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jueves, 16 de abril de 2015

DOS PARALELAS QUE SE ENCUENTRAN



Un ensayo que se lee como una novela y una novela que se lee como un ensayo.
Elogio del caminar de David Le Breton y Moo Pak de Gabriel Josipovici.

Los dos libros tienen un nexo común, precisamente el caminar, en el de Josipovici el pasear, en concreto.
Dos amigos recorren los parques de Londres, mientras uno de ellos, Jack Toledano, le cuenta al narrador sus tribulaciones sobre la creación –está escribiendo una novela− y sobre el mundo en general.

El paseo, el paseo urbano, es uno de los capítulos del libro de Le Breton.

Todavía hay muchas más cosas en común, tanto en uno como en otro se defiende el caminar, el paseo, como algo que induce al pensamiento, a la reflexión.
Caminar es a menudo un rodeo para reencontrarse a sí mismo, dice Le Breton.

Los dos personajes de Moo Pak, parece que no hagan otra cosa que eso. Hay alguien activo que habla y reflexiona y otro pasivo que escucha y transcribe.

Uno de los capítulos de Elogio del caminar, trata precisamente de ello, de caminar en compañía, aunque el autor francés prefiere el caminante solitario.

Confieso que yo mismo soy un paseante urbano, aunque haya caminado por las montañas. Una de las apreciaciones de las que más cerca me he sentido, es la del escritor norteamericano del siglo XIX, Henry David Thoreau, que elogia el paseo por las cercanías de su domicilio, y dice que los lugares ya conocidos tienen la capacidad de metamorfosearse…, eso lo siento constantemente en el continuo deambular por mi barrio; en cada nuevo paseo se producen inesperados descubrimientos, originales puntos de vista, diferentes emociones. Podría abrir un excurso sobre el papel del observador, en otra ocasión.

Pero lo más importante de los dos textos es que ponen en primer plano muchos de los aspectos que la humanidad tiende a olvidar. La inmensa extrañeza de estar vivos, de que existan los seres humanos, de que exista el mismo planeta Tierra, y que, además, una pequeña parte de las personas, se dediquen a meditar sobre ello. En ocasiones de un modo contemplativo, en otras de una manera activa. Como Jack Toledano en Moo Pak, que inmerso en el mundo de la creación literaria, va describiendo su quehacer, su lucha, a su amigo Damian Anderson. En las primeras páginas del libro encontramos una referencia a Nietzsche y su elogio del caminar, como inductor del filosofar.

Las reflexiones de ambos libros se van entrecruzando y apoyándose unas a otras.

Si en Moo Pak se trata especialmente de quienes quieren formar parte activa del mundo creando, pese a su gran pesimismo, en Elogio del caminar, se habla de los que quieren, también, formar parte activa, moviéndose. En ambos casos la pulsión es la misma, entender algo, acercarse a lo incomprensible, al sentido del Mundo, de la Humanidad.

Me atrevo a decir que Josipovici es más cercano, más terrestre, que se adentra en el barro de la existencia humana, exponiendo la miseria que acompaña ciertos aspectos de la creación, especialmente de la indignidad, de la hipocresía, que se hacen presentes con demasiada frecuencia. Aunque a veces toma aire, y dice, por 
ejemplo : no hay nada como los animales para recordarnos los elementos básicos de la vida. Atento observador, yo mismo, del mundo de los gatos, no puedo sino darle la razón.
Le Breton, en cambio, es más metafísico, quizá más abstracto. El caminar como forma de conocimiento, como modo de alterar la percepción del tiempo, en un acontecer que tan bien describe Mircea Eliade, cuando habla de la trasformación del tiempo profano en tiempo sagrado. El caminante es quien se toma su tiempo y no deja que el tiempo le tome a él.

Pero hay un doloroso punto en el que los dos autores describen el mismo aspecto de la cuestión. Pese a todo el progreso, pese a todos los avances tecnológicos, el mundo se está haciendo inhabitable.
Hay una frase en el libro de Josipovici, que bien podría formar parte del de Le Breton:

Incluso en las montañas del Himalaya, y en las montañas del Atlas, los misioneros y los antropólogos del último siglo han dado paso a grupos de excursionistas y a los guías turísticos, a los paquetes vacacionales y a los souvenirs.

Es significativo este punto de contacto. Le Breton se lamenta de lo mismo y narra, con evidente nostalgia, en el capítulo Caminar hacia Tombuctú, las grandes odiseas de los caminantes originarios, primigenios. Ya no queda nada de eso.

Por ello, yo mismo, un poco más allá de Xavier de Maistre, paseando por su habitación, he llegado a pensar que lo mejor es la exploración del propio barrio, en palabras de Léon-Paul Fargue, citado por Le Breton. El entorno cercano puede estar lleno de sorpresas y misterios. Comparto con los dos la visión básicamente pesimista del mundo, y con las palabras que el autor pone en boca de Sócrates, son los hombres –las personas, una persona− quienes pueden enseñar algo. El gran Viaje, para mí, desde hace tiempo, es conocer a otro  ser humano.

Dejo para otra ocasión, o quizá para ninguna, comentar las meditaciones que Jack Toledano/Gabriel Josipovici hace de la creación y el arte en nuestros días. Para mí, demasiado próximas y dolorosas.

Lo mejor que puedo decir para terminar es que lean esas dos pequeñas joyas, y que si todavía encuentran dónde, caminen, solos o en compañía, en silencio o hablando. Por su barrio, o quizá por un pueblo lejano…

Para M. y N. que acompañan mi caminar.

Debo el descubrimiento del libro de Josipovici al amigo Lluís Armengol, proveedor de este tipo de hallazgos. El de Le Breton, lo encontré en una librería, es uno de esos títulos que tienen luz propia, que dicen ¡léeme!


Moo Pak. Gabriel Josipovici. Editorial Cómplices.2012
Elogio del caminar. David Le Breton. Siruela. Madrid 2011