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sábado, 19 de agosto de 2023

Catequesis juveniles tercero: CARIDAD, GOZO Y PAZ

Las siguientes catequesis las veremos de la mano de "corazones.org"


De los frutos de caridad, de gozo y de paz
Ver también caridadgozo y paz

Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo y la paz, que pertenecen especialmente al Espíritu Santo.

Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son los más importantes y los de mayor calado. Derivan directísimamente de Dios y sin ellos no podría empezar la obra de la santificación de nuestra alma. Si no se encuentran en alguien de ningún modo, habría que dudar realmente de si está en gracia.

-La caridad, porque es el amor del Padre y del Hijo
-El gozo, porque está presente al Padre y al Hijo y es como el complemento de su bienaventuranza.
-La paz, porque es el lazo que une al Padre y al Hijo.

Estos tres frutos están unidos y se derivan naturalmente uno del otro.
-La caridad o el amor ferviente nos da la posesión de Dios
-El gozo nace de la posesión de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el contento que se encuentra en el goce del bien poseído.
-La paz que, según San Agustín; es la tranquilidad en el orden. Mantiene al alma en la posesión de la alegría contra todo lo que es opuesto. Excluye toda clase de turbación y de temor.

Si Dios te regala la Caridad (el amor que hay en Dios), lo normal es que vivas con una inmensa alegría por el bien alcanzado, que nada te pueda quitar: tribulaciones, cruz, incomprensiones, injusticias... Incluso tu propio pecado y la experiencia de tu debilidad no pueden arrancarte la alegría del Amor de Dios y ello te lleva a vivir en la confianza de ese amor, en la tranquilidad de que si Dios te quiere nada puede ir realmente mal porque sabes que tu Padre es poderoso para cumplir su promesa. Los que viven agobiados por cómo va el mundo, puede ser que les falte esa caridad que les lleve a la paz del corazón.

La santidad y la caridad valen mas que todo
La caridad es el primero entre los frutos del Espíritu Santo, porque es el que más se parece al Espíritu Santo, que es el amor personal, y por consiguiente el que más nos acerca a la verdadera y eterna felicidad y el que nos da un goce más sólido y una paz más profunda. Dad a un hombre el imperio del universo con la autoridad más absoluta que sea posible; haced que posea todas las riquezas, todos los honores, todos los placeres que se puedan desear; dadle la sabiduría más completa que se pueda imaginar; que sea otro Salomón y más que Salomón, que no ignore nada de toda lo que una inteligencia pueda saber; añadidle el poder de hacer milagros: que detenga al sol, que divida los mares, que resucite los muertos, que participe del poder de Dios en grado tan eminente como queráis, que tenga además el don de profecía, de discernimiento de espíritus y el conocimiento interior de los corazones. El menor grado de santidad que pueda tener este hombre, el menor acto de caridad que haga, valdrá mucho más que todo eso, porque lo acercan al Supremo bien y le dan una personalidad más excelente que todas esas otras ventajas si las tuviera; y esto, por dos razones:

1- Porque participar de la santidad de Dios, es participar de todo lo más importante, por decirlo así, que hay en Él. Los demás atributos de Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a los hombres de tal manera que les sean naturales. Unicamente la santidad no puede serles nunca natural (sino por gracia).

2- Porque la santidad y la felicidad son como dos hermanas inseparables y porque Dios no se da ni se une más que a las almas santas y no a las que sin poseer la santidad, poseen la ciencia, el poder y todas las demás perfecciones imaginables.

Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la aumente, es preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada día tantas ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos incontables felicidades, casi imposibles de reparar.

De modo que realmente la santidad no está en hacer mil cosas eminentes, sino en amar de modo eminente. No muchas cosas, sino amar mucho. Lo que nos acerca a Dios y nos hace semejantes a Él no es ser perfectos, sino ser perfectos en el amor, amar como Él ama. Esto es lo más grande a lo que podemos aspirar en toda la vida y es imposible conseguirlo sino por pura gracia de Dios, si somos capaces de responder con toda nuestra voluntad a esa gracia tan excelsa.

No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del Espíritu Santo, por dos razones.

1- Porque únicamente la posesión de Dios nos afianza contra las turbaciones y temores, mientras que la posesión de las criaturas causa mil inquietudes y mil preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta por nada, porque Dios lo es todo para él, y todo lo demás solo vale en relación a El y según El lo disponga.

2- Porque ninguno de los bienes terrenos nos puede satisfacer ni contentar plenamente. Vaciad el mar y a continuación, echad en él una gota de agua: ¿llenaría este vacío inmenso? Todas las criaturas son limitadas y no pueden satisfacer el deseo del alma por Dios. La paz hace que Dios reine en el alma y que solamente Él sea el dueño. La paz mantiene al alma en la perfecta dependencia de Dios. Por la gracia santificante, Dios se hace en el alma como una fortaleza donde habita. Por la paz se apodera de todas las facultades, fortificándolas tan poderosamente que las criaturas ya no pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el interior. Por eso los santos están tan unidos a Dios lo mismo en la oración que en la acción y los acontecimientos más desagradables no consiguen turbarlos.

Preguntas para hacer a los chavales:

1.- ¿Qué te quita la paz? Una cosa es tener preocupaciones y otra quitarte la paz.

2.- ¿Vives con alegría o vives triste? ¿Por qué? Analiza despacito las causas y razones.

3.- ¿Alguna vez has vivido realmente alegre y confiado?

4.- ¿Alguna vez has perdido esa alegría que te dio la propia conversión? ¿Qué pasó?

5.- ¿Qué es lo que te da verdadera alegría y paz?

6. ¿Qué es lo que hace que los santos vivan con tanta alegría en las dificultades?

Tercer curso de juveniles: DONES Y FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO.

 


Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

"1830 La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo."

La vida moral del cristiano sería un tormento imposible de vivir si no fuera por el auxilio del Espíritu Santo, que con su gracia nos capacita para vivir la vida sobrenatural. Hay virtudes que se alcanzan después de mucho luchar, con mucho esfuerzo. Dios, en su infinita bondad, puede regalarnos determinados dones que nos capacitan para seguir con docilidad y alegría los impulsos del Espíritu Santo. Esos dones se convierten en disposiciones habituales o estables, si no los perdemos con el pecado mortal.

"1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.

«Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana» (Sal 143,10).

«Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios [...] Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo» (Rm 8, 14.17)"

 Los dones del Espíritu Santo llevan a su perfección las virtudes a las que afectan (que ya estudiaremos en cada caso). Son regalos inmerecidos de Dios, que nos hace más fácil el combate de la vida espiritual.

"1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23, vulg.)."

Los frutos en cambio, a diferencia de los dones (que Dios puede regalarnos o no) son consecuencia sobrenatural de la habitación de Dios en el alma del cristiano. Son la consecuencia sobrenatural del Espíritu Santo. Imaginaos que os independizáis y dejáis que vuestra madre venga a vivir con vosotros. La consecuencia natural de ese permanecer vuestra madre en vuestra casa es que todo va cambiando poco a poco. Al cabo de un tiempo, nadie reconocería vuestra casa por todo lo que vuestra madre ha ido haciendo.

Si constantemente la expulsas de casa, aunque luego vuelvas a invitarla, no podría hacer tanto por ti como si la dejas en paz en casa. Del mismo modo, si constantemente estás cometiendo pecados mortales y, por ello, expulsando a Dios de tu vida, aunque luego te confieses corriendo, evidentemente, no habrá los mismos frutos en tu vida que si no echas a Dios de tu lado por el pecado mortal.

Los dones son regalos que pueden aparecer o no, que puedes recibir o rechazar, incluso; los frutos son las consecuencias "naturales" (sobrenaturales) de la permanencia de Dios contigo. Simplemente por estar con Dios, eso tiene consecuencias muy grandes en tu vida.

Lo siguiente es de la página de "corazones.org":

"El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley."  -Gálatas 5:22-23 

Cuando el Espíritu Santo da su frutos en el alma, vence las tendencias de la carne.
Cuando el Espíritu opera libremente en el alma, vence la debilidad de la carne y da fruto.

"Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil" Mateo 26:41 

Obras de la carne: Fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, superstición, enemistades, peleas, rivalidades, violencias, ambiciones, discordias, sectarismo, disensiones, envidias, ebriedades, orgías y todos los excesos de esta naturaleza. (Gálatas 5, 19)

Naturaleza de los frutos Espíritu Santo y la santificación

Al principio nos cuesta mucho ejercer las virtudes. Pero si perseveramos dóciles al Espíritu Santo, Su acción en nosotros hará cada vez mas fácil ejercerlas, hasta que se llegan a ejercer con gusto. Las virtudes serán entonces inspiradas por el Espíritu Santo y se llaman frutos del Espíritu Santo.
 

Cuando el alma, con fervor y dócil a la acción del Espíritu Santo, se ejercita en la práctica de las virtudes, va adquiriendo facilidad en ello. Ya no se sienten las repugnancias que se sentían al principio. Ya no es preciso combatir ni hacerse violencia. Se hace con gusto lo que antes se hacía con sacrificio. 

Aunque es cierto que Dios puede conceder el don directamente, sin ninguna lucha.

Les sucede a las virtudes lo mismo que a los árboles: los frutos de éstos, cuando están maduros, ya no son agrios, sino dulces y de agradable sabor. Lo mismo los actos de las virtudes, cuando han llegado a su madurez, se hacen con agrado y se les encuentra un gusto delicioso. Entonces estos actos de virtud inspirados por el Espíritu Santo se llaman frutos del Espíritu Santo, y ciertas virtudes los producen con tal perfección y tal suavidad que se los llama bienaventuranzas, porque hacen que Dios posea al alma planamente.

La Felicidad
Cuanto más se apodera Dios de un alma más la santifica; y cuanto más santa sea, más feliz es.
Seremos mas felices a medida que nuestra naturaleza va siendo curada de su corrupción. Entonces se poseen las virtudes como naturalmente.

Los que buscan la perfección por el camino de prácticas y actos metódicos, sin abandonarse enteramente a la dirección del Espíritu Santo, no alcanzarán nunca esta dulzura. Por eso sienten siempre dificultades y repugnancias: combaten continuamente y a veces son vencidos y cometen faltas. En cambio, los que, orientados por el Espíritu Santo, van por el camino del simple recogimiento, practican el bien con un fervor y una alegría digna del Espíritu Santo, y sin lucha, obtienen gloriosas victorias, o si es necesario luchar, lo hacen con gusto. De lo que se sigue, que las almas tibias tienen doble dificultad en la práctica de la virtud que las fervorosas que se entregan de buena gana y sin reserva. Porque éstas tienen la alegría del Espíritu Santo que todo se lo hace fácil, y aquéllas tienen pasiones que combatir y sienten las debilidades de la naturaleza que impiden las dulzuras de la virtud y hacen los actos difíciles e imperfectos.

La comunión frecuente perfecciona las virtudes y abre el corazón para recibir los frutos del Espíritu Santo porque nuestro Señor, al unir su Cuerpo al nuestro y su Alma a la nuestra, quema y consume en nosotros las semillas de los vicios y nos comunica poco a poco sus divinas perfecciones, según nuestra disposición y como le dejemos obrar. Por ejemplo: encuentra en nosotros el recuerdo de un disgusto, que aunque ya pasó, ha dejado en nuestro espíritu y en nuestro corazón una impresión, que queda como simiente de pesar y cuyos efectos sentimos en muchas ocasiones. ¿Qué hace nuestro Señor? Borra el recuerdo y la imagen de ese descontento, destruye la impresión que se había grabado en nuestras potencias y ahoga completamente esta semilla de pecados, poniendo en su lugar los frutos de caridad, de gozo, de paz y de paciencia. Arranca de la misma manera las raíces de cólera, de intemperancia y de los demás defectos, comunicándonos las virtudes y sus frutos.



Dando un primer repaso a los dones y los frutos, podemos hacer las siguientes preguntas:

1. Ésta no se comparte con los demás, es para el propio examen de conciencia: ¿qué dones del Espíritu Santo me ha regalado Dios y cuáles me faltan? ¿Mirando los frutos del Espíritu Santo: cuáles son las consecuencias en mi vida concreta de la presencia de Dios o de su ausencia en mi vida? ¿Me doy cuenta con esta consideración que no es lo mismo vivir habitualmente en gracia que vivir sin Dios y no comulgar con frecuencia?

2. ¿Consigo ver la diferencia entre dones y frutos?

3. ¿Cuáles son los dones que más deseo?

4. ¿Me doy cuenta de que mis pecados habituales son los que machacan los frutos que no aparecen en mi vida?

5. ¿Qué estoy dispuesto a hacer para que Dios pueda trabajar mejor mi barro?

Tercer curso de juveniles: LA CARIDAD


 Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: 

"La caridad

1822 La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios."

Es virtud regalada no alcanzada con esfuerzo. Es un don de Dios, sin embargo, como más adelante veremos es necesario usar la voluntad y podemos crecer en ella en un trabajo conjunto entre la gracia de Dios y mi libre correspondencia. Se trata de preferir a Dios por encima de todo y amar a cada persona por amor de Dios. No es amar porque sean majos o se lo merezcan, sino porque Dios me lo pide porque Él mismo les ama. Aquí también se ve que no se trata de amar a los demás hasta despreciarme a mí mismo, pues Dios también me quiere a mí y, por eso, también me tengo que cuidar. Si me despreciara, ofendería a Dios, que ha dado su vida por mí.

"1823 Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12)."

La vieja Ley, los mandamientos, aquí se quedan escasos. Tengo que amar como Dios me ama a mí. No me basta con no odiar. Todo lo que el Padre me ha dado, así tengo que dar yo. Igual que el Padre ama a Jesús, dándole todo el ser, dándole todo lo que Él es, así también me ama a mí y de este modo tengo yo que amar.

"1824 Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10; cf Mt 22, 40; Rm 13, 8-10)."

Realmente, la fe supone esta caridad de querer cumplir los mandamientos de Dios y los mandamientos de Dios son el amor. La plenitud de la Ley es la caridad y la razón de todos los mandatos de Dios. Ésta es la voluntad de Dios, que seamos capaces de amar y que amemos en la medida en la que vamos descubriendo su propio amor por nosotros. Hasta el punto de que la fe se puede definir como la certeza de que Dios nos ama y los actos de amor que nosotros hacemos, son el fruto de la fe. Sin obras de amor, no hay verdadera fe.

"1825 Cristo murió por amor a nosotros cuando éramos todavía “enemigos” (Rm 5, 10). El Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos (cf Mt 5, 44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cf Lc 10, 27-37), que amemos a los niños (cf Mc 9, 37) y a los pobres como a Él mismo (cf Mt 25, 40.45)."

Si la caridad es amar como Dios ama, entonces es evidente que tenemos que amar a nuestros enemigos, pues Dios me amó cuando pasaba de Él, incluso cuando le odiaba y despreciaba, Él ya estaba dando su vida por mí. ¿Cómo no voy yo a amar de la misma manera? Y sobre todo que amemos a sus preferidos: los pobres, los sencillos, los más tontos y de los que menos podremos obtener nada.

"El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: «La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7)."

 Este texto de San Pablo es fantástico: nos muestra que de lo que está realmente hablando es del amor que Dios nos tiene. Así tenemos que amar nosotros, pero sin la gracia de Dios es absolutamente imposible amar así.

"1826 Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13)."

Las virtudes, los méritos, las mortificaciones... Nada tiene sentido si no lo hacemos por amor a Dios. Ésta es la verdadera caridad. No se trata ni siquiera de amar para poder salvarnos, ni de devolver favores o parecer que somos buenos. Todo tiene sentido, exclusivamente desde el amor a Dios y el amor de Dios. La fe es fiarse, la esperanza es confiar, la caridad es la raíz de las tres virtudes teologales, su centro y su razón de ser. De nada aprovecha la fe, sino va dirigida a la caridad. Por mucha fe que tengas, si no amas por puro amor de Dios, no te salvas.

"1827 El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es “el vínculo de la perfección” (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino."

La caridad es el centro, el fundamento y la razón de toda la vida cristiana. Sin caridad, ya puedo vivir una pureza exquisita y no pecar nunca, que simplemente por no amar ya estaría pecando. La caridad es la que hace divino todo lo que tú realices en esta vida. La caridad es el amor de Dios, a través de ti. Dios puede amar a quien tú te entregues.

"1828 La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del “que nos amó primero” (1 Jn 4,19):"

Sin esta caridad, nuestra vida estaría sometida a la esclavitud, lo que garantiza tu libertad es la vivencia de la caridad. Si haces las cosas por un motivo distinto de la verdadera caridad, acabarás siendo esclavo de tus pasiones, de lo que pienses de ti, de un persona de la que dependas... Sólo vivir del amor de Dios te hará libre. Por que sólo Dios te ama por ti mismo y no por lo que pueda obtener de ti, que es lo que nos esclaviza.

"«O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda [...] y entonces estamos en la disposición de hijos» (San Basilio Magno, Regulae fusius tractatae prol. 3)."

 Sólo quien actúa por puro amor de Dios se aparta del servilismo o del interés propio, que reduce nuestro corazón y envilece nuestra mirada y la pureza del corazón.

"1829 La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión:

«La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos» (San Agustín, In epistulam Ioannis tractatus, 10, 4)."

 Si amas como Dios te ama, si vives la caridad, entonces disfrutarás con la presencia de Dios en tu vida, te llenarás de paz, sabiendo que estás donde Dios te quiere y además, vivirás sabiendo reconciliar a todas las personas, rescatando lo que de bueno haya en cada uno. La caridad exige también la valentía de saber corregir. Caridad no es el "buenismo" de pensar que todos lo hacen todo bien, sino que tiene el coraje de corregir buscando lo mejor para el otro. Eso motiva que los demás también vayan aprendiendo a amar cada vez más, suscita un cambio en todos y nos conduce a la comunión entre todos y con Dios. Además, es muy importante que no se mezcle con egoísmos, soberbias y vanidades, sino hacerlo todo por puro amor de Dios. Es la verdadera y más auténtica forma de amistad. 

Que todo en nuestra vida nos lleve a esa caridad, es la finalidad de toda la economía de la salvación, de todo proyecto de Dios. Es la voluntad de Dios por antonomasia.

Ésta es la santidad.


Preguntas para hacer a los chavales:

  1. ¿Cómo entiendes tú la santidad?
  2. ¿Qué es lo que Dios quiere para ti?
  3. ¿Qué es lo que Dios quiere de ti?
  4. ¿Cuál es la verdadera razón por la que debemos amar a cada uno?
  5. ¿En qué consiste realmente el amor?
  6. ¿Qué es lo más importante de la vida cristiana?
  7. ¿Para qué Cristo nos ha dado la Iglesia, el evangelio y la gracia?
  8. ¿Cómo tengo que amar?
  9. ¿Amar es ser bueno con todos y no corregirles para mostrarles cariño?
  10. ¿Es necesario tener relación con Dios, vivir los sacramentos, para poder vivir la caridad? ¿Por qué?
  11. ¿Qué has aprendido en esta catequesis?

viernes, 21 de julio de 2023

Catequesis Juveniles tercero: LA ESPERANZA

 LA ESPERANZA COMO VIRTUD TEOLOGAL:

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

"1817. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb 10,23).  “El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7)."

Uno que no desee el cielo no tiene esperanza cristiana. En el fondo, la esperanza es desear estar en plena comunión con Dios y llegar a gozar de su presencia eternamente. Vivir ya siendo inasequibles al pecado, en santidad, gozando del amor de Dios y amando como Dios definitivamente y para siempre. Eso es el cielo.

Mi alegría ya no es que las cosas salgan bien, sino agradar a Dios y gozar de Él.

Confiar en que esto es posible no por mi méritos, sino porque Cristo me lo ha prometido y fiado en la fuerza de su gracia, que lo va a hacer posible. Sé que aunque parezca que no puedo, Dios va a hacer su obra y sus maravillas conmigo y con vosotros. Por eso, doy prioridad a buscar la gracia de Dios, por encima de cualquier otra consideración.

"1818 La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad."

La virtud de la esperanza nace del deseo de felicidad con el que Dios nos ha creado. Asume todas las esperanzas humanas de las actividades que llevamos a cabo y las purifica. Protege de la amargura, del cansancio existencial, agranda el corazón para que desee el cielo. La esperanza es la antesala de la caridad, prepara el corazón y lo alegra con el gozo de haber alcanzado a Dios y preserva del egoísmo.

"1819 La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio (cf Gn 17, 4-8; 22, 1-18). “Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Rm 4, 18)."

La esperanza cristiana es la perfección de aquella esperanza que ya el Pueblo de Israel empezó a vivir, anhelando las promesas de Dios en el Antiguo Testamento.

"1820 La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que no falla” (Rm 5, 5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, que penetra... “a donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación: “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación” (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear."

La manifestación plena de la esperanza son las bienaventuranzas, aquellas sentencias con las que Cristo nos enseña que vamos a ir al cielo si somos pobres, si sabemos llorar... Son el camino al cielo. Al final, quien tiene esperanza sabe subirse con Cristo a la Cruz, deseando con todas sus fuerzas el Cielo. Da igual lo que aquí tengamos que pasar. Quien tiene esperanza, sabe aferrarse a Cristo, sin soltarse, hasta llegar al Reino de los Cielos. Incluso en las pruebas y dificultades sabe encontrar la alegría de saberse con Jesús y ésta es la máxima alegría del que tiene esperanza.

"1821 Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (cf Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (cf Mt 10, 22; cf Concilio de Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los hombres [...] se salven” (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo:

«Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin» (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3)"

Amar a Dios y hacer su voluntad es lo que nos lleva a esperar el Cielo, si perseveramos hasta el final. No importa las veces que caigas, no importa cumplir objetivos, sino luchar todos los días de nuestra vida, esperando que Dios venga a nuestro encuentro. De hecho, la esperanza incluye trabajar por la salvación de todos. Esperamos no sólo llegar nosotros al cielo, sino llevarnos a todos con nosotros a la casa del Padre.


Vemos que la esperanza es:

1. una virtud infundida por Dios;

2. una virtud operativa, porque tenemos fe luchamos todos los días por llegar al cielo, amando a Dios y cumpliendo su voluntad;

3. es confiar en la salvación que Dios nos da por su gracia, no pensar que todo vaya a salir como yo quiero;

4. estar alegre incluso en las pruebas y contradicciones;

5. nace de la fe y nos lleva a la caridad;

6. Virtud apostólica, nos lleva a desear el cielo también para todos.


Preguntas para la catequesis:

1.- ¿Alguna vez me planteo que el fin de nuestra fe es llegar a entrar en comunión con Dios en el cielo?

2.- ¿Vivo con esperanza o me desespero por mi incapacidad, mis pecados....?

3.- ¿Lucho todos los días por vivir en gracia, por beneficiarme de todos estos regalos de la misericordia de Dios? ¿O me centro sólo en mis logros personales, mi trabajo, mis estudios?

4.- ¿Hago apostolado, evangelizo o bien no espero que nadie pueda vivir con Jesús?

5.- ¿Confundo la esperanza con pensar que sólo por ser cristiano todo me va a salir bien en la vida?









martes, 18 de julio de 2023

Catequesis juveniles tercero: LA FE

 

LA FE COMO VIRTUD TEOLOGAL:

Antes de analizar qué es la fe cristiana, teneos que responder a una pregunta anterior: ¿Qué son las virtudes teologales?

Dice el Catecismo:

"1812 Las virtudes humanas se arraigan en las virtudes teologales que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina (cf 2 P 1, 4). Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino.

1813 Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad (cf 1 Co 13, 13)."


Las virtudes teologales son hábitos estables, necesitan actos voluntarios habituales para crecer y enraizarse en nuestra naturaleza, pero vienen directamente de Dios. Esto es, son un regalo de Dios, pero que nosotros tenemos que acoger libremente y hacerlas crecer con actos diarios. Estas virtudes teologales son las que nos capacitan para recibir todas las gracias de Dios y animan y fortalecen todas las virtudes morales que podamos alcanzar. Son las que les dan dirección y sentido. La fe, la esperanza y la caridad son las que guían, fortalecen y dan un sentido a todas las virtudes humanas.

Que sean un regalo de Dios no significa que Dios no quiera dar ese regalo a todos, sino que pueden rechazarse. Habitualmente, nos encontramos con gente que dice: "Si a mí me gustaría tener fe, pero Dios no me lo ha regalado". Eso es una terrible mentira. Si alguien quiere tener fe, no tiene que hacer más que buscar la verdad, acercarse a Dios y a la Iglesia. El problema es que muchas personas no están dispuestas a hacer nada, como si Dios tuviera que hacerlo todo, pero nosotros debemos disponernos para recibir la gracia.

Una vez que ya sabemos qué es una virtud teologal podemos estudiar ¿qué es la fe?:

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

"1814 La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. “El justo [...] vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la caridad” (Ga 5, 6).

1815 El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (cf Concilio de Trento: DS 1545). Pero, “la fe sin obras está muerta” (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.

1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos [...] vivan preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo [...] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33)."


Vamos despacio, por la fe creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y que La Iglesia (que tiene la autoridad de Cristo) propone. Esto es , no sólo creemos que Dios existe, sino que confiamos en Él, en todo lo que nos dice y en que nos cuida. También creemos en lo que la Iglesia propone, como si viniera del mismo Dios.

Por la fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios. Nadie puede ser obligado a creer, pero si tenemos fe nos entregamos del todo, no sólo una parte o en algún aspecto. Si crees en casi todos los dogmas, no eres cristiano. Para ser cristiano no creemos porque nos parezca razonable (aunque sí es razonable), creemos porque le damos a Dios y a la Iglesia autoridad. De modo que si hay algo de la fe que no estoy de acuerdo, intentaré comprenderlo, pero lo aceptaré en contra de mi inteligencia (equivocada) porque me fío más de Dios que de mí.

Le fe no es sólo conocimiento. La fe sobretodo son obras, es vida. Es vivir conforme a la voluntad de Dios. Vemos que el sentimiento no entra para nada. Podemos tener sentimientos, son muy bonitos, a veces necesarios, pero los sentimientos no son la fe. La fe es una virtud de la voluntad, que pone de rodillas ante Dios a la inteligencia.

La fe se puede perder a raíz de pecar contra ella. Si no nos formamos, si admitimos dudas voluntarias sin tratar de solucionarlas, si voy decidiendo cada vez más cosas sin contar con Dios o no me fío de Él y pongo mi confianza en otras cosas, puedo perder la fe de modo progresivo y sin darme cuenta.

No se trata solamente de creer en unas verdades, si mi fe no mueve mi vida, si la fe no me lleva a tomar decisiones concretas entonces está muerta. La fe me tiene que llevar a la esperanza y a la caridad. se podría decir que es una única virtud: la fe, la esperanza y la caridad. La fe es confiar, porque te fías esperas y porque te fías amas. Obras son amores. Si no voy a Misa, si no rezo, si la fe no me lleva a amar y a perdonar, si ante cualquier ataque no espero que Dios me ayude... ¿Qué fe tengo?

Sólo si vivo en gracia habitualmente y vivo con Cristo y lucho cada día, puedo mantener la fe a largo plazo.

Cuando he dejado de ir a Misa, he abandonado el grupo, he ido rezando menos... ¿A que progresivamente he ido perdiendo la fe? Cuando en verano no he cuidado la fe, ¿verdad que al llegar el nuevo curso estaba mucho más flojo que en el campamento?

Por último, si no tengo ningún afán apostólico, si no quiero difundir la fe entre mis amigos, compañeros y familiares, entonces es que apenas tengo fe. La fe incluye una necesidad de comunicarla, de difundirla, de compartirla. Cuando lo mejor de tu vida es Cristo, quieres dárselo a todos los que amas. Si no quieres compartirlo puede haber 2 problemas: 1) que tu fe sea sólo doctrinal, no te has encontrado con Jesús, ni vives con Él, ni te aporta nada, nada más que exigencias, por eso no consideras que sea necesario hablar de Él; 2) que no te fíes de tus amigos, pienses que no son capaces de convertirse o comprenderte, o que se van a alejar de ti... Entonces el problema es de falta de caridad.


Preguntas para compartir en la catequesis:

1.- ¿Crees que eres más inteligente que la Iglesia?, ¿crees que eres la medida de todo razonamiento y que lo que tú no comprendas no puede ser verdad?

2.- ¿Crees todo lo que dice la Iglesia? ¿Crees todo lo que dice el nuevo Testamento? O piensas que están desactualizados, que no son verdaderamente lo que Dios dice.... ¿Hay algún tema que te cueste ver la verdad de lo que dice la Iglesia? (Suelen ser problemas morales habitualmente).

3.- ¿Agradezco a Dios el don de la fe y lo cuido con actos voluntarios para que crezca y pido más fe a Dios?

4.- ¿Vives conforme a tu fe? ¿O la has convertido en una fe doctrinal que no tiene nada que aportar a tu vida o hay algún aspecto de tu vida que no estés dispuesto a vivir como dice la fe?

5.- ¿Vives con Jesús habitualmente o sólo haces lo que se te dice? ¿Eres consciente de que Dios está contigo, te ama y te habla o vives una fe de mandamientos y exigencias?

6.- ¿Cultivas tu fe o la descuidas?, ¿Cuidas tu trato con Dios? ¿Vas a Misa no sólo los domingos y haces oración diaria?

7.- ¿Te da vergüenza hacer apostolado o crees que tu amigos no van a ser capaces de convertirse, que es inútil? ¿Haces apostolado, evangelizas, invitas a la gente a planes y actividades donde puedan encontrarse con Jesús? ¿Cuentas lo que haces y lo que vives o en tus ambientes nadie sabe lo que Jesús hace contigo?











miércoles, 7 de noviembre de 2018

Palabra de vida para jóvenes: Hchs. 9, 1-19


Ya vimos, días antes, que Saulo recibía los mantos de quienes apedrearon a Esteban. Saulo era un fariseo ferviente que pensaba estar aniquilando una secta perniciosa que blasfemaba contra la grandeza de Dios, cuando decían que Dios se había hecho hombre. Era una blasfemia merecedora de la muerte, como bien afirmaban las Escrituras.

El grupo de jóvenes me ha pedido que no quieren que haya tiempo de compartir, que prefieren que se alargue un poco más la explicación, que si hay algo que comentar, ya lo harán. Así que este sistema para los jóvenes va a ser mucho más sencillo, pues la oración también la hacen con el evangelio del día que se reúnen. Con lo que esta formación incluye únicamente la explicación del texto.

Conversión y misión de Saulo 

Hch9 1 Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino* , hombres y mujeres. 3 Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. 4 Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?». 5 Dijo él: «¿Quién eres, Señor?». Respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. 6 Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer». 7 Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. 8 Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. 9 Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. 10 Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión: «Ananías». Respondió él: «Aquí estoy, Señor». 11 El Señor le dijo: «Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, 12 y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista». 13 Ananías contestó: «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, 14 y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre». 15 El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. 16 Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre». 17 Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo». 18 Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. 19 Comió, y recobró las fuerzas.

Explicación:

Señor, te suplicamos que derrames sobre nosotros tu gracia, para que todas nuestras acciones, intenciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabranza de tu Divina Majestad. Padre nuestro...


Resultado de imagen de conversion de sauloAsí que quiere depurar todo Israel de tales blasfemos. Saulo de Tarso no es tonto y ve que tiene que alcanzar primero aquellas comunidades que por su situación se convierten en grandes puertos de difusión de ideas. El primero y más cercano es Damasco.

Hasta que el cristianismo no llegó a Antioquía no se les llamó nunca cristianos, sino que ellos mismos hablaban de seguidores del Camino de Jesús. Ya Jesús se había referido a sí mismo como "el Camino, la Verdad y la Vida".

De este modo, Saulo pensaba traer a Jerusalén para juzgarles y escarmentar a todo el mundo a todos cuantos pudiera atrapar de esa secta tan nefasta, por eso pidió cartas para todas las sinagogas. Todas las sinagogas tendrían que obedecer y entregar a todos los discípulos de Jesús.

Llegando ya a Damasco, le envolvió con su resplandor una luz celestial, "una luz venida del cielo" y cayendo a tierra oyó una voz que le decía: Saul, ¿por qué me persigues? Es el mismo Señor Jesucristo quien se presenta ante Saulo, identificándose con sus discípulos. Saulo no perseguía a Cristo, a quien consideraba muerto, sino a sus discípulos. Lo que hacen contra la Iglesia, lo hacen contra el mismo Cristo.

Jesús no le dice que se vuelva, sino que entre en la ciudad a la que iba, pero con otra misión. "Se te dirá lo que tienes que hacer". Además, no va a ser Jesús quien se lo diga, sino que tendrá que obedecer a uno de aquellos a quienes quería matar. Tiene que fiarse de otro hombre. Ésta es la dinámica de la Encarnación. Para llegar a Dios, los discípulos de Jesús tenían que llegar a través de la carne de Jesús. Quien quiere llegar a Dios hoy, no le queda más remedio que hacerlo a través de la carne de la Iglesia. Una Iglesia sucia, tumefacta y enferma, pero que sólo a través de ella alcanzamos a Jesús.

Decía Ratzinguer cuando aún no era Papa. ¿Cómo podemos seguir siendo católicos tal y como está hoy la Iglesia? Explicaba que la única razón por la que él era católico (igual que yo) es porque sólo en la Iglesia puedo alcanzar  a Cristo, por muy pecadores que sean todos los bautizados.

Saulo podía escandalizarse, exigir trato directo con Dios... y se quedaría sin nada. Como aquello que quieren llegar a Cristo sin nadie, sin mediaciones, sin sacramentos... Nunca alcanzarán al Señor.

Saulo se levanta del suelo y se queda sin vista. Es curioso que el que creía que sabía la Verdad, quien iba a derribar a los discípulos de Jesús, tenga que levantarse porque es él quien estaba en el suelo y no pueda ver nada hasta que acepte la mediación de un hombre que le lleve a Dios. Ayunó 3 días. ¿Para qué sirve el ayuno/mortificación? ¿No es algo trasnochado que Dios realmente no lo quiere?
  1. Para entrenar la propia voluntad;
  2. Para purificar los propios pecados y los de los demás;
  3. Para suplicar alguna gracia de Dios;
  4. Para adorar a Dios y manifestar que sólo le necesitamos a Él
  5. Para acompañar a Jesús en la cruz y tratar de reducir su dolor;
  6. Para identificarnos con Cristo y vivir desde Él.
Temas que faltan por meditar:

1.- ¿Por qué no quiere ir Ananías a por Saulo, por miedo o por no querer hacer un bien a su enemigo?
2.- ¿Qué significa "invocar su nombre? ¿Por qué no dice mejor los que te siguen?
3.- Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre.
4.- ¿Y si Ananías no hubiera acudido? ¿Qué pasa cuando no cumplimos la voluntad de Dios?
5.- Le llama "hermano"
6.- Impuso las manos: queda lleno del Espíritu Santo.
7.- 3 días ciego, sin comer, ni beber.
8.- Se le cayeron las escamas, recobró la vista, se levantó y fue bautizado, comió y recobró las fuerzas.



domingo, 4 de noviembre de 2018

Palabra de vida para los jóvenes: El eunuco etíope

Un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto». 27 Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. 28 Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías. 29 El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza». 30 Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». 31 Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. 32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este: Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. 33 En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra. 34 El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?». 35 Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. 36 Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». 38 Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. 39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. 40 Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.

Explicación:

Felipe, el diácono, recibe una inspiración de Dios. Sabe que Dios quiere que vaya al sur, pero no sabe por qué. ¿Para qué voy a ir al desierto cuando la gente está en las ciudades? Muchas veces hablamos de pobreza, pero la pobreza tiene muchas implicaciones. La implicación más grande es la obediencia, ésa es la entrega mayor. ¿quién quiere rendir el propio juicio?, ¿quién se fía más de otro que de sí mismo?

Esa es la entrega que se nos pide muchas veces. Cuando te envían a un lugar donde tú crees que no vas a hacer nada, cuando te dicen que te quedes en un sitio, del que todos se van. Cuando parece que no valoran tus capacidades y crees que podrías hacerlo mejor en otro destino...

Sin embargo, Felipe obedece a esa inspiración angélica y se pone en camino. Al principio, efectivamente nadie pasa por ese camino, pero al final, ve una carroza y se le cruza un pensamiento a Felipe por el camino: ¿y si me acerco a esa carroza?. Efectivamente era una inspiración del Espíritu Santo. Muy pocas veces nos habla con una voz que resuene en nuestra cabeza. Habitualmente, Dios nos habla con toda sencillez, a través de alguna moción, algún deseo inspirado, algún sentimiento o incluso un pensamiento que podemos confundir con una idea propia.

¡Qué importante es obedecer esas mociones interiores! Podrías pasar de ese pensamiento y nunca sabrás qué repercusiones podría haber tenido hacerle caso... Pues Felipe volvió a obedecer y se acercó a la carroza.

En aquella época la gente cuando leía, leía en voz alta. Leer para sí mismo es algo que hemos aprendido en la historia moderna. En la antigüedad, eso no existía. La gente leía en voz alta. Pues así leía el etíope y de este modo, Felipe escucha lo que lee este personaje tan influyente y puede entablar conversación. Además, ¡qué coincidencia, justo está leyendo lo más favorable para que le hable de Cristo! ¿Coincidencia o providencia?

Así se confirma que todo lo que Felipe había entendido era realmente de Dios.

Entra de lleno en la vida de este etíope: ¿entiendes lo que estás leyendo? Se ve clarísima la humildad e inteligencia de su interlocutor. No trata de aparentar que sabe algo que desconoce, sino que deseando aprender reconoce su ignorancia: Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él.

Y así Felipe pudo contarle todo lo que respecto a Jesús necesitaba saber el eunuco, para poder entender el pasaje. Simplemente, Felipe obedeció a Dios y hubo fruto. ¡Qué maravilla! Qué sencillo... 

El eunuco continuó su viaje lleno de alegría. ¡Siguió su camino, pero con una alegría que jamás había conocido! Dios, muy pocas veces nos saca de nuestro sitio, pero hace  que podamos vivir todo de un modo nuevo.

 Santo Tomás de Aquino definía la alegría como la consecuencia del amor, es decir, es como si la alegría fuese el brillo que existe cuando hay amor. Y explicaba también que la alegría es tanto mayor cuanto mayor es el amor y cuanto más noble es aquello que se ama. 


Preguntas:

1.- ¿Odecedes a Dios cuando intuyes que te ha dicho algo o lo dejas pasar porque no estás seguro? ¿Tratas de discernir qué es de Dios, qué puede ser tuyo y qué puede ser tentación?

2.- ¿Cuántas veces crees que en el apostolado eres tú el que te lo curras?, ¿cuántas veces te tiene que demostrar el Señor que se trata simplemente de obedecer y que es Él quien va a poner el resto, que las cosas no son tan difíciles, sino que nosotros las complicamos muchísimo?

3.- ¿Alguna vez te ha pasado algo parecido?

4.- ¿Tú tienes esa alegría del eunuco?, ¿Qué te falta para vivir con alegría?, ¿Crees que la alegría depende de que todo te vaya bien en la vida?, ¿No hay posibilidad de vivir con alegría en cualquier circunstancia? A lo mejor es que no entendemos bien ¿qué es la alegría?

5.- ¿Qué amas, a quién amas, cuánto amas? Piensa que a lo mejor, aquí, en esta respuesta puede que encuentres la causa de tu tristeza. En todo caso, os dejo un artículo fenomenal:


Los cinco remedios contra la tristeza

Los santos, aquellos que han disfrutado de una especial amistad con Jesús, también han estado tristes. Por eso, es interesante conocer los remedios que dan para recuperar la alegría propia del cristiano.
OTROS
Opus Dei - Los cinco remedios contra la tristeza
Cada uno de nosotros ha atravesado días tristes, días en los cuales no se logra superar una cierta pesadez interior que contamina el ánimo y dificulta las relaciones con los demás. ¿Existe algún truco para superar el malhumor y recuperar la sonrisa? Santo Tomás de Aquino propone cinco remedios de sorprendente eficacia contra la tristeza.
1. El primer remedio es concederse un placer. Es como si el famoso teólogo hubiese intuido ya hace siete siglos la idea, tan difundida hoy, de que el chocolate es antidepresivo. Quizá parezca una idea materialista, pero es evidente que una jornada llena de amarguras puede terminar bien con una buena cerveza. Que algo así sea contrario al Evangelio es difícilmente demostrable: sabemos que el Señor participaba con gusto en banquetes y fiestas, y tanto antes como después de la Resurrección disfrutó con gusto de las cosas bellas de la vida. Incluso un Salmo afirma que el vino alegra el corazón del hombre (aunque es preciso aclarar que la Biblia condena claramente las borracheras).
2. El segundo remedio es el llanto. A menudo, un momento de melancolía es más duro si no se logra encontrar una vía de escape, y parece como si la amargura se acumulase hasta impedir llevar a cabo la tarea más pequeña. El llanto es un lenguaje, un modo de expresar y deshacer el nudo de un dolor que a veces nos puede asfixiar. También Jesús lloró. Y Papa Francisco señala que "ciertas realidades de la vida se ven solamente con ojos que han sido limpiados por las lágrimas. Invito a cada uno de vosotros a preguntarse: ¿Yo he aprendido a llorar?".
3. El tercer remedio es la compasión de los amigos. Me viene a la cabeza el personaje del amigo de Renzo, en el famoso libro "Los novios", que en una gran casa deshabitada a causa de la peste va desgranando las grandes desgracias que han sacudido a su familia. "Son hechos horribles, que jamás hubiera creído que llegaría a ver; cosas que quitan la alegría para toda la vida; pero hablarlas entre amigos es un alivio". Es algo que hay que experimentar para creerlo. Cuando uno se siente triste, tiende a ver todo de color gris. En esas ocasiones es muy eficaz abrir el alma con algún amigo. A veces basta un mensaje o una llamada de teléfono breve y el panorama se ilumina de nuevo.
4. El cuarto remedio contra la tristeza es la contemplación de la verdad, del "fulgor veritatis" del que habla san Agustín. Contemplar el esplendor de las cosas, en la naturaleza o una obra de arte, escuchar música, sorprenderse con la belleza de un paisaje... puede ser un eficaz bálsamo contra la tristeza. Un critico literario, pocos días después del fallecimiento de un querido amigo, tenía que hablar sobre el tema de la aventura en Tolkien. Inició así: "Hablar de cosas bellas ante personas interesadas es para mi un verdadero consuelo...".
5. El quinto remedio propuesto por santo Tomás es el que quizá uno menos podría esperar de un maestro medieval. El teólogo afirma que un remedio fantástico contra la tristeza es dormir y darse un baño. La eficacia del consejo es evidente. Es profundamente cristiano comprender que para remediar un mal espiritual a veces resulta necesario un alivio corporal. Desde que Dios se ha hecho Hombre, y por tanto ha asumido un cuerpo, el mundo material ha superado la separación entre materia y espíritu.
Un prejuicio muy difundido es que la visión cristiana del hombre se basa sobre la oposición entre alma y cuerpo, y este último sería siempre visto como una carga u obstáculo para la vida espiritual. En realidad, el humanismo cristiano considera que la persona (alma y cuerpo) resulta completamente "espiritualizada" cuando busca la unión con Dios. Usando palabras de san Pablo, existe un cuerpo animal y un cuerpo espiritual, y nosotros no moriremos, sino que seremos transformados, porque es necesario que este cuerpo corruptible se vista de incorruptibilidad, que este cuerpo mortal se vista de inmortalidad.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Catequesis de los domingos: La amistad y el apostolado

"Amistad es
comportarse con el amigo
como consigo mismo"
Aristóteles

"El que teme al señor encuentra verdaderos amigos,
y como fiel es él, así lo sera su amigo"
Eclesiástico 6,16s.

Hoy por hoy, poca gente sabe realmente qué es la amistad. Muchos llaman amigos a personas a las que simplemente conocen, ponen todo su corazón en relaciones que acaban haciéndoles daño y generando en ellos una desconfianza tal, que poco a poco, se van replegando sobre sí mismos hasta que ya no saben salir de su propio caparazón.

Otros consideran que realmente son amigos las personas que les atraen (no me refiero a la pura atracción física), sino que pueden verles como algo bueno para sí mismos. Así salen con gente con la que se lo pasan bien y se creen que por eso son amigos. He llegado a ver cómo determinados chavales salían en grupo y cuando llegaban a la discoteca cada uno pasaba de los demás buscando su propia satisfacción y sólo volvían a reunirse cuando ya se iban a ir a casa.

Antes de estudiar el tema, veamos unos preliminares.

Hemos sido creados por amor y para amar. Es natural en nosotros salir al encuentro de los demás, incluso psicológicamente nosotros nos conocemos por la imagen que tienen los demás de nosotros. Un niño al que sus padres le dicen que es tonto, acabará haciéndose tonto y al revés.

Es indudable que necesitamos a los demás, pero también es cierto que no todos tenemos que poder relacionarnos con todos. Esto es, hay personas que te caen mal; otros te han hecho daño; a algunos les haces daño aunuqe no quieras... A veces se dice que todos tenemos que ser amigos de todos. Eso, además de ser mentira es una gran estupidez. A los amigos hay que elegirlos. Muchas veces los papás tratando de forzar amistades, es un gran error. Incluso puedes estar en un grupo de formación y no todos los que van a tu mismo grupo tienen por qué ser amigos tuyos.

Cuando se dice que un amigo es un tesoro es porque es de las cosas que más merecen la pena en la vida y de las más difíciles de conseguir.

Fijaos, hay varios tipos de amor de amistad. Uno es la amistad por interés. Este tipo de amor tiende a crear dependencias. Si alguien te quiere por lo que pueda sacar de ti, aunque sea porque simplemente se divierte contigo, tenderá a dejar de buscarte cuando ya no disfrute a tu lado. Te exige que te lo merezcas constantemente. Al final, esas amistades te llevan a falsear todas tus relaciones porque no puedes mostrarte como eres, sino como esperan que seas. Ese interés también podría ser apostólico. Yo soy tu amigo, mientras des pasos hacia Cristo, si te paras o no quieres, no estoy dispuesto a perder el tiempo contigo. Esas amistades faltas de libertad son aberrantes.

La amistad que Dios quiere para nosotros es una virtud y por ello implica un trabajo y una mejora en la persona. Uno tiene que generar ciertas virtudes en su vida para poder tener amigos. Si yo no soy virtuoso, al final no sabré retener a mis amigos. Si no soy educado, si soy un cenizo, si siempre me quejo, si siempre quiero que todos hagan lo que a mí me da la gana, si nunca busco lo que puede agradar a los demás, si siempre trato de quedar por encima, si nunca reconozco mis errores, si no me preocupo por mis amigos y espero que sean ellos los que me llamen y nuca soy yo el que les busco, si siempre estoy forzando situaciones, si no me gusta nada que tengan otros amigos y soy celoso, si no pracico la lealtad y la discreción, si voy contando todo lo que me cuentan, si critico a mis propios amigos... ¿Cómo voy a tener un solo amigo? Tendré a mi alrededor gente rapiñando algo de mí, pero nunca conoceré lo que es de verdad la amistad.


La esencia de la amistad reside en el compartir, en el conversar y en el compenetrarse. En ella el hombre se encuentra en la misma relación respecto al amigo que consigo mismo. Por eso Aristóteles sostiene que el amigo es otro yo, idea que repite Cicerón. Son incompatibles con la amistad la adulación, la zalamería y el servilismo, pues son contrarios al amor a la verdad.

Tampoco es verdadera amistad la del que lo único que quiere es ayudar a los demás o dar pruebas de que los demás le necesitan. Soy tu amigo, pero no necesito tu ayuda. Lo más importante es compartir la vida con el amigo. Los amigos no tienen por qué estar hablando siempre, pero sabes que siempre os acompañáis. Yo tengo amigos que pasan de la fe. yo trato de acercarles a Jesús, respetando siemrpe su libertad; con delicadeza; pero seguiría quedando con ellos aunque nunca se convirtieran. Son mis amigos, no carne fresca para hacer apostolado. Hay que hacer apostolado con los amigos, pero no usarles para hacer apostolado (espero que se entienda bien el concepto). No me da miedo decir que les quiero de verdad, pero tampoco se lo diría. Puedo pasar sin ellos, pero me encantar pasar tiempo con ellos.

Evidentemente, para que surja una amistad tiene que haber un principio de fascinación por las dos partes. Si no hay nada que te sorprenda del otro, si no hay ningún brillo, no hay amistad. Habrá pura generosidad, como cuando tu madre te pide que trates con cariño a un niño que sus padres le han traído a tu casa, pero si se va no te importa.

A diferencia del amor de pareja, el amor de amistad no busca poseer al otro, sino que se goza contemplándolo en sí mismo. Tampoco busca la exclusividad, no tratas de ser su único amigo, buscas lo mejor para el otro y su libertad y crecimiento. El amor de amistad, además trata de compartirlo con todos: presentas a tu amigo a todas tus amistades. También genera una sana emulación, lo bueno que ves en el otro, te va contagiando. El amor de amistad se elige, por lo que hay que tener mucho cuidado en las personas que eliges como amigos porque van a cambiar y transformar tu vida para bien o para mal.

No tienes amigos para que te ayuden o para ayudarles, pero es inevitable que si quieres lo mejor para tus amigos, buscarás ayudarles en lo que sea preciso, pero sin olvidar que la amistad no tiene más finalidad que compartir. Compartir los buenos momentos, no sólo los malos. Hay "profesionales" de la amistad que no saben ser amigos, sólo te buscan por si les necesitas. Decía C. S. Lewis: "La amistad no es necesaria, como la filosofía, como el arte… No tiene valor de supervivencia; más bien es una de esas cosas que dan valor a la supervivencia". Esto es, realmente no necesitamos al amigo, pero tener un buen amigo, compartir tu intimidad con alguien, eso es lo que da valor a la vida.

Una amiga de mi hermana siempre le invitaba a planes apostólicos y mi hermana nunca iba. Un día, esta chica le dijo: "Pues si no vas a venir nunca, dejamos de quedar porque yo no puedo perder tiempo". Esto es aberrante. Yo nunca pierdo el tiempo con mis amigos porque para mí es un descanso estar con ellos.

Hoy la gente no sabe tener amigos porque trata de reducir cuanto existe a lo que pueda ser beneficioso. Hoy nadie estudia filosofía porque no sirve para nada, para nada práctico se entiende. Para poder tener un amigo es necesario haber cultivado un cierto espíritu contemplativo (diría santo Tomás de Aquino). Un amigo no sirve para nada, no no es útil, respecto a lo que puedo sacar de él. ¡Pero qué triste sería la vida sin la amistad!

Hay otra dificultad grande que tiene la gente hoy para forjar amistades. Hoy por hoy, las personas tienden a reducir las relaciones personales a lo puramente gregario. No tienen intimidad y no buscan intimar con los demás. Sus relaciones se reducen a ir en grupo con todos, reirse y disfrutar con todos, pero no se preocupan por cada uno.

La amistad es la máxima realización de la individualidad. Es un amor absolutamente selectivo. Yo elijo a mis amigos y no todo el mundo que me cae bien es amigo mío. Comparto mi intimidad con quien me da la gana. Por eso, porque es una manifestación extraordinaria de personalidad, los grupos tienden a despreciarla y suele dar miedo a los dirigentes porque los amigos tienden a escaparse de las estadísticas. tienen su pensamiento propio y tienden a salirse de lo gregario. Son personas con personalidades definidas que eligen con quien quieren estar. De alguna manera, es de los pocos ámbitos no democráticos que existen en nuestra sociedad. Y, sin embargo, por no ser democráticos es un espacio de absoluta libertad. Con los amigos no tienes que fingir, ni dar la talla, pero exige mucho más. Tienes que buscar lo mejor para ellos, tienes que estar dispuesto a sufrir un mal por evitárselo al amigo, tienes que estar dispuesto a renunciar a acercarte a una chica porque también le gusta a tu amigo y si tienes buenos amigos, poco a poco, irán tirando de ti para que mejores.

Es una relación entre iguales, por eso no cabe ser líder con los amigos. Son dos cuerpos animados por la misma alma, dirá Aristóteles. No hay relaciones de subordinación. Los amigos no contemplan su relación, no se miran frente a frente, más habitualmente van juntos unidos por un interés común. Por eso, en el amor de pareja, necesariamente tiene que existir la amistad, es más, deben ser el mejor amigo el uno de la otra; pero en la amistad nada más lejos de la relación de pareja. Al revés, cuantos más quepan mejor.

De alguna manera, tus amigos te definen. Según sean tus amigos se te podría juzgar a ti porque los amigos son como la familia que has podido elegir. No es un amor de fraternidad, por eso aunque en el grupo cristiano puede existir la amistad, esto no es lo más importante del grupo. A los miembros de tu grupo podrás ir cogiéndoles cariño, pero sean amigos o no tienes ciertos compromisos con ellos. Ahora, no puedes pretender que todos los miembros de tu grupo de vida cristiana sean amigos tuyos. Porque lo que te une a ellos no es lo mismo que une a los amigos.

La primera diferencia es que los compañeros del grupo no les has elegido y tienes que acoger a cada uno que llegue nuevo, sea o no tu amigo.
La segunda es que respecto a tus compañeros y a tus amigos ter comprometes a rezar por ellos, a procurarles lo mejor; pero sólo con tus amigos tienes una relación de intimidad. No tienes que contar lo que hay en el fondo de tu corazón a nadie del grupo.
La tercera es que mientras a tus amigos los eliges tú, a los de tu grupo te los ha elegido Dios. Esto es, tienes que recibirles como un regalo de Dios,aunque no te caigan bien o te defrauden. ¿Por qué el Señor te los ha puesto delante?

Hay un último tema que me gustaría que tratarais en esta charla, aunque ya lo hemos tocado varias veces en otros puntos. A veces, te encuentras con el dilema de si un cristiano debería hacerse amigo de todo el mundo para influir en todos, buscando lo mejor para cada uno, evidentemente. Aquí, en el fondo del corazón, hay algo que protesta con todo el derecho del mundo. Si lo esencial en la amistad es convivir y compartir, no hay nada más alejado de la verdadera amistad que buscar otra finalidad para tener amigos. Por eso es profundamente injusto pretender hacerte amigo de alguien para ayudarle o para salvarle. Es una burda manipulación de la amistad y al final la persona se siente utilizada.


Entonces ¿dónde queda el afán apostólico? ¿No es cierto que Jesús quería ser amigo de todos? No. Jesús, por ejemplo, no buscaba la amistad de los fariseos. Es más, se apartaba de ellos. No toda forma de amor se puede reducir a la amistad. Está el amor de pareja, está el amor interesado, está la pura liberalidad de amar sin que te una a esa persona más que la voluntad de buscar su propio bien... Jesús ama a todo el mundo, pero no es amigo de todos. Del mismo modo, que entre los apóstoles tenía unos "preferidos".

Evidentemente, tenemos que amar a todo el mundo, pero eso no significa que vayamos a ser amigos de todos. Es cierto que tenemos que querer acercarnos a cada uno, pero eso no tiene por qué confundirse con la amistad. Cuando la Madre Teresa de Calcuta recogía a un "tirado" de la vida, no compartía con él toda su intimidad. La aceptación de la Cruz, del sufrimiento que te causan los demás sin apartarte de ellos es de las formas más grandes de "ágape", el amor de entrega que llevó a Cristo al Calvario. No requiere, no es necesario que exista una amistad previa, pero tiende a crearla. Cuando te reconoces amado hasta el extremo, eso te hace aceptar ese amor y corresponder y así surgiría la amistad, pero no lo exige por parte del que se entrega.

Hay personas a las que te acercas sin que te atraigan en absoluto, pero es necesario que todo el mundo pueda reconocerse amado por Dios, a través de un amor humano. Tú eres Cristo amando a los demás, aunque no sean tus amigos. Así, nos encontramos cristianos que buscan a otras personas tratando de acercarlas a Dios, pero es una relación de ayuda y entrega, no es una verdadera amistad. No confundamos los términos. La amistad es algo mucho más grande.



Evidentemente, amar a cada persona y acercarte a ella supone que les vas cogiendo un cariño humano y vas descubriendo sus virtudes, lo que les hace grandes y allí podrás descubrir por qué Dios les quiere tanto y, al final, podrás tener por ellos un amor cada vez más grande, más divino, más humano. En ese momento, además de buscar su conversión, aprenderás a respetar su libertad y tu apostolado cambiará. Ya no se trata de conquistar, sino de seducir. Sin engaños, sin intereses, sin tapujos, sin trampitas, sin estrategias apostólicas más o menos veladas... Buscando al otro por sí mismo, no por lo que puedas sacar de él (incluso aunque lo que puedas sacar de él sea la conversión) y aprenderás a amarle con paciencia, sabiendo soportar sin límites... (I Cor. 13) Amando cada vez más como Dios, desde Dios, en Dios. Entonces sí que habrás convertido ese amor de entrega en una verdadera amistad gratuita y libérrima.

Uno de los tesoros más grandes que tenemos en la vida es la amistad. Cuida a tus amigos y no dejes que la amistad se pervierta.