Pues se ha hecho de rogar ¿eh? pero por fin está aquí. Tras una semana de lo más ajetreada, los relatos del detective que investiga el incendio de la mujer de rojo ya están de vuelta. Y si eres nuevo no te quieres perder ni un poquito de la serie, aquí tienes los capítulos anteriores: investigando el incendio de la casa de la mujer de rojo, carta desde la carcel de un detective desesperado, ¡A por la fotógrafa misteriosa!, Amigos, enemigos, confidentes, aliados..., Y el loro puso las cosas en su sitio, Dilema sobre el secuestrador enmascarado, La venganza de la becaria y Detectivator II: el juicio final (primer round) y Sueños calientes, sábanas ardientes.
Y hasta aquí todo por ahora :D. Espero que les haya gustado.
Llegó el momento. Dos guardias custidiaban la salida nuestra salida de las celdas. Las tenues luces del techo iluminaban mi rostro lleno de arrugas causadas por la tensión, la rabia y la desesperación, mientras las mismas sombras que retorcían las líneas de mi cara delineaban las máscaras imperturbables que eran los rostros de los funcionarios de policía que dirigían mis pasos, que resonaban por los pasillos y levantaban miradas suspicaces en las celdas que íbamos dejando atrás. Estaba esposado, y volvía a lucir un brazalete localizador en uno mis brazos. Salimos de las dependencias donde se encontraban las cárceles de los juzgados. Siempre le había dicho a mi amigo que el hecho de que no estuvieran físicamente en el mismo edificio que éstos había sido un gran error, pero por cuestiones de burocracia o de desidia por parte de Zarkas aún no había sido subsanado. Nunca pensé que yo mismo sería el que probaría en mis carnes esas mismas teorías sobre las oportunidades de escapar que otorgaba una salida a la calle, aunque solo fuera para cruzar hasta el otro extremo, de un recluso a ser juzgado.
Empezamos a cruzar la calle cuando un coche se acercó a toda velocidad, echándose rápidamente encima de nosotros. Si mi vista no me engañaba, se trataba del mismo conductor enmascarado de la otra vez... ¡era la mujer de rojo!. Enseguida adiviné sus intenciones, y al contrario que mis guardias, no me moví del sitio. Si lo hubiera hecho, no le habría dado margen de maniobra y corría el riesgo de atropellarme a mi, en lugar de simplemente espantar a los hombres que me llevaban. Así que me quedé quieto en medio de la calle mientras los otros dos saltaban cada uno hacia un lado. Y ahora es cuando el coche daba un pequeño volantazo para esquivarme y clavaba los frenos con la dirección recta (no es cuestión de provocar un trompo).
Mi sonrisa se truncó cuando el coche simplemente frenó, y no a tiempo precisamente, llevándome por delante. Por los dolores que tenía, afortunadamente solo serían un par de costillas rotas y alguna magulladura. Me levanté como pude para ver como la mujer de rojo disparaba unos dardos tranquilizantes a los guardias y me hacía señas para que montara en el coche. Lo rodeé para entrar por la puerta cuando ésta se abrió de repente, golpeándome en la cara. La mujer de rojo bajó del coche alarmada y me ayudó a subir. Salió corriendo y subió por su lado mientras un grupo de policías salían y hacían un esfuerzo vano por parar el vehículo, que salió a la velocidad del rayo, y tomó el primer desvío chirriando ruedas. Por supuesto, al no ir ninguno de los dos sujetos con los respectivos cinturones de seguridad, acabé escachando a la pobre mujer de rojo contra la puerta de su lado, momentos en los que el vehículo dio unos cuantos bandazos y estuvo a punto de provocar varios accidentes y de atropellar a una ancianita. Tras recuperarme del shock de todo lo que había acontecido hasta entonces, volví la cara hacia ella para mirarla y agradecerle que de nuevo me hubiera rescatado, momento en el que aprovechó para rociarme con el spray para dormir con la mala puntería de que me lo echó en los ojos. Lancé un grito de dolor que tuvo la virtud de ponerla aún más nerviosa y que soltara el volante mientras me preguntaba si estaba bien, y mientras yo aún me restregaba los ojos, me rociaba otra vez, pero esta vez si en el lugar adecuado. El comienzo del sopor y la fuga de mi consciencia me dieron apenas tiempo de ver como el coche de la mujer de rojo se estampaba contra una farola.
-¿Quién eres?
-¿Aún no me conoces? ¡soy tu subconsciente!
-Perdona, no te reconocía con tu pelo rizado recogido, pero ahora que te miro, estás aún más guapa así. ¿Qué tal va todo por ahí?
-...
-¡Eh" ¿te he dicho alguna vez lo maja que eres? creo que tenías razón al decir que tu eras todo aquello que me gustaba de las mujeres en una sola persona, pero a la vez eres diferente y especial. Resultas atractiva sin tener un tipo espectacular.
-...
-Sin embargo, eres muy fría e impersonal, a veces conmigo no quieres saber nada ¿por qué?
-...
-¿No quieres hablar conmigo? ¿es algo que te he dicho o que te he hecho? ¿cómo puede ser si tu eres mi subconsciente?
-...
-¿Acaso no vas a decir nada?
-...
-¿por qué? ¿por qué yo? ¿por qué a mi? ¿en que me he fallado a mi mismo? ¿acaso he sido demasiado egoísta? ¿acaso lo he sido demasiado poco? ¿debería haber pensado más en mi en lugar de alejarme de los demás para evitar hacerles daño? ¿acaso la distancia que puse entre yo y la persona que más quería fue lo que hizo que ella se marchara?. Yo simplemente quería que ella fuera feliz, la dejaba seguir su camino... ¿acaso ella quería condenarse conmigo? ¿ella era capaz de eso? si, debió de ser eso. En otras circunstancias ella hubiera aguantado junto a mi hasta el final, pero yo terminé destrozando todo aquello que nos unía.
-Por fin llegaste a una conclusión...
-Vaya, pensaba que me habías abandonado.
-Escucha, puede que sea cierto lo que dices, o puede que no. Seguramente todo lo que has dicho ha influido en las cosas que sucedieron, pero nunca sabrás hasta que punto todo eso es verdad. Ahora no puedes hacer más por eso. Debes superarlo y seguir adelante.
-Lo sé, pero ante mi se ha abierto un camino que no sé como recorrer. Hay tres mujeres que me traen de cabeza.
-Muchas lo hicieron en el pasado, y siempre fuiste fiel a tu mujer.
-Corrieron muchos rumores ¿por qué piensas que me mantuve fiel?.
-Soy tu subconsciente, sé qué es lo que deseabas, pero también que es lo que hiciste, por eso entiendo tus traumas y le doy forma a tus fantasías. Sin embargo ahora eres libre... ¿por qué tienes miedo de intentarlo otra vez?
-La mujer misteriosa... es la gemela de mi mujer. Me atrae locamente, pese a que hasta ahora solo me ha traído disgustos. A veces creo que en realidad solo me gusta porque es el fiel recuerdo de mi esposa, pero otras veces creo que en realidad es porque pese a que físicamente es idéntica, sus carácteres son opuestos y complementarios. Quizá si mi mujer hubiese tenido otra actitud hacia mi todo hubiera sido diferente.
-Esa es la primera ¿que hay de las otras dos?
-La becaria es una chica estupenda. Quizá es demasiado jóven para mi, y eso es lo que me da miedo; sin embargo, tiene carácter, es madura, es una luchadora. Es guapa, atractiva, inteligente... no me importaría intentarlo con ella, pero no sé, estoy demasiado confuso.
-Y ahora la última, pero no por ello la menos deseada... ¿o me equivoco?
-No, aciertas como siempre. Pese a que quizá es la que más he tratado en persona de las tres, es la que más desconozco. Ha sido la persona más buena que he encontrado nunca, le debo más que a nadie en este mundo. Si ahora estoy en este lío es porque estoy en deuda con ella y no me importa perder mi libertad y mi vida para aclararlo. Es inteligente, amable, paciente, constante, tiene un gran corazón... sin hacer nada fuera de lo normal y sin vestir de manera especial ni arreglarse ni maquillarse consigue ser más guapa y atractiva que la gran mayoría de mujeres que haya conocido. Y tiene un sexapil que la hace especial. ¿La quiero sólo porque ha sido mi hada madrina?
-¿Piensas eso?
-No sé que pensar.
-Tranquilo, al final todo se aclarará
-Sabes, te miro a tus ojos canelos y me siento más perdido que cuando las veo a ellas. Tu cara es dulce y suave, tus labios, esa sonrisa a ratos pícara y a ratos divertida, esa expresión suave de osito de peluche que a veces se vuelve dura como el mármol...
-¿Y qué te sorprende de todo eso?
-Si eres mi subconsciente, y lo que realmente me gusta de las mujeres, ¿no deberías tener un cuerpazo, un buen busto y unas caderas de esas de las que echan fuego? ¿Acaso eso no es lo que busco en una mujer?
-¡Bingo, has dado en el clavo!. A nivel animal si, por supuesto. Tanto un busto grande como unas caderas anchas son símbolos de abundancia, salud y fuerza. Inconscientemente buscas unas tetas que garanticen una descendencia sin penalidades, y un buen culo suele indicar unas caderas por donde no tendrán problemas en salir las semilla de la nueva vida.
-Tu cuerpo es más bien pequeño y no estás físicamente desarrollada ¿eso significa que soy un degenerado y me gustan las niñas o que en realidad no me importa el cuerpo de una mujer?
-Te importa, pero no es lo que decantaría una elección si estuvieras buscando una mujer. Serías capaz de vivir para siempre con una tabla de planchar o alquien que no se ha desarrollado plenamente por culpa de una enfermedad o una persona obesa,si realmente te sintieras bien con ella, y esa mujer correspondiera a tus sentimientos. Tu no tienes miedo de encontrar a alguien así, lo que realmente te da miedo es perder a esa persona una vez la has encontrado. Has perdido muchas cosas valiosas en tu vida y has dejado que te marquen para siempre.
-Yo... yo... oye... quiero conocer de verdad a la mujer de rojo. Solo sé que ha cuidado de mi, y hemos hablado y todo eso, pero ahora que lo pienso en realidad nunca he intentado conocerla. Siempre que he estado con ella me he rodeado con un escudo de problemas y de compadecimientos. Siempre la he encontrado atractiva pero nunca me he fijado en su físico; no he vivido por ella ni para ella, pero ahora no podría vivir sin verla libre. Ahora por fin comprendo que la quiero, que siempre la quise, que bebía para olvidar mis problemas, pero que huía de casa solo para que ella me rescatara de mi mismo. Tenía razón mi mujer al pensar que lo nuestro ya no tenía sentido, que ya no podíamos seguir juntos, que ella sufría por mi y yo no hacía nada por remediarlo, le pagaba con la peor de las monedas su dedicación y amor hacia mi. Lo mejor que hizo fue irse, su error fue largarse en el momento equivocado. Ahh... la mujer de rojo. Ahora me doy cuenta de que apenas sé nada de ella. Y me ha salvado la vida en dos ocasiones ya, aparte de todas las noches que me libró de dormir al raso.
-Ahí te equivocas...
-¿¡Cómo!?
-Pues que parece que te lo tengo que dar yo siempre todo mascadito... ¿no notaste nada raro en este último rescate?
-Ahora que lo dices... no olía a lavanda.
-Ni tenía la misma pericia conduciendo, ni la ropa prestada le sentaba igual, no sabía manejar el spray... ¿hacen falta más datos?
-¿y si no era la mujer de rojo... ¿quién era?
-Tú ya lo sabes.
-¡la becaria!
-¿Esto cambia las cosas?
-yo... yo... ¡la becaria!... sigo hecho un mar de dudas. Pensaba que al final me decidiría por la mujer de rojo pero...
-Nada de peros, como te dije solo tienes que darle tiempo al tiempo, y todo se terminará resolviendo solo. Ahora escucha con atención pues estás a punto de despertar: estás en una mala situación, el loro se ha puesto nervioso, has perdido a un muy valioso contacto en el exterior y apenas te queda tiempo para hacer los últimos movimientos para poder resolver el caso. Tienes que escapar. Tienes aliados donde no lo esperas, no desaproveches tus oportunidades. Ahora solo tienes que pensar en dos cosas: tienes dos días, hoy y mañana, pues el siguiente volverás a juicio; en cuanto te repongas recibirás un par de llamadas de teléfono y debes utilizar la noche libre que has ganado para pensar en por qué querrían tenderte una trampa por lo del incendio. Debes recordar todo lo que has olvidado por culpa del alcohol... ¡debes recordar! ¡debes recordar! ¡recordar! ¡recordar! ¡recordar!
Continuará en Investigando entre la chamusquina.
Y hasta aquí todo por ahora :D. Espero que les haya gustado.