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lunes, 24 de abril de 2017

Lucios zamoranos 2

La segunda jornada iba a ser bien diferente a la primera, ya que transcurriría en el embalse de Ricobayo, pescando desde embarcación. Esta situación no aseguraba nada, aunque tendríamos la ventaja de cubrir más zonas, que si lo hiciéramos desde orilla. Así que formamos dos grupos: Sergio y Juan por un lado, Suso, Carlos y yo, por otro.
Sergio fue el primer agraciado, con la captura de un barbo común, que le brindó una buena pelea.
No era el ansiado lucio, pero animó al resto del grupo.
El viento matinal nos hacía derivar rápidamente por la superficie, así que había que ingeniárselas para tantear las zonas más propicias. Carlos fue el siguiente en sentir una picada, que materializó en captura. Otro barbo con una herida de guerra en uno de sus laterales.
La jornada iba bien encaminada, aunque los afortunados del día anterior volvían a repetir.
En una de las pasadas, la recuperación de mi vinilo se ve interrumpida. Clavo con decisión y trato de mantener la tensión en todo momento. Voy cobrando línea hasta que en la superficie contemplo un lucio de porte interesante. Todavía le quedaban fuerzas para realizar unos saltos antes de entregarse, lo cual me preocupó momentáneamente, aunque el bajo de línea resistió sin problemas.
Con algo de temor me animo a sujetar el pez como he visto en algún vídeo, usando únicamente las manos.
En una récula cercana la caña de Suso se doblaba bajo la tensión que un pez ejercía desde las profundidades. Otro barbo común que era recibido con alegría.
En aquel momento pienso en Juan, que es el que quedaba por "tocar escama". Y mi único pensamiento era que él también lo lograse. Sería una jornada redonda.
Y cuando nos reencontramos con nuestros compañeros, nos dan la buena nueva. Juan se había hecho con un par de barbos. Ahora que ya todos habíamos cumplido, tocaba disfrutar de lo que quedaba de jornada.
Suso volvió a tener varias picadas, pero un tanto tímidas, pues ninguna se materializó. Así que había que buscar la manera de convencer a los peces. Por ello nos fuimos a otras zonas, ya que durante bastante tiempo habíamos pescado en un mismo punto.
Las pequeñas ensenadas permitían pescar a un lado y a otro sin lances muy largos, si bien parecía no haber mucha actividad.
Por la orilla observamos a algunos pescadores, y alguno de ellos lo intentaba con el equipo de mosca.
El tiempo se nos echaba encima, y en la recta final exprimimos al máximo las opciones de capturar algún pez más. De esta manera Carlos volvía a toparse con un torpedo de bellos barbillones.
Una vez en el embarcadero, tuvimos que esperar a que nos abriesen la puerta. Y qué mejor que aguardar, haciendo algunos lances.
Había enormes cardúmenes de alburnos pululando por la zona, lo cual hacía presagiar la presencia de depredadores al acecho.
Y entonces comenzaron las picadas de los barbos, aunque muchas eran fallidas.
Desde luego yo no dejaría de intentarlo, por si sonaba la flauta. Así que al poco de probar suerte ... di la nota con otra nueva captura jejeje.
Suso también tiempo de repetir con otro bonito barbo. Un pez con una talla tan interesante no se podía pasar por alto.
Estoy seguro que ahora la pesca continental ya le tira un poco más.
Y en los últimos coletazos de la jornada, volví a clavar otro bonito barbo común.
Para mí fue la guinda de una jornada muy entretenida, pese a que el viento nos lo puso un tanto difícil.

El balance total de las dos jornadas fue bueno, pues pudimos dar con los lucios en distintos escenarios y además, deleitarnos con las carreras de los barbos comunes.

martes, 24 de noviembre de 2009

Viaje a Ricobayo: Día 2

El sueño reparador de la noche nos permitió levantarmos temprano. Abandonamos el bar de Atilano, donde habíamos pernoctado y pusimos rumbo al nuevo destino.
En esta segunda jornada nos dirigimos hacia otra zona de la que nos habían hablado bien.
Una vez en el nuevo emplazamiento tan sólo teníamos en mente al lucio, e intentaríamos por todos los medios sacar alguno, ya que disponíamos de la mitad del día, debido a que la otra mitad la emplearíamos para el viaje de vuelta.Con los equipos listos, nos acercamos hasta la base de uno de los puentes en la que había un pescador. Resultó ser un pescador rumano y ya había capturado un lucio, el cual tenía en una red.
Me causó una gran lástima mirar a ese bello pez, pero supongo que si se lo iba a llevar, sería para su posterior consumo.Tomamos rumbo hacia la derecha de los puentes en busca de réculas y cortados. Delante nuestra había dos pescadores y uno de ellos había clavado otro ejemplar que se liberó antes de que pudiera echarlo a tierra.
Esto nos animaba aún más y los nervios por tocar escama se comenzaban a palpar.Después de mirar algunos alburnos por la orilla, cambié la cucharilla por un pez artificial color perca. Estaba pensando en que este señuelo me podía dar la posibilidad de sacar mi primer lucio.
Al poco rato del cambio de táctica, noté un ataque muy cerca de la orilla ¡¡ Era un lucio !!
Un luciete, pero al fin y al cabo un lucio.
Observé que se había comido la mitad del pez por lo que debía de venir bien clavado.
Lo puse en seco y procedí a liberarlo rápidamente. Estaba un poco nervioso por los dientes del animal, pero devolverlo con vida era indispensable.
Una vez desprendido del anzuelo, las fotos de rigor y al agua.
Recibí las felicitaciones de los compañeros y proseguimos la jornada aún más animados.Ahora éramos seis pescadores a la caza del esócido.
Aunque el frío provocado por el viento era intenso por momentos, la posibilidad de más capturas eran motivo suficiente para continuar sondeando las orillas.
Llegados a una récula, los dos pescadores que nos acompañaban, se fueron a probar suerte a otro lugar.Después de que los nervios de la captura desaparecieran, ya sólo me rondaba una idea por la cabeza: Juan tenía que sacar una pieza, puesto que en la jornada anterior no había tenido fortuna con los barbos.Después de un buen rato con la cucharilla, Juan hizo un montaje en tándem, compuesto por la cucharilla y un pikie de vinilo.
Increíblemente, al segundo lance su caña se flexionó violentamente. Un lucio había atacado el engaño.
La presencia de unas rocas obligaron a mi compañero a subir por la pendiente y volver a bajar, sin que el pez le diese un solo respiro. Ya estaba cerca ... un lucio de unos 4 ó 5 kilos emergía y se doblegaba ante el pescador.
En ese momento escuché que Miguel decía que se había quedado sin batería y yo estaba al borde de la misma situación. Paré la grabación para sacar una foto del lucio, pero cuando Juan se dispuso para sujetar el bajo de acero, el lucio ejecutó una sacudida que le proporcionó la libertad.
Sólo me dio tiempo a tomar esta foto en la que se puede apreciar dentro del círculo, la silueta frontal del pez y las ondas provocadas por su huida.Al llegar a un cortado de paredes casi verticales, tuvimos que dar la vuelta y dirigirnos hacia el punto de partida.
Entre las rocas encontré el cuerpo inerte y vacío, de un barbo. Quizás fue atacado por un lucio o cormorán y las lesiones le provocaron la muerte.Una vez bajo el puente nos dispusimos a probar unos vinilos que nos habían regalado los amigos de el pez rosa, puesto que son colaboradores del foro vigospinning.
Yo utilicé el Shad GT verde especial lucio con un pequeño jig, mientras que otros compañeros optaron por otros modelos.Dejándolo profundizar bastante se podía revelar como un gran aliado y no tardó en motivar a un lucio de la zona, que le propinó una dentellada, dejándole unos cortes apreciables.
La situación del anzuelo estaba muy adelantada. Necesitaría un anzuelo triple más atrás, ya que así las picadas podrían traducirse en capturas.Lo mismo le ocurrió a Miguel poco después. Otro lucio dejó las marcas de sus dientes en la cola del pikie.
Insistimos en el lugar por si nos daba algún lucio, pero las picadas cesaron, y con ellas se desvanecieron las opciones de captura antes del regreso.Con nuestros relojes marcando la hora de salida, ya sólo nos quedaba despedirnos de este encantador lugar, al que seguro que volveremos con un poco más de experiencia el año que viene.
Un vistazo a nuestro alrededor y rumbo al coche para emprender el viaje de regreso.
Por el camino fuimos comentando todo lo que habíamos vivido en esta primera expedición en busca del lucio y de lo grata que fue nuestra estancia en tierras zamoranas.

Agradezco la hospitalidad de Atilano (dueño del Hostal del Río) y la colaboración de el pez rosa por el material enviado para estas jornadas.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Viaje a Ricobayo: Día 1

Antes de nada comentaros que la familia de Rafael del Pozo ha dejado esta nota para todos vosotros.

Este fin de semana por fin hicimos realidad una salida de pesca que teníamos planeada desde hace meses.
Juan, Javi, Miguel y yo nos desplazamos hasta el embalse de Ricobayo, para intentar capturar al depredador más representativo de sus aguas: el lucio.Después de un largo viaje iniciado varias horas antes, por fin llegamos a nuestro destino. El embalse presentaba un nivel bastante bajo, pero según nos habían comentado, el lugar era idóneo para sacar alguna pieza.Javi y Miguel comenzaron con unas cucharillas plomadas trabajándolas en profundidad. Prospectando la zona lograron avistar algunos buenos ejemplares de black bass, que no hicieron ningún caso.Juan y yo también comenzamos utilizando los mismos señuelos, pero al poco cambié por un spinnerbait pesado.
Fuimos probando a diferentes profundidades y zonas. En réculas y cortados.
En la orilla opuesta escuchamos como alguien capturaba una pieza, pero no llegamos a saber de qué pez se trataba.La zona era de bastante dificultad y a menudo había que ir ascendiendo entre las cortantes y resbaladizas rocas.
Avistamos bandadas de cormoranes volando sobre la enorme masa de agua. El embalse les proporciona alimento suficiente para instalarse aquí permanentemente, ya que las proporciones de este son ciertamente impresionantes.El sol comenzó a desplegar su fulgor sobre el valle y el hecho de que comenzase a calentar nos ayudó a paliar los efectos del frío.
Cuando nos bajamos del coche la temperatura era de unos 6º centígrados. Una temperatura un tanto desagradable para alguien que al salir de casa disfrutaba de 10º C más.Por momentos la orilla hacía necesario el uso de todas las extremidades a un tiempo. Estrechos pasos entre las rocas y desniveles extremos eran constantes.
Fuimos probando en todas las zonas a nuestro alcance, pero los lances eran infructuosos.Al ser neófitos en este tipo de pesca y unos desconocedores de la zona, la pesca se nos hizo muy cuesta arriba. Decidimos salir del lugar y desplazarnos a otra zona de la que teníamos buenas referencias.Por el camino nos encontramos con algo muy curioso: Un coto de setas. Algunos carteles advertían de la presencia de zonas de explotación de setas.En el nuevo emplazamiento pudimos ver un pequeño pez que nadaba de forma errática y que parecía ser un alburno. Su presencia nos animó, ya que algún lucio podía estar al acecho de alguno de estos ciprínidos.
Recorrimos por la orilla un largo trecho hasta que llegamos a una récula en la que Juan tuvo una picada. Un poco más adelante avisté a un pequeño grupo de barbos que huyeron apresuradamente. Me pregunté si la picada que Juan había tenido, podía haber sido de uno de estos peces y no de un lucio.Decidimos dar la vuelta en vista de que la suerte no nos acompañaba. Tomamos un pequeño respiro antes de emprender la vuelta, y de nuevo a caminar.
Probaríamos cerca del puente de los Cabriles antes de irnos al bar de Atilano, que es donde pasaríamos la noche.Una breve caminata entre las jaras y el tomillo nos llevarían junto al coche.
El paisaje es una maravilla y dista mucho del que tenemos en Galicia, en cuanto a orografía, flora y fauna se refiere.De camino al emplazamiento final pudimos observar la inmensidad de Ricobayo. Cantidad de meandros se pierden en el horizonte, mostrándonos el cauce original del río Esla.
Avistamos un buen número de milanos sobrevolando la zona, que seguramente cuentan con una fuente de alimento importante en la zona.El ganado ovino predomina en el lugar y también es otra gran diferencia con Galicia, en la que el ganado más representativo es el vacuno.
El hecho de encontrarnos en un lugar tan diferente al cotidiano ya era todo un premio, pero habíamos venido a pescar y sólo nos quedaba una oportunidad más, antes de marcharnos a cenar.En una récula con un pequeño aporte de agua percibimos los movimientos de unos peces. Al acercarnos un poco más, nos dimos cuenta que se trataban de barbos. Andando por la orilla me encontré una caña Teeth con un carrete Shimano. Seguramente se le cayó a alguién de una embarcación cuando el nivel del agua estaba muy por encima. Después de comprobar que funcionaba me limité a pescar con mis compañeros.Después de un buen rato sin resultados, Juan y Miguel se separaron de nosotros. La insistencia hizo que Javi sacara el primer barbo.
Por fin tenía delante al pez que tantas veces había visto en los blogs de nuestros amigos del sur:
Pescamoscasevilla y PeskacorInmediatamente después, saqué sendos barbos. Mis primeros barbos comunes.
Una sensación indescriptible, mezcla de euforia y nerviosismo, me embargaba en esos momentos.
Con las últimas luces de la tarde, Juan y Miguel regresaron al lugar donde Javi y yo permanecimos.
Miguel sacó otros dos barbos, que como los anteriores, fueron devueltos a su medio.
Ya sólo quedaba Juan por estrenarse, y aunque tuvo clavado alguno, la captura no llegó a buen puerto.
Me lamenté por esta situación, pero Juan se iba contento por la experiencia del primer día.
Todavía nos quedaba el domingo.

Próximamente:
Día 2