buscando tener paz y tropezarse con el ruido
gritos de consortes, llantos penosos por la muerte
y nunca descansar de la angustia y el quejido.
En la calle, las voces de los que se dicen vivos
que caminan según ellos a la tierra prometida
con los pies hartos de angustia y sin motivos
verlos aferrarse con dientes y uñas a la vida.
Cristales que se rompen sin que nadie los proteja
cuando corren la puerta hacia la luz perdida
para observar la hoguera de la chimenea vieja
que extingue su llama, porque está herida.
Ver extraviarse entre las lánguidas fosas
la esperanza febril por encontrar sosiego
descubrir escándalo y sonrisas tenebrosas
y una patética lucha entre lo natural y el ego.
Despedazar las vigorosas alas del bullicio
dormir tranquilo entre los ignorados muertos
desramar la mente y dilapidar el juicio
y no poder soñar porque se está despierto.
Como será el beso de la tempestad más fría
que asesina sin piedad, el brillo del canoso espejo
ó el abrazo artero de la oscuridad umbría,
que murmura “muere”, porque estás ya viejo.