El tiempo pasa y la imagen que conservas de aquella campaña de prensa se difumina, pero crees que se trataba de propaganda pagada por el Ministerio de Justicia. Consistía en anuncios a toda página con la imagen de un ya ex recluso portando sus pertenencias en un macuto o una bolsa en el momento de traspasar las verjas de la cárcel camino de la libertad. El lema era algo así como: CUMPLIÓ, NO LE CONDENES.
Te acuerdas muchas veces de esa imagen, pero ese mandato dirigido directamente al raciocinio de cada uno es de difícil cumplimiento porque ¿cómo se olvidan algunos recuerdos?
Piensas en el recién condenado alcalde de Cabrales, que lo fue a la pena de inhabilitación para cargo público electivo municipal de resultas de prevaricar por haber permitido u ordenado que su Ayuntamiento cotizara a la Seguridad Social por otro concejal para que pudiera ir devengando unos derechos que no le correspondían. Pero con llamarte la atención esa maniobra tan burda, lo que realmente te sorprende es que en los noventa ya había sido inhabilitado por desobediencia al ignorar una orden judicial que obligaba al Ayuntamiento a conceder una licencia de apertura a una gasolinera. Se creía el amu, exactamente como ahora. “No me pillan, y si me pillan no pasa nada”, habrá pensando desde entonces.
Ante un delincuente reincidente en delitos violentos, a veces la sociedad puede hacer algo, otras veces nada. Si un hombre es condenado a veinte años por matar a su cónyuge, cuando salga en libertad, ese delito concreto puede sortearse no volviendo a contraer matrimonio con él. Puede matar a otra persona, pero no a otro cónyuge.
Sin embargo, la sociedad tiene en su mano impedir la reincidencia en la inhabilitación para un cargo público: no incluyendo los partidos a personas así en sus listas. Si, con la terquedad que se supone, los partidos se empeñan, los ciudadanos todavía tienen la oportunidad de no votarlos. Pero los votarán/votaremos porque incluso ahora mismo la sociedad cabraliega se mantiene dividida ante esta segunda condena del alcalde.
Volviendo a la imagen del recluso que sale en libertad, esta situación del alcalde te plantea una duda. Cumplida aquella condena por inhabilitación ¿puede la sociedad, en este caso sus votantes, condenarlo al ostracismo político, impedirle que vuelva a ser concejal o alcalde? Si se da una oportunidad (obligada, por otra parte) al delincuente clásico ¿por qué negársela al político prevaricador si al fin y al cabo al ganar las elecciones limpia también el pecado original?
Ahí están Camps, Berlusconi y el asturiano.
Las siempre difusas fronteras entre la ética y la política.
3 comentarios:
Te mandará una buena cesta de navidad el alcade cabraliego, mira que compararle con Camps y berlusconi, casi ná!
Si es ético no es político. La palabra se conserva desde el tiempo de los griegos, pero en aquellos días los griegos tenían estructurada las clases sociales de otra manera: había hombres libres y otros no lo eran, unos tenían acceso a la cultura y otros eran perfectos analfabetos. Hoy no gobiernan las ciudades los mejores, ni siquiera es el gobierno de una mayoría. Es el gobierno de los sin escrúpulos, de los que se dejan comprar por los poderosos para pisar a una minoría sin recursos. Hace falta un sistema social que depure a los políticos, que no deje impune toda la corrupción. Al pueblo pan y circo.
los prevaricadores, debían de entrar en la cárcel, por ser un delito muy grave......existe cosa más grave que un juez,alcalde etc prevaricador?Inhabilitarles, me parece poca pena,para gente que el pueblo, puso toda su confianza en ellos y se aprovechan de su cargo para delinquir.-
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