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viernes, 16 de marzo de 2012

Territorio Lamprea

El fin de semana pasada me fui con Sergio (pescarobaliza) y su amigo Carlos Caamaño, al río que irriga y da vida a la mayor parte de nuestra comunidad autónoma: El Miño.
Hablar del Miño es hablar de un río con gran variedad de especies piscícolas, pero también de un río con historia, pues durante siglos, ha sentido como el ser humano ha echado mano de su ingenio para hacerse con muchos de sus tesoros.En esta jornada nos fuimos hasta una zona del tramo internacional del Miño, que discurre por el municipio de Arbo, famoso por su fiesta de exaltación de la lamprea, que se celebra el último fin de semana de abril.
Aquí pudimos contemplar de primera mano las nasas, que se colocan en unas estructuras formidables de piedra, llamadas "pesqueiras". Tras unos minutos maravillándonos de tan espectacular entorno, montamos los equipos y comenzamos a pescar.
El río estaba muy bajo de caudal, pero buscamos las zonas que a priori parecían más prometedoras.
A pesar de haberse recuperado hace poco de un accidente, Sergio empezó a pescar con total normalidad, salvo por alguna molestia puntual.La falta de agua deja al descubierto amplias zonas de cantos rodados, por las que podemos ir accediendo a otros puntos desde los que seguir probando fortuna.
Caminando por la orilla descubrí una charca de aguas residuales que parecían venir de una estación de tren próxima. Sin duda una mancha que empaña un entorno tan espectacular.Más abajo el padre Miño se encañona y hay que hacer uso de señuelos más pesados.
A pesar de la falta de agua, la corriente es fuerte, pues la recogida de nuestros engaños se torna dura por momentos.Vuelvo sobre mis pasos para reunirme con mis compañeros, que prueban fortuna en una zona más somera y rápida.
La mañana transcurre sin actividad por parte de los peces, pero las ganas de estrenarse en este lugar pueden más.Desde la lejanía observo a un par de personas sobre las "pesqueiras".
Aquí se puede apreciar la estructura de dichas formaciones, entre las que quedan unos estrechos pasillos, donde posteriormente se colocarán las nasas, como las de la primera fotografía.
Es impresionante comprobar que estas construcciones (algunas de la época romana), hayan podido resistir durante siglos las crecidas del Miño, pues en épocas de lluvia, el agua sube muchos metros, lo que multiplica la potencia del agua al precipitarse contra los muros.Antes de marcharnos a comer, echamos un vistazo a la parte superior del tramo en el que nos encontrábamos. Las vistas eran prometedoras, pero acceder a ellas sería otro cantar.
Con los estómagos reclamando su manutención, nos fuimos a buscar algún lugar donde reponer fuerzas.Por la tarde, después de mucho buscar por caminos y callejuelas estrechas, llegamos a un nuevo lugar muy prometedor, ya que otros pescadores se encontraban pescando por la zona.
Un tremendo pozo dominaba la mayor parte del espacio y un poco más arriba, el río discurría encauzado entre enormes moles graníticas.

Mientras aguardábamos a que llegase el sereno, estuvimos charlando de nudos, peces, fotografía, etc.
Cuando llegó el momento esperado, comenzamos a ver actividad en superficie. La mayor parte correspondía a ciprínidos (bogas y cachos), si bien alguna pintona se animaba a probar alguno de los cientos de quironómidos que volaban justo por encima de la superficie del agua.
La jornada no nos obsequió con capturas, pero en una futura jornada, ya no iremos dando palos de ciego.

miércoles, 27 de julio de 2011

Jornada de mar y río

Hace unos días volví a nuestro querido mar, para acompañar a Víctor, Miguel y Carlos en una jornada tras las lubinas.
Tras reunirnos los cuatro en el lugar acordado, tuvimos que buscar una zona donde se moviese un poco el mar, ya que la previsión no era muy buena.
Finalmente sugerí una zona donde miramos que había algo de rompiente y para allá nos fuimos.En el lugar observamos a varios pescadores, pero la costa es amplia, por lo que pescaríamos sin problemas de espacio.
Al segundo lance una lubina pequeña se prendió en mi sasuke y en pocos segundos ya posaba para la foto.Y casualmente, Víctor también capturó una lubina al segundo lance. Él utilizó un lucky craft sea finger de gran tamaño que desató el instinto depredador de la reina de la espuma.Miguel se aventuró en una roca aislada y recibió una severa mojadura, pues había ocasiones en las que el mar rompía con fuerza.
Por suerte estos casos suelen ser motivo de bromas entre compañeros, pero uno nunca puede bajar la guardia.A continuación fue Carlos quién puso en seco a otra joven lubina. Parecía que el lugar era propenso a recibir las visitas de las lubinas, por lo que mis compañeros insistieron en el lugar.
Yo sin embargo busqué nuevos escenarios y me aventuré en la lejanía, pero sin perder de vista a los demás.El resto de la mañana fue discurriendo sin actividad por parte de los peces, aunque uno de los compañeros había capturado una aguja.
El sol se despertó y fue buscando su posición natural en el celeste techo del que gozábamos esa mañana.Con este panorama, perdimos toda esperanza de hacernos con algún pez más, por lo que nos fuimos a tomar un tentempié.Por la tarde mi hermano me llamó para ir a pescar al río con él y con Antonio.
Llegué a media tarde pues las temperaturas eran bastante altas y no tenía intención de pasar calor.
Mi hermano me sugirió que me acercase hasta el puente, pues se divisaban algunos reos de buen porte, pero yo me limité a preparar las cosas para comenzar a pescar. Dani y yo lo intentaríamos con la mosca, mientras que Antonio probaría suerte con el spinning.
En la primera tabla en la que íbamos a pescar mi hermano y yo, nos encontramos a un hombre navegando con un kayak, pero al poco de vernos vadeando, se arrimó a la orilla y se marchó.
Dudábamos si en el río se permitía la navegación, pero con el kayak fuera del río, proseguimos pescando sin mayor preocupación.Tras un par de ataques fallidos me hice con la primera captura, pero curiosamente no fue una trucha sino un cacho el que tomó la mosca.
Poco después otro ejemplar de la misma especie se prendió del anzuelo y entonces me planteé la posibilidad de que esa iba a ser la tónica general de la tarde.
Durante el vadeo, mi hermano logró avistar una solla que salió apresuradamente del lecho del río, pues estas se camuflan muy bien en los fondos arenosos de las zonas intermareales. Pero afortunadamente todo cambió cuando capturé sendas truchas en un pequeño espacio de río.
Con la bajada del sol, estas habían entrado en actividad, pero desconocíamos lo que estaban comiendo.
Pensamos en las emergentes de tricóptero, pero yo seguí con la mosca seca, pues la espectacularidad de la tomada, hace que la consecución de la captura tenga un sabor más dulce.Mi hermano también se estrenó con las capturas en esta tabla que finalizaba en una zona que no se podía vadear.
Tuvimos que salir del río para proseguir la pesca y junto con Antonio, nos fuimos a una zona de corrientes.
Nos encontramos a un pescador de cebo pescando en estas corrientes y por lo que pude ver, este lo hacía con cebo natural.Pescando en las corrientes observé la cebada de una gran trucha que se precipitó hacia el medio aéreo para tomar un insecto.
Me quedé con su ubicación, pues intentaría engañarla poco después.
La luz había descendido notablemente y ahora los peces eran más vulnerables. En poco tiempo tuvimos varias picadas y conseguimos sacar alguna trucha más.
Cuando ya no podíamos ver la mosca, decidimos poner punto y final a la jornada y así pusimos rumbo a casa.

sábado, 25 de junio de 2011

Pescando en la jungla

Me levanto temprano para ir a pescar a un río en el que no ponía los pies desde hacía tres años. El motivo principal era que la última vez que había ido, las orillas estaban impracticables.
Comencé pescando en la zona intermareal, donde mújoles, truchas y algún reo comparten hábitat.
Con las primeras luces capturé esta trucha que se defendió como sólo las truchas de estas zonas suelen hacer: con una bravura descomunal.El río se presentaba bajo y cuando una trucha emprendía la persecución tras el señuelo, el cuerpo de esta generaba una perturbación que delataba la talla y la posición del pez.
Era algo así como cuando la aleta dorsal de un tiburón asoma por encima de la superficie del agua, pero en este caso el pez era mucho menos temible jejejeDisfruté de lo lindo con estas estelas generadas por los cuerpos de las truchas, pues hay que tener la sangre fría para no adelantarse a los acontecimientos.
Supongo que muchos pescadores de truchas han visto como una trucha se dirigía hacia su señuelo y en el momento de clavar, se precipitan y le quitan literalmente el engaño de la boca.
Y de esta manera fui sacando truchas a buen ritmo.Por encima de una pequeña cascada engañé a otra trucha, que respondió al ofrecimiento de una pequeña cucharilla negra.
A estas alturas de temporada me gusta hacer uso de colores naturales, donde destacan el negro, el dorado y el cobreado. También uso alguna cucharilla zincada, ya que la plateada me resulta demasiado brillante (salvo que se le oscurezca la pala con la llama de un mechero o cerilla).Cuando el río se me presentó de esta manera, pensé: -Ahora ya sé porque hacía tiempo que no venía por aquí.
En estos casos sólo me preocupa la integridad del vadeador, por lo que busqué un palo y comencé a abrirme paso entre la maleza.
Avanzando con el agua muy cerca del pecho, logré llegar a una zona en la que pude dejar las tareas de limpieza.
El reto ahora era mucho mayor. Una enorme rama de sauce se había caído en el cauce y las zarzas habían colonizado los intersticios de esta. Tocaba salir del río y buscar algún lugar por el que avanzar.La zona por la que me movía era similar a una ciénaga y la vegetación eran tan espesa que sólo podía intuír donde pisaba.
Busqué con ahínco una salida, pero finalmente tuve que abrirme paso hasta una carretera, para así poder pasar al otro lado.
La señal de 50 de la fotografía me indicaba la proximidad de la vía, pero tuve que aplastar algunas zarzas para acceder al firme de la calzada.Atravesé la carretera y esto fue lo que me encontré del otro lado.
En cualquier momento podía aparecer Tarzán con Chita. Y lo cierto es que no me sorprendería jejeje.
Tras un rato de angustia buscando nuevamente el cauce, logré visualizar por fin el río.
Después de acceder a este, tras un breve respiro, retomé de nuevo la pesca.Las orillas seguían pareciendo una selva, pero mientras el río fuera vadeable, yo no tenía nada de qué preocuparme.
Tuve que volver a salir del cauce y reencontrame con la maleza acechando por todas direcciones, pero junto a unos pequeños olmos, pude regresar al río.
Bajé con cautela pues estaba en una zona en la que antaño había capturado reos y en la que se solían divisar buenos ejemplares.
La casualidad quiso que en uno de los lances, un ejemplar de este salmónido migrador persiguiera mi señuelo, pero con la mala fortuna de quedarme sin espacio para prolongar la recogida. El reo se giró y permaneció estático a unos metros delante de mí.
Cuando reanudé la marcha, el pez huyó como una exhalación.Unos metros más arriba, otra trucha sucumbió a la cucharilla presentada bajo unas zarzas.
Con tanta maleza en las orillas, existían múltiples lugares en los que se podían encontrar las truchas, y sólo haciendo un barrido minucioso, podía hacerme con alguna pintona.Otras se encontraban cobijadas bajo las rocas de los márgenes. Digamos que la experiencia te dicta los lugares más propicios en los que ofrecer el engaño.Esta trucha salió de su escondite, bajo la rama de un laurel, para tomar el engaño. El ataque fue fulminante y la sombra de los árboles me permitieron ver la escena con todo lujo de detalle.Alternado el vadeo y la caminata, fui capturando truchas a lo largo del río, hasta llegar a un nuevo punto caliente.
La salida de un arroyo aportaba agua fresca y oxigenada a las aguas paradas de este tramo. Aquí también tenía engañado a algún reo en otras ocasiones, por lo que procedí con suma cautela.
Lancé justo por encima de la salida del arroyo y entonces se produjo la picada.
Por la potencia del ejemplar, supuse que se trataría de un reo, pero una vez en la mano me di cuenta de que me equivocaba. Se trataba de una trucha de complexión robusta y muy clara, que tras ser observada y fotografiada, volvió al agua.Las zarzas y ortigas fueron dando paso a los grandes helechos, en las orillas del río.
Esto se agradecía a la hora de salir del cauce, pero ahora la luz del sol se asomaba hasta la superficie del agua, provocando molestos brillos. Y por desgracia no me había traído las gafas polarizadas ...Traté de darle la espalda al astro rey, buscando la orientación óptima, para así poder divisar las evoluciones del señuelo.
Y así se siguieron sucediendo las capturas. Pero la tranquilidad ya duraba demasiado y el río volvía a estar oculto tras un entramado vegetal de distintas especies.
Con algunos rasguños en los brazos, logré abrirme paso y alcanzar zonas más despejadas.Llegué a un pequeño pozo en el que vertía sus aguas un pequeño arroyo.
En apenas un metro de recorrido engañé a esta trucha. En el siguiente lance picó otra, pero una cabriola le proporcionó la ventaja suficiente para soltarse. Y colocándome a la izquierda lancé hacia el arroyo, sin embargo no hubo respuesta.
Al avanzar pude comprobar que una trucha salía justo del lugar en el que había efectuado el lance. Entonces pensé: -Esa sabía latín jejeje.Ya me aproximaba a la zona en la que finalizaría la jornada y aquí el río era más transitable.
Observé varios alisos secos a lo largo del cauce. Estas betuláceas, cuyas raíces sirven de cobijo a los múltiples moradores del río, dejan huérfanas de sombra a las orillas que durante años gozaron de su favor.En los últimos metros de la jornada, me enfrenté a un fantasma del pasado, pues aquí perdí un reo de gran porte. Mi juventud me aconsejó sacarlo lo más rápido posible, pero si algún día se repite la escena, la experiencia será mi consejera y la sacadera mi aliada.Volví sobre mis pasos hasta el punto de partida.
Con la claridad del día pude observar a los mújoles comiendo plácidamente en el fondo del río. Estos peces suelen dar bastantes sustos cuando la luz es tenue, ya que el roce de la línea con sus cuerpos suele propiciar su huida en estampida.

Al final la jornada se hizo dura, pero muy satisfactoria en cuanto a capturas. Y yo me quedo con la segunda parte.

martes, 21 de septiembre de 2010

Truchones en Galicia: 2

Al día siguiente Manuel Iglesias nos proporcionó algunas moscas para pescar en el río.
Nos fuimos repartiendo las moscas y los tramos de río a pescar. Pepe en esta ocasión ejercería de fotógrafo oficial, ya que en la jornada anterior había capturado muy buenas truchas y quería que fuésemos nosotros los que disfrutáramos de una jornada memorable.Tras un rato intentándolo en una tabla más abajo del puente, por fin me hice con la primera trucha. Tardé un poco en lograr meterla en la sacadera, ya que se defendió con bravura.
A continuación saqué un cacho, (para mi sorpresa) que tomó la mosca sin temor alguno.
Justo bajo el puente tuve varios rechaces de truchas impresionantes, pero eso no me afectó a la hora de seguir pescando.Pepe estaba atento a nuestras evoluciones y buscaba el momento de disparar su cámara para obtener buenas instantáneas.
Desde la orilla, Manuel Iglesias y un compañero seguían nuestras evoluciones.Paco me alcanzó y le dije que me acompañara río arriba. José Antonio había sacado algunas piezas y entre ellas un buen truchón.
Amablemente dejó que nosotros siguiéramos pescando en la tabla en la que él se encontraba.Un enganche de Paco propició que yo continuase pescando.
Al poco de comenzar clavé esta bella trucha que no se rindió fácilmente. Manuel me decía desde la orilla que no la cobrase como si fuera una lubina, ya que en un principio recuperé línea como si me fuera la vida en ello.
Foto y al agua.Paco me adelantó con cautela para dejarme pescar bajo las ramas de un árbol. Y aquí salió esta otra pintona, después de tener una picada fallida.
Poco después observé a una trucha enorme delante de mí, pero que no mostraba actividad alguna.
Yo ya estaba más que satisfecho y ahora sólo me preocupaba que Paco clavase alguna de las magníficas truchas que tenía delante.A continuación fui acompañando a Paco. Delante de nosotros había varias truchas de muy buen porte y existía la posibilidad de clavar alguna.
Alguna subió para tomar la mosca, pero en el último momento rechazaba el engaño.
Paco decidió atar una ninfa y aún tuvo oportunidad de hacerse con una de aquellas magníficas truchas, pero finalmente no hubo suerte.Al salir del río para ir a comer, comentamos los lances de la mañana.
El hecho de pescar durante bastante tiempo por la mañana nos hizo pensar en la posibilidad de ir a pescar otro tramo sin muerte por la tarde.
Lo hablaríamos mientras comíamos.Manolo nos llevó al lugar en el que mejor se prepara el pulpo según los entendidos.
A la entrada del bar pudimos ver como las hábiles manos de la pulpeira, van preparando las raciones.El pulpo tardaba en hacer acto de presencia y los nervios estaban a flor de piel, pero como se suele decir: "Las cosas buenas, quieren su tiempo".Pero al fin llegó el pulpo que junto al pan comenzaron a desaparecer, acompañados de un vino blanco para mojar el gaznate.
Y de segundo Manolo nos recomendó la "Carne ó caldeiro". No es que fuera muy devoto de la idea, pero resultó que estaba deliciosa.
Y mientras llevaban los postres, fui a ultimar los preparativos de la jornada de la tarde.
El hijo de Manolo me proporcionó las coordenadas de un tramo libre sin muerte del río Arnoia en el que reposar la comida.
Pepe se quedaría en O Carballiño para pescar por la tarde, pues el río al que íbamos no era muy cómodo de andar.Justo antes de llegar al punto exacto, nos encontramos con esta exposición de arte rupestre moderno, que da la bienvenida al viajero.
Más abajo nos encontramos con más rocas y árboles decorados de formas muy diversas.Antes de montar los equipos, dimos un pequeño paseo por las inmediaciones del lugar.
No miramos actividad alguna, pero eso no quería decir que las truchas no estuvieran en el río.
Una vez en el río, decidimos la estrategia a seguir. José Antonio se quedaría cerca del límite inferior, mientras que Paco y yo nos iríamos río arriba.En los primeros lances conseguí sacar esta trucha, que hizo que las perspectivas fueran muy buenas.
A continuación de un salto de agua, había un largo y oscuro pozo que Paco y yo no pescamos, pues la posibilidad de vadearlo era inviable.Río arriba sólo pude ver una cebada, algo que me dio mala espina, pues por la hora en la que nos encontrábamos, debería observarse más actividad.
Aún así, Paco y yo buscamos más zonas en las que presentar nuestras moscas.
Junto a una gran roca tuve una picada, pero la actividad seguía siendo nula.El río ahora nos mostraba zonas más prometedoras, pero se acercaba la hora de marchar, por lo que decidimos ser prudentes y abandonar el río.
Al llegar junto a nuestro compañero, este nos dijo que había capturado un cacho y que no había tenido ninguna picada más.
Nos dirigimos hacia el coche para cambiarnos y emprender el viaje de regreso al hotel.
Mientras cambiábamos la indumentaria, comenzamos a contar chistes y nos echamos unas risas intercambiando el repertorio.
Para finalizar, nos reunimos con Pepe y este nos comentó que había sacado un par de truchas y una de ellas de buen tamaño.

Sin duda han sido unas jornadas muy entretenidas en las que he compartido vivencias muy gratas y por eso, desde este espacio os invito a que repitáis la experiencia cuando queráis.
Estoy seguro que la gastronomía y los reos harán realidad un próximo viaje a esta tierra de meigas.

Saludos para Pepe Romera, Paco Tello y José Antonio Meléndez.

<<<<<<<<<< Las jornadas según José Antonio >>>>>>>>>>