“Una vez se ha decidido a acabar con el
animal, lo primero es situarlo en el lugar en el que, estando menos a cubierto,
baje la guardia y esté más quieto; para lo cual es útil haber estudiado sus
querencias con anterioridad. De este modo, estando la víctima cómoda y
descuidada, el matador esperará a que el animal se humille, es decir, a que
baje la cabeza, para lanzar la estocada que ha de ser recta y precisa, siendo
la más valiosa y certera aquella que cae en medio de la cruz de los omóplatos.
Sin embargo es normal que, aunque la estocada esté bien ejecutada, haya que
recurrir al descabello, maniobra cuyo único objetivo es ahorrar en tiempo y en
sufrimientos.”
Con un trapo en la mano izquierda y un
cuchillo en la derecha, vestida de color grana, Matilde entró en el comedor.
Eran las cinco de la tarde. Silencio.