En un salón, un niño se frota los
bracitos en una genial interpretación del frío tremendo que está pasando
mientras su madre le coloca un gorrito. Llamadme loca pero, si se frota los
brazos, tal vez el problema no sea que tiene frío en la cocorota sino que la
chaquetilla que lleva puesta en insuficiente. Pero una no es madre así que
estoy dispuesta a escuchar opiniones expertas.
Sentaditos en el sofá, el padre
de familia y otro que no sé si es un amigo de la familia porque no nos explican
qué pinta ahí. Yo apostaría a que es el cuñado, porque todos sabemos que los
cuñados son expertos en cualquier materia. Hombres del mundo: Si vuestra
hermana no está emparejada no tenéis autoridad para opinar de nada.
Curiosamente, a las cuñadas se las suele ver como unas arpías metomentodo…
El supuesto cuñado se dispone a
aleccionar al padre de familia preguntándole si tiene pensado instalar un
determinado sistema de calefacción (que no desvelaremos pero es el que estáis
pensando) en su casa este invierno. El
padre, con cara de niño cabezota, contesta con un rotundo “No”, desviando hacia
abajo la mirada, probablemente porque se imagina la que se le viene encima.
El cuñado, que debe de ser
comercial de la compañía, comienza con sus argumentos y le dice que es algo muy
económico. El padre, por toda respuesta, se encoge de hombros y arquea la boca
hacia abajo, dando a entender que ni lo sabe, ni le importa. Como venganza de
la naturaleza, al padre le empieza a nevar encima. Habría que revisar el techo
de esa casa.
El cansino de turno sigue con su
speech y le dice que instalarlo es rápido y fácil. El padre asiente con la
cabeza, a ver si el cuñado se calla de una buena vez, y vemos que la montaña de
nieve ya llega a las rodillas de la víctima.
“Y no sólo cuesta menos de lo que
piensas”, arguye el cuñado (¿Es impresión mía o la baza del precio ya había
sido jugada?). Vuelve a cambiar el plano y vemos que los brazos del padre han
sido sustituidos por sendas ramas con forma de tridente.
El cuñado concluye aduciendo que
la instalación le puede salir gratis (¿Le puede salir gratis? ¿Esto va a sorteo
o qué?) A estas alturas, nuestro pobre hombre ya tiene una bola de nieve en las piernas y otra
cubriéndole el torso.
“Gratis”, recalca el muy pesado
mientras coloca una zanahoria en la bola de nieve que ahora tiene por cabeza el
marido de su hermana. (Sí, se ha convertido en muñeco de nieve; sabía que lo
ibais a pillar). Para completar la humillación, un pajarito entra volando por
la ventana y se posa en la cabeza del muñeco de nieve.
Al final, el pobre hombre se deja
convencer, por no escuchar al cuñado y su mujer se acerca rauda con el teléfono
para que su hermano se lleve su comisión.
Este hombre es un blando.