El fin de semana pasada me fui con Sergio (pescarobaliza) y su amigo Carlos Caamaño, al río que irriga y da vida a la mayor parte de nuestra comunidad autónoma: El Miño.
Hablar del Miño es hablar de un río con gran variedad de especies piscícolas, pero también de un río con historia, pues durante siglos, ha sentido como el ser humano ha echado mano de su ingenio para hacerse con muchos de sus tesoros.En esta jornada nos fuimos hasta una zona del tramo internacional del Miño, que discurre por el municipio de Arbo, famoso por su fiesta de exaltación de la lamprea, que se celebra el último fin de semana de abril.
Aquí pudimos contemplar de primera mano las nasas, que se colocan en unas estructuras formidables de piedra, llamadas "pesqueiras". Tras unos minutos maravillándonos de tan espectacular entorno, montamos los equipos y comenzamos a pescar.
El río estaba muy bajo de caudal, pero buscamos las zonas que a priori parecían más prometedoras.
A pesar de haberse recuperado hace poco de un accidente, Sergio empezó a pescar con total normalidad, salvo por alguna molestia puntual.La falta de agua deja al descubierto amplias zonas de cantos rodados, por las que podemos ir accediendo a otros puntos desde los que seguir probando fortuna.
Caminando por la orilla descubrí una charca de aguas residuales que parecían venir de una estación de tren próxima. Sin duda una mancha que empaña un entorno tan espectacular.Más abajo el padre Miño se encañona y hay que hacer uso de señuelos más pesados.
A pesar de la falta de agua, la corriente es fuerte, pues la recogida de nuestros engaños se torna dura por momentos.Vuelvo sobre mis pasos para reunirme con mis compañeros, que prueban fortuna en una zona más somera y rápida.
La mañana transcurre sin actividad por parte de los peces, pero las ganas de estrenarse en este lugar pueden más.Desde la lejanía observo a un par de personas sobre las "pesqueiras".
Aquí se puede apreciar la estructura de dichas formaciones, entre las que quedan unos estrechos pasillos, donde posteriormente se colocarán las nasas, como las de la primera fotografía.
Es impresionante comprobar que estas construcciones (algunas de la época romana), hayan podido resistir durante siglos las crecidas del Miño, pues en épocas de lluvia, el agua sube muchos metros, lo que multiplica la potencia del agua al precipitarse contra los muros.Antes de marcharnos a comer, echamos un vistazo a la parte superior del tramo en el que nos encontrábamos. Las vistas eran prometedoras, pero acceder a ellas sería otro cantar.
Con los estómagos reclamando su manutención, nos fuimos a buscar algún lugar donde reponer fuerzas.Por la tarde, después de mucho buscar por caminos y callejuelas estrechas, llegamos a un nuevo lugar muy prometedor, ya que otros pescadores se encontraban pescando por la zona.
Un tremendo pozo dominaba la mayor parte del espacio y un poco más arriba, el río discurría encauzado entre enormes moles graníticas.
Mientras aguardábamos a que llegase el sereno, estuvimos charlando de nudos, peces, fotografía, etc.
Cuando llegó el momento esperado, comenzamos a ver actividad en superficie. La mayor parte correspondía a ciprínidos (bogas y cachos), si bien alguna pintona se animaba a probar alguno de los cientos de quironómidos que volaban justo por encima de la superficie del agua.
La jornada no nos obsequió con capturas, pero en una futura jornada, ya no iremos dando palos de ciego.
Aquí pudimos contemplar de primera mano las nasas, que se colocan en unas estructuras formidables de piedra, llamadas "pesqueiras". Tras unos minutos maravillándonos de tan espectacular entorno, montamos los equipos y comenzamos a pescar.
El río estaba muy bajo de caudal, pero buscamos las zonas que a priori parecían más prometedoras.
A pesar de haberse recuperado hace poco de un accidente, Sergio empezó a pescar con total normalidad, salvo por alguna molestia puntual.La falta de agua deja al descubierto amplias zonas de cantos rodados, por las que podemos ir accediendo a otros puntos desde los que seguir probando fortuna.
Caminando por la orilla descubrí una charca de aguas residuales que parecían venir de una estación de tren próxima. Sin duda una mancha que empaña un entorno tan espectacular.Más abajo el padre Miño se encañona y hay que hacer uso de señuelos más pesados.
A pesar de la falta de agua, la corriente es fuerte, pues la recogida de nuestros engaños se torna dura por momentos.Vuelvo sobre mis pasos para reunirme con mis compañeros, que prueban fortuna en una zona más somera y rápida.
La mañana transcurre sin actividad por parte de los peces, pero las ganas de estrenarse en este lugar pueden más.Desde la lejanía observo a un par de personas sobre las "pesqueiras".
Aquí se puede apreciar la estructura de dichas formaciones, entre las que quedan unos estrechos pasillos, donde posteriormente se colocarán las nasas, como las de la primera fotografía.
Es impresionante comprobar que estas construcciones (algunas de la época romana), hayan podido resistir durante siglos las crecidas del Miño, pues en épocas de lluvia, el agua sube muchos metros, lo que multiplica la potencia del agua al precipitarse contra los muros.Antes de marcharnos a comer, echamos un vistazo a la parte superior del tramo en el que nos encontrábamos. Las vistas eran prometedoras, pero acceder a ellas sería otro cantar.
Con los estómagos reclamando su manutención, nos fuimos a buscar algún lugar donde reponer fuerzas.Por la tarde, después de mucho buscar por caminos y callejuelas estrechas, llegamos a un nuevo lugar muy prometedor, ya que otros pescadores se encontraban pescando por la zona.
Un tremendo pozo dominaba la mayor parte del espacio y un poco más arriba, el río discurría encauzado entre enormes moles graníticas.
Mientras aguardábamos a que llegase el sereno, estuvimos charlando de nudos, peces, fotografía, etc.
Cuando llegó el momento esperado, comenzamos a ver actividad en superficie. La mayor parte correspondía a ciprínidos (bogas y cachos), si bien alguna pintona se animaba a probar alguno de los cientos de quironómidos que volaban justo por encima de la superficie del agua.
La jornada no nos obsequió con capturas, pero en una futura jornada, ya no iremos dando palos de ciego.