua complexidade? 

Em nossas entranhas, fica a mensagem de que existe algo terrivelmente errado nisto. Eu gostaria de viver numa sociedade onde o estupro seja simplesmente inaceitável e que aquele que o relativize seja visto como um babaca excêntrico, não em uma sociedade onde alguém precise argumentar contra isto. O mesmo serve para tortura: um sinal de progresso ético está no fato da tortura ser "dogmaticamente" rejeitada como repulsiva, sem nenhuma necessidade de argumentação. 

Então o que dizer a respeito do argumento "realista": tortura sempre existiu, então não é melhor falar sobre isto publicamente? Este é, exatamente, o problema. Se a tortura sempre esteve aí, por que aqueles que estão no poder agora nos contam abertamente? Só há uma resposta: para normalizar, diminuir nossos padrões éticos.

Tortura salva vidas? Talvez, mas com certeza perdem-se almas – e a justificativa mais absurda é dizer que um verdadeiro herói está pronto para renunciar sua alma para salvar as vidas desta ou deste compatriota. 

A normalização da tortura vista em "A Hora Mais Escura" é um sinal do vácuo moral de que estamos gradualmente nos aproximando. Se há alguma dúvida sobre isto, tente imaginar um grande filme de Hollywood representando a tortura de um jeito similar 20 anos atrás. É impensável.


*Slavoj Zizek é um filósofo e escritor esloveno. É professor da European Graduate School e pesquisador sênior no Instituto de Sociologia da Universidade de Liubliana. Atua como professor visitante em várias universidades dos Estados Unidos.

Publicado originalmente em http://www.commondreams.org/

Tradução: Caio Sarack

Fonte: http://www.cartamaior.com.br/templates/materiaMostrar.cfm?materia_id=21564

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Veja o trailer de "A hora mais escura"(2013):


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