Supongo que como fruto de esta febril ola de calor que está
causando tan indeseada vigilia en todos los que la sufrimos lejos del aire
acondicionado nocturno, hoy me he visto inmersa en una conversación, cuanto
menos lógica.
Traía a colación no sé qué estudio que se había hecho sobre los
beneficios e inconveniente de dormir solo o acompañado.
Por un lado las ventajas físicas del sueño en solitario, cuando
hay espacio, silencio y tranquilidad. Por otra parte, como contrapartida, el
componente afectivo y los enormes beneficios
emocionales y psicológicos de compartir cama con alguien con quien se tiene algún vínculo afectivo.
Yo, que sé valorar un buen sueño como algo realmente
necesario y reparador, he de posicionarme al otro lado de la línea. Prefiero
acostumbrarme a dormir con ruidos, movimientos o extra de calor con tal de
sentir en mi espalda su cuerpo, oír cómo respira, entrecruzar las piernas en
un momento de la noche solo para confirmar que sigue ahí, cerca, notar como su mano en mi
cintura me atrae hacia él, buscarlo cuando algún ruido me despierta, percibir la distancia en los días de calor y el deseo al despertar
retando si es necesario, las altas temperaturas.
No soy de practicidad, no me cortaré el pelo para no tener
que peinarlo ni me pondré velcro por no atar y desde luego, si de mi depende no
dormiré en camas distintas por no adaptarme a los pequeños inconvenientes que
pueda tener sentir piel…sentirlo en mis brazos…