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domingo, 26 de septiembre de 2010

Los muñecos diabólicos de mi caja de pájaros, de Marian Raméntol

Marian Raméntol ha conseguido lo que tantos y tantos escritores buscan durante media vida y nunca alcanzan en la otra media: tener un estilo propio. Una voz tan personal y característica que sea reconocible ya no sólo con leer uno de sus poemas, sino con leer apenas un título. Los títulos de Marian Raméntol son a menudo extensos pero siempre cautivadores. Títulos como "He oído aullar a la luna con la amarga boca de dios al lado", "Me devora la orfandad de una piel sin objetivo", "El pecho parece el más experto de lo taquígrafos" o "Un cuaderno donde aprendí a escribir el ruido de los peces al amarse".
Su último trabajo, Los muñecos diabólicos de mi caja de pájaros, no pierde el sello sugerente de su autora, que nos habla de sentimientos que quizá todos tenemos pero no podemos describir: le pone voz al subconsciente. Juega con el significado de las imágenes, e invita al lector a entrar en ese juego de interpretaciones: "Todos somos ladrones de naranjas e impaciencias", "y tan altos, que convierten el abedul / en una fruta submarina que aún no tiene nombre, / capitán de peces plastificados".
Pero no todo son imágenes y metáforas, en este poemario también hay espacio (y mucho) para la reivindicación, con poemas comprometidos, como el que da título al libro, todo un ataque y una declaración de intenciones poéticas: "Voy a crucificar sobre un par de remos / este exceso de estética tan cobarde / que escupe vanguardias por los ojos", o como el titulado Le queda poco tiempo, que critíca la falta de pasiones en el mundo actual: "¿pero es que no le ha dicho nadie / que pintar versos sin emoción humana / es como respirar en diferido?".
Marian Raméntol es una escritora de grandes convicciones e ideas claras, y eso queda reflejado en la nota final de libro, una poética absolutamente certera y luminosa.
En poesía (y en todo) dejemos de buscar explicaciones, comencemos a sentir.


*Los muñecos diabólicos de mi caja de pájaros, de Marian Raméntol Serratosa, IX Premio Vicente Núñez de Poesía, 56 págs., editado por Diputación de Córdoba, 2010.

La misteriosa canción de la sangre, de Cesc Fortuny, & Canciones del Bloque, de Andreu Navarra

Con un resfriado consecuencia del romanticismo comienzo la lectura del recién publicado poemario doble de Cesc Fortuny i Fabré y Andreu Navarra Ordoño, titulado respectivamente La misteriosa canción de la sangre y Canciones del Bloque, con intención de calmarme un poco y apaciguar la congestión.
Me equivoqué de libro.
Apenas comienza Cesc Fortuny a cantar "No hay medicación para soportar la existencia" sube mi delirio febril, y continúa subiendo mientras recorro "El camino suicida a la ciudad de los artistas" y cuando coincido con el autor en que "A la gente hay que recordarle con más frecuencia que son seres humanos".
Admirador confeso de Leopoldo María Panero, Fortuny no se queda en mero imitador y se adentra en sus propias catacumbas, sacando de ellas versos caóticos e imágenes sin sentido aparente: depende de cómo tenga el lector de abiertas sus puertas de la percepción. Porque, cercana al surrealismo, la poesía de Cesc nace del inconsciente, y de ahí llega a una locura lúcida en su transmisión de sentencias, tales como "Todos los niños quieren un beso y un tiro en la nuca / (...) / para viajar al centro del ano de Dios" o "No puedo verme soñar, porque no se puede / tocar el piano igual que se respira".
La muerte, los niños y la existencia de Dios son los temas que obsesionan a Cesc Fortuny, dando como resultado una "poesía del desasosiego" que nos exige un esfuerzo de interpretación personal y nos hace ver que allá detrás hay algo más, menos accesible pero (ya sea hermoso o deleznable) más enriquecedor, y probablemente más real.
Mi fiebre no mejora cuando, en el ecuador del libro, cambia el poeta firmante y empiezan las Canciones del Bloque de Andreu Navarra.
Con un estilo totalmente distinto, cargado de versos-sintagma, Andreu nos ofrece su forma de ver temas como el Invierno ("Abedules oxidados", "Chubascos hirientes contra la persiana"), la Ideología ("el coito que no sacia / al animal sin fauces") o la Política ("La cordialidad es el traje bufo del poema").
Consciente de su lugar en el mundo y de que estamos aquí por tiempo limitado, Navarra abre y cierra sus páginas con dos poemas comparativos entre la Madurez y la Muerte. También hace un breve pero bonito canto a la soledad que termina diciendo "Yo también me romperé", y alcanza una peculiar musicalidad en tres extensos poemas, Palabras a la Nada, Palabras a Cioran y Palabras a Kant, en los que declara "escribo para mí / no soy más que una pequeña nada / yo escribo para la nada/ mientras hacia la nada me conducen hoy / con mano ajena / tan palpable como irreal / pues me escribo para recordar: /nunca me pertenezco".
Buscador constante, Andreu Navarra no deja de hacerse preguntas a las que él mismo da respuesta, llegando a conclusiones como que "detruyendo el destruir me desaolojo" o "Soy mi propia enfermedad. / Sano cuando tú me anulas".
Con una certera descripción del hombre titulada "El bloque" finaliza este libro, este doble poemario de dos autores que, si bien no me quitaron el catarro, me dieron un buen puñado de canciones para reflexionar.


*La misteriosa canción de la sangre de Cesc Fortuny i Fabré & Canciones del Bloque de Andreu Navarra Ordoño, 80 págs., nº 13 de la Colección Harmatán, Paralelo Sur Ediciones, 2010.

lunes, 7 de junio de 2010

Troupe, de Miguel Ángel Ortiz Albero

Cada año el circo vuelve a la ciudad y muchos se asombran: "¡¿El circo?!" Creen que de repente se vuelve a poner de moda, pero el circo es como el rock and roll: no es que vuelva, es que en realidad nunca se fue. Aunque bien es cierto que el circo ya no es lo que era: ahora intenta parecerse a la televisión, hay coreografías y playback con música machacona de fondo, los payasos no hacen gracia y los pocos animales que quedan tienen la mirada más triste que los espectadores.
Troupe, el nuevo poemario de Miguel Ángel Ortiz Albero, me ha devuelto el circo de mi infancia, un circo de ilusión, de auténtico espectáculo, en el que todo es posible y en el que los sentimientos están por encima aún del propio circo.
A través de las páginas del libro vemos desfilar a toda la troupe, una galería de personajes que nos van desgranando su ser y su corazón en unos poemas en los que se presentan, cuentan sus proezas, reflexionan sobre su lugar bajo la carpa y declaran su amor al siguiente compañero, con la desdicha de nunca ser correspondidos.
Así, por ejemplo, cuando la Hermosa ciclista en equilibrio le dice al Tragasables "quisiera ser carne para tu espada, herida / cerrada en las próximas funciones siempre", éste tiene ya la mirada fija en la Bailarina del alambre, con la que sueña "pasaré la yema de mi dedo por el filo del alambre / que recorre la línea de mi mano".
Payasos, ilusionista, domadores de fieras, contorsionista, hombre-bala, malabarista... ninguno se escapa de ese ideal romántico, de esa angustia por el amor inalcanzable, de esa melancolía de otras épocas de mayor esplendor, de, en definitiva, ese círculo infinito que es el circo de Troupe.

*Troupe, de Miguel Ángel Ortiz Albero, 72 págs., solapa de Manuel M. Forega, Olifante Ediciones de Poesía, junio de 2010.

miércoles, 7 de octubre de 2009

La mosca becqueriana, de Agustín Porras


Hoy quiero hablaros de un libro de poesía que acaba de editarse y que personalmente llevaba mucho tiempo esperando: La mosca becqueriana, de Agustín Porras.

En este romance el poeta malagueño nos cuenta en primera persona y con envidiable humor una anécdota que le sucedió en Trasmoz el verano pasado. Durante su estancia en La Casa del Poeta una mosca comenzó a incordiarle, pero pronto descubriremos que no se trata de una mosca normal: el alado insecto se comunicará con Agustín para hablarle de la existencia de unos dibujos de Valeriano Bécquer (hermano del famoso Gustavo Adolfo) que fueron editados hace más de cien años pero que hasta ahora se desconocía que eran suyos. Y así comenzaremos un viaje por Trasmoz hasta Añón pasando por el Monasterio de Veruela, recorriendo las tierras del Moncayo con el poeta y su acompañante voladora.

Porras escribe este libro con un lenguaje sencillo y directo, que no por ello poco elaborado, y con gran belleza nos va relatando una historia muy divertida que disfrutarán niños y mayores, amantes o no de la poesía, y que ahora se publica en una preciosa edición, ricamente ilustrada, en la colección Papeles de Trasmoz de la editorial Olifante.
Una joyita muy recomendable.