Corremos tiempos extraños, "enmascarados", en los que la mirada de la infancia, su modo de entender e interpretar es tan clarividente ante situaciones complejas. Esto demuestra que tenemos mucho que aprender de ellos.
Los niños hacen máscaras para transformarse de un modo genuíno y auténtico, como parte de su juego simbólico. Ellos creen verdaderamente que son un tigre, un elefante o un monstruo, cosa que difícilmente conseguimos los adultos.
La humanidad ha representado su existencia y la de divinidades a través del uso de máscaras, en rituales y manifestaciones culturales. En el antiguo teatro griego, las máscaras se consideraban herramientas poderosas que transformaban completamente a los actores en su papel, los espectadores no los distinguían del personaje teatral que interpretaban (ya fuera el de un hombre, dioses u otros seres míticos).
Muchos artistas han alimentado su creatividad con este modo de representar primitivo, Picasso, Brassai, Saul Steinberg, Oskar Schlemmer, Marisol Escobar, Fredun Shapur, Bruno Munari, Bertjan Pot ...
Que sirva este post como alegato a las máscaras, pero las auténticas. Como la que se puso Max en su viaje al país de los monstruos ("Dónde viven los monstruos", Maurice Sendak) y esperamos que contribuya y estimule la creación de verdaderas máscaras.
Nos despedimos y os deseamos un feliz verano citando a Oscar Wilde: "Una máscara dice mucho más de un rostro, el hombre es pequeño cuando habla en primera persona; dale una máscara y dirá la verdad".