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sábado, 3 de julio de 2010
Aledo Luis Meloni
Tierra que canta
Por que soy tierra que canta,
canto a la tierra que es mía,
y al hombre que la redime
con la cruz de su fatiga;
la belleza que le veo
y la que uno le adivina
cuando, cerrando los ojos,
con ojos de amor la mira;
al árbol que le da sombra
y al viento que la castiga;
a la luna que la nieva
y al sol que la quema viva;
al arado que la hiere
buscando en ella la vida,
y al sembrador que la siembra,
y en ella se regocija
cuando luce remozada
bajo la lluvia y encinta,
Por que soy tierra que canta,
canto a la tierra que es mía.
Pueblo
La piedra de la injusticia
le fue afilando el cuchillo;
si llega a desenvainarlo
dirán que nació asesino.
Parece cosa imposible
y sin embargo es sentencia:
de la pobreza del pobre
el rico saca riqueza.
El vino de los obrajes
sabe a madera y sudor;
y los hacheros lo beben
para olvidar lo que son.
Tan fatigado regresa
de machetear en la caña,
que piensa que se le han vuelto
de plomo las alpargatas.
Sobre la hierba crecida
quebrándose, el carpidor;
su azada, a pulmón bruñida,
es un retazo de sol.
El hacha tala el quebracho,
su voz, su sombra y su estrella;
lo que no tala es el hambre
del hombre que la maneja.
Tierra y sudor los cubrían
de la alpargata al sombrero;
no he visto vida más limpia
que la vida del labriego.
En los obrajes del norte
uno ve lo que no quiere;
la amistosa convivencia
de la injusticia y la muerte.
Al hijo del carbonero
le ha dado por preguntar:
¿si hay en el monte cien hornos,
por qué ninguno es de pan?
Toda la caña que anduvo
arrimándole al trapiche,
de golpe se le hizo azúcar;
lástima que fue al morirse.
Mientras jadea el hachero
labrando su mala suerte,
el ojo del hacha mira
cómo lo acecha la muerte.
Bajo un árbol pensativo
tiene al fin lo que pedía:
la tierra que le negaron
cuando en la tierra vivía.
Cuando dice que sí, es sí,
cuando dice que no, es no;
al patrón poco le importa
lo que pensemos tú y yo.
Anda de obraje en obraje
con todo lo que le falta,
hasta que un día de suerte
la muerte les tiene lastima.
¿A la hora del ladrón
quién traba puerta y ventana?
El patrón, que tiene mucho,
no yo, que no tengo nada.
Un arado, un arador
y seis caballos humeando,
y un borbollón de gaviotas
picoteando, picoteando.
El hombre del hacha sufre
pero de pie y en silencio;
sus penas las gritan otros:
algunos con gran provecho.
Distancia
En la polvareda verde
Del monte, al sol, galopando,
Desde mi escuela a tu escuela
Hay una legua de canto.
Si lo sabremos
Yo y mi caballo…
Y en la polvareda oscura
De la noche, paso a paso,
Hay de tu escuela a mi escuela
Diez leguas de sobresalto.
Si lo sabremos
Yo y mi caballo…
Nota: Nació en Bolívar, provincia de Buenos Aires, en 1912; en su infancia alterno las tareas del campo y los estudios primarios. Con el titulo de maestro llegó al Chaco en 1937, donde ejerció la docencia rural durante casi veinte años en la Colonia San Antonio, cuya escuela le toco inaugurar. Trasladado a Resistencia, ocupó la secretaría técnica de la Inspección de Escuelas Nacionales, desde 1963 hasta 1988 trabajó en el periodismo.
Publico diez libros de poemas y coplas, algunos, varias veces reeditados.
Su obra, ceñida y austera, busca sobre todo iluminar con fidelidad el paisaje del oeste, allí donde el Chaco se acaba, áspero y difícil, y la vida también difícil y áspera de su gente, en el largo período en que el autor compartió con ella rigores y penurias.
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