© Victor J. Stenger
Traducción de Fernando G. Toledo
Se presenta un argumento basado en la física y la cosmología modernas contra la existencia de un Dios que hubiera creado el universo. Éste puede ser resumido como sigue:
1. Se plantea un Dios que es la más alta inteligencia, omnipotente y creador sobrenatural del universo físico.
2. Podemos esperar razonablemente que debería existir evidencia empírica de una creación determinada y sobrenatural de este cosmos, tal como una violación observable de una o más leyes físicas.
3. No se ha podido hallar ninguna evidencia empírica de una creación determinada del cosmos. Ninguna de las leyes universales de la física ha sido violada en el origen del universo en el que residimos.
4. La cosmología moderna indica que el estado inicial de nuestro universo fue de máximo caos, tanto que no contiene memoria de un creador.
5. Los científicos pueden proporcionar escenarios puramente naturales y plausibles, basados en bien establecidas teorías cosmológicas que muestran cómo nuestro universo puede haber surgido de la nada como estado inicial.
6. Podemos concluir, más allá de duda razonable, que un Dios que fuera la más alta inteligencia y creador sobrenatural omnipotente del universo físico, no existe.
Desde una perspectiva científica moderna, ¿cuáles son las implicaciones empíricas y teóricas de una creación sobrenatural? Necesitamos buscar evidencias de que el universo tuvo un origen y que ese origen no puede haber acaecido naturalmente. Una señal de una creación sobrenatural sería una confirmación empírica directa de que un milagro fue necesario para traer el universo a la existencia. Esto es, cualquiera de los datos cosmológicos deberían mostrar una o más violaciones de las leyes naturales establecidas o las teorías que describen exitosamente esos datos deberían requerir algún ingrediente casual que no pueda ser entendido en términos puramente materiales o naturales.
Ahora bien, como el filósofo David Hume destacó hace siglos, muchos problemas aparecen con toda noción de milagro. Los tipos de milagros que pueden identificarse son tres: 1) violaciones de las leyes de la naturaleza, 2) eventos inexplicables y 3) coincidencias altamente improbables.
Si se observa la violación de una ley natural confirmada, entonces bien podríamos suponer razonablemente que la ley estaba equivocada antes que concluir que una intervención divina ha tenido lugar. Si simplemente definimos al milagro como un acontecimiento inexplicable, ¿cómo podemos estar seguros de que algún día no se encontrará una explicación natural? Si vemos al milagro como alguna coincidencia altamente improbable, ¿cómo sabemos igual que no fue un accidente azaroso? Esto plantea serias cuestiones para cualquiera que quisiese fundamentar la existencia de Dios con milagros [1].
Sin embargo, no es ésta la tarea que me he propuesto.
El teólogo Richard Swinburne, quien sí se ha propuesto esa tarea, sugiere que definamos un milagro como la excepción irrepetible a las leyes de la naturaleza [2]. Por supuesto, siempre podemos redefinir la ley para incluir la excepción, pero eso sería un tanto arbitrario. Leyes significa la descripción de hechos repetibles. De otro modo, buscaremos evidencia de violaciones de las leyes establecidas que no se repiten a sí mismas en ningún patrón legal. Sin duda, si Dios existe, es capaz de repetir los milagros si lo desea. De cualquier modo, los hechos repetibles proporcionan más información que puede llevarnos a una eventual explicación natural, mientras que un evento inexplicado e irrepetible es probable que se mantenga inexplicado. Démosle a la hipótesis-Dios todos los beneficios de la duda y mantengámonos abiertos a la posibilidad de un origen milagroso para los eventos inexplicables y las coincidencias improbables, examinando cualquiera de tales acontecimientos sobre una base individual. Si incluso con la más liviana de las definiciones de milagro no se observa ninguno, habremos obtenido un poderoso sustento para el caso contra la existencia de un Dios que dirige sucesos milagrosos.
Procedamos a examinar la evidencia de una creación milagrosa en nuestra observación del cosmos.
Creando materia
El universo actual contiene una enorme suma de materia que se caracteriza por la cantidad física que describimos como masa. Antes del siglo XX, se creía que la materia no podía ser creada ni destruida, sólo cambiaba de un tipo a otro. Así la mera existencia de materia semejaba un milagro, una violación de la asumida ley de conservación de la masa que ocurrió solamente en el momento de la creación.
Sin embargo, en su teoría espacial de la relatividad publicada en 1905, Albert Einstein demostró que la materia puede ser creada de la energía y puede desaparecer dentro de la energía. Su famosa fórmula E=mc2 relaciona la masa m de un cuerpo con su equivalente de energía en reposo, E, donde c es una constante universal, la velocidad de la luz en el vacío. Esto es, para todo propósito práctico, que masa y energía en reposo son equivalentes, y un cuerpo en reposo contiene todavía energía. Cuando un cuerpo se mueve, acarrea una energía adicional de movimiento llamada energía cinética. En química y en interacciones nucleares, la energía cinética puede convertirse en energía en reposo, lo que equivale a generar masa [3]. Asimismo, ocurre lo contrario; masa o energía en reposo puede ser convertida en energía cinética. En ese sentido, la química y las interacciones nucleares pueden generar energía cinética, lo cual puede usarse para mover máquinas o explotar cosas.
Así, la existencia de masa en el universo no viola leyes naturales. Puede provenir de la energía. Pero, ¿de dónde proviene la energía? Uno de los principios más importantes de la física es la ley de conservación de la energía, también conocida como primera ley de la termodinámica, la cual exige que la energía venga de algún lugar. En principio, la hipótesis de la creación podría confirmarse por la observación directa o el requerimiento teórico de que la conservación de la energía fue violada 13.700 millones de años atrás, en el comienzo del big bang.
Sin embargo, ninguna observación o teoría indica que éste sea el cao. La primera ley permite a la energía convertirse de un tipo a otro en tanto el total de un sistema cerrado permanezca fijo. Notablemente, la suma de las energías cinética y en reposo de los cuerpos en el universo primitivo parece haber sido exactamente cancelada por el potencial negativo que resulta de sus mutuas interacciones gravitacionales. Dentro de pequeños errores de medida e incertidumbres cuánticas, la densidad media de energía del universo es exactamente la que correspondería a un universo que apareció de un estado inicial de energía cero.
Además, un balance cercano entre energía positivia y negativa está predicho por una versión moderna de la teoría del big bang, llamada el big bang inflacionario, según la cual el universo sufrió un período de rápida inflación exponencial durante una pequeña fracción de su primer segundo. La teoría inflacionaria ha sido sometida a sostenidos tests que serían suficientes para probar que es falsa. Hasta ahora, ha pasado esos tests con éxito rotundo [4].
En resumen, la existencia de materia en el universo no requirió la violación de la conservación de la energía en la supuesta creación. De hecho, los datos sostienen fuertemente la hipótesis de que ningún tipo de milagro ocurrió. Si consideramos un milagro como el predicho por la hipótesis del creador, entonces esa predicción no ha sido confirmada.
Creando orden
Otra predicción de la hipótesis del creador también falla en cuanto a su confirmación por los datos. Si el universo fuera creado, entonces debería haber poseído algún grado de orden en la creación: el diseño que fue introducido en ese punto por el Gran Diseñador. Esta expectativa de orden es usualmente expresada en términos de la segunda ley de la termodinámica, la cual establece que la entropía o desorden total de un sistema cerrado debe permanecer constante o incrementarse con el tiempo. De ello pareciera seguir que si el universo es hoy un sistema cerrado, podría no haberlo sido siempre. En algún momento en el pasado, el orden debe haber sido impartido desde afuera.
Antes de 1929, éste era un argumento poderoso a favor de una creación. Sin embargo, ese año el astrónomo Edwin Hubble informó que las galaxias se estaban alejando unas de otras a velocidades aproximadamente proporcionales a su distancia, indicando que el universo se estaba expandiendo. Esto constituyó la temprana evidencia de un big bang. Por ejemplo, un universo en expansión puede haber comenzado en un completo caos y ahora formar orden localizado consistente con la segunda ley.
La manera más simple de ver esto es (literalmente) con un ejemplo doméstico. Supongamos que cada vez que limpia su casa, usted vacía la basura recolectada arrojándola por la ventana hacia el patio. Tarde o temprano, el patio se llenará de basura. Sin embargo, usted puede continuar haciendo esto con un simple recurso. Sólo siga comprando el terreno que rodea su casa y tendrá siempre más espacio para arrojar la basura. Está consiguiendo mantener un orden localizado –en su casa– a costa del desorden incrementado en el resto del universo.
De manera similar, partes del universo pueden acomodarse más ordenadamente, así como la basura, o la entropía, producida durante el proceso de ordenamiento (pensado como un desorden que fuera quitado del sistema que está siendo ordenado) es arrojada hacia el enorme y siempre en expansión espacio circundante. La entropía total del universo aumenta a medida que el universo se expande, tal como lo exige la segunda ley. No obstante, la máxima entropía posible aumenta más rápidamente dejando cada vez más espacio para que se forme orden. La razón de esto es que el máximo de entropía de una esfera de cierto radio (estamos pensando en el universo como una esfera) es el de un agujero negro de ese radio. El universo en expansión no es un agujero negro, entonces tiene menos que el máximo de entropía. Así, mientras el todo se hace más desordenado a medida que pasa el tiempo, nuestro universo en expansión no está desordenado al máximo. Pero alguna vez lo estuvo.
Suponga que extrapolamos la expansión de hace 13.700 millones de años al momento definible más primigenio cuando el universo estaba confinado a la región de espacio más que pequeña que pueda que pueda ser operacionalmente definida, una esfera de Planck que tenga un radio igual a la longitud de Planck, 1,6x10-35 metros. Como es de esperar de la segunda ley, el universo en ese tiempo tenía menos entropía de la que tiene ahora. Sin embargo, esa entropía era tan alta como posiblemente lo sería un objeto tan pequeño, porque las dimensiones de una esfera de Planck equivalen a un agujero negro.
Esto puede exigir una elaboración más amplia. Parece que dijéramos que la entropía del universo era la máxima cuando el universo empezó. En realidad, es exactamente lo que estamos diciendo. Cuando empezó el universo, su entropía era la más alta que podría tener un objeto de su tamaño, pues el universo era equivalente aun agujero negro del cual ninguna información se puede sacar. Actualmemente, la entropía es más alta, pero no máxima, esto es, no tan alta como lo sería para un objeto del tamaño del universo actual. El universo ya no es un agujero negro.
Cuando, al inicio del big bang, la entropía era máxima, el desorden era total y ninguna estructura estaba presente. Así, el universo comenzó sin ninguna estructura, pero tiene estructura hoy porque su entropía ya no es máxima.
En resumen, de acuerdo a nuestro mejor entendimiento cosmológico actual, nuestro universo comenzó sin estructura u organización, diseño o algo por el estilo. Su estado era de caos.
Estamos así forzados a concluir que el orden que observamos no sería el resultado de algún diseño inicial construido dentro del universo en la llamada creación. El universo no conserva registro de lo acaecido antes del big bang. El creador, si existió, no dejó huellas.
Comienzo y causa
El hecho empírico del big bang le ha permitido a algunos teístas asegurar que esto, en sí mismo, demuestra la existencia de un creador. En 1951, el papa Pio XII dijo a la Academia Pontificia: «La Creación tuvo lugar en el tiempo, por tanto hay un Creador, así que Dios existe» [5]. El astrónomo y sacerdote Georges-Henri Lemaître, quien propuso por primera vez la idea de un big bang, sabiamente advirtió al Papa que no hiciera esta «infalible» declaración. El apólogo cristiano William Lane Craig elaboró un conjunto de sofisticados argumentos que él asegura muestran que el universo debió tener un comienzo y que ese comienzo implica un creador personal [6]. Uno de los argumentos se basa en la relatividad general, la moderna teoría de la gravitación que Einstein publicó en 1916, la cual, desde entonces, ha pasado muchos tests empíricos rigurosos.
En 1970, el cosmólogo Stephen Hawking y el matemático Roger Penrose, usando un teorema deducido en principio por Penrose, propusieron que existe una singularidad en el inicio del big bang [8]. Extrapolando la relatividad general de vuelta al tiempo cero, el universo se hace más y más pequeño mientras su densidad y el campo gravitacional aumenta. Cuando el tamaño del universo llega a cero, la densidad y el campo gravitacional, en el mínimo permitido por la relatividad general, se hacen infinitos. En ese punto, asegura Craig, el tiempo debe detenerse y, por tanto, nada antes del tiempo puede existir.
Sin embargo, Hawking ha repudiado su propia vieja prueba. En su best seller Historia del tiempo afirma: «No hubo de hecho ninguna singularidad en el principio del universo» [9]. Esta conclusión revisada, convenida con Penrose, se sigue de la mecánica cuántica, la teoría de los procesos atómicos que fuera desarrollada en los años siguientes a la presentación de la teoría de la relatividad de Einstein. La mecánica cuántica, la cual también ahora está confirmada con gran precisión, nos dice que la relatividad general, tal como está actualmente formulada, debe colapsar en tiempos menores que el tiempo de Planck, 6,4x10-44 segundos, y distancias menores que la longitud de Planck, mencionada anteriormente. Lo que sigue es que la relatividad general no puede ser usada para implicar que ocurrió una singularidad anterior al tiempo de Planck y el uso de Craig del teorema de la singularidad para un comienzo del tiempo no es válido.
Craig y otros teístas también elaboran un argumento relacionado, acerca de que el universo debió haber tenido un comienzo en algún punto porque si fuera infinitamente viejo, habría requerido un tiempo infinito para llegar al presente.
Sin embargo, tal como ha destacado el filósofo Keith Parsons, «decir que el universo es infinitamente viejo es decir que no tuvo comienzo, no que hubo un comienzo hace infinitamente mucho». [10]
El infinito es un concepto matemático abstracto que fue formulado con precisión por el matemático Georg Cantor a finales del siglo XIX. Sin embargo, el símbolo «∞» se usa en física como una abreviatura de «un número muy grande». La física sabe contar. En física, el tiempo es simplemente la cuenta del número de tic-tacs de un reloj. Usted puede contar hacia atrás o hacia delante. Al contar hacia delante, puede obtener un número grande pero jamás uno positivo matemáticamente infinito, y así el tiempo «nunca acaba». Al contar hacia atrás, puede obtener un número grande pero jamás uno negativo que sea matemáticamente infinito, y así el tiempo «nunca empieza». Así como nunca alcanzamos el infinito positivo, nunca alcanzamos el infinito negativo. Inclusive si el universo no tiene un número de sucesos matemáticamente infinito en el futuro, asimismo no necesita tener un final. De manera similar, si tampoco tiene un número de sucesos matemáticamente infinito en el pasado, no necesita tener un principio. Siempre podemos tener un evento que siga a otro, y siempre podemos tener un evento que preceda a otro.
Craig afirma que si se puede demostrar que el universo tuvo un comienzo, esto es suficiente para demostrar la existencia de un creador personal. Presenta esto en términos del argumento cosmológico del kalâm, que está sacado de la teología islámica [11]. El argumento se presenta como un silogismo:
1. Todo lo que empieza a existir tuvo una causa.
2. El universo empezó a existir.
3. Entonces, el universo tiene una causa.
El argumento kalâm ha sido desafiado infinidad de veces en terrenos lógicos [12], y no necesita ser repetido aquí por el hecho de que nos estamos concentrando en la ciencia. En sus escritos, Craig adopta la primera premisa como autoevidente, sin otra justificación que la experiencia común de cada día. Es el tipo de experiencia que nos dice que la Tierra es plana.
De hecho, se han observado sucesos físicos a niveles atómicos y subatómicos sin causa evidente. Por ejemplo, cuando un átomo en un nivel de energía excitada se suelta hacia un nivel menor y emite un fotón, una partícula de luz, no encontramos causa del suceso. De manera similar, no hay causa evidente en la desintegración de un núcleo radioactivo. Craig ha replicado que los sucesos cuánticos son no obstante causados, sólo que causados de una manera no-predeterminada: lo que el llama «causalidad probabilística». En efecto, Craig está de este modo admitiendo que la «causa» de su primera premisa podría ser accidental, algo espontáneo: algo no predeterminado.
Al aceptar una causa probabilística, destruye su propio caso de una creación predeterminada. Tenemos una teoría de causas probabilísticas altamente existosa: la mecánica cuántica. Ésta no predice cuándo ocurrirá un suceso dado y, en realidad, asume que esos sucesos individuales no están predeterminados. La única excepción ocurre en la interpretación de la mecánica cuántica ofrecida por David Bohm [13]. Ésta asume la existencia de fuerzas subatómicas aún no detectadas. Aunque esta interpretación tiene algún apoyo, no es generalmente aceptada porque requiere conexiones superlumínicas que violan los principios de la relatividad especial [14]. Y lo que es más importante: no se ha encontrado ninguna evidencia de fuerzas subcuánticas.
En lugar de predecir sucesos individuales, la mecánica cuántica se usa para predecir la distribución estadística de superposiciones de resultados de sucesos similares. Esto se puede hacer con gran precisión. Por ejemplo, un cálculo cuántico le dirá cuántos núcleos de un amplio espectro se habrán desintegrado después de un tiempo dado. O puede predecirle a usted la intensidad de luz de un grupo de átomos excitados, lo cual es una medida del número total de fotones emitidos. Pero ni la mecánica cuántica ni cualquier otra teoría existente –incluida la de Bohm– puede decir algo acerca de la conducta de un núcleo individual o un átomo. Los fotones emitidos en las transiciones atómicas empiezan a existir espontáneamente, así como las partículas emitidas en la radiación nuclear. Al parecer, sin predeterminación, contradicen la primera premisa.
En el caso de la radiactividad, las desintegraciones observadas siguen una «ley» de desintegración exponencial. Sin embargo, esta ley estadística es exactamente la que usted podría esperar si la probabilidad de desintegración en un pequeño intervalo de tiempo dado fuera la misma para todos los intervalos de tiempo de la misma duración. En otras palabras, la curva de desintegración en sí misma e evidencia de cada suceso individual ocurrido impredeciblemente, y, por inferencia, sin predeterminación.
La mecánica cuántica y la mecánica clásica (newtoniana) no están tan separadas y distantes como generalmente se piensa. De hecho, la mecánica cuántica se transforma suavemente en mecánica clásica cuando los parámetros del sistema, así como las masas, distancias y velocidades se aproximan al régimen clásico [15]. Cuando esto sucede, las probabilidades cuánticas colapsan a cualquiera de los porcentajes 0 y 100, lo que entonces nos da certeza en ese nivel. Sin embargo, tenemos numerosos ejemplos en los que las probabilidades no son de 0 o 100%. Los cálculos de probabilidad cuántica coinciden con precisión con las observaciones realizadas sobre conjuntos de hechos similares.
Note que, incluso si la conclusión del kalâm fuera sólida y que el universo tuviera una causa, ¿por qué esa causa no iba a ser natural? Aun así, el argumento kalâm falla tanto empírica como teóricamente sin siquiera tener que pasar a la esgunda premisa sobre un universo que tuviera un principio.
No obstante, otro arañazo en el ataúd del argumento kalâm es provisto por el hecho de que la segunda premisa también falla. Como vimos antes, la afirmación de que el universo empezó con el big bang no tiene bases en el conocimiento físico y cosmológico actual. Las observaciones que confirman el big bang no excluyen la posibilidad de un universo precedente. Se han publicado modelos teóricos que sugieren mecanismos por los cuales nuestro universo actual apareció a partir de uno preexistente, por ejemplo, mediante un proceso llamado quantum tunneling (socavación cuántica) o «fluctuaciones cuánticas» [16]. Las ecuaciones de la cosmología que describen el universo primario se aplican igualmente para el otro lado del tiempo-eje, así que no tenemos razón para asumir que el universo comenzó con el big bang.
Estamos ya listos para ver que ningún milagro es evidente en el big bang. De esto se sigue que su aparición podría haber sido natural. De hecho, ésta es la conclusión más racional basada en la ausencia de cualquier violación de los principios físicos conocidos. Físicos y cosmólogos prominentes han publicado, en prestigiosas publicaciones científicas, un número de proposiciones sobre cómo el universo podría haber surgido naturalmente «de la nada» [17]. Son especulaciones, seguro, pero especulaciones basadas en el conocimiento establecido. Ninguna viola alguna de las leyes físicas conocidas. Esos autores no aseguran «probar» que así es como todo sucedió. La carga de la prueba está en los que desean asegurar que los escenarios son imposibles.
En resumen, los datos empíricos y las teorías que describen exitosamente esos datos indican que el universo no surgió de una creación intencionada. Basándonos en nuestro más amplio conocimiento científico actual, concluimos más allá de toda duda razonable que un Dios tal que fuera extremadamente inteligente y poderoso, creador del universo físico, no existe.
Notas
1. Para una discusión sobre estos problemas, vea The Non-existence of God (Londres: Routledge, 2004), capítulo 6, de Nicholas Everitt.
2. Richard Swinburne, The Existence of God (Oxford: Clarendon, 1979), p. 229.
3. Se piensa comúnmente que sólo las reacciones nucleares convierten la energía en reposo en energía cinética. Esto también sucede en las reacciones químicas. Sin embargo, los cambios en las masas de los reactivos en ese caso son demasiado pequeñas para que por lo general puedan ser advertidos.
4. Vea, por ejemplo, The Inflationary Universe (New York: Addison-Wesley, 1997), de Alan Guth.
5. Pío XII, Las pruebas de la existencia de Dios a la luz de las ciencias naturales modernas, discurso del Papa a la Academia Pontifica de Ciencias, 22 de noviembre de 1951. Reimpreso como La ciencia moderna y la existencia de Dios (The Catholic Mind 49, 1972: 182-92).
6. Theism, Atheism, and Big Bang Cosmology, editado por William Lane Craig y Quentin Smith (Oxford: Clarendon, 1993).
7. Vea, por ejemplo, Was Einstein Right? Putting General Relativity to the Test (New York: Basic, 1986), de Clifford M. Will.
8. The Singularities of Gravitational Collapse and Cosmology, actas de la Royal Society of London, series A, 314 (1970): 529-48, por Stephen Hawking y Roger Penrose.
9. Stephen Hawking, A Brief History of Time: From the Big Bang to Black Holes (New York: Bantam, 1988), p. 50. Versión española: Historia del tiempo (Barcelona: Planeta-Agostini, 1993).
10. Keith Parsons en J. P. Moreland and Kai Nielson, Does God Exist? The Debate between Theists & Atheists (Amherst, NY: Prometheus, 1993), p. 187.
11. William Lane Craig, The Kalâm Cosmological Argument (London: Macmillan, 1979) y Reasonable Faith (Wheaton, IL: Crossways, 1994). Vea también, para una historia de los argumentos cosmológicos, The Cosmological Argument from Plato to Leibniz (London: Macmillan, 1980), por William Lane Craig.
12. Quentin Smith en Theism, Atheism, and Big Bang Cosmology; Everitt, The Non-existence of God, pp. 68-72.
13. David Bohm y B. J. Hiley, The Undivided Universe: An Ontological Interpretation of Quantum Mechanics (London: Routledge, 1993).
14. Discutido en detalle en Victor J. Stenger, The Unconscious Quantum: Metaphysics in Modern Physics and Cosmology (Amherst, NY: Prometheus, 1995).
15. La mecánica cuántica se transforma en clásica cuando la constante de Planck h es igual a cero.
16. David Atkatz y Heinz Paegels, “Origin of the Universe as Quantum Tunneling Event,”
Physical Review D25 (1982): 2065-73; Alexander Vilenkin, “Birth of Inflationary Universes,” Physical Review D27 (1983): 2848-55; David Atkatz, “Quantum Cosmology for Pedestrians,” American Journal of Physics 62 (1994): 619-27.
17. Edward P. Tryon, “Is the Universe a Vacuum Fluctuation?” Nature 246 (1973): 396-97; Vilenkin, “Birth of Inflationary Universes”; Andre Linde, “Quantum Creation of the Inflationary Universe,” Lettere Al Nuovo Cimento 39 (1984): 401-5.
Capítulo incluido en The Improbability of God, eds. Michael Martin and Ricki Monnier (Amherst NY: Prometheus Books, 2006). Basado en un capítulo de God: The Failed Hypothesis. How Science Shows that God Does Not Exist de Victor J. Stenger, que publicará Prometheus Books este año.
Texto original, aquí.
Ver también: ¿Ha encontrado la ciencia a Dios?, Por qué es prácticamente seguro que Dios no existe y Sin justificación.