Jorge Carrión sobre Un lugar llamado Oreja de perro
1.18.2009Conocí a Jorge Carrión, cronista de viajes, en un encuentro de escritores "jóvenes" organizado por Julio Ortega en noviembre del 2004 en la FIL Guadalajara. Formaron parte de ese grupo también Edmundo Paz Soldán, Mayra Santos Febres, Andrea Jeftanovic, Antonio Ortuño, Guadalupe Nettel, Florencia Abatte y yo. Ese encuentro fue fundamental para mí: Salía de un divorcio y odiaba la literatura. Entonces conocí el cariño de amigas nuevas, como Andrea y Mayra, y me reencontré con viejos amigos como Edmundo. Con Jorge, lamentablemente, apenas si conversé. En fin, justo hoy Edmundo colgó en el Fb una foto de esa época... y sentí como si estos cuatro años y dos meses que han pasado hubieran dejado una huella notoria en mí física y emocionalmente. Ya no soy más el Chico Owen. Coincidiendo con aquella nostalgia imprevista, me encuentro en el ABCD las letras una reseña de mi novela Un lugar llamado Oreja de perro (Anagrama) escrita por Jorge Carrión. En el primer párrafo comenta que lee Moleskine Literario, que de paso por Lima -nos comunicamos pero no pudimos coordinar- buscó sin éxito Las fotografías de Frances Farmer (no hay en librerías, solo en Amazonas a cinco soles) y que leyó con expectativa mi novela, pero lo decepcionó. Busco en la breve reseña el motivo de su decepción y encuentro este párrafo:
En los «Agradecimientos» finales se lee: «A Liz Rojas Valdez, cuyo valiente y conmovedor testimonio, que he tomado como base para la historia de uno de mis personajes, fue el impulso definitivo que me ayudó a asumir la escritura de esta novela». La contradicción no es superada por el proyecto literario. La opción por ficcionalizar en vez de por relatar no queda justificada. Las aventuras eróticas del narrador y su tormento personal, el pintoresquismo del personaje de Jazmín (una mujer capaz de «oír el futuro»), un estilo basado en el párrafo breve (a veces de forma gratuita) o el adelgazamiento de los sucesos violentos resultan elementos formal, ética o temáticamente discordantes en un conjunto demasiado imperfecto. Tal vez se trate de un error de base: una crónica hubiera sido más adecuada (más justa) que una novela.
Debo admitir que en vez de desilusionarme, preocuparme o fastidiarme, la reseña de Jorge me ha causado una gran sonrisa. ¿En qué Universo paralelo mi novela pretendería "relatar" la historia de la gente herida por el terrorismo? ¿Escribir una crónica es más "justo" que escribir una novela para narrar el dolor de una pérdida individual o colectiva? ¿Está hablando en serio, o es un defecto profesional de cronista? Como sea, solo me queda mandarle un abrazo a Jorge (un par de afectuosas palmadas en la espalda sería lo adecuado) y esperar que nunca consiga Las fotografías de Frances Farmer. No vaya a ser que se decepcione de nuevo porque piense que, en vez de contar la historia de un hombre que vive obsesionado con la demente actriz de Hollywood, debí escribir la biografía de la Farmer. Eso sería, quizá, más justo (¿?)
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