Desde la aparición del Covid, hubo muchas cosas que se tuvieron que postponer. Entre ellas esta salida que tenía pendiente con Benito, un pescador jubilado que se ofreció para pasar una jornada de pesca en el embalse de Castrelo de Miño. La especie a pescar era el black bass, aunque a veces aparece alguna trucha que ataca alguno de los distintos señuelos que se utilizan para la pesca de este centrárquido.
Inicialmente comenzamos a buscarlos con señuelos duros en distintas zonas, que parecían muy prometedoras, sin embargo no se divisaban peces. Le comenté a Benito que a mí me gusta pescarlos a pez visto, por lo que tratamos de encontrarlos primeramente. Los lances se sucedían pero no había respuesta. Cuando alcanzamos una pequeña récula, opté por usar vinilos. Así es como salieron los primeros ejemplares. Entre ellos, este que carecía de pigmentación en forma de manchas, lo cual me resultó curioso, porque han sido escasos los basses que he capturado con estas libreas.
Desde el momento en que capturé los primeros black bass de la jornada, Benito se dedicó a hacer de barquero, llevándome a las zonas que siempre le habían dado buen resultado. Este bass que picó en una zona con muy buenas trazas, es totalmente opuesto al de la foto anterior, ya que presentaba un buen número de manchas por encima de la línea lateral.
Al más puro estilo de los manglares, la zona prometía un buen número de peces, ya que había zonas de ramas sumergidas, que son un auténtico lujo para dar cobijo a estos peces.
Aquí pude ver enormes nubes de alevines de black bass, pululando por encima del fondo de guijarros.
Al divisar un buen número de peces, se disparaban las ganas de clavarlos en esas zonas difíciles. La pesca en pequeños arroyos, me había proporcionado la destreza suficiente para acometer los distintos lances en dichas zonas y así fue como fueron llegando las capturas.
Este ejemplar presentaba una zona colorada desde el vientre hacia la cola, quizás por el desgaste a la hora de preparar el nido en el fondo.
Tras varios minutos sacando muchos ejemplares, tocó moverse a un nuevo emplazamiento. De camino pudimos ver a un buen número de carpas que se movían con tranquilidad a lo largo de la orilla. Por norma general, donde estaban las carpas no había basses y viceversa. En la siguiente parada, pude clavar este pez de bellos colores.
La tarde discurría muy bien, pues Benito se había propuesto que disfrutase de la jornada y lo cierto es que ya había cumplido con creces las previsiones. Entonces el sol ya calentaba bastante y la falta de víveres comenzaba a hacer mella.
Diviso en la orilla dos carpas que van pasando de largo y otra un tanto "rara". Entonces me doy cuenta de que no es una carpa si no un bass de buen tamaño. Lanzo mi engaño y la caída desata el ataque. !!Saltos poderosos y carreras que hacen girar la barca¡¡ Tocaba templar los nervios para ir cansándolo hasta que ya estaba a punto para sujetarlo con la mano. Un bonito ejemplar que dio una bella pelea. !!Espectacular¡¡
Resulta que sin movernos del sitio, diviso otro de un tamaño similar. Lanzo en las proximidades y !!Zas¡¡ !!Picada brutal¡¡ Comienzan los saltos y las carreras, sin embargo, en el cuarto salto, el pez se libera del engaño ... !Una pena¡
Probamos en algún lugar más, antes de emprender la vuelta, ya que a media tarde podía empezar a soplar el viento y luego, la vuelta se podría tornar difícil.
Localizo a un ejemplar interesante a mucha distancia y para no tener que desviarnos, decido hacer el lance desde nuestra posición. El pez no lo duda y toma el engaño. Clavada y ... !!A disfrutar¡¡. Saltos y carreras hasta que pude ir doblegándolo. Estos lances largos no garantizan tanto la clavada, si bien hay que mantener la tensión en todo momento.
El pez se merecía una foto mejor para el recuerdo, pues la distancia considerable hizo que fuera una de las mejores luchas de la tarde.
El viento comenzó a hacer acto de presencia y la superficie del agua comenzó a rizarse, mientras las nubes dibujaban formas ininteligibles en el cielo. Nos aguardaba un duro regreso. Y a pesar de insistir varias veces para remar, Benito estaba en que yo no tenía que remar.
El viento era muy fuerte en las zonas más expuestas, por lo que teníamos que orillar a cada rato, para resguardarnos, aunque eso significase hacer más kilómetros. En estas zonas fui apurando los últimos lances, ya que todavía quedaba mucho trayecto y la vuelta se complicaba.
Ya comenzaba a notar fatiga en los brazos, después de tantos lances a lo largo de la jornada. El viento seguía soplando y las capturas habían sido tan numerosas, que ya solo intentaba sacar aquellos peces de cierto porte. Como este que también salió a mucha distancia. Consideré que este era el último que iba a sacar, pues ahora había que remar si o si.
Fui remando como buenamente pude, ya que mi envergadura no me permitía hacerlo con comodidad, pero prefería remar de mala manera, a que Benito, con más de 70 años, siguiera haciéndolo.
Cuando llegamos al punto de partida, pude respirar aliviado, porque había sido una jornada muy dura.
¿Porqué? Pues porque fueron más de 12 horas de pesca, unos 13 kilómetros recorridos a remo, sin comer ni beber, con un sol de justicia y con el tramo final a golpe de remo, que acabó haciendo ampollas en mis manos, ya que no estoy acostumbrado a este tipo de ejercicio. El hecho de tener que usar los remos, se debe a que este año se ha prohibido la utilización de cualquier tipo de motor en estas aguas, por lo que los desplazamientos no se hacen tan cómodos.
Y a pesar de todo esto ... la jornada fue estupenda. Buena compañía, muchos peces y paisajes maravillosos.
Ya solo quedaba ir a un bar cercano a tomar una cerveza y a disfutar de una pequeña charla, antes de poner rumbo a casa.