domingo, 14 de abril de 2013

102 dálmatas

¿Cómo? ¿cómo he podido hacerlo? se dijo sollozante Laura. Lo vi, lo vi claramente, lo vi correr a la desesperada intentando salvar a la mujer que sin duda ama. Lo vi anhelante y suplicante, vi el miedo en sus ojos, lo vi abrazarla antes de que mi ira expandiera mi magia hasta las mayores cotas de destrucción que yo hubiera jamás soñado. Lo vi gritar de dolor en una muda mueca desesperada, lo vi gastar todas sus fuerzas en absorber todo el daño e impedir que Alba sufriera el mínimo rasguño. Antes de eso vi a una Alba sorprendida, pero no vi odio en sus ojos. Lo que vi fue resignación. Quería acabar con todo, se estaba dejando morir, tenía el gesto sumiso y suplicante de quien sabe que todo se acaba y de que es lo mejor que podría pasar. Creo que no acabó de entender la naturaleza de la magia que se movía a nuestro alrededor. Creo que nadie realmente sabe qué narices está pasando. Ella cree que Fran la había dejado. Eso creía yo también. Pero ahora sé que no, que Fran siempre la amó, que Fran siempre la quiso y nunca fue capaz de hacerle daño, que todos hemos sido manipulados, dioses incluídos. Hay una fuerza superior, mentes que juegan con nosotros, cambiando voluntades, diseñando destinos, jugando con los hechos, con los sentimientos. Los he notado, justo en el momento en el que más forcé mi magia, justo en el momento en el que más poder canalicé a través de mi. Son... los demiurgos. Si, no pueden ser otros; las fuerzas primarias que mueven el universo a su antojo. Si no recuerdo mal, eran dos, o quizá eso lo leí en algún otro lado y estoy mezclando cosas. En fin, que estoy divagando. Alba quería morir sin saber que Fran la amaba por encima de todas las cosas, sin saber que no era culpa suya todo lo que estaba pasando, sin saber que a todos nos estaban manipulando. Y ahora Fran no está, se sacrificó salvando a Alba y yo estoy sola. Y la culpa de todo es mía; si antes fui desgraciada por no ser correspondida, ahora lo soy más, por haber matado al hombre al que amaba. Ojalá hubiera podido ser más madura y adulta y haberme enfrentado de otro modo a todo esto. Creo que va siendo hora de que arregle algunas cosas por aquí... pero estoy tan débil... tengo que intentarlo, aún puedo conseguirlo, creo que si coopero con Alba... no sé si ella querrá siquiera mirarme... pero se lo debo a Fran.

101 ... ... ... ¡¡¡CAPICÚA!!!

Rebeca estaba decidida. Se piraba. Allá cada cual. Juanjo y Antonio se habían dejado fuera de combate el uno al otro. Una explosión mágica acababa de dejar sin ropa y aturdidos a unos cuantos más. Dioses y hombres estaban luchando unos contra otros en una guerra que no podría ganar nadie. Y acababa de aparecer el tal Ra-Amón, y estaba limpiando el campo de batalla a base de leches, incluyendo a Loki, el cual presuntamente le había invocado...

Fran había desaparecido, ignoraba si consumido por las energías de Hela y Hades, o algo peor... Arturo se había llevado a Alba, Adrián estaba desmayado...

-¿Estás bien, Rebeca?

Raoul. No podía ser otro.

-Estoy viva, que ya es bastante... estoy tan desesperada que cualquier idea que tengas será bienvenida.
-¿Al margen de arrastrarnos y suplicar piedad?
-Al margen de eso, sí.
-Si te digo que me atraes especialmente, ¿tendrías una cita conmigo después de resolver este problema?
-Si sobrevivimos, sólo te garantizo que no te volaré otra vez tus partes innobles de una patada cuando me lo propongas.
-Vale... creo que tengo una idea.
-Temo tus ideas.
-Estoy convencido de que tantos dioses reunidos y apalizándose, está atentando contra el orden cósmico. Necesitamos alguien capaz de restaurarlo, que ponga en vereda a todos...
-¿Invocamos a Eunomia, por ejemplo?
-¿A quién?
-Eunomia -explicó Rebeca-, diosa de la ley y la disciplina y...
-La verdad es que yo estaba pensando en algo así como Goku, Chuck, Cafre y Bruno Díaz, todos a mogollón, pero si tú crees que a la Eunomia esa la harán caso, y sabes cómo invocarla, yo encantado...

Continuará

viernes, 12 de abril de 2013

Anécdotas vs historias

Yo soy una persona con poca labia. Me hace falta tener al lado alguien conversador. No un conversador compulsivo de esos que necesitan hablar continuamente y les da igual si están solos o rodeados de gente, conocidos o desconocidos o alguien que sólo necesita que le prestes atención sin buscar un mínimo de interacción contigo. Necesito alguien que sepa crear y mantener una conversación en la que me sienta involucrado y donde yo pueda aportar y ayudar a mantenerla viva, donde se me dé lo mismo que se me exige. Quizá por eso soy más de conversaciones tipo "escalada de chorradas" donde cada cual aporta una tontería mayor pero ambas partes tienen igual parte y la mantienen por igual. Quizá por eso soy un tío más de contar pequeñas anécdotas que de contar historias. Al contrario que mi padre o mis hermanos, soy incapaz de hilvanar las cosas que me pasan o pasaron en un todo coherente y soltárselo a una tercera persona. Soy un tío del tipo: ayer ocurrió esto.

Todo esto viene porque contar historias es algo que a otras personas les resulta sencillo y natural y para mi no pasa de ser algo frustrante. Quizá por eso dejo de ser interesante en cuanto la gente me conoce un poco y dejo de tener cosas que contar y los demás dejan de interesarse por mi y mis cosas y buscar que preguntarme. Pueden partir o no de una anécdota, pero alrededor de cualquier minucia construyen una historia y lo que es más importante, le dan continuidad, no dejan que esa semilla, ese pequeño germen se quede sin sustento y la alimentan y engordan. Incluso esta pequeña anécdota puede dar lugar a historias para varios días al ir sucediendo más cosas. Y lo que yo cuento se acaba en un minuto tras el cual me quedo sin nada que decir y sin saber cómo continuar conversando; estas otras personas alargan y enriquecen y convierten un pequeño hecho casi sin importancia en un filón de palabras y situaciones. Y las anécdotas que tengo que podían derivar en historias resulta que duelen; en su momento y visto con perspectiva, contarlas era más una manera de desahogarme por lo pasado y ahora cada vez más han perdido su halo de historias y se han ido quedando en meras anécdotas, aunque el dicho dice que las cicatrices siempre cuentan mejores historias que los tatuajes. No tengo reparo en decir que envidio mucho a esas personas, pues estoy hambriento de historias y no encuentro manera de saciar ese hambre, y ese hambre me consume.

jueves, 11 de abril de 2013

Becas para leer más


Está claro que hay que leer más. Hasta te lo ponen en azulito y te lo subrayan para resaltar lo importante que es. Y si te becan para hacerlo mejor que mejor ¿no? cobrar por leer, como un crítico pero sin tener que escribir nada para poner a parir al fulanito que toque ni nada...

viernes, 5 de abril de 2013

100% algodón (no, estas no son las espadas que andáis buscando)

Ah, no, eso si que no. Nada nadita nada de caso me hacen desde que empezó a desvariar todo esto. ¡A MI!... plebeyos hediondos... me insultan, me desprecian, ¡incluso me llaman bruja! (bueno, los poderes tengo que reconocer que molan mucho, aunque hasta ahora en realidad no me han servido para nada, pero eso lo arreglo yo en un periquete... se va a cagar el puto Ambrosio de los cojones, le voy a meter ferreros hasta que le salgan por las orejas, y no voy a decir por donde porque una es una señorita). ¡Y ni siquiera me he convertido en semidiosa! No, esto se va a acabar aquí, ni dioses ni pepinillos en vinagre. ¡Encerrarme! ¡a mi! ¡dentro de una sanguijuela con barrotes! ¡con un pervertido de mierda! ya decía yo que dormir con niños era levantarse cagada, jamás debí haberme puesto a jugar con ese mamarracho cuando era Fran el que tenía que haberme visto en picardías... ¡y lo más que me jode es que aquí todo el mundo se lo ha tirado menos yo! ¡yo que llevo enseñándole las bragas desde primaria! ¡debería ser yo quien se lo hubiera llevado al huerto! ¡o mejor aún, al pajar! ¡que mi padre tiene muchos caballos! ¡y encima estoy toda sucia, llena de barro y se me ha roto una uña! ¡nggggggggachiiss!

Arturo, quizá el que contaba con menos vida (o no vida) de los presentes dada su naturaleza, sin embargo fue el más presto a conservarla cuando salió corriendo mientras soltaba un "mon Dieu! c'est l'aritmétique" mucho antes de que Laura teatralmente se izara en medio de todos los contendientes que se habían reunido en la pelea de dioses y empezara a brillar cegadoramente cual supernova con ganas de fiesta y finalmente la realidad circundante estallara en miles de pedazitos. Una vez a salvo de los efectos colaterales de la onda expansiva, disipadas el aura mágica, el polvo y la radiación, Arturo se acercó con cautela a la zona de impacto con la esperanza de encontrar supervivientes. Iba dando brincos aquí y allá buscando entre los pocos cascotes que había y citando a platón: "El amigo ha de ser como el dinero, que antes de necesitarlo, se sabe el valor que tiene...", "Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena. La felicidad la hace solamente uno mismo con la buena conducta.". Al encontrar a Alba, desnuda y prístina, salvada milagrosamente de la explosión, las llamas posteriores, el humo y el polvo, la recogió con suavidad.

-La belleza de la mujer se halla iluminada por una luz que nos lleva y convida a contemplar el alma que tal cuerpo habita, y si aquélla es tan bella como ésta, es imposible no amarla...- musitó con delicadeza a su oído. Más allá, avergonzada y dolida se escondía Laura, que con la deflagración también había perdido las ropas, ocultando no solo su cuerpo sino las frías lágrimas que con fuerza brotaban de su cara, sin acabar de creerse aún lo que había provocado.

¡Cuenta con mis 99... ¿cómo que no hay espadas?

Fran se soltó de las bellas, tentadoras manos de Venus y Afrodita y echó a correr. No, no volvería a cometer el mismo error.

Alba... sólo podía pensar en ella. ¿Importaba acaso que Alba le hubiera rechazado? Él había traicionado su confianza, no valían excusas...

Pero aunque la relación estuviera rota, las promesas que le había susurrado al oído mientras abrazaba su cuerpo desnudo, seguían vigentes. Alba no era una cualquiera cuya importancia terminaba después de yacer con ella... Alba era el motivo por el que él vivía. Y aunque jamás volviera con él, seguiría viviendo por ella. Porque el amor nos hace imbéciles, y gilipollas. Pero también valientes y nobles. Y por una razón aún más justa. Era su decisión. Era lo que Fran quería hacer. Quería cumplir sus promesas, casi tanto como quería volver a abrazar su cuerpo desnudo. Y aunque su poder era insignificante en comparación con el de los dioses, su determinación era tan grande como el propio cosmos.

No emitió sonido alguno. No dijo últimas palabras. No gritó juramentos.

No hacía falta.

En silencio, se interpuso en el camino de las dos terribles manos que querían robar el poder y la vida de Alba.

Continuará

sábado, 30 de marzo de 2013

98 expertos contables discuten acaloradamente un descuadre en el número de hachas

Los veinte tarados de la tarantela habían acabado hasta el moño de su baile cósmico. No habían parado de bailar en toda su vida, en la firme creencia de que si lo hacían se acabaría el mundo. Los Napolitanos ya estaban acostumbrados a verlos, así que no hacían preguntas. Tampoco sabían muy bien cómo es que sobrevivían bailando durante toda su vida y cómo se reproducían, pues nadie recordaba nunca haberlos visto haciendo otra cosa. Lo que si sabían bien es que no acababan locos de tanto bailar porque ya lo estaban. De otro modo no se explicaba. Había una teoría que decía que cuando alguien acababa loco con un cierto tipo de locura, salía bailando de su casa y terminaba formando parte de los tarados. La teoría se veía respaldada cuando observabas bien el cuerpo de baile: había como no podía ser de otro modo gente vestida con trajes típicos (aunque el traje de sevillana no fuera muy típico de Nápoles, y tampoco los kilts, pero eran completamente típicos) aunque también habían personas con tutús rosas, algunas con muchos velos, otras con más bien pocos y prendas de rejilla, hiphoperos, hippies, heavys, hipsters y demás cosas que compienzan por h, gente haciendo el robocop y un imitador de Fred Astaire. En resumen, no habían tres personas vestidas iguales ni bailando del mismo modo, aunque tras los primeros tres días en el grupo al final terminaban integrándose un poco y cogiéndole el ritmillo a la cosa y hasta el heavy más recalcitrante terminaba tocando la pandereta. Así llevaban siglos y siglos bailando hasta la muerte, hasta que un día a todos se les había pasado las ganas de bailar de repente. Y ahora se encontraban allí, como si fuera una reunión de alcohólicos anónimos, sorprendidos unos de otros, completamente molidos y derruídos de años y años de bailar sin parar sin comer, cagar o dormir, como si salieran de algún tipo de sueño o más concretamente como si despertaran de un pedo enorme y no supieran muy bien dónde estaban y con quién habían pasado la noche y un malestar general de dimensiones cósmicas. Si bien todos tenían la sensación de que el mundo se iba a acabar, el sentimiento personal de cada uno se resumía más en un me quiero morir. Como la resaca, oiga, pero peor.

En otro rincón de la tierra, en cierta estepa, cincuenta personas enfadadas con el mundo daban lustre a sus garrotes. Ya estaba bien de tanta tontería. Se habían puesto en marcha y quien quiera que fuese el que estaba haciendo que las cosas se estuvieran yendo al garete se iba a cagar.

¡Cuenta con mis 97 hachas!

Anubis suspiró profundamente. Las cosas se habían salido de madre.

El Dragón Azur Qing Long le miró con tristeza.
-Quizás no fue tan buena idea después de todo.
-Efectivamente, amigo mío. No lo fue.

El dios con cabeza negra de chacal observó nuevamente el estanque mágico que mostraba lo que ocurría en la tierra.
-Deberíamos quizás pedirle consejo a Ganesha. Su sabiduría es legendaria. O quizás a Ogmios, o...
-Me opongo. Lo último que quiero es involucrar a más panteones.

Después de todo... ¿cuántos había ya en danza? El panteón nórdico, el grecorromano, el maya, el egipcio...

Cuando los viejos dioses habían ido perdiendo su poder según perdían también más y más seguidores, los más apasionados urdieron cientos de planes para mantener su modo de vida intacto y no caer en el olvido. Hubo dioses que simplemente quisieron vivir como mortales eternamente. Otros, en cambio, tenían ideas mucho más maquiavélicas y destructivas.

Anubis, junto con unos pocos dioses sabios de otras mitologías, temieron que esas acciones egoístas iniciaran un desequilibrio cósmico hasta degenerar en entropía y, posteriormente, dar forma al mismo Caos.

Por ello, organizó un extraño juego aprovechando diversas figuras de poder: Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, los Doce Sabios, los Veinte Tarados de la Tarantela o los Cincuenta Indómitos Habitantes de las Estepas Murcianas.

Anubis, adoptando diversos disfraces, había contactado uno por uno con los diversos dioses rebeldes. Les había convencido para participar en ese juego, con cada dios tomando la forma de un avatar, e ignorando la participación de los demás. Si vencía, el dios se convertiría en el dios principal de todos los panteones.

La idea funcionó bien durante siglos. Los dioses se enfrentaban entre sí, olvidando a los humanos. Hubo dioses que tomaron forma de avatar, otros que se convirtieron en energía mágica que viajaba de huésped en huésped, otros que se reencarnaban continuamente, otros que se instalaron en el inconsciente de un mortal... pero, poco a poco, otros seres que no eran dioses y que no estaban influenciados por ellos, comenzaron a participar en el mismo juego: hechiceros, humanos de talento extraordinario, fanáticos religiosos o héroes cobraban cada vez más importancia. O, como ahora, lunáticos, estúpidos, borrachos o cyborgs...

Anubis se dio cuenta de que el juego se descontrolaba. Los dioses se hacían cada vez más conscientes de que habían sido engañados para desperdiciar su poder los unos contra otros en una carrera imposible de ganar. La repentina moda sobre el apocalipsis maya había dado nuevas energías a este panteón.

Equilibrio.

Esa era la meta de Anubis. Equilibrio. Los humanos debían ser libres para salvarse o condenarse por sí solos.

Su único apoyo era el Dragón Azur, pero incluso éste se encontraba desbordado por las circunstancias.

Para mantener el Equilibrio, Anubis había decidido participar también él en el juego. Y sus energías habían sido dadas a Alba. Ahora, el dios con cabeza de chacal temía que Hades o Hela se hicieran con el poder que había cedido a la chiquilla...

Miró nuevamente al estanque. Loki, Bacab y Atenea estaban a punto de pegarse... Y aún faltaba por llegar Ra-Amón...

Estaba claro que independientemente del dios que ganara el juego, después tendría unas palabras con él.

Anubis suspiró muy profundamente.

Continuará




sábado, 23 de marzo de 2013

96 turistas chinos perdidos en la feria de arco

Fran observaba todo desde lejos, incapaz de entender qué es lo que sucedía. Ahora resulta que todos eran dioses, semidioses o se lo hacían. No estaba bien, su vida se había vuelto loca, debía haber algo que se les escapaba a todos, algo que los estaba confundiendo y estaba liando las cosas. En principio, por muy grandes que fueran los poderes de cada uno, si lucharan contra dioses ya estarían todos fritos. También había barajado la posibilidad de que todos estuvieran muertos como en Lost o que todo fuera un sueño como en los serrano, pero le resultaba un poco complicado asumirlo. Quizá todo fuera un sueño que habían tenido tras morirse, vete tu a saber. No, aquí había algo que no funcionaba, alguien jugaba con todos, de eso estaba seguro. E iba a desenmascararlo. 

Se concentró todo lo que pudo, sabía que si alguien podía romper la ilusión en la que estaban todos metidos era él. Era todo tan irreal y tan retorcido... ¿quién podía haber logrado hacer algo tan grande y tan gordo, quien podía haber creado aquella realidad tan desquiciada, quien podía estar tan loco como para...? un momento... sabía y conocía quien podía querer escapar con tanta ánsia de su propio mundo como para inventar todas estas cosas, había una persona que necesitaba huír tan intensamente, que tenía tal necesidad de evasión que creaba sus propios mundos... ¿era posible que su propio poder se hubiera escapado de sus propias manos? ¿era algo impropio de alguien bueno crear un mundo que no era propio de si mismo? ¿tanto sexo y violencia y el surgir ahí tipo héroe no serían alguna señal de alguna falta de cariño o algo así? ¿cómo podía estar seguro de que algo de lo que veía era real? ¿tenía que haber tomado la píldora roja?

Arrodillado y con la cara y camisa empapadas, desvanecido en una especie de trance místico. Así lo encontraron Zoe y Mel, que habían estado... que se lo habían tropezado mientras buscaban al resto del grupo. Ahora ninguna de las dos sabía qué hacer. Rompiendo su mortal máscara, Afrodita y Venus se arrodillaron a los lados de Fran. Una sonrisa y un pensamiento en voz alta escaparon de la cara de éste: Afrodita y Venus son la misma cosa, dijo. Las dos, asintieron y cada una por un lado cogieron por un brazo a Fran y se lo llevaron a rastras a un lugar seguro.

viernes, 22 de marzo de 2013

¡Cuenta con mis 95 arcos!

Todos los presentes estaban tan concentrados en la batalla venidera, que no prestaron atención a dos sombras que abandonaban el grupo.

-¿Por qué nos vamos? -preguntó Alba.
-Porque creo que sé lo que está ocurriendo aquí -respondió Rebeca.
-¿Y es...?
-Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis... Los Doce Sabios... Todo es una mentira. Una fachada mediante la cual los antiguos dioses pueden seguir actuando en la tierra...
-¿Para conseguir qué?
-Poder, imagino... o simplemente se aburrían y querían probar algo distinto... o echaban de menos usar peones humanos... o... ¡qué se yo!
-Pero eso no explica porqué nos vamos -murmuró Alba.
-En primer lugar, temo a los dioses que puedan aparecer por allí para darse de leches. Y en segundo lugar, creo que tus poderes de necromancia...

-ME INTERESAN.
-Y A MÍ...

Dos figuras. La primera era una mujer, pero la mitad derecha de su cuerpo tenía la forma de una mujer bellísima... la izquierda era un cadáver descompuesto. La otra figura era un hombre alto y musculoso vestido con una toga.

Rebeca y Alba poco podían hacer ante el poder de Hela y Hades...

Los dos dioses avanzaron hacia las dos jóvenes, alargando sus manos hacia ellas. Pero se escuchó una voz:
-¡Deteneos! ¡Yo, Zeus, os lo ordeno!

Raoul avanzó con paso firme.
-¿Raoul es también otro dios? -preguntó Alba asombrada.

-¿HERMANO ZEUS? -preguntó con desconfianza Hades.
-¡Dejad a estas mujeres! ¡Su destino me pertenece! -contesto Raoul.
-YO NO TE DEBO FIDELIDAD, ZEUS -dijo Hela.
-¡Pero sí me la debes a mí! -se escuchó la voz de Adrián- ¡Yo soy Jesucristo!

Y Adrián se plantó al lado de Raoul. Este le miró con cara de pocos amigos.
-Te dije que eras Odín, gilipollas.
-¡Yo soy Odín, gilipollas! -rectificó Adrián.

HELA y HADES les miraron con odio.
-Era un farol, ¿verdad? -preguntó Rebeca.
-¡Era un farol! -respondió Raoul-. ¡Corred!

Continuará
 

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