Hace unos días volví a nuestro querido mar, para acompañar a Víctor, Miguel y Carlos en una jornada tras las lubinas.
Tras reunirnos los cuatro en el lugar acordado, tuvimos que buscar una zona donde se moviese un poco el mar, ya que la previsión no era muy buena.
Finalmente sugerí una zona donde miramos que había algo de rompiente y para allá nos fuimos.
En el lugar observamos a varios pescadores, pero la costa es amplia, por lo que pescaríamos sin problemas de espacio.
Al segundo lance una lubina pequeña se prendió en mi sasuke y en pocos segundos ya posaba para la foto.
Y casualmente, Víctor también capturó una lubina al segundo lance. Él utilizó un lucky craft sea finger de gran tamaño que desató el instinto depredador de la reina de la espuma.
Miguel se aventuró en una roca aislada y recibió una severa mojadura, pues había ocasiones en las que el mar rompía con fuerza.
Por suerte estos casos suelen ser motivo de bromas entre compañeros, pero uno nunca puede bajar la guardia.
A continuación fue Carlos quién puso en seco a otra joven lubina. Parecía que el lugar era propenso a recibir las visitas de las lubinas, por lo que mis compañeros insistieron en el lugar.
Yo sin embargo busqué nuevos escenarios y me aventuré en la lejanía, pero sin perder de vista a los demás.
El resto de la mañana fue discurriendo sin actividad por parte de los peces, aunque uno de los compañeros había capturado una aguja.
El sol se despertó y fue buscando su posición natural en el celeste techo del que gozábamos esa mañana.
Con este panorama, perdimos toda esperanza de hacernos con algún pez más, por lo que nos fuimos a tomar un tentempié.
Por la tarde mi hermano me llamó para ir a pescar al río con él y con Antonio.
Llegué a media tarde pues las temperaturas eran bastante altas y no tenía intención de pasar calor.
Mi hermano me sugirió que me acercase hasta el puente, pues se divisaban algunos reos de buen porte, pero yo me limité a preparar las cosas para comenzar a pescar.
Dani y yo lo intentaríamos con la mosca, mientras que Antonio probaría suerte con el spinning.
En la primera tabla en la que íbamos a pescar mi hermano y yo, nos encontramos a un hombre navegando con un kayak, pero al poco de vernos vadeando, se arrimó a la orilla y se marchó.
Dudábamos si en el río se permitía la navegación, pero con el kayak fuera del río, proseguimos pescando sin mayor preocupación.
Tras un par de ataques fallidos me hice con la primera captura, pero curiosamente no fue una trucha sino un cacho el que tomó la mosca.
Poco después otro ejemplar de la misma especie se prendió del anzuelo y entonces me planteé la posibilidad de que esa iba a ser la tónica general de la tarde.
Durante el vadeo, mi hermano logró avistar una solla que salió apresuradamente del lecho del río, pues estas se camuflan muy bien en los fondos arenosos de las zonas intermareales.
Pero afortunadamente todo cambió cuando capturé sendas truchas en un pequeño espacio de río.
Con la bajada del sol, estas habían entrado en actividad, pero desconocíamos lo que estaban comiendo.
Pensamos en las emergentes de tricóptero, pero yo seguí con la mosca seca, pues la espectacularidad de la tomada, hace que la consecución de la captura tenga un sabor más dulce.
Mi hermano también se estrenó con las capturas en esta tabla que finalizaba en una zona que no se podía vadear.
Tuvimos que salir del río para proseguir la pesca y junto con Antonio, nos fuimos a una zona de corrientes.
Nos encontramos a un pescador de cebo pescando en estas corrientes y por lo que pude ver, este lo hacía con cebo natural.
Pescando en las corrientes observé la cebada de una gran trucha que se precipitó hacia el medio aéreo para tomar un insecto.
Me quedé con su ubicación, pues intentaría engañarla poco después.
La luz había descendido notablemente y ahora los peces eran más vulnerables. En poco tiempo tuvimos varias picadas y conseguimos sacar alguna trucha más.
Cuando ya no podíamos ver la mosca, decidimos poner punto y final a la jornada y así pusimos rumbo a casa.
Finalmente sugerí una zona donde miramos que había algo de rompiente y para allá nos fuimos.
Al segundo lance una lubina pequeña se prendió en mi sasuke y en pocos segundos ya posaba para la foto.
Por suerte estos casos suelen ser motivo de bromas entre compañeros, pero uno nunca puede bajar la guardia.
Yo sin embargo busqué nuevos escenarios y me aventuré en la lejanía, pero sin perder de vista a los demás.
El sol se despertó y fue buscando su posición natural en el celeste techo del que gozábamos esa mañana.
Llegué a media tarde pues las temperaturas eran bastante altas y no tenía intención de pasar calor.
Mi hermano me sugirió que me acercase hasta el puente, pues se divisaban algunos reos de buen porte, pero yo me limité a preparar las cosas para comenzar a pescar.
En la primera tabla en la que íbamos a pescar mi hermano y yo, nos encontramos a un hombre navegando con un kayak, pero al poco de vernos vadeando, se arrimó a la orilla y se marchó.
Dudábamos si en el río se permitía la navegación, pero con el kayak fuera del río, proseguimos pescando sin mayor preocupación.
Poco después otro ejemplar de la misma especie se prendió del anzuelo y entonces me planteé la posibilidad de que esa iba a ser la tónica general de la tarde.
Durante el vadeo, mi hermano logró avistar una solla que salió apresuradamente del lecho del río, pues estas se camuflan muy bien en los fondos arenosos de las zonas intermareales.
Con la bajada del sol, estas habían entrado en actividad, pero desconocíamos lo que estaban comiendo.
Pensamos en las emergentes de tricóptero, pero yo seguí con la mosca seca, pues la espectacularidad de la tomada, hace que la consecución de la captura tenga un sabor más dulce.
Tuvimos que salir del río para proseguir la pesca y junto con Antonio, nos fuimos a una zona de corrientes.
Nos encontramos a un pescador de cebo pescando en estas corrientes y por lo que pude ver, este lo hacía con cebo natural.
Me quedé con su ubicación, pues intentaría engañarla poco después.
La luz había descendido notablemente y ahora los peces eran más vulnerables. En poco tiempo tuvimos varias picadas y conseguimos sacar alguna trucha más.
Cuando ya no podíamos ver la mosca, decidimos poner punto y final a la jornada y así pusimos rumbo a casa.