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Esta semana nos acercamos en dos ocasiones hasta un embalse, para intentar sacar algún bass.
Diego había sacado alguno bueno días antes por eso no dudamos en acercarnos con él.
Esta semana nos acercamos en dos ocasiones hasta un embalse, para intentar sacar algún bass.
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En esta época algunos ya están con sus nidos hechos, por lo que se pueden localizar fácilmente.
Luis y yo seguimos los consejos que a Diego le habían dado tan buen resultado días antes.
Divisamos a bastantes pescadores en los alrededores, por lo que las zonas en las que poder pescar, disminuían irremediablemente.
A poca distancia de la orilla saqué el primero de la jornada. Por desgracia hacía tragado el vinilo con el anzuelo. La operación de suelta se hizo muy aparatosa y finalmente el bass se me escapó de las manos con el anzuelo en la boca.
En una récula, unos chavales probaban suerte con las spinnerbaits y uno de ellos clavó un buen ejemplar que tras un salto formidable, logró la libertad.
Seguía dolido por la mala suerte que tuve con el bass anterior y entonces Diego divisó a un bass que portaba un pez artificial articulado en su boca.
El pez mostraba signos de estar agonizando y por eso intentamos capturalo, pero nuestros intentos fueron en vano.
Después de perder un buen bass por culpa de una zona comprometida, Luis logró clavar otro buen ejemplar a escasos metros de la orilla.
Este posó para la foto y fue de vuelta al agua.
Ahora quedaba afrontar la recta final de la orilla en la que nos encontrábamos.
Después de que Diego sacara otro bass, divisé un pez artificial en una rama y poco después Luis lo recuperó.
En una zona con vegetación, clavé un buen ejemplar que se soltó en la lucha y poco después, desde el mismo sitio, saqué este.
Cuando alcancé a Diego, este intentaba sacar a otro que había visto.
Luis en la orilla opuesta clavó otro pero al prolongar mucho la lucha se le soltó.
Poco después perdía yo otro bass y ponía el grito en el cielo, ya que se trataba de un buen ejemplar.
El sabor agridulce de la jornada anterior, hizo que Luis y yo repitiésemos escenario de pesca. Esta vez acompañados de Paz, la novia de Luis.
Habíamos llegado un poco tarde, por lo que muchos lugares ya estaban ocupados por otros pescadores.
Tras una picada fallida, clavé el primer ejemplar de la tarde.
Y poco después Luis hacía lo mismo.
Otra picada fallida y proseguimos por la orilla.
Pude advertir de que muchos pescadores tenían basses en sus cestas. No sé porqué razón, pero parece que la falta de truchas está haciendo que muchos pescadores cambien sus hábitos, ya que un pez odiado se convierte ahora en un pez codiciado.
Tras pasar un entrante en el que la superficie del agua estaba repleta de flores de sauce, me encontré con Juan.
Ambos asistimos a la captura de un bass, que posiblemente pudiera ser el que Luis había liberado el día anterior. Pero esta vez no tuvo tanta suerte, ya que el pescador lo introdujo en su cesta.
Personalmente, creo que le están haciendo un flaco favor al futuro de la pesca del bass en este lugar, ya que al despojar a los nidos de sus guardianes, estos quedan a merced de otros seres que darán buena cuenta de huevos o alevines.
A medida que nos íbamos acercando a los coches fui probando otros señuelos, pero sin mucho interés, ya que la muerte agónica y lenta de aquel pez, mermó mucho mis ánimos.
En una ocasión leí en algún lugar algo así como que "la muerte de un pez no se siente tanto porque muere en silencio".
Pues lo cierto, es que basta pensar en que un pez acabe en el cubo de la basura o permanezca en el olvido en el fondo del congelador, para que a un servidor se le remuevan las entrañas.
Con el sol a punto de desaparecer tras los árboles, quise deleitarme con la quietud de las aguas, sólo perturbada por momentos por una leve brisa, que no se llevaba el pensamiento de los peces agonizando en las cestas.
Por alguna extraña razón, hay veces en las que uno se sensibiliza más con estos temas.
Por último comentaré que es increíble la cantidad de polen que había depositado en algunas orillas.
Cuerpos de una micras que son arrastrados por el aire y el agua, para terminar aglutinándose en una masa de aspecto sulfuroso y que incomoda al pescador cuando se pega a la línea y a la indumentaria.
Divisamos a bastantes pescadores en los alrededores, por lo que las zonas en las que poder pescar, disminuían irremediablemente.
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Seguía dolido por la mala suerte que tuve con el bass anterior y entonces Diego divisó a un bass que portaba un pez artificial articulado en su boca.
El pez mostraba signos de estar agonizando y por eso intentamos capturalo, pero nuestros intentos fueron en vano.
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Ahora quedaba afrontar la recta final de la orilla en la que nos encontrábamos.
Después de que Diego sacara otro bass, divisé un pez artificial en una rama y poco después Luis lo recuperó.
Cuando alcancé a Diego, este intentaba sacar a otro que había visto.
Luis en la orilla opuesta clavó otro pero al prolongar mucho la lucha se le soltó.
Poco después perdía yo otro bass y ponía el grito en el cielo, ya que se trataba de un buen ejemplar.
Habíamos llegado un poco tarde, por lo que muchos lugares ya estaban ocupados por otros pescadores.
Tras una picada fallida, clavé el primer ejemplar de la tarde.
Otra picada fallida y proseguimos por la orilla.
Pude advertir de que muchos pescadores tenían basses en sus cestas. No sé porqué razón, pero parece que la falta de truchas está haciendo que muchos pescadores cambien sus hábitos, ya que un pez odiado se convierte ahora en un pez codiciado.
Ambos asistimos a la captura de un bass, que posiblemente pudiera ser el que Luis había liberado el día anterior. Pero esta vez no tuvo tanta suerte, ya que el pescador lo introdujo en su cesta.
Personalmente, creo que le están haciendo un flaco favor al futuro de la pesca del bass en este lugar, ya que al despojar a los nidos de sus guardianes, estos quedan a merced de otros seres que darán buena cuenta de huevos o alevines.
En una ocasión leí en algún lugar algo así como que "la muerte de un pez no se siente tanto porque muere en silencio".
Pues lo cierto, es que basta pensar en que un pez acabe en el cubo de la basura o permanezca en el olvido en el fondo del congelador, para que a un servidor se le remuevan las entrañas.
Por alguna extraña razón, hay veces en las que uno se sensibiliza más con estos temas.
Cuerpos de una micras que son arrastrados por el aire y el agua, para terminar aglutinándose en una masa de aspecto sulfuroso y que incomoda al pescador cuando se pega a la línea y a la indumentaria.