MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Martín Walser premiado en China

12.22.2009
Martín Walser. Fuente: ad hoc news

El Premio a The 21st Century Annual Best Foreign Novel Award (Mejor Traducción al Idioma Chino) que auspicia la Casa Editorial de Literatura Popular de China y China Foreign Literature Association ha sido entregado a Martin Walser por la traducción de su novela Ein Liebender Mann (traducida como "Un hombre enamorado") en que narra la historia de amor entre el setentón Goethe y una adolescente de 19 años. Dice la nota:


"Politics and media make us possessors of information, while literature teaches us how to utilize it," 82-year-old German writer Martin Walser said at the 21st Century Annual Best Foreign Novel awards ceremony last week at Peking University. In his keynote speech, Literature as Information Deliverer, Walser said: "We have the right to value a most important function of literature: Literature delivers information about ourselves." This was because writers express their emotions through the characters and readers see their lives in the books, he said. One of the most significant writers of German postwar literature, Walser ranks second on the list of the 500 most important German intellectuals (after Pope Benedict XVI) by the country's influential political magazine Cicero. [...] Walser is renowned for his perceptive observations of the human psyche - his protagonists are often plagued by identity problems and feelings of inferiority and dependency. Despite the fact he expresses at times controversial opinions on subjects of current political interest, alongside his literary activities, Walser doesn't think the novel is tantamount to social criticism. "A novel's appeal is not social amelioration of any kind, but something larger, higher and more radical," he says. "Utopia is a novel's very life, which enables readers to understand the suffering of characters in it." "Tolstoy has done this, so has Chinese writer Mo Yan," Walser asserts. He talks about how Mo manages to turn a distant and unfamiliar history into immediate and familiar details, such as grandmother's bound feet in Red Sorghum (红高粱). "I've never seen another writer who tells us as much about history as Mo, when portraying the current situation ... I dare to say that whoever wants to write about China must first read Mo." In his speech, Mo said he agreed with Walser's statement about the nature and function of literature. "Walser's claim that literature delivers information about ourselves, reveals almost all the secrets of a writer's profession," he said. "Recent years have witnessed increasing exchanges between Chinese and foreign writers. But the best exchanges, as far as I am concerned, are reading each other's books. All a writer's secrets are in his writings." Walser's award-winning novel A Man in Love (Ein Liebender Mann) is about the relationship between 73-year-old German poet Johann Wolfgang von Goethe and 19-year-old countess Ulrike von Levetzow.

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La hilaridad de Kafka

11.28.2008
Kafka ¿no parece que se ríe?. Fuente: kelly writers house


En el último "Babelia", Enrique Vila Matas parte de una re-lectura de ese libro maravilloso que es Jakob Von Gunten de Robert Walser y nos conduce a las obras de Franz Kafka. Y en particular al casi desconocido primer Kafka, el de los relatos de "Contemplación" y resalta el extraño sentido de humor de Kafka, el doliente. Un placer unir a Walser, Kafka e incluso un pequeño pero decisivo papel de extra de Vera Nabokov en un sólo artículo.

Tal vez nadie ha estudiado mejor los años de la forja del estilo kafkiano que Reiner Stach en Kafka. Los años de las decisiones. Es un libro que acabo de releer estos días y que creo que opera como perfecto antídoto contra la devastadora y fanfarrona veneración de Kafka por parte de quienes aún piensan que su creatividad fue solitaria y genial. Sin duda, Kafka fue un genio, pero no estaba tan ciego como para haber querido producir sus textos a partir de una interioridad carente de experiencia. "Al contrario: precisamente su trato controlado, artesanalmente refinado, con influencias y hechos, le señala como autor de la Modernidad, que -al menos en este sentido- se alinea con Musil, Joyce, Broch y Arno Schmidt", nos dice Reiner Stach, estudioso de los años en los que un escritor de Praga deseaba convertirse en Kafka y para ello tuvo que librarse, ante todo, de su amigo Brod, que le proponía escribir prosas a cuatro manos. Y luego, tras librarse de semejante pelmazo, leer en profundidad, por ejemplo, a Dickens, un autor con grandes dosis de humorismo en sus obras, ese humorismo que ha tardado tanto en ser percibido en Kafka, que escribió El desaparecido pensando en escribir a ratos una novela cómica dickensiana, y de ahí que Walter Benjamin dijera que ese libro era, sobre todo, una gran payasada, ya que en él uno podía reírse en cada página. Pero es que incluso en El castillo y El proceso, que son novelas que han agobiado y angustiado tanto, hay muchas situaciones que pueden despertar hilaridad. Hilaridad que el lector en ocasiones reprime porque está metido dentro de un absurdo, de una problemática que es aterradora. Pero esos elementos humorísticos son el contrapunto que el propio Kafka establecía para restarle presión al drama. Una hilaridad aprendida de los días en que leía precisamente a Robert Walser en voz alta y se partía literalmente de risa, muy especialmente con Jacob von Gunten: "Aquí se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada". El personal docente lo encontró Kafka en los libros de sus autores preferidos. En los días de aprendizaje, hacia 1910, empezó a trabajar en un peculiar laboratorio de influencias, el más singular del siglo pasado. Los Diarios, por un lado. Y, por el otro, las prosas indecisas que acabarían conformando su primer libro, Contemplación, publicado en 1912, libro al que le faltan ya menos de cuatro años para que algunos amigos de los números redondos celebren su centenario. Se diría que ha pasado mucho más tiempo desde que Kafka comenzó a ser Kafka y dejó atrás ciertas indecisiones. "Estoy en la plataforma de un tranvía y me siento totalmente inseguro con respecto a la posición que ocupo en este mundo, en esta ciudad, en el seno de mi familia", escribió en "El pasajero", prosa breve de Contemplación. En esos días, Kafka ni siquiera se sentía capaz de justificar qué hacía allí en aquella plataforma, sujeto de aquella correa, dejándose llevar por el tranvía. Pero ya también en esos días Kafka era implacable. Con una muchacha, por ejemplo, que se instala junto a la escalerilla, lista para bajar del tranvía. "Se me muestra tan nítida como si la hubiera palpado (...). Su orejita está muy pegada a la cabeza, pero como estoy cerca, veo toda la parte posterior del pabellón derecho y la sombra en la raíz", escribe. Y termina preguntándose cómo es que la muchacha no se asombra de sí misma y mantiene la boca cerrada sin decir nada. Todo eso ocurrió en los años de las lecturas decisivas, en los años de las incertidumbres repartidas por las plataformas de todos los tranvías. Durante un tiempo, el matrimonio Nabokov, en el Berlín de 1922, subió al mismo tranvía que tomaba Kafka, el Berlín-Litchterfelde. Nunca le hablaron porque no sabían que era él, pero Vera Nabokov siempre dijo recordar "aquella cara, su palidez, la tirantez de la piel, aquellos ojos tan extraordinarios, ojos hipnóticos resplandeciendo en una cueva". De los años de formación en la oscura cueva no se ha librado nunca nadie. Ni Kafka. Nadie le exigía en aquellos días que justificara sus lecturas, ni su presencia en la extraña plataforma de la vida. Pero el gran tranvía, más allá de las iniciales influencias, se estaba ya poniendo en marcha. "Cierto es que nadie me lo exige, pero eso no importa".

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La literatura alemana y el nazismo

11.04.2007
Recordatorios nazis depositados por los fascistas letones en la manifestación en Riga. Fuente: voltairenet.com

En el ADN Cultura destaca nítidamente el artículo de Lionel Richard dedicado a la mala conciencia de los escritores alemanes de la post-guerra y su necesidad de airear los temas del nazismo y expiar culpas propias o históricas. Se habla por lo menos de tres generaciones de escritores que surgen después de la guerra: la primera, mucha de los cuales está conformada por ex soldados y cuentas sus experiencias; la llamada Generación del 47 en la que brilla con luz propia Gunther Grass; y una tercera generación en la que esos temas "pueden tratarse sin complejos, aprovechando todos los registros convencionales, hasta los más eficaces comercialmente". Además, comentan las reflexiones de Martin Walser en 1999 en torno al tema. La pregunta es: ¿Realmente es el nazismo un tema del pasado como dice Walser?

Dice la nota: "Basta del "mazazo moral" contra los crímenes nazis, basta de "la instrumentalización de la memoria de Auschwitz", declara Martin Walser en Frankfurt en 1999, al recibir el premio de la Paz que le otorga la unión de libreros. ¿Por qué ese arrebato de cólera, percibido como una provocación por una parte de los asistentes, especialmente por los representantes de la comunidad judía? Acaso se sintió ofuscado por los reproches contra su novela autobiográfica reciente Una fuente inagotable. Para relatar una infancia en la Alemania nazi, se basó exclusivamente en la visión y los afectos de su personaje exclusivamente durante la época en la que los vivió, sin alterarlos con los inventarios de la memoria supuestamente colectiva. En suma, tuvo la audacia de ofrecer un relato marcado por el sello de la inocencia, sugiriendo que un niño, aunque sin ser completamente ignorante de las crueldades que lo rodeaban, también podía ser feliz bajo el dominio nazi. Esta especie de lavado y blanqueado no careció de discípulos. Se instauró una moda, la de las "novelas familiares". El nazismo, cuando es evocado, pasa ser en el mejor de los casos, un decorado. Sin embargo, esto no es una regla. Con la llegada del siglo XXI, los nietos de los actores y los testigos, conscientes del rechazo del pasado que los rodea, replantean las acusaciones. También en su famoso discurso, Martin Walser condenó la complacencia en la "vergüenza nacional" alimentada, según él, por la prensa y la televisión. Pero la idea de "vergüenza", si se toma en cuenta lo que explica Emmanuel Levinas, ¿no es acaso algo ya diferente del sentimiento de culpa? En la "vergüenza" que en este caso nos invade, lo que nos tortura, según ese filósofo, es la inexorable exigencia de identificarnos con un ser, el nuestro "que ya no es extraño y del que ya no podemos comprender sus razones para la acción". Dicho de otro modo: reconocemos nuestra culpabilidad pero ya no estamos más en la situación que nos llevó a ella, se ha alejado de nosotros y sólo podemos considerarla desde cierta distancia. La tercera generación de autores alemanes de post-guerra, en este aspecto, parecer dar a la vez la razón y una desmentida a Martin Walser. Le da la razón porque la mayoría de ellos han descartado la obligación que sentían sus predecesores de impedir que se instalara un manto de silencio, de instar a los alemanes a machacar una y otra vez, ritualmente, sobre su culpa. Y lo desmienten porque muchos de sus integrantes conservan las peripecias del dominio nazi en su presente, en su búsqueda de identidad por medio de la escritura. A veces las expresan superficialmente, de manera evasiva, falaz, como si jugaran con un tiempo muerto. "Comerciantes del recuerdo", los ha calificado su colega Georg Klein, que practica una áspera ironía. Con todo, si el grado cero de la historia está al alcance de la vista, todavía no lo hemos alcanzado.

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No eran nazis

7.02.2007
Siegfried Lenz firma un acta en el 2002. Pero por el nazismo nunca firmó. Fuente: Hannover.de

¿Pelando otras cebollas? Nada que ver. Al parecer, los nazis inscribían en su partido a todos los jóvenes, incluso sin su consentimiento. Apareció la noticia de que escritores tan importantes para la reconstrucción alemana como Martin Walser y Siegfried Lenz, así como el humorista Dieter Hildebrandt, estaban inscritos en el partido.

Aclara la nota: “Los tres han negado haber poseído conscientemente el carné del partido nazi, a pesar de aparecer registrados en el mismo. Hildebrandt y Walser, caracterizados por su compromiso político y social, explicaron que desconocían los documentos que acreditan su afiliación. La editorial que publica los libros de Lenz, gravemente enfermo en estos momentos, asegura igualmente que el escritor "nunca fue conscientemente miembro del NSDAP". Tanto Walser como Hildebrandt sospechan que fueron inscritos, sin su conocimiento, junto con otros integrantes de las Juventudes Hitlerianas, y de forma colectiva, en el partido nazi.”

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Veteranos alemanes

6.17.2007
El escritor alemán Martín Walser, uno de los presentes. Foto: ocrablog

En "El Comercio" se comenta una reunión literaria de escritores alemanes que se unieron hace 60 años alrededor del llamado "Grupo del 47", donde participaron Günter Grass y Martin Walser, además del crítico Joachim Kaiser.

Grass dijo sobre el grupo: "Fue un verdadero milagro alemán, un grupo que se mantuvo unido mediante postales de invitación, sin presidente, sin estatutos, sin tesorero, ni ese tipo de cosas". Las sesiones, en las que participaron, entre otros escritores, Heinrich Böll y Hans Magnus Enzensberger, eran "obras teatrales con un texto desconocido", según comentó Martin Walser. Aunque añadió que algunas obras eran "extremadamente penosas".

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