Joaquín Estefanía
No es sólo la economía mundial la que está en crisis, sino la enseñanza de esa economía. Las ideas económicas esparcidas antes y durante la crisis, y los economistas que las concretaron y se las pusieron en bandeja a los políticos, ¿son responsables de la crisis porque por ignorancia no supieron incorporar los factores clave de lo que estaba ocurriendo? 44 asociaciones de estudiantes de Ciencias Económicas de 19 países del mundo acaban de hacer público un llamamiento a favor de una enseñanza pluralista de la economía en la universidad con el objetivo de proporcionar soluciones a los problemas de la sociedad.
Los estudiantes piensan que ha habido un empobrecimiento progresivo de los planes de estudio de la economía durante las dos últimas décadas, y que éstos no sirven para tratar de arreglar algunos de los retos del siglo XXI como la estabilidad financiera, la seguridad alimentaria, el cambio climático, etcétera. Según los firmantes del llamamiento, un plan de estudios completo debe promover una variedad de marcos teóricos, desde los enfoques neoclásicos habitualmente enseñados, hasta los enfoques frecuentemente excluidos tales como la escuela clásica, el poskeynesianismo, los institucionalistas, ecologistas, marxistas… Nadie tomaría en serio una carrera de Psicología en la que sólo se oyera hablar de Freud, o una carrera de Ciencias Política en la que una y otra vez se analizase el socialismo de Estado.
Greg Mankiw
Con este manifiesto, los estudiantes de Ciencias Económicas conectan con el que hace ya casi tres años se produjo en la Universidad de Harvard. Entonces, los alumnos de Introducción a la Economía, disciplina dada por Greg Mankiw (autor del conocidísimo — y vendidísimo — manual de Macroeconomía y expresidente del Consejo de Asesores Económicos de George W. Bush), abandonaron su clase e hicieron pública una carta dirigida a su profesor: «Hoy estamos abandonando su clase con el fin de expresar nuestro descontento por el sesgo inherente de este curso. Estamos profundamente preocupados por la forma en que este sesgo afecta a los estudiantes, a la universidad y a la sociedad en general […] Un estudio académico legítimo de la economía debe incluir una discusión crítica de las ventajas e inconvenientes de los diferentes modelos económicos (…) No hay ninguna justificación para la presentación de las teorías económicas de Adam Smith como algo más fundamental o básico que, por ejemplo, la teoría keynesiana».
Los elitistas harvardianos no se olvidaban de su propia universidad: «Los graduados de Harvard tenemos un papel importante en las instituciones financieras y en la conformación de las políticas públicas en todo el mundo. Si falla la Universidad de Harvard a la hora de equipar a sus estudiantes con una comprensión amplia y crítica de la economía, sus acciones serán susceptibles de perjudicar al sistema financiero mundial. Los últimos cinco años de crisis económica han sido prueba suficiente de ello».
Las ideas económicas dominantes y los economistas que las defienden ¿son responsables porque, además del vacío intelectual expuesto antes, en una parte promovieron una agenda política favorable a la desregulación? En el documental Inside Job, que ganó un Óscar, se denuncia con profusión a aquellos expertos y académicos pretendidamente independientes que hacen consultoría, publican en medios de comunicación y dan conferencias, olvidando en su currículo que su principal fuente de ingresos proviene del sector financiero. El director de la película Charles Ferguson, pregunta a Glen Hubbard (también presidente del Consejo de Asesores de Bush y luego decano de la Escuela de Negocios de Columbia) qué proporción existe entre sus ingresos privados y su sueldo en la universidad. Responde Hubbard: «Mis ingresos privados son muy superiores porque escribo manuales, lo cual resulta mucho más lucrativo que ser profesor». «¿Manuales. No parece que la cosa vaya por ahí», comenta Ferguson.
Luego pone un ejemplo muy didáctico: supongamos que usted va al médico. Éste le dice: «Tome usted esta medicina». Luego se entera de que su médico recibe el 80% de sus ingresos del fabricante de la medicina. ¿No le parece preocupante en absoluto? Un investigador escribe un artículo donde asegura que para tratar una enfermedad hay que prescribir un medicamento determinado. Ese investigador tiene el 80% de sus ingresos personales del laboratorio que fabrica el medicamento. ¿Le parece un problema? O dicho de otro modo: ¿No hay un conflicto de intereses?
Joaquín Estefanía
El País, Madrid, 12 maio 2014
Estava num monte para postar e tinha-me esquecido.