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16 de octubre de 2011

El capitán médico Santiago Ramón y Cajal


Retrato del Capitán Médico Santiago Ramón y Cajal
Museo del Ejército. Toledo (España)

Estamos acostumbrados a ver la imagen de don Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) ya mayor, incluso anciano, con su característica alopecia hipocrática y su recortada barba, retratado por Sorolla (1906) o por Ricardo Madrazo, entre otros; y, sobre todo, a verle fotografiado en su laboratorio, trabajando con el microscopio. Por eso, sorprende encontrarle en este cuadro tan joven (veintidós años tendría, veintitrés a lo sumo), cuando todavía conservaba íntegra su cabellera y permanecía barbilampiño, vestido con uniforme militar.


El cuadro es propiedad del Museo del Ejército, que está en Toledo (España). Muestra a Cajal con uniforme de capitán del Cuerpo de Sanidad Militar, en lo que podría ser un botiquín de campaña, por los frascos con medicamentos que hay encima de la mesa. A su espalda, a través de la abertura de la tienda, se puede contemplar parte del paisaje de la manigua cubana, con un fortín militar. Cajal aparece de pie, en un retrato de más de medio cuerpo, mirando directamente hacia nosotros, con un libro entreabierto en su mano derecha. Sin duda, el cuadro es bastante posterior al momento histórico que representa. Ningún pintor hubiese retratado entonces, en Cuba, a aquel joven médico desconocido. Faltaban todavía treinta y dos años para que le concedieran el Premio Nobel, en 1906. Aunque firmado en su esquina inferior izquierda, no he sido capaz de averiguar quien es el autor en la imagen de la que dispongo, como tampoco conozco su fecha de realización ni las características técnicas del cuadro. Si alguien me pudiera informar de ello, le quedaría muy agradecido.


Cuando Santiago Ramón y Cajal se licenció en Medicina con 21 años de edad, en 1873, hacía poco que se había proclamado la Primera República Española. Con ella se había instaurado el servicio militar obligatorio. El recién licenciado en Medicina fue llamado a filas para formar parte de la conocida como "Quinta de Castelar", por el apellido del político gaditano, célebre por su oratoria, que primero ocupó la cartera de Estado y luego fue presidente del gobierno de la República, y que promulgó la Ley que ordenaba la obligatoriedad del servicio militar. Sus primeros meses, como soldado, los pasó Cajal en Zaragoza. Al poco, se convocaron oposiciones al Cuerpo de Sanidad Militar. Cajal las aprobó, obteniendo el número 6, entre 100 candidatos que se presentaron para 32 plazas. Ya como teniente, fue destinado al Regimiento de Burgos, acuartelado en Lérida, con la misión de defender los Llanos de Urgel en la Tercera Guerra Carlista. Para el militar idealista, que entonces era Ramón y Cajal, fue una desilusión no tener que intervenir en acción bélica alguna durante el tiempo que pasó en Cataluña. Por tanto, recibió encantado su destino a Cuba, en plena Guerra de los Diez Años, y el consiguiente ascenso a capitán que suponía el paso a ultramar. Allí se fue contento, pero con la franca oposición de su padre, don Justo Ramón Casasús. Eso sí, el bueno de don Justo se ocupó de conseguir para su hijo valiosas cartas de recomendación, con objeto de que tuviera en la isla el mejor destino posible. Como era preceptivo, para su aclimatación, el primer mes en la Gran Antilla lo pasó Cajal en La Habana, dedicado por entero a dos de sus muchas aficiones: la pintura y la fotografía. Le gustaba la pintura, el dibujo, desde niño. De hecho, esa era su gran vocación. A la fotografía se había aficionado durante sus últimos cursos en la Facultad de Medicina de Zaragoza. En ambas aficiones llegaría a ser un maestro. Ambas le serían muy útiles durante toda su vida, en su ingente actividad científica.


Tras aquel agradable mes en La Habana, llegada la hora de recibir su destino definitivo en la isla, pero como nuestro hombre era tan "cajaliano" -si se me permite la expresión- no presentó las cartas de recomendación que con tanto empeño le había conseguido su padre, cosa que sí habían hecho la mayoría de sus compañeros, por no decir todos. El resultado es que obtuvo el peor destino posible, el Hospital de Campaña de "Vista Hermosa", situado en uno de los ligares más peligrosos de la isla a pesar de su idílico nombre, donde los soldados caían diezmados por el enemigo, pero -más aún- por el paludismo y la disentería. Luego pasó a la enfermería de San Isidro, en la "trocha del Este". Cajal, en poco tiempo, quedó agotado y contagiado de esas enfermedades endémicas. En 1875 regresó a España, todavía enfermo, diagnosticado de "caquexia palúdica grave" y declarado "inutilizado en campaña". Así acabó su corta carrera militar. Aunque, la fatalidad se convertiría en fortuna, porque iniciaría entonces su carrera definitiva, la de investigador, para llegar a ser el científico español por excelencia.


Nada mejor para conocer en profundidad la historia de don Santiago Ramón y Cajal durante esos años a los que nos hemos referido, que leer lo que él mismo dice en los capítulos XXII, XXIII, XXIV y XXV (cada uno de ellos está enlazado en su número correspondiente) de su gran obra autobiográfica Recuerdos de mi vida, de la que disponemos en Internet gracias al Centro Virtual Cervantes.


Para quien quiera, y tenga tiempo para ello, es muy recomendable también ver el capítulo dedicado a esta parte de la biografía cajaliana en aquella gran serie de José María Forqué, Ramón y Cajal: Historia de una voluntad, que Televisión Española emitió en 1982, con un Adolfo Marsillach magistral en el papel protagonista (aunque, lógicamente, es otro actor, cuyo nombre desconozco, quien interpreta al joven Cajal en este capítulo) y Fernando Fernán Gómez como don Justo Ramón y Casasús.


Mañana, 17 de octubre, se cumplirán 77 años del fallecimiento de don Santiago Ramón y Cajal. Sirva esta entrada como modesto recuerdo y homenaje a su persona.

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