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jueves, 27 de noviembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso XVI: De Beverly Hills a Madrid

La entrada a Beverly Hills.
Procedo hoy a relatar el último día que pasamos en las Californias. Snif. Todo lo bueno llega a su fin.

Para culminar nuestro viaje, no podíamos dejar de visitar Beverly Hills. No es que hayamos podido ver mucho, la verdad sea dicha, ya que las súper-mega-mansiones de urbanizaciones como Bel Air y similares están protegidas tras garitas de seguridad donde no te dejan pasar ni a tiros si no pintas nada por ahí, así que eso nos lo perdimos.




El Beverly Wilshire.
Lo que sí recorrimos fue Rodeo Drive, donde no me llegaba el dinero ni para comprar una bolsa, y estuvimos en el hotel Beverly Wilshire, donde rodaron Pretty Woman. Mi prima V. pidió  en la cafetería unas patatas fritas y un refresco para su hija mayor, S., que se había puesto un poco malita en el coche (y ya de paso compró otro refresco para su hijo A., que dijo que él también quería) y le cobraron la friolera de 25 dólares por esas tres tonterías. Así que, si vais a Beverly Hills, llevaos el tupper de casa. Eso sí, hay que destacar que, como las patatas tardaban un poco porque supongo que habría un chef francés friéndolas, mi prima dijo que íbamos a hacer un par de fotitos por el hotel y que en un ratito volvíamos a por ellas. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando, un rato más tarde, sale de la cafetería un camarero con una bolsa como de boutique, que parecía contener un collar de diamantes o algo similar y le dice a mi prima: “Señora, sus patatas”. Eso es lo que se consigue por 25 dólares en Rodeo Drive, amigos míos.

El Muelle de Santa Mónica.
Luego de dar una vueltecita babeando ante los escaparates, fuimos al muelle de Santa Mónica, que me gustó mucho porque es muy animadillo y degustamos deliciosa comida mexicana.
Enseguida emprendimos el camino de regreso a casa ya que para la cena (hora de cena americana, claro está) teníamos que estar en casa de mi primo G., donde disfrutamos de rica comida italiana y, luego de una charleta amena con la familia allí reunida y de dar besos y lloriqueos varios, volvimos a casa de mis tíos para hacer el equipaje ya que a las cuatro de la mañana había que partir al aeropuerto. Nos vino a buscar mi primo R., que es un santo.


Del viaje de regreso, he de destacar que nos incluyeron en un programa experimental que están empezando y que consiste, básicamente, en dar una tarjetita a los que consideren menos sospechosos para que pasen por una cola especial donde no hay que quitarse los zapatos y va más rapidita. Tuvimos suerte y nos vieron cara de honrados, aunque a mí me pasaron un rodillito por las manos para comprobar si había manipulado explosivos. El vuelo en sí mismo transcurrió sin mayores incidentes pese a que un pasajero se emborrachó como una cuba y que, al abrir el compartimento de equipajes una vez aterrizados en Barajas, se me cayó una muleta en la cabeza. Para rematar, cuando llegué a casa tenía fiebre.

Era una señal del destino. Me tenía que haber quedado.


Conclusiones finales: Disfruté muchísimo de este viaje, no sólo por todos los sitios chulos que he compartido con vosotros sino por haber podido reencontrarme con tanta gente a la que hacía muchísimo tiempo que no veía y que nos trataron de lujo. ¡¡¡Ay, con qué gente más maja comparto ADN y parentesco político!!! 

Gracias a todos por la paciencia de haber aguantado el tostón durante dieciséis semanas. Os dejo con las últimas fotitos y con un vídeo que he mangado de Tú Tubo a unos chicos que fueron a California en vacaciones de primavera. Les quedó muy currado así que aquí os lo comparto. 

Los famosos ascensores de Pretty Woman.

Yo, a punto de bailar la jota en Rodeo Drive.

La playa de Santa Mónica.

El punto final de la Ruta 66.

Gente dándose un chapuzón en Santa Mónica.

El final del muelle.
Un camión cachondo.



jueves, 20 de noviembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso XV: Disfrutando del show business

La bola
Y seguimos con las banalidades. Hoy toca recorrer Universal Studios. Me encanta esa habilidad que tienen los americanos para convertir cualquier cosa en un parque de atracciones porque, sí, aparte del tour que haces en un trenecito recorriendo los estudios con diferentes decorados que se han utilizado en múltiples películas y series televisivas, pues ya que están añaden montañas rusas (virtuales y reales), juegos de agua y demás atracciones de feria, pero en plan guay, para hacer las delicias de todo el mundo. En esta ocasión íbamos cuatro adultos y cuatro niños y hay que reconocer que salimos todos encantadísimos de la muerte.

La casa de Gabrielle Solís
El tour en sí mismo es de lo más entretenido porque te enseñan muchas curiosidades del mundo del cine. Nos encontramos cara a cara con Tiburón (es de cartón puro y duro; no sé por qué nos daba tanto miedo), vimos al de Psicosis guardando un cadáver en el maletero, nos encontramos en mitad de la falla de San Andrés con volcado de camión e incendio incluidos, nos vimos en medio de una inundación en un pueblecito mexicano y hasta paseamos por la calle de Mujeres Desesperadas. Lo malo fue que el guía tenía dos frases fetiche que incluía con calzador en cuanto tenía oportunidad. Una era “todo es magia aquí en Hollywood” y la otra era “el incomparable… (nombre de cualquier famoso)” pero hasta eso tuvo su gracia.

El pasaje del terror
En cuanto a las atracciones, fuimos al pasaje del terror, donde el churri se dedicó a azuzar al hombre lobo para que me persiguiera. Está muy logrado porque los actores están caracterizados con su buen maquillaje de efectos especiales y también se puede ver a Chucky, el muñeco diabólico y otros personajes emblemáticos de las pelis de terror. Es bastante largo y vale la pena. El tiempo de espera que marcaba fuera era de 45 minutos. Mi prima le preguntó a una si era cierto que había que hacer cola de 45 minutos y ésta le dijo que sí, pero que era rápido. Tuvimos risas para todo el día con lo de los 45 minutos “rápidos”.

Las que más nos gustaron fueron la de los Minions y la de los Simpsons. Ambas son montañas rusas virtuales y están muy logradas. La de los Simpsons es la fiesta. Hay un momento en que te llevas un escupitajo de Maggie y todo.

Springfield
También subimos a la de Jurassic Park, que no me gustó mucho porque es la típica donde al final sales ensopado (no me hace mucha gracia mojarme porque sí), a la de los Transformers, donde mezclan un poco el movimiento del carricoche con imágenes en 3D pero no me pareció que estuviera demasiado logrado, al menos comparado con la de los Minions y la de los Simpsons y, por último, a La Venganza de la Momia, que es una montaña rusa de las de verdad pero techada. Reconozco que yo iba con un poco de miedo porque las montañas rusas “reales” me asustan un poco. Mi prima no hacía más que decirme “si quieres salir de la cola, me lo dices y yo salgo contigo”. Al final me hizo reír porque le dije que me daba la sensación de que la que quería darse a la fuga era ella. Fui valiente y subí. Y no me arrepiento. No se basa tanto en las caídas sino en la aceleración hacia adelante y atrás y, como elemento innovador, juegan con la temperatura (hay un momento en que te congelas ahí dentro) y hasta con el sentido del tacto. De repente aquello se para y, mientras ves unos escarabajos en una pantalla, te empieza a correr algo por los pies. Da un poco de grimilla pero es divertido.

Qué cosa más luminosa
Y ya nos fuimos, dispuestos a cenar el rico asado criollo que preparó R., el marido de mi prima V. Él es americano de pura cepa pero aprendió a asar con su suegro, mi tío M. y hay que reconocerle que se le da muy bien la cosa. Estaba de rechupete.


Hoy me he enrollado un poco más de lo habitual, sorry, pero tampoco le veía mucho sentido a dividirlo en dos entradas. A disfrutar del resto de fotitos!!!





Yo, para que se vea que estuve

Las puertecitas de los personajes de Shrek. ¿No son una monada?

Un trocito de New York en mitad de California.

Los coches de Regreso al Futuro.

Un tanque donde graban las escenas submarinas.

El decorado de Tiburón

Ayudadme los que tenéis hijos ¿De qué era esto?

Un avión que compraron para destrozarlo y simular una catástrofe.

El amigo Apu.

Los estudios de la Warner, en la lejanía.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso XIV: Frivolizando

Vista de Los Ángeles desde las alturas
Seguro que os estabais preguntando qué pasaba con la parte más trivial de cualquier viaje a California que se precie. ¿Acaso os pensabais que iba a volver a las Españas sin haber paseado por Hollywood? Pues no. Mi prima V. se encargó de enseñarnos la parte más superficial de esos lares, que no por superficial deja de ser interesante de ver.

Antes de ir a Hollywood, dimos una vueltecita por Pasadena, que es famoso porque allí se realiza el Desfile de las Rosas, que son un montón de carrozas cubiertas de floripondios hasta los topes. Según nos hizo ver mi prima, en mitad de la calle por donde pasan las carrozas, hay pintada una línea roja porque el que va conduciendo el carruaje no ve nada y sólo atina a ver la línea roja esa que le va indicando el camino para no piñarse. Juraría que tenía alguna foto del rayajo pero se ve que no…

Yo en el Griffith Park. No se nota pero al fondo
se ve el "Hollywood Sign"
De ahí partimos a Griffith Park, que es un parque enorme que, por razones de tiempo, no recorrimos y que cuenta en su haber con un observatorio astronómico que dicen que es una pasada. Digo “dicen” porque fuimos un lunes y resulta que los lunes está cerrado así que sólo pudimos deleitarnos con las vistas que hay fuera del edificio. Sólo por eso ya vale la pena. Se ve todo Los Ángeles y, a lo lejos, el archiconocido cartel de Hollywood, a donde enseguida dirigimos nuestros pasos.

Llamadme sosa pero la verdad es que, para mí, Hollywood no es tan maravilloso. Que sí, que vale, que tiene su gracia eso de pasear mirando al suelo a ver las estrellas de qué famosos encuentras y ni qué decir tiene que en el Teatro Chino te puedes pasar ahí las horas muertas buscando huellas. Yo estaba como loca por ver las de Robert De Niro y me costó un poco hasta que al final las encontré en un rinconcito, flanqueadas, nada menos, que por las de Al Pacino y Johnny Depp. Toma tres por uno.

Justo a mi derecha, Robert De Niro. Delante tengo a Al Pacino
y encima de éste está Johnny Depp.
He de decir que justo ese día aquello estaba hasta los topes porque era la premiere de Guardianes de la Galaxia y había allí una auténtica multitud esperando para ver pasar a los actores por la alfombra roja. Llamadme sosa una vez más pero nunca entenderé eso de esperar horas a pleno rayo de sol para ver pasar a alguien fugazmente.

Fuimos a comer a una pizzería donde el camarero nos habló en español y nos trajo cantidades ingentes de alimento. Como dejar comida en el plato está muy feo, igualmente dimos buena cuenta de ello. Lo malo fue que comimos tardísimo y, como allí cenan a la hora de merendar, nos costó un poco de trabajo comer el riquísimo salmón que había preparado R., el marido de mi prima V., mientras nosotros andábamos de pingo pero que igualmente degustamos en compañía, además, de mi primo G., su señora esposa y los hijos tanto de una pareja como de la otra.

Os dejo, como siempre, con fotitos y os aviso que voy a disfrutar de una semanita de merecido descanso. Volveré el lunes 17 con las pilas cargaditas. No me olvidéis. Yo nunca lo haría. 

La Iglesia de la Cienciología. Son los dueños de Hollywood.

Estrellitas variadas.

Gente esperando con la solana a ver el famoseo.

Yo con la estrella de mi querida Judy Garland.

Éste es el punto de donde partió el primer desfile del Orgullo Gay de Los Ángeles.

Con Vivien Leigh.

Una vista general.

Alfombraca roja porque sabían que iba yo.

Michael Jackson. ¿Cuántas manos tenía este hombre?

El museo gratuito "Psiquiatría, industria de muerte" ¿A qué os suena?
Me quedé con unas ganas locas de entrar pero el salmón esperaba ansioso.

jueves, 30 de octubre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso XIII: Sin flores en el pelo. Parte 2.

Desayunando entre la neblina
Ahora que me acuerdo, os dejo algunos consejitos si os da por ir a San Francisco. En primer lugar, hace un frío que pela. Yo fui con una camiseta de manga corta y una sudadera finita y por la tarde tuve que ir a comprarme una camiseta de manga larga y una sudadera gorda porque no aguantaba (y aún así por la noche pasé frío). En segundo lugar, cuando estéis esperando el Cable Car, dado que las colas son larguísimas, irremediablemente va a aparecer gente ofreciendo limusinas, excursiones y todo tipo de cosas. Exageran hasta el tiempo de espera que hay en la cola para que te vayas con ellos pero mejor no hacer ni caso. La mayoría son unos timadores y, en caso de que no lo sean, ¿qué hay más típico que recorrer las calles de San Francisco en un Cable Car? Ya que uno va una vez en la vida, pues tampoco vamos a ir con prisas y no es lo mismo ver San Francisco desde el Cable Car que en un autobús mondo y lirondo o en una limusina horrorosa.

Una Painted Lady
Por la tarde-noche, nos dirigimos a la emblemática esquina de Haight and Ashbury , donde nació el movimiento hippie en San Francisco, ya que mi madre me había rogado encarecidamente que le consiguiera cosillas que hicieran alusión al Flower Power (ella es así). En la misma esquina encontré una tiendecita donde le compré unas cuantas cosas que todavía no le he mandado (ya me vale). No hay fotos de la zona porque tengo que reconocer que no es muy buena y no era cuestión de andarse parando mucho a sacar fotos, no fuera cosa que encima tuviéramos un disgusto.

Luego de dar un paseíto, fuimos tardísimo a cenar, lo que nos hizo andar suplicando que alguien nos hiciera el favor de darnos de comer. Una vez que alguien atendió nuestras súplicas, nos fuimos a dormir porque ya llevábamos casi veinticuatro horas sin dormir y el cansancio golpeaba fuerte.

Por la mañana nos despertamos inmersos en la neblina (parece que allí siempre es así) y, luego de desayunar un café y unos bollitos que nos subimos del Starbcucks más cercano, abandonamos el hotel, previa ducha, y nos fuimos a ver las Painted Ladies, que son unas casitas que se hicieron famosas gracias a la serie “Full House” (conocida como “Padres Forzosos” en España). 
Lombard Street desde abajo
De ahí nos fuimos a Lombard Street, que es una calle famosa por estar realizada en zigzag en una pronunciada cuesta, por lo que el viaje en coche desde lo alto hasta abajo es muy divertido.

Volvimos al Muelle 39 a comer algo y de ahí ya partimos a comprar los últimos recuerdos y cogimos el coche para emprender el viaje de vuelta. Salimos de San Francisco, cómo no, por el famoso Golden Gate. Era como estar dentro de mi mesa del salón.


Llegando al Golden Gate
Cansados, pero felices por haber realizado una escapada tan bonita, emprendimos las siete horas de viaje de vuelta que nos esperaban. 















Otra Painted Lady

Más Painted Ladies

Bajando Lombard Street

A punto de cruzar el puente

En el puente

jueves, 23 de octubre de 2014

Supercalifornialísticoespialidoso XII: Sin flores en el pelo. Parte 1.

Vista de San Francisco desde el hotel
El sábado 19 de julio nos levantamos nada más y nada menos que a las cuatro de la mañana para poner rumbo a San Francisco con mi prima S. y su novio, P. Nos esperaban siete horas de viaje en coche. La idea inicial había sido ir en avión pero cuando nos habíamos decidido a sacar los billetes, estaban ya al doble de lo que habíamos visto en un principio, por lo que mi prima dijo que ponía a su novio a conducir y santas pascuas.

Teníamos dos opciones: ir por el Freeway 1 , que es más bonito porque es el que va por toda la costa o ir por el 5, que es menos bonito pero nos ahorrábamos más de una hora de viaje. Nos tiramos por lo práctico. Contrariamente a lo que pudiera parecer, el viaje al final no se nos hizo tan pesado. Fuimos tomando bebidas energéticas (he descubierto una que no me sabe a jarabe para la tos y que, oh, sorpresa, aquí en España no existe) y de chachareta. Luego, a mi prima y a mí nos dio por cantar cuanta canción íbamos escuchando. Creo que ahí los chicos lo pasaron peor, al tener que soportarnos con “Love is a Battlefield” de Pat Benatar y los grandes éxitos de Erasure a voz en grito. Que se chinchen, yo me lo pasé genial.

En la cola para el Cable Car. ¿Veis esa plataforma redonda de
madera? Ahí dan la vuelta al bicho. A mano. Con un par.
Y por fin llegamos a San Francisco. Quería hacer la gracia de ponerme una coronita de flores para sacarme una foto como en la canción esa que dice que si vas a San Francisco no olvides ponerte flores en el pelo pero no conseguí coronitas ni nada similar así que os quedáis sin el documento gráfico.

Una vez depositadas las maletas en nuestras habitaciones del hotel, nos fuimos raudos y veloces a coger el Cable Car que partía de Powell y Market, que son los típicos tranvías que todos hemos visto en las películas de San Francisco. La cola es interminable así que recomiendo paciencia si lo hacéis. Fuimos al puerto y teníamos idea de pillar entradas para ir a visitar la cárcel de Alcatraz por la noche, que hacen un tour especial con efectos de sonido y demás. 
Esto es lo más cerca que estuvimos de Alcatraz.
Pero nada, ni de noche ni de día. Nos dijeron que estaba todo vendido hasta mediados de agosto pero no por ello nos íbamos a desanimar. San Francisco tiene mucho que ofrecer, como una riquísima crema de almejas que te sirven dentro de un cuenco hecho de pan amargo. Yo pedí sólo la sopa en un bol normal. Tanto pan me cansa. La degustamos en el Muelle 39, que es donde está todo el movimiento de restaurantes y tiendecitas en el puerto. El churri se pidió un fish and chips que también estaba muy rico.




El Muelle 39. "Abarrotao".
Luego de la comida, dimos un paseo por el puerto viendo a los leones marinos y unas gaviotas enormes y cogimos el Cable Car otra vez hacia el centro.


La semana que viene os cuento la segunda parte.









Yo en el Cable Car. No tuve valor para colgarme por la parte de fuera.

Una calle.

El puerto.

Gaviota King Size.

Un león marino al solete.

Foto sacada por el churri desde la parte de fuera del Cable Car. Es un valiente.

¿Mola o no mola?

San Francisco por la noche.