Lo primero saludaros a tod@s, en esta ocasión os escribo para contaros que tal se dió en esta salida junto ami amigo Jose Manuel que llevaba tiempo sin ir y con ello despejar un poco la cabeza.
Empezamos justo antes del amanecer a probar con los paseantes, pero con la marea tan baja y el noroeste que hacía el agua estaba bastante sucia, por lo que decidimos buscar un sitio más resguardado para poder intentarlo en algún lugar con el agua más limpia. Tras revisar varios sitios sin obtener picada y con el sol bien alto decidimos parar un poco y tomar un bocata, mientras observábamos a un buzo que se estaba poniendo las botas a base de bien, el cual nos dijo que el pescado estaba encuevado y no salía. Viendo lo visto y con la marea ya más alta, decidimos volver donde comenzamos encontrándonos el agua con mejor aspesto.
Nada más probar un auténtico pepino persigue el patchinko de Jose, éste me avisa para que pudiera ver la inminente picada, el pez se acerca decidido a atacar, y en el último instante un quiebro a la altura del mejor recortador. Nuestra cara era un poema, se trataba de un róbalo enorme pasado sobradamente los 6 kg de peso con casi toda seguridad. Seguimos insistiendo y en pocos lances veo como 3 róbalos salen a la vez de una piedra directos a por mi señuelo, eran un poco más pequeños pero también bastante grandes, en el último instante segundo regate de la mañana. Que decepción, tras varias apariciones fugaces de más lubinas que se encontraban merodeando la zona y que no querían abandonar la piedra, decido jugármela un poco y arriesgar los señuelos pasándolos por el mismo filo de la piedra. Monto un keitech y justo al pasarlo por la piedra zasssss, un zambombazo de un precioso róbalo que tras segundos de pelea se desclava, no puede ser, la tercera en la frente. Llevábamos una mañana de lo más accidentada, ya que los peces se encontraban bastante inactivos y no querían ninguna muestra, solo curioseaban. Fué ya casi a punto de marcharnos, cuando decido echar mano de una saltiga y pasearla entre un pasillo de piedras, dicho y echo. Un buen lubinote acertó a la segunda a tragarse el señuelo dando una picada preciosa a solo unos cm de la piedra, dando dos saltos espectaculares, menos mal que el compi se andó fino con el salabre, ya que buscaba la piedra como una desesperada. Con esta picada nos animamos y lo intentamos unos minutos más sin obtener más picadas, así que con el sol en todo lo alto ya casi al medio día dimos por concluida nuestra jornada, con un buen sabor de boca, y sobre todo con ganas de volver a ver si nos tropezamos a los astutos lubinotes que no conseguimos engañar. Así que con ganas de poder enseñaros una de ellas la próxima vez me despido hasta la próxima. Un saludo.