Hace unos días conocí a Iñaki. Una persona que demuestra pasión y ganas por la pesca, aunque con mala fortuna en sus inicios como pescador de mar. Por ello, me ofrecí a instruirle en lo que pudiera, para que al menos tomase una senda que no le hiciera desistir, pues considero que la pesca puede ser un deporte muy agradecido en muchos aspectos.
Quizás fue cosa del destino, que me encontrase con este compañero vasco, ya que desde hace mucho tiempo, sigo los blogs de muchos pescadores de esta comunidad, especialmente de los de pesca de sargo.
Y claro, si uno puede enseñar alguno de los trucos que se van recopilando con el paso de los años, pues se le ahorra algún quebradero de cabeza al que se inicia.
De esta manera, pasaron los días y llegó la fecha de quedar para intentar pescar algún sargo, si bien lo primero era pescar algún pez.
Llegamos al lugar con un mar un tanto pasado, sin embargo, había que tratar de exprimir la zona e intentar clavar algún espárido.
Con los aparejos listos y unas directrices básicas, Iñaki se puso manos a la obra.
Inicialemente con algunos enganches, pero luego con algo más de fortuna. De esta manera, mi compañero se hizo con el primer pez de la jornada. Fue una boga de mar, la que encontró deliciosa la gamba pelada que Iñaki le había ofrecido.
Cuando yo me puse a pescar, me percaté de que había mucha alga rota en el agua, la cual propiciaba alguna incomodidad.
Me fui desplazando por las rocas, mientras Iñaki cogía carrerilla con las bogas. Sin duda era un buen entrenamiento para adquirir cierta práctica.
Yo buscaba con ahínco la picada del sargo, así que iba y venía, subía y bajaba, ...
La niebla se adueñó de la tarde, eclipsando al astro rey. Tan sólo unos valientes rayos llegaban a acariar el agua en el horizonte, mientras mi caña aguardaba paciente la señal de que un sargo estaba al otro lado de la línea.
Me armé de paciencia y al final saqué algunas bogas. Por ello, opté por moverme un poco más lejos.
Una zona un tanto arriesgada en días de lluvia, pero bastante segura en el día de hoy.
En la pugna por los cielos, la espesa niebla comenzó a retirarse hasta dar paso a un cielo nublado, que favorecía nuestras aspiraciones.
Con la subida de la marea, la violencia del mar iba en aumento, por lo que había que ser cautos.
Mi compañero seguía sacando peces, lo cual me alegraba en la distancia.
Deseaba que saliera al menos un sargo, pues no disponíamos de mucho más tiempo.
Para entonces, la insistente niebla había regresado, aunque de manera más tímida.
Y al final, tanto insistí, que di con un solitario sargo, que elevé hasta mi posición, para luego mostrárselo a Iñaki. Tras la recuperación en una pequeña charca, este volvió a su medio, en compañía de las bogas que habían salido durante la jornada.
A pesar de que la tarde no prometía nada, pudimos tocar escama, lo cual me alegró.
Ahora queda pendiente que Iñaki saque su primer sargo, aunque eso será en la segunda lección jejeje.